Agua y caramelos por África
Por Fernando Suárez-Obando
I
Confundía ensoñación con pesadillas, parecía estar en un estado febril. Apenas podía abrir los ojos para ver la extensa planicie herida por el hilo gris de la carretera; cerraba los parpados y veía a lado y lado de la vía, bailarines Yao y hombres-león; figuras que fijaban su mirada sobre mis ojos cegados por el sueño; su escrutadora mirada, viva, fija sobre mi ser a medida que avanzábamos por la llanura.
Máscaras inexpresivas, presencias aterradoras, unos tras otros; los hombres-León, ocasionalmente emprendían su danza convulsa, solo para detenerse cuando yo quería fijarme en sus movimientos; bailaban a lo lejos, se detenía ante mi cercanía. Uno tras otro. Bailarín, hombre-León y máscaras. Una hilera interminable de seres brotados de la planicie. Sus espíritus enmarcaban la carretera y el resplandor de sus atuendos matizaba el sol abrazador. El rojo de las melenas inducía el temor de una presa que corre sin esperanza, la presencia de un predador implacable que se repite en hileras infinitas, cercando el camino, esperando pacientemente el momento de dar el zarpazo y detener la huida. La misma carretera al abrir los ojos, la misma carretera al cerrarlos; llanura sin cazadores, llanura con leones humanos.
Finalmente me despertó el grito del conductor: -Vieron a los Yao? – gritó sin quitar la mirada de la carretera. – Vi a varios, eran muchos – respondí sacudiéndome la modorra. – ¡Vamos, solo había dos! –. Dijo el conductor soltando una mirada de sorpresa por el espejo retrovisor. – Uno detrás del otro, permanecían inmóviles al lado de la carretera –. Sonrió y se mantuvo fijo en el camino. – ¡Pero solo eran dos! -. Sentencio -. Pensé que eran más, tal vez miles, o al menos cientos –. Dije mientras sacudía la cabeza, intentando volver a esta realidad. – Has dormido por treinta minutos –. Intervino Antonio, que estaba a mí lado en el asiento trasero. – ¡Aja! ¡Treinta minutos! ¿No fueron veintiocho o treinta y dos? ¡Que preciso! Que importa, vi a miles de Yao y leones y máscaras -. Replique en voz baja, volviendo la cara hacia la ventana.
Afuera, la Sabana Africana atravesada por la cinta asfáltica. Viajábamos desde el noroeste hacia Lilongwe, habíamos partido desde el lago Malawi hacia poco menos de una hora; continuábamos hacia el este, en dirección a la capital. El sol rojizo de atardecer nos rasguñaba la espalda.
Sentía el sopor y el cansancio; ojos edematosos enmarcados por mi cara brillante; que letargo atroz; debía despabilarme para disfrutar las últimas horas de luz y recrearme con la Sabana. A pesar de las pesadillas con los Yao, un viaje sin contratiempos; me concentraba fijando mi mente en la infinita llanura, contemplando el paisaje, viendo pasar retazos de África, por la ventana del Rover.
Avanzamos hasta Salima, paso obligado partiendo de la Bahía Senga en dirección a Lilongwe. -Salima, Salima- lo repetía en voz baja para no olvidar. Salima, una pequeña ciudad, más que ciudad un pueblo grande con Mezquita, algunas calles pavimentadas; Coffin shops alternando con tiendas de muebles y carpinterías, talleres de mecánica a lado y lado de cafeterías paupérrimas que se promocionaban con letras pintadas sobre sucias paredes blancas: “tea room and soft drinks”; tráfico, cabras, gente y un ejército de camionetas de las ONGs instaladas en Malawi. Decenas de mini-buses agolpados recogiendo o dejando vecinos; volquetas colmadas de personas en el cruce de caminos, gente lanzando arengas desde las volquetas, gente saludando desde los platones, gente en domingo de traje y camino al rito, al templo o al partido de futbol; a donde fuera que se dirigieran, se notaba en ellos la agitación del día, gente, algarabía y sopor de un domingo cualquiera; el sol nos castigaba de frente, a todos por igual. Serian alrededor de las cuatro de la tarde cuando nos detuvimos.
Un pianista sin vergüenza (l'Accordeur de 2010)
La vergüenza es una emoción o un estado de conocimiento y tener un sentido de ella implica entender o conocer que en algún momento se está avergonzado. Tal estado puede surgir en situaciones de deshonra, desgracia, insuficiencia, humillación, o disgusto. La vergüenza es el efecto de una acción deshonrosa o injusta. Los orígenes de la palabra vergüenza se piensa que vienen de un termino antigua que significaba “cubrirse”. Tal acto, de forma figurada o literal, es una de las formas de la expresión física de la vergüenza. Esta acción de cubrirse o de por lo menos mantenerse retraído en cama es lo que hace el joven protagonista del corto francés El afinador de piano (l’Accordeur) de 2010 dirigido por Olivier Treiner.
Adrien es un joven pianista prodigio que cae en desgracia cuando falla en el evento para el que se ha preparado durante toda su vida. Al verse deshonrado, el pianista decide sobrevivir como afinador de pianos, pero para mejorar el negocio finge ser ciego. La pregunta que se abre ante toda la situación es ¿qué pasaría si el desvergonzado afinador viera algo que no debería ver?
La sangre que cantó Arguedas hasta matarlo
El llamado que la sangre le hizo a José María Arguedas desembocó en su decisión de pegarse un tiro para confluir con el río que llevaba dentro y bucear en la presunta totalidad que trasunta lo eterno y la carencia de nombre y espacio y tiempo. Su nombre no sólo se ha encumbrado en la tradición narrativa del Perú, también ha estado afiliado a la antropología y su voz quedó grabada en cantos que hielan el corazón más incendiado. Les presentamos «Carnaval de Tambobamba», una canción entonada por el autor de «El sexto» y «Los ríos profundos»:
Decapitadoras del aliento
EL blog de Daniel Zapata publica un artículo de Andrés Felipe Escovar sobre la taxonomía del objeto del amor, que al tratar de acoger a nadie termina tropezando con alguien que te va a destrozar y acuchillar ante el mínimo gesto de escape, así sea el tierno asomarse a una ventana para tratar de otear un infinito ya clausurado para siempre.
Pumzi: Un corto de distopía ecológica desde Kenia
En el futuro tú no puedes seguir tus sueños. Para evitar los sueños existe el medicamento supresor de sueños. En un mundo devastado por una Tercera Guerra Mundial por los recursos ecológicos, debes permanecer dentro de comunidades encerradas, a menos que solicites una «Visa al Exterior» y te sea aceptada.
Asha es curadora del Museo Virtual de Historia en el que se exponen muestras de lo que anteriormente se conociera como la biosfera de este planeta. Algún día recibe, de algún lugar extraño, unas muestras de semilla. Tras un rápido estudio con sus aparatos especializados, se da cuenta que estas carecen de radiación y son apropiadas para la vida. En un ambiente de absoluto raciocinio de agua, en donde no se puede gastar una gota de agua, decide ir afuera (aún sin la Visa) y plantarla al lugar en donde le indican esos sueños que reaparecen a pesar del supresor de sueños.
Pumzi es un magistral corto de Ciencia Ficción, dirigido y escrito por Wanuri Kahiu, que fue presentado en el Festival de Sundance en el 2010. Con efectos limpios y mesurados, nos sumerge en un ambiente de desolación y melancolía por este planeta arruinado.
Claves del futuro en Synth Britannia
Si se pudiera marcar una fecha que dividió definitivamente dos de las grandes vertientes de la música pop británica, esta fecha sería 1975, cuando la gira de Kraftwerk en Liverpool coincidió con la gira «Wings Over England» de (los ex Beatles) The Wings. De las guitarras, el pelo largo, los jeans y flores; surgía otra propuesta desde el brazo germánico, con trajes de corbata, pelo corto y sintetizadores que podían reemplazar toda la parafernalia circense de una banda de rock.
Era el inicio de una nueva era del futuro.
El amor de Bertrand Russell
Fue Bertrand Russel quien dijo que el amor es sabio y el odio es una tontería. En estos tiempos impera la creencia de que ambos sentimientos son tontos y que hay que dedicarse a la posmodernidad entendida como el encamarse con cualquiera, o, en su defecto, que el amor se remite a viajes costosos, flores de países lejanos y regalos de San Valentín. El afecto murió, al igual que Russell y su amor. Les presentamos una entrevista que le hicieron a este pensador y matemático inglés en donde, además de hablar del amor, se refiere a los pocos recuerdos que tuvo de su padre, al olvido en el que quedó su madre y su tensionante relación con New York:
Adiós al guarro de guarros. Oderus Urungus hasta el infierno!
Por Diosinteo Weimar Morales
La poca de maldad que quedaba en el mundo se ha evaporado. A partir de hoy solo hay mediocres de la balada. Me divertía tomándome unas chelas escuchando a los grandes Gwaaarrrgghhlllgh, que me recordaban esos instantes de alta poesía en los que incurrí cuando aún era un chiquillo del cole. Mientras mis amigos se ocupan de las nenas yo hacia poemas y con bravura me masturbaba hasta altas horas del amanecer. Y estos guarros siempre me acompañaban con sus sones gitanos. Alguien dijo de alguno de ellos que era un chavarillo de las cruces, pero yo prefiero hablar de los depredadores de la escena metal mundial. Venidos del planeta Inmundicia, llegaron con sus trajes de monstruos para insuflarnos amor, y como ahora todo el que ama es un monstruo me considero el más monstruoso de los seres. Las pulsiones de los mundos ultrahumanos hoy lloran, se desgañitan los demonios y desafortunadamente Jesús nos ha ganado una batalla pero no la guerra. Nosotros, los espíritus oscuros seguiremos luchando por poseer este horrible planeta GRRRRHHHRHRHRHRHRHRHRHRHRH2673678732873283
Adiós Oderus Urungus, yo seguiré usando Ubuntu como tú usaste máscaras de cerditos enamorados del espacio exterior.
Ahí va mi rola favorita de estos guerreros:
Pueden seguir mis reflexiones de rock, chicas, vino y poesía en twitter: @diosinteo