Pedro Sánchez Merlano, un día ante la genialidad literaria.

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Por: René Alvarado.

Pedro no tiene malos recuerdos porque su  desdicha es presente. Llego a su departamento en el barrio Veinte de Julio de Bogotá. Son las 12 del día pero en casa del escritor parecen las 12 de la noche. “Eso fueron esos hijueputas edificios que taparon la vista”, reniega Sánchez Merlano, señalando la ventana que se abre como la boca negra de un africano.

–       Hace mucho tiempo había mucha luz, pero ya ve, las cosas cambian.

Por hacerle un guiño literario le digo que el fútbol también muta y su amado América está en la B.

–       Y para siempre. Eso sí no volverá a cambiar. Es muy difícil recuperarse de la derrota. Y los americanos lo sabemos; no somos como esos hijueputicas de otros equipos y esos escritorzuchos que dicen que lo que más les gusta de este deporte es el sufrimiento. Como dice Irving Welsh, es muy fácil filosofar cuando la mierda está en las venas de los otros. ¡Ah épocas! Se acabó el cartel y todo se fue para el carajo. Antes me la pasaba oliendo perico y por eso escribía mucho, porque no dormía, ¿me entiende? Ahora que no hay cartel, eso se puso muy caro y muy feo y ahora no puedo sino meter bazuco, y eso me pone a dormir. Ya casi no escribo y ando inapetente, en todos los sentidos. Si no, pregúntele a mi mujer.

–       Será su ex, porque, según he investigado, ahora usted es un hombre que goza de la soltería.

Sánchez Merlano sonríe con amargura, mostrando sus tres dientes. Se sirve su desayuno que consta de una changua, cinco chicharrones, lentejas con huevo frito, una salchicha ranchera con mantequilla y una taza de chocolisto que, después de beberlo, le deja un bozo achocolatado que relame.

–       Si no fuera porque en el restaurante me dan las sobras ya estaría marcando calavera. Como América, como el cartel, como todo en esta malparida vida.

Suena su teléfono, tiene el ringtone del game over de Super  Mario Bross 1, le pregunto si se trata de la editorial. Y él me contesta, un poco enfadado, que no tiene editorial sino culebras:

–       Esos hijueputas cobradores me tienen cansado, mano. ¿Será que ellos no tienen familia? Bueno, yo tampoco tengo y estoy en la mierda pero no friego así a la gente. Es que no hay derecho.

Entonces, recuerdo una frase de un gran escritor que siempre admiré y se la digo:

–       Quién necesita familia cuando tiene amigos, eso lo dijo mi escritor favorito.

–       Pues su escritor favorito es un malparido que seguramente tuvo familia, y también amigos. Yo no tengo ninguna. Además, Engels decía que la familia era la causa de todos los males de la sociedad.

–       Pero si la familia es constitutiva del ente social.

–       Cuál ente ni que ocho cuartos, deje de hablar huevonadas. El único ente que conozco es un fantasma que se asoma por acá – me señala la ventana tan oscura como la boca de un africano- y me cobra todas las deudas. ¡Qué mal he hecho para merecer esto! A mí, doña Herta, no Muller porque esa malparida yo ni la he leído sino Herta Muñoz, me dice que fue por la mariguana pero yo nunca fui mariguanero, es que ella confunde el bazuco con la mariguana. Pobrecita porque sus hijos salieron bien maricas.

–       Ser marica no es un pecado

–       Exactamente, ser marica es ser un marica. Y si  de paso es pobre ya no es gay sino un pobre maricón. Pobres maricas son los maricas pobres. Yo ya no hago sino pensar en eso.

–       Veo que su biblioteca no tiene un solo libro, ¿es acaso una forma de sentar protesta contra la institucionalidad literaria?

–       Nada de eso. Me tocó cambiarlos por bazuco. Esta adicción me tiene muy llevado. Solo dejé la biblia y con esa hice mis últimos barillos. Empecé por el Apocalipsis aunque no hay nada más fumable que Esther. ¿Si la ha leído?

–       No, aunque conozco bastante de doxa biblíca a través de los comentarios críticos de Fernando Vallejo.

–       Ah, otro huevón con esa arepa. Ese tipo es un escandalizador de pueblerinos. Un inculto. Creo que no se ha fumado ni la mitad de libros biblícos que yo y viene a hablar de la biblia. Ese sí es mucho hijueputa tan igualado. Y sus libritos son la misma historia del mismo marica. No sé qué tanta mierda puede tener un pobre marica como ese. Pero ya ve, ese sí vendió y se la pasa poniendo culo desde Alaska hasta la Patagonia, desde Taiwán hasta Copenhague. Y yo que no puedo salir de esta hijueputa ciudad desde hace quince años. Mire que me tienen reportado en Datacrédito. Ahí sí me fregaron hermano. De acuerdo a los últimos informes emitidos por la CIA este mundo es una mentira y sale más barato dejarme vivo que matarme. Si no pregúntele a Cordwainer Smith, ese hombre sí era bien feo y marica como él solo, pero me simpatiza ¿sabe?… para que no digan que soy homofóbico, yo también puedo leer a los maricas.

–      ¿Cuál es su marica preferido?

–       Tengo tres: Hemingway, Henry Miller y Gabriel García Márquez.

–       Pero esos no eran homosexuales

–       ¿Y quién dijo que ser marica es ser homosexual? Usted si es mucho lo marica ¿no? ¿Sabe qué chino? estoy de malas pulgas y ese hijueputa teléfono no deja de sonar y eso que yo ya no pago la factura, debieron habérmelo cortado hace ocho años, pero ya ve la malicia de la gente, ¿qué hice para merecer esto?

Le contesto:

–       Escribir con maestría

–       ¡Deje de ser lambeculos! Tanto usted como yo sabemos que desde Cervantes todo se fue a la mierda.

Salgo consternado a dar un paseo por el Veinte Julio mientras pienso en las sabias palabras del maestro. Por estar pensando tanto no vi un grupo de muchachos que se acercaron con navajas y me quitaron la grabadora. Cuando le conté al maestro, horas después,  solo me contestó:

–       ¿Si ve? Eso le pasa por andar pensando en maricadas.

Epílogo:

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El maestro Sánchez Merlano se retractó de lo afirmado sobre Cervantes y me dijo, en su visita al hospital  en el que me internaron a causa de las puñaladas propinadas por  los pandilleros, que todo se fue a la mierda desde que Jesús oró en el Monte de los Olivos. Me dijo que mejor no publicara la entrevista, que ese día estaba de malas pulgas y me pidió una moneda para una bicha porque era mejor fumar bazuco que andar dándoselas del escritor. Dicen que salió del Hospital y  en una esquina de su barrio, encendió la bicha y la compartió con su amigo Kid Pambelé. Dicen que ambos rieron y se abrazaron, sabiendo que la gloria comenzaba y se sumergieron en esos viajes al espacio interior que tanto fascinaban a J. G. Ballard.

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0 Responses to “Pedro Sánchez Merlano, un día ante la genialidad literaria.”

  1. f. says :

    en el primer párrafo se coló un Benavidez. de pronto es el primo famoso por renegar.

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