Archive | abril 2022

Episodios cotidianos. Por Francesco Vitola

Esta es una nueva crónica breve de Francesco.

WWIII (la razón de ser de la masculinidad tóxica)

 

24/2/22. Barcelona. No creo ser periodista con todas las letras, pero hoy salí a la calle para analizar los cambios conductuales de la población tras la noticia de esta madrugada. El «olfato periodístico» no se ha atrofiado a pesar de la falta de uso.

A primera vista puedo decir que aunque cortaron el suministro de petróleo y gas, siguen llegando turistas eslavos.

 

26/2/22. Ahora que los finlandeses y suecos se unieron al club de los amenazados por Putin, en las calles de Barcelona los gigantes rubios han dejado de reír, en cambio, miran con seriedad su reflejo en las pantallas de los teléfonos.

 

27/2/2022. Admirable el trabajo de reporteros de guerra, eso es saber ordeñar la glándula adrenal.

 

1/3/2022. De alguna forma, Europa es un territorio de refugiados por excelencia —de guerras pasadas y presentes—. Aquí se incuba el germen bélico que ha impulsado grandes migraciones, desde y hacia su masa continental. Aquí estoy yo como vivo ejemplo, huyendo de la violencia colombiana, cerrando el círculo que inició mi padre en la última gran migración italiana tras la Segunda Guerra Mundial.

 

2/3/2022. Desde que estalló el conflicto entre Ucrania y Rusia se dejó de hablar de la «masculinidad tóxica», y se impuso la lógica de que sólo la violencia extrema puede detener al violento. ¿Qué otra función pueden cumplir estos individuos agresivos en sociedades democráticas y liberales?  El problema, sin embargo, es que por defender los intereses de Europa en Ucrania se está alimentando —con armas, mercenarios y propaganda— a un Estado con dudosos valores democráticos, y con tendencia a la ultraderecha. A los neonazis europeos, por ejemplo, los están dejando en libertad para que vayan al campo de batalla. Pareciera que la historia se repite, Europa está dispuesta a desocupar sus cárceles para tomar el control de su última frontera.

En Los clanes de la Luna Alfana, Phillp K. Dick imaginó una sociedad en que las tendencias naturales —y los trastornos de personalidad— son aprovechados para los intereses colectivos. Europa parece seguir una premisa similar, pero corriendo el riesgo de recaer en el totalitarismo.

Episodios cotidianos. Por Francesco Vitola

Continuamos con la tercera crónica breve de Francesco Vitola Rognini

Arresto ciudadano

25/2/22. Barcelona, España. En mi patrullaje peripatético de esta tarde pude matar el aburrimiento mientras hice mi primer arresto ciudadano. A la voz de «get him», se despertó el vigilante que lleva todo colombiano en su interior. Los obreros que retuvieron al carterista ecuatoriano, lo dejaron ir quizás confundidos por los gritos de norteamericana. Continuó corriendo en mi dirección, falto de aire, pero no lo detuve, dejé que pasara por mi lado y extendí el brazo buscando su cuello. El señor, de unos 40 años, quedó sentado en el piso; procedí a sujetarlo por el cuello de su chaqueta y lo ayudé a ponerse en pie. Un civil se acercó y lo sujetó por el brazo derecho, le dijo que se girara contra la pared, y así lo retuvimos hasta que apareció el policía que lo perseguía. El ecuatoriano gritaba frustrado, desalentado.

El otro civil —quizás un policía de paisano— le entregó al policía el control sobre el arrestado, y mientras ambos lo sosteníamos contra la pared me preguntó: «¿Compañero?». Cubierto como iba, no me extrañó que me confundiera por uno de los suyos, así que sólo dije: «No, civil».

Y sin más, ni unas gracias, se llevó esposado al preso.

Sus colegas lo recibieron como si lo hubiese atrapado él mismo luego de correr por callejones nauseabundos, esquivar ratas o saltar muros alambrados.

Supongo que son cosas de la hiperactividad, pero ese minuto pasó en cámara lenta, casi como si lo viera objetivamente. Y si intervine fue porque inconscientemente comparé a este pobre hombre de un metro sesenta, con sobrepeso, que parecía un ciervo huyendo de los lobo, con aquellos raponeros fumadores de polvo de ladrillo y base de coca del centro de Barranquilla, de los que hay que cuidarse en la temporada navideña.

Como fuere, mal por el carterista que se cruzó en mi camino, pero me alegra haber estado ahí en el momento justo, así pude matar el tedio que me tenía patrullando las calles del Eixample en pleno invierno. Además, la situación me permitió comprobar que la «guillotina al cuello» al estilo de la WWE (no confundirla con la «guillotina» o «mata león» del JiuJitsu) funciona.

Nueva sección: Turicuchi

Miradas largas desde Chiapas

Turicuchi es la inflamación que aparece en el párpado (orzuelo) y la gente, en Chiapas, suele atribuir a la contemplación de un coito canino. Milinviernos se ha inflamado y por eso ha creado una nueva sección que lleva el nombre de esta afección. Su denominación, de origen chiapaneco, exhala su sustrato: en ella se abordarán libros editados o escritos por personas o editoriales de Chiapas.

Chiapas es particular: a veces semeja un enclave centroamericano en México y, en otras, aparece la empresa civilizatoria y nacional del país norteamericano. El español de esta región hunde sus raíces en la historia y se cruza con el tsotsil, el tseltal y muchas más lenguas que estallan en esta especie de Terra incógnita en donde se asoma el istmo al que William Borroughs llamó Interzona.

Episodios cotidianos. Por Francesco Vitola

Continuamos con este conjunto de crónicas breves. Acá se encuentra la primera.

Derek está en problemas

 

 

7/12/2021. Barcelona, España. A los pocos días de aterrizar en Barcelona fui a comprar un chip para el celular, un plan de 15 euros que no alcanzará hasta final de mes, pero que me permitirá estar en contacto con el mundo.

Al segundo día de estar usando mi nuevo número recibí el primer mensaje amenazante: «llame al número en pantalla o será demandado y congelaremos su cuenta bancaria». Estos ladrones informáticos no pierden el tiempo, pensé, y desestimé el mensaje, pero siguieron llegando, así que regresé la llamada y pregunté qué ocurría.

—¿Eres Derek?

—No, me llamo Francisco.

Se disculpó y dijo de manera poco convincente que anotaría en su reporte que el número ya no pertenecía al sujeto en cuestión. A los pocos días continuaron los mensajes y llamadas, que por mis malas experiencia en Colombia no acostumbro responder, pero que inevitablemente, en momentos de distracción, lo he hecho. Así, por descuido, supe que «Derek» era  —o es— como mínimo, un traficante. A los mensajes de cobro bancario, y a las llamadas de los amigables clientes («Bro, Derek, es León, ¿tienes yerba?») se sumaron en el mes de enero las notificación del congelamiento de sus cuentas bancarias. Derek está en problemas, ¿pero está vivo?, ¿evita la justicia, o es comida de gusanos? He comenzado a preocuparme por él, ya lo siento como un alter ego, incluso he comenzado a creer que todos esos indigentes de ojos claros y acentos extranjeros son de alguna forma Derek, y que vivir «en situación de calle» es su forma de evadir al fisco.

 

Dado que el reciclaje de números es una practica habitual en el mercado de las cuentas prepago —un sistema ideal para ofrecer servicios telefónicos temporales o económicos— este tipo de situaciones deben ser frecuentes. Imagino que como me ha pasado a mí, en este preciso momento miles de personas están recibiendo un mensaje errático que cuenta fragmentariamente la vida de un «Derek». Y esto tiene el potencial de convertirse en un nueva forma de entretenimiento, reconstruir las vidas de los usuarios a los que pertenecían previamente nuestros números reciclados.

 

El secuestro de la ficción, conspiración de FICCIO RAMA en Misterios de lo Oculto

 

 

La siguiente entrevista, de la serie MISTERIOS DE LO OCULTO, es una amplificación de la temática tratada en el número 115 de la publicación FICCIORAMA. Como si el mismo espíritu del fanzine hubiera encarnado o poseído a un escritor-diseñador gráfico, se asume a las máximas consecuencias la sentencia de la editotial 115:

LO PRIMERO QUE DEBEN SABER ES QUE LA FICCIÓN HA SIDO SECUESTRADA Y AL PARECER NO QUIERE SER RESCATADA, SE ESTÁ IDEMTIFICANDO PROGRESIVAMENTE CON LAS IDEAS DE SUS CAPTORES

Es decir, existe un síndrome de Estocolmo en la ficción y necesitamos ponerla a terapía de shock en el REALITY STUDIO para que recobre razón, o mejor dicho, recobre su locura habitual.

Los invitamos a ver esta entrevista realizada por Luis Agropecuario, que desde su publicación en el número 115: VAGOS RECUERDOS DE UN CONSPIRADOR VAGO, ahora está convencido:

la realidad no está afuera,  está en el agro.


 

Como previamente se dejó claro, esta entrevista es una ampliación del especial sobre CONSPIRACIONES de la publicación 115  FICCIORAMA, por lo que también les recomendamos leerla-

 

 

 

 

Episodios cotidianos. Por Francesco Vitola

Episodios cotidianos es un conjunto de crónicas breves escritas por Francesco Vitola. Cada semana se presentará un nuevo episodio.

Mis pacientes

26/10/ 2021. Barranquilla, Colombia. Nunca contradigas a un loco; ayer domingo, mientras entraba a una sala de emergencias de Colsánitas, se me acercó un paciente psiquiátrico que me confundió con su terapeuta. Se dirigió a mí como «Dr. Andrés» y procedió a hablar en «hebreo». Otro lo habría tomado por un desquiciado imitando a un terrorista árabe, pero a mí me pareció interesante esa manifestación de espontaneidad. La situación me resultó clara desde que me rogó que lo escuchara, no es la primera, ni será la última vez que atraigo a un desequilibrado, a quienes mi presencia les calma en principio, pero que luego les altera o sobreestimula. ¿Qué otra cosa podía hacer?, me gana la curiosidad por escuchar lo que tienen para decir esas mentes anómalas creadoras de historias impredecibles.
Le pedí que se colocara la mascarilla, pero se negó porque «impedía que le llegara oxígeno al cerebro». Entonces le sugerí que tomara distancia para poderlo escucharlo sin riesgo de contagio; retrocedió dos pasos y comenzó a explicar, en castellano, que él era cristiano (algo que repitió una docena de veces en su monólogo). Le pregunté si lo habían diagnosticado, me dijo que desde los 16 años tomaba litio y que era bipolar. Hasta ahí todo dentro de lo normal. Pero en cuanto le pregunté las razones de su ataque de ansiedad comenzó a temblar y palideció: «me acaban de informar que soy judío, pero yo soy cristiano».
En sus ojos era evidente una crisis, ¿era pérdida de fe? Quise saber. Negó moviendo la cabeza y retomó el «hebreo» como lenguaje, que según luego explicó, se le manifestó de manera espontánea cuando le informaron de su origen judío. Miré a su padre; con el dedo índice se hizo un círculo en la sien. El señor de cabello blanco no se le había despegado en ningún momento, supongo que por antecedentes violentos (el paciente rondaba el metro ochenta, y aunque no era atlético, gozaba de cierta corpulencia amenazadora). Le solicité que volviera al castellano, «porque no tengo la fortuna de entender el hebreo», y fue entonces que me reveló que él sabía que yo también era judío, con ancestros polacos, y que por ende tenía que saber su idioma, sugiriendo que por genética estamos habilitados para hablar a voluntad, y de manera espontánea, la lengua de nuestros ancestros. Aquello me hizo gracia, porque a mi padre también lo habían creído polaco, así que con mucha simpatía le volví a pedir que regresara a nuestra lengua franca.
«Yo tengo el poder de ver los talentos de la gente, por eso yo sé que usted es un psiquiatra brillante, un hombre con vocación de servicio, y que además es usted políglota, como yo», dijo con una seriedad convincente. Preguntó si prefería que siguiéramos hablando en inglés, para demostrarlo. Le dije que no hacía falta, que prefería usar el español. Extendió su mano para estrechar la mía, extendí el puño y él lo chocó con su codo, pero su cara y cuerpo parecían querer el contacto, así que yo extendí mi mano y estreché la suya. Eso le hizo sentir bien y me dio un largo y cálido abrazo, cargado de afecto. En una situación violenta estaría perdido frente a un tipo de estas proporciones.
Ya más tranquilo me dio las gracias, yo sólo sonreí, y dirigiéndome al padre le pedí que lo escuchara, que eso lo calmaba. Se despidieron con gentileza, como debe sentirse un hasta pronto entre un paciente agradecido y su terapeuta.

Esperando nuestro turno (junto a mi hijo, al que el paciente había bautizado como Moisés) no pude evitar preguntarme si fue un error no seguir el impulso de estudiar psicología, ¿era esa mi vocación real? Desde el 2002 me lo pregunto.