Archive | octubre 2025

El deporte como máscara. Por Jacobo Hidalgo

Recientemente finalizaron la Vuelta a España y el Mundial de ciclismo en Rwanda, dos eventos relevantes en el calendario del pedalismo internacional. La Vuelta vio interrumpida algunas de sus etapas ante protestas por la presencia del Israel Premier Tech, razón que incluso obligó a la cancelación de la última jornada en Madrid. Por su parte, el mundial de ciclismo aconteció sin mayores novedades en territorio rwandés, siendo el primero de su clase disputado en África. No obstante, algunos medios y activistas manifestaron su inconformidad ante dicho evento teniendo en cuenta las acusaciones sobre violación de derechos humanos y limitación de la libertad de prensa que pesan contra el gobierno de Paul Kagame, presidente de Rwanda.

 

Este par de eventos han revivido el debate sobre la relación entre deporte y política. ¿Hasta qué punto tiene el deporte una responsabilidad frente al contexto sociopolítico en el cual acontece? ¿Acaso puede desligarse la práctica deportiva de su entorno y considerarse aséptica? Responder estas preguntas, al menos para los casos del Israel Premier Tech y Rwanda nos obliga a revisar el contexto en el cual surge un equipo de ciclismo en Israel o se organiza un mundial en el centro de África, dos lugares que hasta hace poco más de 10 años estaban por fuera del radar del pedalismo global.

 

Paralelos de Rwanda e Israel: de víctimas a victimarios

 

¿Qué tienen en común Israel y Rwanda? Si vamos a su historia encontraremos algunas similitudes. Son pueblos que sufrieron dos de los más terribles genocidios durante el siglo

  1. Rwanda e Israel tienen hoy día como líderes del poder ejecutivo a personajes acusados de violación de derechos humanos y de libertad de prensa. En el caso de Israel, la historia no se limita a Benjamin Netanyahu sino a más de 70 años de opresión, usurpación territorial y acciones bélicas contra Palestina. Por su parte, el gobierno rwandés ha tomado parte directa en el conflicto de la República Democrática del Congo, donde milicias rwandesas han cometido decenas de masacres con la excusa de estar persiguiendo a cabecillas hutus vinculados con el genocidio tutsi de 1994.

 

No obstante, la comunidad internacional no sido lo suficientemente estricta con Rwanda e Israel ante la violación de derechos humanos. Al contrario, son países que se han beneficiado ampliamente del apoyo de la Estados Unidos y la comunidad europea; Estados Unidos incluso les brinda apoyo armamentístico, algo de lo que Rwanda e Israel han tomado ventaja para atacar a sus vecinos.Las milicias rwandesas llevan años aterrorizando a la población congolesa; han cometido atrocidades documentadas por la ONU y Human Rights Watch. Lo mismo sucede con Israel y la Franja de Gaza, donde los crímenes se extienden por décadas; en el actual genocidio palestino han sido asesinadas casi 70.000 personas y los sobrevivientes están en riesgo grave de hambruna. A pesar de ello, ninguno de los dos países sufre de un veto internacional como el que sí cayó sobre Rusia y Bielorrusia a raíz de la invasión a Ucrania.

 

¿Qué tiene que ver el ciclismo en todo esto? Desde nuestra perspectiva, en ambos casos este deporte ha sido instrumentalizado por ambos estados para hacer sportswashing, buscando mejorar la imagen pública ante el mundo ante las acusaciones de violación de derechos humanos.

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Sancocho western: Tierra de nadie. (Cuarta entrega)

Por Francesco Vitola Rognini y Andrés Felipe Escovar

Dedicado a la memoria de Luis Cermeño, editor de Milinviernos, autor obsesionado con la ciencia ficción, y entusiasta colaborador en nuestros locos proyectos independientes.

Déjame huir, oh selva, de tus enfermizas penumbras formadas con el hálito de los seres que agonizan en el abandono de tu majestad. ¡Tú misma pareces un cementerio enorme donde te pudres y resucitas!

 La vorágine. José Eustasio Rivera.

La semana anterior —me contaba—, un enorme jaguar había sido muerto por los vecinos, en el atrio de la iglesia.

Los pasos perdidos. Alejo Carpentier

Primera entrega

Segunda entrega

Tercera entrega

 

IV. Sancocho de gallo tuerto

Por Andrés Felipe Escovar

Kokoro yo, cantaba el gallo; Kokoro yo, a la gallina; Kokoroyo, cantaba el gallo a Olegario cuando él era niño y le enseñó a decir yo.

-Yo pecador confieso ante Dios Todopoderoso- susurraba en la iglesia, con los ojos cerrados, arrodillado, las manos juntas y la cabeza gacha. Ese yo era un aleteo del gallo tuerto que cantó tres veces mientras a Jesús lo negaba un apóstol.

-Quién le corta la cabeza al insurrecto.

– Yo- Olegario tomó su machete; deslizó el filo por el cuello de Victoriano Lorenzo, aún cálido. Manaron sangre encharcada, porque el corazón ya no bombeaba, y unas capas de piel que le evocaron los marranos colgados patas arriba que su abuelo destazaba en la carnicería.

Al gallo no lo colocaron patas arriba para hacerle una incisión en el cuello por donde se desangraría. Antes de un amanecer no cantó y Olegario fue hasta la cocina: el animal, acurrucado en una esquina, apenas levantó la cabeza para ver al niño, pero no se paró. Luego clavó el pico en el suelo, su respiración tronó y un breve aleteo precedió su quietud. Las plumas, doradas y negras, se humedecieron.

Esa tarde almorzaron un sancocho de gallo tuerto.

-Eso es bueno para las vistas, coma- le ordenó su abuelo Olegario, mientras chupaba los huesos que, delgados, estructuraban el cuello del animal cocinado. Al niño le dieron un plato donde reflotaba una de las patas y perniles del animal, además de único ojo que tenía; ahí quedó su yo.

Así como llegó a Panamá, sin reparar en el mar Caribe que lo dejó frente a la ciudad y con la sensación de que siempre tenía una montaña al frente pese a que estuviera en alguna playa, se fue. Ni siquiera lo advirtió cuando, muy cerca de la costa, atisbó al buque Wisconsin donde acordaron una paz que jamás logró entender del todo porque, antes de que les dieran a conocer todo lo acordado, lo enviaron en busca de Lorenzo.

Cuando llegó al poblado panameño, lo hizo con la cabeza de Lorenzo guardada en un costal. La clavó en una asta afincada frente a la inspección de policía. Debajo del rostro, que demudaría en un panal de moscas, pegó un papel donde proclamaba que esa era la suerte que corría todo aquél que traicionaba a la Constitución del 86. Aún no clareaba cuando lo hizo.

Kokokoro yo, cantó Lorenzo, clavado como un cristo sin extremidades.

– Yo- le repitió Olegario al policía panameño que lo expulsaba del pueblo, luego de preguntarle si él era el inspector de policía. Una brisa, emanada del último aleteo del gallo tuerto, lo acompañó en las noches que dormitaba en un asiento apoyado en la espalda del indio que lo cargó por el Darién  a cuestas.

Kokoroyo, cantaba el gallo, no tan lejos; estaba cerca del primer pueblo de Colombia. El indio, con ese canto, anunció el fin de su viaje y estiró la mano para pedirle las veinte coscojas que Olegario le adeudaba.

Olegario le dio ocho y se tomó los bolsillos:

-No tengo más.

El indio abrió los ojos y balbució palabras limítrofes con los gruñidos de los animales. Se le tiró a Olegario, que cayó de espaldas sobre el suelo húmedo de la selva; él, bocarriba, tomó de las muñecas delgadas de ese homúnculo cuyo único valor era no perderse en la selva.

Kokokoro yo, cantó el gallo.

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Ixämbal k’iñ / El recorrido del sol y Jyejtyal ja’ / Rostros del agua. Por Cristina Patishtán López

Los poemarios Ixämbal k’iñ / El recorrido del sol (2022) y, Jyejtyal ja’ / Rostros del agua (2023) fueros premiados por la convocatoria “Alas de Lagartija”, ambos en años consecutivos en formato bilingüe ch’ol-español, y fueron ilustrados por una técnica de grabado por Julio Antonio.

Ixämbal k’iñ / El recorrido del sol, editado por TIFÓN editorial, como poemario está dividido en cuatro partes, cuyos subtítulos son: “Säk’ajel / Mañana”, “Xiñk’iñil / Tarde”, “Ak’lel / Noche” e “Ik’tyoj / Madrugada”, con un total de doce poemas. Jyejtyal ja’ / Rostros del agua, editado por la misma editorial, está dividido en dos partes: “Iñajaltyak ja’ / Sueños del agua” y “Jyejtyal ja’ / Rostros del agua”, la primera de diez poemas y la segunda de dieciocho, haciendo un total de veintiocho poemas, igual con ilustraciones.

Ixämbal k’iñ / El recorrido del sol se desarrolla con una circularidad temporal de 24 horas, retratando los movimientos del sol y la luna tanto en el cielo como en el agua. Canario construye sus versos en tonos altos al modo de una écfrasis como figura literaria, unión de imágenes visuales con palabras. De acuerdo a Agudelo Rendón, en su libro Las palabras de la imagen, se entiende la écfrasis como la descripción literaria de un objeto artístico, sea real o imaginario, haciendo énfasis en la narración. En este sentido, el autor primero crea figuraciones mentales de la apreciación de ciertos momentos de la realidad. La écfrasis es la representación verbal de una imagen visual. Esto se refleja en los movimientos y sonidos que transmite cada verso escrito por Canario, por ejemplo, en los versos de la primera obra: “Mi mamá / besa mi frente, / deja en mis manos / una luciérnaga / que funda el alba” (De la Cruz, 2022, p. 29). En versos de la segunda obra podemos leer “Luna del río: niña con aretes de piedra, / de pies con son de tambor y labios escarlata; / danza con un arco de plumas y flechas” (De la Cruz, 2023, p. 20). Esto es lo contrario que ocurre con la hipotiposis, como figura retórica vinculada con la descripción, su objetivo es la producción visual derivado de los textos literarios. Esto es algo que me parece es el intento de Canario como poeta y Julio como artista de grabados al ilustrar algunos de los versos de los dos poemarios, colocando una imagen en cada apartado de ambos libros, más la ilustración de portada como un complemento para adentrarnos al contenido de las obras mostrándonos de forma visual lo que también podemos leer en los versos.
Canario juega con imágenes visuales de la naturaleza y las retrata en sus versos. Por otra parte, los poemas a mí me remiten a una interpretación que hace Simónides de Ceos, un poeta lírico, en torno a las artes verbales y visuales, cuando dice que “la poesía es una pintura que habla”. Aludiendo a las imágenes visuales que hay en los versos, destaca la capacidad mimética del arte en reflejar el mundo que lo rodea, ofreciendo así una copia o representación de la realidad, donde las palabras dicen más que mil imágenes.
En este caso la poesía, cuando son imágenes que hablan, implica que, a través de las palabras, tiene la capacidad de evocar imágenes vívidas y detalladas en la mente del oyente o lector, por ejemplo: “El sol es ave de calor. / Mueve sus alas, / se derrite / gota a gota / en jícara del cielo” (De la Cruz, 2022, p. 12). Canario pinta con el lenguaje, crea escenas, movimientos, colores de la naturaleza que pueden ser tan claros y tangibles en la mañana, tarde, noche y madrugada, a través del recorrido del sol y la luna. Representando el día con sus cuatro divisiones temporales, con actividad en la luz y la oscuridad, podemos relacionar la construcción de los versos con los estados de ánimo, las etapas de la vida y sus procesos naturales.

En un poema de “Säk’ajel / Mañana”, podemos leer lo siguiente:

El sol agita el rocío en su pelo;

en vez de caer

sube transparente

en las alas del viento (De la Cruz, 2022, p. 11).

 

Este poema, que se extiende desde el amanecer hasta el mediodía, juega con la luz del sol que aumenta gradualmente desde sus primeros rayos hasta su luminosidad plena. Aquí el autor usa la figura de la prosopopeya para atribuirle cualidades humanas o de otros seres, como las alas, al viento que es inanimado.

En el siguiente poema, “Xiñk’iñil / Tarde”, dice:

Los caimanes bajo el sol

hacen de la tarde

una eternidad (De la Cruz, 2022, p. 17).

Las imágenes remiten a una contemplación del tiempo. Desde la primera línea evoca un ambiente cálido, los caimanes provocan una sensación de tiempo lento. Nos damos cuenta que el autor usa el recurso de la hipérbole para dilatar la duración del tiempo.

En otro poema, “Ak’lel / Noche”, encontramos la misma estrategia de comparación:

En el cielo de la noche digo:

¡Espejo!

Y se vuelve redonda

con brocha de plumas (De la Cruz, 2022, p. 22).

Este poema nos sitúa en otro escenario cósmico que va acorde con el título: de lo oscuro. En la imagen aparece claramente la figura de la luna, con su luz radiante. En este caso el autor la nombra como “brocha de plumas”, una asombrosa metáfora que humaniza. Imagino a la luz de la luna esparciéndose en el cielo, clara imagen nocturna. Canario de la Cruz no sólo ha observado la luna sino que su subjetividad lo hace ser de este poema a través de su mirada y lenguaje.

Un último poema de la primera obra, en el apartado “Ik’tyoj / Madrugada”, podemos leer:

El alba agita mis párpados.

Nace el ojo de agua (De la Cruz, 2022, p. 27).

Este poema nos remite al amanecer, habla de la transición de la oscuridad a la luz. En el primer verso interactúa con el lector haciendo alusión a un despertar, luego vemos la forma circular que descubre a la forma del sol reflejada en el agua o río en el alba.

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Sancocho western: Tierra de nadie. (Tercera entrega)

Por Francesco Vitola Rognini y Andrés Felipe Escovar

Dedicado a la memoria de Luis Cermeño, editor de Milinviernos, autor obsesionado con la ciencia ficción, y entusiasta colaborador en nuestros locos proyectos independientes.

Déjame huir, oh selva, de tus enfermizas penumbras formadas con el hálito de los seres que agonizan en el abandono de tu majestad. ¡Tú misma pareces un cementerio enorme donde te pudres y resucitas!

 La vorágine. José Eustasio Rivera.

La semana anterior —me contaba—, un enorme jaguar había sido muerto por los vecinos, en el atrio de la iglesia.

Los pasos perdidos. Alejo Carpentier

Primera entrega

Segunda entrega

III. Protegidos por la Santísima Trinidad

Por Francesco Vitola Rognini.

El rubio de ojos azules había comprado un caballo de pelaje negro, mientras que el barbudo había optado por uno pardo con motas blancas; además, cada uno arriaba una mula cargada con un baúl y sendos sacos de víveres. A medio día, y luego de media jornada de trochas pantanosa, tomaron un descanso junto a un lago de aguas turbias. Las lavanderas, viendo que los hombres se desnudaban, hicieron una pausa. El pícaro, consciente del efecto que causaba su desparpajo, nadaba de espaldas echando chorros por la boca, provocando risas entre las mujeres más jóvenes. Por su parte, el corpulento barbudo, enfocado en la natación, iba y venía con destreza prodigiosa. Las matronas, entre ellas varias viudas, especulaban sobre las habilidades del fortachón.

Ganados los corazones, todo resultó sencillo después. Con el pretexto de cocinarles el almuerzo y lavarles la ropa, tres mujeres se acercaron a charlar. Un par de jóvenes morenas —las hermanas Buenaventura— se quedaron prendadas del ojiazúl, mientras que el barbudo se ganó el afecto de una viuda de 45 años, Doña Concepción, cuyo marido, un comandante del ejército godo, había muerto durante la jornada 996 de la Guerra de los Mil Días. Aquella tarde, Doña Concepción los invitó a quedarse en su casa «el tiempo que haga falta para recuperar fuerzas». Por supuesto, las hermanas Buenaventura también se dieron por invitadas. El descanso duró nueve gloriosos días, tras lo cual y poco antes de partir, los aventureros extrajeron de los baúles algunos detalles: deslumbrante joyería de fantasía, telas con intrincados diseños, libros de modistería, cuchillas de afeitar, perfumes, limas y esmaltes de uñas. La despedida fue agridulce, pero manejable, nadie se había hecho vanas ilusiones.

Horas después, cuando cabalgaban por el margen de un río de belleza prehistórica, una nube de jejenes los obligó a ponerse las bandoleras. En la cara opuesta de la colina se alzaban columnas de humo, era el caserío de Terranostra, punto de encuentro de los buscadores de oro de la región. Aquel visaje alegró al corpulento barbudo, habitualmente reservado:

—¿Estás seguro de que la mina de rubíes existe?

—Está documentado, históricamente hablando. De aquí a doscientos años, «La caprichosa» será la única mina de rubíes de Boyacá.

—¿Y cómo planeas hacerte con el control de esas tierras?

—Con el poder de la palabra, amigo mío. Haremos las averiguaciones pertinentes haciéndonos pasar por caballistas interesados en comprar tierras.

—Comienzas a sonar como el príncipe Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

—Hay que tener amplias miras, estimado. Vinimos a construir las bases de un futuro imperio. Además, a lo único que hay que temer en este viaje es al paludismo y el cólera.

—Algo ha cambiado en ti, nunca te había visto tan serio en mi vida.

—He comenzado a apreciar la exuberancia del continente. Aquí nos tratan como caballeros, en Italia somos solo dos actores más en el drama de la supervivencia diaria. Allá necesitaríamos varias vidas para materializar lo que lograremos con este viaje.

—Si es que no nos matan.

—Panzón, a veces eres muy negativo. Tienes que aprender a disfrutar la vida.

—Es difícil relajarse cuando todo parece querer matarnos: la comida, los insectos, la selva, el clima, los bichos de monte. Y cuando no son las alimañas, eres tú metiéndonos en problemas.

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