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Sutter. Por Jesús Morales Bermúdez

 Jesús Morales Bermúdez

 

Por Andrés Beltrán

De cuando en cuando habitan el mundo personas en quienes se sintetiza el tiempo. Johannes Sutter, nieto de inmigrante renano, creció en el medio indiano sin conciencia de su personalidad diferente. Se movió con naturalidad en la lengua adoptada por sus padres, recorriéndola con suavidad en sus laberintos secretos, mostrándola versátil, tersa ante el ejercicio artesanal de su elaboración, esplendorosa como los diamantes que en vano buscara su padre a lo largo de sus múltiples deportaciones. De la boca de Sutter, fluían las palabras en el baño venusino de su expresividad, disfrute el suyo similar al de los dioses luego de su crear mundos, como si él mismo se acuclillara en el crepúsculo para contemplarlas. Era Sutter pez en el agua de lengua y dialectos de la región donde naciera, en las márgenes de un río caudaloso, célebre por las obras de ingeniería ferroviaria sobre sí y a los márgenes suyos, aparte de sus virtudes para la navegación y pesca. Difícil que en aquella región de rústicos y arcanos moradores emergieran personas de conocimientos refinados. Sutter  aquilataba los entornos de su vida desde las versiones de la tradición, y más, desde los asombros propios, novedad y escándalo para sus congéneres, como si sabiendo de los confines estuviera más allá de los confines.

Luego de su educación primaria, a la cual vería como morada de suplicios por los métodos pedagógicos de la época, Sutter se vio de pronto cursando estudios en una abadía. Derroteros inciertos los de cada cual: había imaginado su futuro en tono propio a su región, dominando dos, tres y hasta más oficios y estudios secundarios, acaso técnicos, laboriosidad, vida modesta, nunca en su mente la vida religiosa. Mas he ahí, una tarde cualquiera, luego de haber jugado con los amigos, vagos como él, mientras caminaba de vuelta a casa se le acercó Lorenzana, prefecto de menores ese año, y le espetó sin miramientos la pregunta de ser cierto su interés por ingresar a la abadía. El pequeño Sutter, en su timidez no pudo imaginar aquella pregunta para sí sino propia para su hermano mayor, él si con inclinaciones hacia la vida religiosa, y sorprendido como se viera no pudo sino afirmar su voluntad de seguir la ruta propuesta por Lorenzana.

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El proceso en clave de Crimen y castigo. Por Guillermo Sánchez Trujillo

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«Alguien debió de haber calumniado a Josef K., porque, sin haber hecho nada malo, fue detenido una mañana.» Estas primeras líneas de El proceso son responsables de que la mayoría de los lectores consideren inocente a Josef K., quien probablemente fue víctima de una calumnia, aunque la expresión «Alguien debió de haber calumniado a Josef K.» no es categórica y queda la duda, la primera de muchas que Kafka irá sembrando en la novela, sin que sea un problema de estilo, sino una necesidad narrativa porque El proceso es la reescritura furtiva de Crimen y castigo, con el fin de narrar y ocultar al mismo tiempo una historia íntima y secreta que da sentido al universo estético de Kafka, del que la novela de Dostoievski es el código y la llave.

No se puede creer sin más lo que dice el esquivo narrador de El proceso ─ni las palabras de los personajes, especialmente las de Josef K. ─, obligado a engañar al lector para no ser descubierto en flagrancia, pues, como decía Kafka ─él sabía mejor que nadie de qué hablaba─, «la clave de un enigma es que permanezca siendo un misterio». No es de extrañar entonces que, en esta novela, en la que todo es un acertijo, los lectores permanezcan a oscuras todo el tiempo.

Para no ir lejos, el personaje de la anciana que aparece en el primer párrafo de la novela no parece importante porque nada se dice de ella, pero su extraño y desmedido interés en la detención de K. obliga a preguntarse qué papel juega en la historia. Sin duda, un papel importante, pues no se entendería que un escritor cinematográfico como Kafka desperdiciara la primera escena con un personaje innecesario o superfluo. Además, hacia el final de la novela, cuando Josef K. entra en la catedral y recorre las dos naves laterales, nuevamente ve a la anciana que, envuelta en un manto, de rodillas contempla una imagen de María. La presencia de la anciana en la catedral hace aún más enigmático este personaje, quien nunca revela su secreto, por más que se lea y relea El proceso.

En cambio, la escena del plano-contraplano de la anciana y K., en la que se observan mutuamente, acompañada por el sonido de la campanilla en clave de Crimen y castigo, de inmediato evoca la escena del plano-contraplano de Raskolnikov y la anciana cuando, tras tirar del cordón de la campanilla del apartamento de la anciana, esta lo observa por la pequeña abertura de la puerta entreabierta, con manifiesta desconfianza. De modo que la escena inicial de El proceso, leída en clave, es una alegoría, la primera de muchas, que trae a la mente el crimen de Raskolnikov.

Mediante un corte, Kafka pasa de la escena inicial al capítulo (3,II) en el que Raskolnikov, después de cometer el crimen, cae enfermo y, tras varios días entre el delirio y la inconsciencia, despierta muy asustado al ver un desconocido en su buhardilla que lo mira con curiosidad. Raskolnikov piensa que está detenido, que todos en la casa ya saben que él es el asesino, y esa incertidumbre Dostoievski la alimenta con situaciones y diálogos equívocos a lo largo del capítulo que aumentan el nerviosismo y la incertidumbre del estudiante.

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Adiós al conferencista de OVNIS de los hombres de negro: William Chávez

El mundo ovni agropecuario se despide de una de sus difusores: William Chávez de Contacto OVNI. El hombre aseguraba que a sus conferencias asistían ocasionalmente hombres de negro.

 

Buen viaje galáctico.

Compartimos una elegía que nos envía Pedro Sánchez Merlano al respecto del deceso de su amigo.

 

Elegía al último William.

 

Pobre y hombre riman
Son como agua para chocolate
Y ovni con william no riman:

son como el agua y el mercurio
De Mercurio viniste y al carajo te fuiste
Como ufólogo y odontólogo

Hombres de negro al acecho
Te hicieron beber por despecho
Y una duda en ti
Fue como un mono titi

Jamás nunca estuviste en paz
Aunque en paz ahora no respires

El ovni parqueó en tu morada
Y tu contacto fue la alborada
Para la invasión falsa que orquestan
Ya no hay William Chavez que metan
Ni exploraciones exoplanetarias
Hoy compartes un sitial en los Williams muertos:

 Blake, Burroughs y Chávez:

la santa trinidad hecha por aquellos que enamoraron a Dios

Pedro Sánchez Merlano

 

 

A propósito, los editores de Mil Inviernos nos preguntamos si acaso Sánchez Merlano mismo no es un hombre de negro que quería hacerle la cacería a Chávez.

 

 

Sueños Geodésicos Gardner Raymond Dozois (1947-2018), reseña Luis Bolaños

Hoy presentamos la reseña a esta magnífica colección de relatos de Gardner Dozois, por nuestro colaborador frecuente y amigo Luis Bolaños.

 

Él quisiera, aprovechando la ocasión de nuestro cumpleaños número 11, que preguntáramos a nuestros lectores: ¿cómo les ha impactado 1000inviernos?

 

Sin más… los dejamos con esta magnífica conversación sobre uno de nuestros libros favoritos

 

 

creador del término cyberpunk.

 

Florilegio dedicado a su compañera Susan Casper, abre con un apotegma de James Tiptree (Alice Sheldon) muy sonoro: “El hombre es un animal cuyos sueños apuntan a la realidad y son asesinados”

La traducción es de Carme Geronés y Carlos Urritz 

Prólogo de Robert Silverberg 

Derrama sensibilidad y demuestra inteligencia ya que puede convertir en un soplo lo peyorativo (el aspecto hippie que esgrimía Dozois cuando lo conoció) en virtud, y en verdad nos ayuda a entender lo que significa para GD su don de narrar, empezando la configuración de su texto con una frase del escritor inglés Leslie Poles Hartley: “El pasado es un país extranjero” y continuando con historia y empatía en un deseo ferviente de quitarle hierro a su estocada anterior (aparecida en la introducción dedicada a su primer libro de relatos: “The Visible Man”) y asimismo destacar sus logros en el par de décadas que separan ambos prefacios; y aún así, no extravía la brújula y retoma lo esencial combinando pasión, fragmentos de los párrafos, análisis enjundioso y comparaciones tupidas repletas de humor, alcanzando a conectarnos con las adquisiciones alcanzadas (llegaron a ser: premio Hugo al mejor director de revista -Asimov’s SF Magazine- con quince victorias en los 17 años comprendidos entre 1988 y 2004, 37 premios Locus en diversas categorías, además de numerosas nominaciones por relato: cinco para el Hugo y once para el Nebula con dos triunfos: El Pacificador y Nacido por la mañana) y la madurez expuesta en una evolución temática y estilística que integra y emociona, nos agarra por el pescuezo y nos introduce en un universo de dolor -y de renovación, donde convierte las pinceladas de tragedias individuales en colosales frescos de desdicha para la humanidad- continuo

La carátula espectacular, aunque no amerita autor en la edición de Grijalbo es de Karl Kofoed (variante de una cubierta del Isaac Asimov’s Science Fiction Magazine, June 1979) y a pesar de que el dato fue entregado enseguida por los algoritmos de búsqueda de Google debo advertir que los mismos cada día parecen ir degradándose e ir viajando hacia la simpleza y tan penetrados de censura que dificultan hallar ciertas preguntas, lo cual se expresa en diversas webs que hasta hace poco se caracterizaban por su liberalidad, donde han empezado a colocar corazoncitos rosados sobre las exquisitas vulvas dibujadas por los artistas o rayarlas a la manera hipócrita del hentai

La red que conocimos libre, nos empieza a prohibir deleitarnos con los magníficos desnudos, las desinhibidas posturas y los juguetes secretos del placer, el sólo hecho de interferir es ya un crimen cultural, y eso ocurre con webs de tanto abolengo digital como DeviantArt, Hentai Foundry y otras que nos impiden observar la plasmación del artista que deseamos degustar tal como la concibió, lo cual no deja de ser una molestia y una falta de respeto. Tras la digresión retorno a la imagen: un vigía verdoso, con cola y patas de sátiro, cinturón con aditamentos electrónicos, puñal y binoculares en el crepúsculo salvaje de un planeta bañado de luz roja por un par de soles, uno naranja enorme que parece hervir en el horizonte y otro blanco, más lejano; se contempla la desembocadura de un río y un bajel con vela triangular que se desliza hacia ignotas tareas, dejándonos un sabor a melancólico misterio y trepidante aventura

Nacido por la Mañana: Morning Child en Omni, enero 1984

La descripción de la casa destruida nos precipita hacia la guerra y sus consecuencias, es tan física que puedes tocarla y olerla. Su final es de una tristeza casi elegíaca, demuestra dominio del material que expone, control de las emociones que son entregadas gota a gota, y a la medida que se introducen en el sistema circulatorio de tu conciencia entonces comprendemos el ciclo que padece John y la exposición de la jornada con sus momentos de solaz y complicidad entre padre e hijo… o eso creemos, pero no por entenderlo se torna menos cruel y ocurre en la medida exacta sintetizada de un día, que parece repitirse ad aeternum; el telón de fondo es la guerra inmisericorde que continua creando armas atroces destinadas al castigo y al sufrimiento; lo cultural queda de relieve en la siguiente frase: “En lo alto, un semáforo oxidada se balanceaba pendiente de un cable combado. Alguien había atado un letrero de color naranja y blanco con un conjuro en un lado de la señal de tráfico y en el otro, en la parte opuesta a la ciudad, que daba hacia el mundo hostil, se veía el ojo del mal, pintado en un rojo fuerte y chillón sobre un fondo blanco. Durante los últimos días todo se había enrarecido mucho”

Enferma contemplar las oscuras ramificaciones de las consecuencias de las armas utilizadas, y aún así existe una cierta magia en las escenas cuando combina luciérnagas con columnas de fuego, alaridos melancólicos con terribles estruendos, efectos de lo que sea que le aplicaron a John y los cambios fisiológicos que trae aparejados, es difícil en las últimas cinco líneas evitar las lágrimas.

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La parte salvaje de Ferran Guallar

Por Francesco Vitola

Ferran Guallar ha escrito una novela trepidante en la que desnuda la divergente naturaleza humana, que pretendiendo ser civilizada es realmente gobernada por los bajos instintos.

La editorial barcelonesa Navona ofrece versiones de este relato cinematográfico tanto en catalán como en español, pensando sin duda en los lectores de novedades de Iberoamérica; pronto también circulará una traducción al francés, permitiendo así que La parte salvaje regrese a las colonias francesas donde se gestó el libro.

 

 

Leyendo tu libro no pude evitar sentir que estaba ante un título perdido de Bukowski, Henry Miller, o quizás ante una obra desconocida de un Kapuscinski dipsómano, ¿qué lecturas precedieron o influenciaron la escritura de esta historia?

 

Acertaste. Los tres autores que mencionas son referentes para mí. Kapuscinski, el que más, pese a que su obra es ensayística. Su recorrido vital y geográfico no podría dejarme indiferente en ningún escenario posible. Ryszard se aproxima literariamente a personajes reales y a sus (frecuentemente) terribles circunstancias con un estilo objetivo, no melodramático, pero escogiéndolos bien para generar imágenes y emociones poderosas en el lector. Bukowski, otro con apellido polaco, me escandalizó de joven, pero adoré su estilo desnudo (el estilo, no que yo lo leyera desnudo), nunca mejor dicho. Sin embargo, creo que mi estilo (si tengo uno) es más denso y, sin duda, no tan desinhibido como otro de mis favoritos, Miller.

Aparte de estos tres, mis lecturas siempre han sido variadas, abundando en la divulgación científica con autores como Jared Diamond, Desmond Morris, Richard Dawkins o Yuval Harari. Al leer La parte salvaje creo que queda claro mi interés en las grandes cuestiones: qué somos, quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos, por qué, por qué y por qué. Fuera de este tipo de obras, mis novelas favoritas de todos los tiempos pasan por culebrones decimonónicos como Madame Bovary, y por una tetralogía moderna, El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell. De los contemporáneos, nunca me canso de Palaniuk, Auster, Saunders, Foster Wallace, McEwan o, en otra onda, Sánchez-Piñol. Dicho esto, de los ausentes, Rodoreda y Woolf siguen alucinándome. Para terminar una lista sin fin, como novelas aisladas, adoro: Stoner, de John Williams, para mí la novela perfecta; Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque; y El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, ¡otro polaco!

Como te decía, ecléctico.

 

De dónde nace la idea de escribir haciendo un paralelo entre la animalidad humana y la humanidad” de los primates.

 

De la observación continuada de un grupo de chimpancés. Los objetivos del programa que fundé en África del Oeste eran la conservación, la investigación y la educación ambiental sobre esta especie en peligro de extinción. Para conservar el bosque, su hábitat, era necesario conocer a fondo las dinámicas ecológicas del territorio y las de sus habitantes, de ahí ese seguimiento diario. El líder, el alfa del grupo principal que investigábamos fue haciéndose mayor y, en un momento dado, un grupo vecino se vio con fuerzas para atacarlo y destronarlo. Quedó herido pero vivo, vagando en solitario durante meses, quizás años, por los bosques cercanos a la aldea donde residíamos, como si buscase nuestra protección. Esa imagen del líder en decadencia primero y luego destronado coincidió con una fase vital en la que empecé a sentir el cansancio de los años acumulados y sus consecuencias en la capacidad de liderar. Así, la observación también se giró hacia mi propio equipo y los habitantes de la aldea.

Esa fue la semilla que originó La parte salvaje y a partir de la cual desarrollé una estructura basada en paralelismos entre homínidos de diferentes especies, los chimpancés y los humanos. Cada capítulo arranca con una nota de campo pseudocientífica donde se acaban planteando cuestiones como: ¿se enamoran los chimpancés?

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El ir tras dios de Gabriel Restrepo: EL TRAS-TEO

Allí donde está el peligro
allí también se cifra su salvación
Höldering.

 

 

 

El profesor Gabriel Restrepo, caminante-divagante, duró refugiado como monje incólume por siete años en el antiguo monasterio del monseñor mártir y beato, Jesús Emilio Jaramillo, quien fuera la persona que me bautizara a mí a tierna edad cuando todos temerosos creerían que no sobreviviría el año y para no morir como un animalito  me presentaron ante dios, cambiándome del mismo modo el nombre en una jugarreta a la muerte, porque allí murió Juan Pablo, como era por todos conocidos, y desde ese entonces fui Luis.

En ese ir tras dios, en el tras-teo, los cruces de caminos se presentan de un modo que los desciframos posteriormente como inevitables. Siendo de este modo, Gabriel Restrepo expresa un soliloquio en el que su periplo se cruza con la historia de la tierra Arauquita que es tan cara a la misma historia de la patria, y en la que desde este rincón, según cuentan, mi BISabuelo Joaquín también fue parte activa de su desarrollo para posteriormente ser también  desplazado de allí y despojado de las tierras de Arauquita.

Región que busca la paz en la sed de dios y Gabriel sufrió de ésta hasta que completamente seco, vuelve a Santandercito en donde es recibido por las nuevas generaciones con un cálido abrazo.

Todo ese trasegar lo pueden ver en la producción audiovisual publicada en la revista IN-USUAL:

EL SAGRADO RITO DEL TRASTEO:

A propósito del documental, compartimos un fragmento que hace del análisis de éste, por el profesor Arturo Esguerra Villamizar:

 

Desde la entrada se ingresa a una atmósfera de sosiego, siendo un trasteo todo lo contrario a ella.
Como lo expresa el nombre de la obra, se trata de un tras-Teo, de la búsqueda de un dios. El Teo lo pongo con mayúscula. No es un dios con nombre propio, terrenal, regional, es un Teo, simplemente un dios.
Eso que no existe, pero que nos gobierna, como decía Valery.
La imagen de Gabriel cargando un zurrón que cuelga de su hombro es teatral y majestuosa. Me recuerda a los presocráticos, aquellos que guardaban toda su hacienda dentro del zurrón de cuero.
Dicen que Diógenes de Sinope sólo cargaba una cuchara y una pequeña vasija. Lo suyo lo cargaba dentro de sí. La cuchara y la vasija eran los intermediarios para relacionarse con el todo ajeno y cruento que estaba fuera de él.
De Bogotá a lo más apartado y agresivo del Arauca colombo-venezolana; de allá de nuevo hacia acá.
Ocho mil libros, millones de millones de palabras impresas sobre papel.
Solo un camión llamado Rogelio puede transportarlas.
Gabriel las carga en su cabeza, dentro de sí. Esos muchos millones de habitantes impresos están, no en el zurrón de lona, sino en el gran zurrón que es su cabeza, su memoria, su nostalgia, su anima reflexiva.
Usando la palabra que él poeta del Cementerio marino, utilizo para nombrar un libro suyo, Borges se refería a Valery como “Monsieur teste”.
Por que no decirlo, también Gabriel Restrepo, es un “Monsieur teste”. Todo lo sabe, todo lo dice, todo lo piensa. Los dioses castigan a los gigantes, enseña la mitología griega.
En esencia el arte de la vida es trastear, trastear, trastear. Todo aquello que permanece inmóvil empieza a fallecer.
Tan de buena calidad como las imágenes, son los textos escritos por el profesor Gabriel. Celestino Mutis, Bolívar, Santander, breves reflexiones históricas, personales. La abuela que por su compromiso social merece una corona de flores el día de su muerte, pero que el partido político no se la envía.
Pequeñas citas y reflexiones que se vuelven poemas, creaturas poéticas.
En el tras-Teo siempre se pierde algo (de pronto mucho). Bella figura.
El camino hacia Teo no termina en la posesión. Lo sustancial es el acto del tras-Teo, la búsqueda. De los ambientes intelectuales de Colombia a un monasterio abandonado donde permanecerá, como un cartujo, durante siete años.
Kierkegaard lo decía, el proceso de seducción no termina en la posesión de lo seducido, lo que importa es el proceso seductor. El don Juan de Mozart.
Vale la pena mirar-oír todo lo que contiene este corto metraje. Verlo y mirarlo una y muchas veces, sin querer ser lambón
Me llamó la atención la música que acompaña todo el video. Más que música son los sonidos solitarios que acompañan el oficio caviloso del tras-Teo.

lo gris de Xochimilco

Pedro Sánchez Merlano nos brinda una de sus nuevas excursiones a los géneros rompedores de este siglo, sin olvidar su preocupación primaria por el destino del hombre que no escapa oportunidad para evadir todo tipo de compromisos, lean pues, estas letras de nuestro libertino favorito.

 

 

Claves para una evasión tributaria en el ismo de Panamá

(glosas y exégesis de la interzona de William Burroughs)

El mogollo de la enana era un par de testículos de un cebú de extraordinaria raza, y la enana mugía y mojaba sus rajas gracias a los estertores que emergían de su boca. Los ruidos se debían a la maravilla que le prodigaba el discurso del gusarapo, quien abocado a la competencia de los teóricos más encumbrados de la región, no quería que alguien más supiera lo que él presumía saber, es decir, una absoluta mierda. El gusarapo inyectado de orgullo regentaba una editorial autodenominada independiente. Su funcionamiento era el mismo al de cualquier multinacional, pero apelaba a los subsidios estatales para costear el impulso de su escritor adorado, su amigo que hacía gala de un gran homosexualismo como premio a la postmodernidad. Vale decir que erigirlo como un escritor marica fue munición perdida, militar en cualquier credo de género era una antigualla que el gusarapo evidenció en sus clases.

La tentación de los orificios de la enana redundaban una pedorrera que perfumaba el recinto editorial del gusarapo. Este vomitaba profusas cantidades de alcohol que había ingerido en cada uno de sus lanzamientos del new weird, género provocador como ninguno al ser proferido en palabras anglosajonas y no significar una mierda. Entretanto el escritor otrora marica continuaba su ascenso a las grandes ligas de los premios. Contando con la complicidad del editor vietnamita de una colección otrora prestigiosa entre el fandom y ahora derivada en una serie de múltiples negocios fallidos con el pretexto de exprimir la lana a los frikis. Pero vamos al punto de esta historia: el tráfico de órganos.

Como el autor podrá intuir acá se desarrolla una trama de comercio ilegal. El transplanten de anos estaba a pedir de boca al punto que la boca se volvían anos. Y Permitido el retruécano no queda más que el ano. Los anales de la editorial independiente contenían los quistes memorísticos del hígado enfermo del escritor. El mucharejo fue presa de experimentaciones genéticas emanadas de la boca succionadora del gusarapo. La enana ya descuartizada fue la santa Teresa de Calcuta que los desposó en una isla del Caribe.

Convengamos que la reforma tributaria plantea que una de las formas más comunes de erosión de la base gravable y el traslado de beneficios, de acuerdo con lo planteado de la organización para la cooperación del desarrollo económico contra la erosión de la base impunible y la base de beneficios, proviene la posibilidad de crear filiales no residentes y canalizar a través de ellas los ingresos de una empresa residente.

Este es el final de una historia muy pero novedosamente rara. Es decir, hemos hecho un new weird. Mezcla de criminalística con locura y derecho tributario.

Acá no hay novedad. No se preocupen por esto que todo sigue igual.

Vino de ninguna parte. Relato de Luis Bolaños (Imperio Decadente)

Vino de ninguna parte 

Relato de ciencia ficción por LUIS ANTONIO BOLAÑOS DE LA CRUZ

 

 

«supe que si en algún momento nos quedábamos solos la encularía, imaginarlo fue en simultáneo delicia y tormento, supe que las relaciones serían intensas y rugosas, de repente contradictorias, pero nunca convencionales y llanas.»

 

 

Nota preliminar:

Encaramado en la estructura narrativa de «El Vuelco del Cangrejo» (film colombiano de Oscar Ruíz Navia – trailer 2008) tracé las rutas de la soledad que acontece tras la pérdida de alguien querido y la dificultad de la reinserción social en un marco signado por la violencia y la guerra (como lo sigue siendo Colombia hoy casi tres lustros más tarde a pesar de la victoria de Petro), eso sí, condimentado con fantasías sexuales, como es habitual en mis relatos, a pesar de acontecer en el marco de la saga del Imperio Decadente lleva la huella de la influencia de Jack  Williamson en “El Hombre de alguna parte”.

Concepto artístico de fallo mecánico en sonda rusa por Michael Carroll

 

Llegando en medio de una batalla:  La huida en sus etapas transitó de lo fraterno a lo sublime, los instantes se embutían unos en otros difuminando fronteras y almacenando conoceres, y la bionave funcionó hasta que recibió una descarga de proyectiles que rebasó cualquier plan de contingencia que tuviéramos almacenado y listo a descargarse para contener descalabros y/o amputaciones, mutilada y arruinada dejaba una estela de fracciones y compartimentos que crecían para obturar agujeros a medida que caía hacia la nube de planetoides; aún en proceso de muerte y desintegrándose continúo ayudándonos, trazando rutas de escape con diversos porcentajes de seguridad, solicité uno de los postreros, sin importar el tiempo y velocidad, me jugué un albur y acepté el riesgo, me inserté en uno de los cohescafandras y apenas si tuve que esperar para que la bionave me lanzara a mi destino.

una centaura, aproximación artística a una centóquira espacial.

Primer encuentro

Llegó de ninguna parte, apareció desde el fondo del bosque, donde no hay senderos de tránsito, lo encontré agotado, con el casco entre las manos y recostado sobre una de las raíces de un tronco de banomos (crecen en manojos múltiples entrelazados que fingen ser una sola planta, pero que en realidad son colonias que articulan su despliegue vital entre un combate donde tratan de inducir la sumisión de otras fibras mediante hormonas y compuestos  generados por sus bolsas químicas y una fusión que desintegra cortezas y pone en común los conductos) .

Gozábamos de un glorioso y dorado amanecer, casi que se podía sentir la alquimia del proceso por el cual los cloroplastos transmutaban la luz en sustancia vital y el coro de murties (quirópteros azules diurnos), flevetes (aves parecidas a faisanes flacas) y sitocos (semejantes a psitáceas parlanchinas) se combinaba con los rumores de alimañas, parquides (masivos insectívoros de color rosa-malva que avanzaban tronchando pseudomusáceas para devorar las miríadas de larvas expulsadas por la explosión de mantillo) y los quejidos de muleles (casi lemúridos con bandas blancas y celestes cruzando sobre sus anillos grises y negros para camuflaje) ocupaba cada decibel posible bajo la bóveda arbórea.

 

Las comparaciones y paquetes de datos las ejecuta de manera automática un biowiki de Terraquis (donde se ubicaba el laboratorio que nos diseñó) que llevó instalado hace ya décadas, supongo que desde antes de que arribáramos a esta tibia luna que gira en torno a un GG -gigante gaseoso- del sistema PER-449*a de clase G, pero que se activó aquí sin que ni yo, Picalbur ni ningún otro comprendiera sus principios.

 

Hay quien aventuró en alguna asamblea que fui designado como “orador” o “narrador” del grupo, de allí que mi biowiki funcionara así, pero como otros acontecimientos relativos al éxodo, permanecen en la bruma; con frecuencia ignoro segmentos apreciables de la información, pero suelo deducirla por el contexto y como sólo yo la rumió no creo que adquiera importancia para las decisiones de otro centóquiro – mezcla de centaúridos y artiodáctilos inteligentes –  quizás creados por algún proyecto de manipulación genética del Imperio cuyo propósito se extravió y mientras se decidía en que utilizarnos se nos desterró al borde de la Gran Fosa Oscura (De la cual se rumora que es un resto de masivas destrucciones de estrellas llevadas a cabo por antecesores desconocidos y que casi seccionó uno de los brazos de nuestra galaxia, en un probable experimento de manipulación de materia en volúmenes fabulosos con objetivos paranoicos)

Luego vendrían los levantamientos y la larga lucha de liberación y nos olvidaron.

Le interpelé gracias a los memes tradumaqueteadores circulando en sangre que proporcionan léxico e imágenes de síntesis:

– Soy Hiptendal -¿podemos intercambiar fluidos o información? sugerí con guiño lujurioso dejando caer la cabeza a un lado.

 

Declinó el primer ofrecimiento, musitó su nombre: Ozkallzi, pero aceptó el segundo mediante idéntico recurso, primero respiró profundo para certificar que el aire seguía siendo respirable y soltó una parrafada de la cual comprendí que deseaba bañarse (la costra de mugre bajo el traje debería empezar a picarle), comer y descansar, en ese orden, también que quería encontrar algo en que laborar y acceder a un dormitorio.

 

Le dije:

– Voy a pescar y recolectar, tendrás que apresurarte, mi zancada será dilatada porque llevó prisa, deseo encontrar liermas (gordas y menudas mantarrayas que duermen en la orilla) y muyuyes (moluscos irisados) que extraer antes que levante su giba el GG- para un sabroso almuerzo de frutos marinos.

 

Me miró con algo de estrabismo por la fijeza de la mirada, en la cual latía un pozo de tristeza irreconciliable y susurró:

– Te seguiré -. 

No obstante su promesa, apenas unas cuantas medidas de tiempo después se retrasó, cuando giré el pescuezo lo encontré mirando mis ancas potentes, relucientes, adornadas en su centro con un ano rosa, extravertido y palpitante (tengo que explicar que poseemos cuatro poderosas piernas terminadas en pezuñas suaves, en el caso de los machos como yo, con tres penes funcionales en las respectivas ingles y en el de las hembras una vagina reproductiva adelante y dos vaginas de placer a los costados; por eso observados de perfil parecemos más un cuadrópodo que un centauro). 

Me mosqueé un poco, ya que había rechazado el ofrecimiento de intercambio de fluidos al inicio de nuestra conversación, pero me coloque por empatía en su lugar y supe que estaba extasiado por la deslumbrante belleza que exhalamos con cada movimiento, quiebre o torsión que ofrecemos a miradas o sensores. Coloqué un par de frases entre los atronadores gorjeos que caían desde la hojarasca, ya que la incipiente mañana seguía siendo espléndida y ruidosa.

 

–  Puedo explicarte como arribar al poblado más cercano.

 De nuevo me miró con un rescoldo de congoja y musitó:

–  Estoy más extenuado de lo que creía, explícame y trataré de no equivocarme. 

 

Los centoquiros captamos matices de verde que otras variedades de humanoides o especies no logran absorber y gracias a un sencillo sistema de señalización cartografiamos y confeccionamos matrices de localización, supuse que sería ciego al mismo y preferí expresarlo de diversa manera: 

-Continúa por este sendero, 30 clicks más allá del altozano donde me verás desviarme hacia el interior del bosque, gira hacia la playa, encontrarás una cortina de burures (exitosa simbiosis de mangle y bambú), localiza un orificio a través de ella y arribarás a un guijarral, atraviésalo y a su final ya serás capaz de avizorar los bungalows del poblado. 

Se desplomó sobre el barro, movió la mano en un gesto de agradecimiento y despedida y estuve seguro que con la mirada clavada en mis prominentes esferas glúteas me observo marchar.

Luego supe de su ingreso a la aldea, como los corcelill@s lo rodearon, lo acribillaron a preguntas y pedidos, como lo rescató el jefe del consejo, quien le ofreció una tarea y un bohío anexo a su bungalow y como se fue integrando a la plácida rutina del conglomerado, aunque lamenté no haberlo encontrado hasta cuando ya estaba a punto de partir.

 

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Charla con una abuela extraterrestre: Daína Chaviana en la filbo 2022

 

En el marco de la Feria del libro 2022 sucedió una charla, con la presencia de la emblemática autora,  sobre la relevancia de la literatura de Daína Chaviano en la ciencia ficción latinoamericana, moderada por Luis Cermeño y con intervención de Rodrigo Bastidas.

 

Al finalizar esta charla, El Agropecuario comentó:

 

Gracias a todos los agrícolas que nos acompañaron hoy en la conversación con Daína Chaviano y Rodrigo Bastidas en la Filbo. Los aprecio, como si fueran matapalos que ofrecen sombra en los momentos de mayor insolación.

 

El registro de esta conversación en el canal de fusionarte in a social approach:

 

 

 

 

 

Reconocimiento al doctor Heberto Morales Constantino. Por Carlos Gutiérrez Alfonzo

El Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica hizo suya la propuesta de reconocer la labor del doctor Heberto Morales Constantino, el jueves 18 de noviembre de 2021, una de las actividades del Festival de las Ciencias, Artes y Humanidades organizado por la UNICACH. El acto se llevó a cabo en el auditorio del CESMECA. Se transmitió por los canales de YouTube y Facebook de dicha institución.

 

Me emociona estar hoy, acá, con el escritor Heberto Morales. El 19 de diciembre de 2014, cuando recibió el Premio Chiapas en la rama de Artes, dijo de él, luego de asentarse como chiapaneco, que sus oídos oían poco, que ya era “demasiado viejo”. Hace días, referí la comunicación que tuve con un joven escritor de sesenta años. Antes de que mi dicho se hiciera hilarante, acoté que, al expresarlas, mis palabras tenían una alusión. Pensaba en el escritor que ahora nos convoca. Me tiemblan las manos y los pies al verlo, luego de esta zangarreada que nos ha dado este bicho que no termina de azotarnos como humanidad.

En 2014, qué lejos estaba don Heberto de imaginar que llegaría a estos días. La definición que dio de él fue apenas un intento de contrarrestar la lucidez con la cual expuso las señales de su quehacer, el que se forjó “cargando unos cuantos metros de dril y algunos lazos para fabricar carpas a medio monte”. Tuvo un imán: el abuelo de sus hijos, quien moldeaba “con sus formones y sus gubias los pedazos de madera que habrían de convertirse en caras, en manos, en pies de ‘niños dios’” (256), quien luego de teclear con una Remington las horas de su labor municipal, de ir a ver si sus pocas vacas habían sorteado el mal tiempo, encontraba las horas para sondear en legajos, con el auxilio de su candela.

Con Chiapas en los ojos y en el corazón, sus diez novelas hasta ahora publicadas son un canto de amor por esta tierra. Impelido por exigencias laborales, se propuso escribir textos literarios en los que expondría su cariño por esta “célula infinita/ que sufre, llora y sangra”, como la definiera su amigo Enoch Cancino Casahonda. Podría pensarse que su escritura sería la de un memorioso que atraería hacia su propio tiempo sus vivencias de la niñez y la juventud, cuando estuvo en contacto, por casi todo el estado, con “gente grande y trabajadora”. Con olfato de antropólogo, volvió a recorrer la entidad. Quería tener de nuevo frente a sí los olores y los sabores en los que colocaría a sus personajes, como Yucundo, en un Grijalva que era suyo, de don Heberto.

Su escritura, situada en la literatura, lo dijo él, ha sido “para tratar de conservar, con respeto y amor, nuestras costumbres y nuestra lengua […] Y he escrito para dejar huella de que a alguien le está doliendo el saber que se nos está convirtiendo en un pueblo de mendicantes: que necesitamos que una mano buena, que besarán los avergonzados labios de nuestra miseria, se nos extienda y nos saque del dolor del día a día” (258). Veía cómo se alejaba la posibilidad de “inventar nuevos universos: universos nuestros, nacidos de nuestra inteligencia y de nuestras manos” (258).

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