Gran Expedición Botánica en el Bosque Urbano Brazo Salitre con ECOWATCHERS
¿Sabías que actualmente están consolidados 21 bosques urbanos en Bogotá❓🌳🌳🌳
Seguimos reconociendo la red de bosques urbanos presentes en toda Bogotá; la Veeduría ambiental ”EcoWatchers: Somos los ojos de la justicia ambiental» invita el próximo Viernes 19 de enero a partir de las 7:30 AM a la Gran Expedición Botánica en el Bosque Urbano Brazo Salitre
En compañía del Jardín Botánico de Bogotá y las Organizaciones comunitarias del bosque urbano realizaremos un ejercicio de ciencia ciudadana inventariando, caracterizando y aprendiendo de la flora del bosque a la vez que realizaremos una “pajareada” identificando la avifauna del territorio y sus servicios ecosistémicos.
Finalmente expondremos el resultado de nuestra veeduría con el fin de seguir trabajando de la mano con las comunidad por una Bogotá más verde y natural
Para inscribirte debes diligenciar el siguiente formulario o escanear el código QR de la imagen:
https://forms.gle/xe9v7NsKsYe3KP1N7
Organiza: EcoWatchers
Apoya: Jardín Botánico de Bogotá, Paquerxs unidos, Red brazo y humedal salitre, Huerta Comunitaria Muyso, Red humedal Salitre, Caminando el Territorio , Librería El Reino, Efecto Mariposa y EcoHills Bogotá.
ACTIVIDAD SIN COSTO!!!
Los esperamos!!!
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Un cuento de navidad
Sabio para las mañas, el viejo de las llanuras dijo que la relación con su hijo era casi un orgasmo.
Cuando los orgasmos ocurrieron, él no sabía que de ellos se tratara. Apenas comenzaba diciembre, en los juegos que precedían la conmemoración de la natividad, él jugaba a la pajita en boca: el viejo, por ese entonces joven, aunque ya barbudo y calvo, le pedía a sus varoncitos cuyas bocas mudaban de dientes que lo pajearan con la boca. Una vez el ahora viejo sabio evacuaba, tomaba del mentón al hijo hincado, lo miraba a los ojos y le decía: ¡Mis aguinaldos!
Ahora, que el viejo ya viejo es, ve a aquellos diciembres que nunca volverán: sus hijos ya tienen hijos.
Y los hijos de sus hijos lo rodean, mientras él, sentado en su silla mecedora, les cuenta historias de guajibos que resguardan el último resquicio de los antepasados.
Episodios cotidianos. Por Francesco Vitola
Tarados histéricos
11 de diciembre, Barranquilla, Colombia. Desde el extremo norte de Sudamérica sigo el acto de instauración del nuevo presidente Argentino, reaccionarios de todo el mundo se han reunido a celebrar el triunfo de un tipejo desgreñado llamado Javier Milei. La ultraderecha internacional congregada para pactar la repartición del botín, el festín de la «casta» carroñera, en vivo y en directo. Aquella orgía de obtusos encorbatados contaba con la participación de sádicos violentos, depredadores de recursos naturales, negacionistas del calentamiento global y de los derechos humanos, enemigos de la vida y las libertades individuales, todos ellos histéricos y arbitrarios. Un nauseabundo espectáculo de homofóbicos recalcitrantes que se abrazaban cariñosamente mientras se sostenían la mirada.
En el atril, con la banda celeste cruzada en el pecho, el histérico de hace unas semanas lucía apocado, pálido, manso, incluso parecía haber sido trasquilado contra su voluntad, revelando una incipiente calvicie. El pueblo argentino no saldrá de la crisis, reveló su discurso inaugural, al final el ajuste no será para las élites, que seguirán sin pagar impuestos por sus grandes fortunas. Entre sus palabras, una extraña confesión, casi una promesa: la pobreza y la indigencia aumentarán. Lo dijo de pasada, sin emoción, bajando el tono de voz, pero fue quizás lo único cierto en su despliegue de demagogia. También confirmó el despido de funcionarios, a raíz de la eliminación de ministerios, según él innecesarios, como el que vela por el respeto de los derechos humano, lo que en Latinoamérica significa: leyes mordaza, espionaje a gran escala contra opositores, represión sangrienta en las calles, desapariciones forzadas, y sobre todo, impunidad judicial para los opresores. A continuación prometió eliminar todos los beneficios sociales ofrecidos por el Estado, la salud dejará de ser gratuita, y la educación se privatizará para poder reescribir la historia. En su discurso, el «no hay plata» se usó como un mantra con el que pretenderá justificar el autoritarismo que está por venir.
¿Cómo fue posible que los votantes se tragaran el cuento de la «motosierra para la casta»? No estamos ante el triunfo de la democracia, sino ante la mayor goleada sufrida por Argentina. Autogoleada, para más pesadumbre. Siendo un pueblo versado en fútbol sorprende que no hayan visto esa finta tan telegrafiada, quizás no creyeron que uno de los suyos fuese capaz de traicionarles —como si los neoliberales tuvieran otra patria que los paraísos fiscales—.
Ahora, siendo justos, el problema real no son los líderes descabellados, cínicos oportunistas por excelencia. El verdadero problema es la velocidad con que se multiplican los votantes incapaces de autocontrol o autocrítica, que en su lógica disparatada, arrastran taras —supersticiones, miedos, complejos—que les obligan a someterse al opresor que les ahorre el esfuerzo de pensar, basta con que les prometan poder seguir siendo obtusos, intolerantes y violentos. Por eso me pregunto si el auge de los reaccionarios no será más bien un síntoma del deterioro de la salud mental del hemisferio occidental, ¿estamos ante un caso clínico a gran escala, una histeria global, que como un virus volátil —gracias a las redes sociales y a la idiotez masificada— se ha propagado entre los grupos de población más propensos al fanatismo, a la falta de empatía, a la irracionalidad y el estancamiento intelectual? Este virus, esta histeria entre tarados, encuentra terreno fértil entre los obtusos que se niegan a evolucionar al ritmo de una sociedad cambiante. Entonces, si el problema es de inmadurez intelectual, de incapacidad crítica, de pereza mental, los negacionistas que encumbran histéricos intolerantes seguirán sin aprender nada, y Occidente continuará irremediablemente en su deriva hacia el despeñadero del fascismo.
Los antídotos: educación, empatía, solidaridad. Y manifestar la inconformidad en las calles. El absolutismo no debe sentirse cómodo con la victoria.
El hombre que enseñó a pajearse a los ejércitos
Hálito Divino, le llamaban por su aliento fétido. Acá nos referiremos a él de este modo para proteger su identidad, aunque actualmente goza de inmunidad diplomática por su alto cargo en las Naciones Unidas. De todos modos, creemos que lo mejor es no mencionar su nombre de pila.
A Hálito Divino se le apareció la virgen cuando lo secuestraron. En la primera noche de cautiverio, ya el tipo se sobaba el pirulín mientras los demás capturados lloraban y extrañaban a sus familias. Uno de los rehenes, apodado el Pibe Esloveno, le preguntó:
. Vos marica es que no extrañas a tu familia?
– para nada, mi dieta es la del caballo. Pura paja y agua.
De este modo, los demás supieron que este sería un potro difícil de domar. No se imaginaban a lo que se enfrentarían con este sátiro,. Es que ni encadenado lograron vencer sus impulsos onanistas: la vez que lo ataron a un árbol, Hálito Divino cerró sus ojos y ordenó a su cerebro mandar impulsos eléctricos a su penca, la cual eyaculó sin siquiera ponerse erecta.
Esto, ocasionó la admiración de sus captores. Uno, el flaco Nixon Hermindo, le consultó:
– venga, mi mujer no me lo da hace años. y Yo le tengo miedo a la infidelidad. Tengo los embalses llenos, ¿puede enseñarme técnicas?
En un par de días, el flaco tenía todos sus calzones almidonados y diseminó el chisme de la sabiduría arcana de Hálito Divino por todo el batallón.
De consulta en consulta, pasaron los años, pero el peligro de la esquizofrenia que atribulaba a los soldados se difuminó y solo sus oponentes cayeron en las garras de la locura.
Nada mejor que un pajazo para evitar la psicosis
Nada mejor que un pajazo para evitar que el matrimonio perezca.
Nada mejor que un pajazo para que el matrimonio perezca.
Mejor dicho, la dieta del caballo es el remedio para la demencia del secuestro.
Una vez fue liberado nuestro protagonista, fue declarado Gestor de Paz por la ONU: Ya que no fueron pocos los rebeldes que le agradecían el haberles enseñado el arte de pajearse sin las manos. Muchos afirmaron que disparaban mientras eyaculaban, y eso sin necesidad incluso de tenerla erecta. Cuentan que muchos muertos perecieron con sus calzones llenos de leche. Por lo menos los miserables no murieron en total desamparo. Un ultimo respingo de placer se asomaba en sus chimbilacos.
La guerra es pa’ machitos, dijeron, y esta técnica masturbatoria los apaciguó.
Cuentan que Hálito, ya entrado en confianza con las altas cúpulas, organizaba festivas jornadas de competencias de pajareo. Las proverbiales masturbatones hicieron más famosa la ONU y Hálito se instaló como un Papa Laico que enseñó a la humanidad la dicha de correrse aunque no hubiese erección y afuera sobrara el horror.
Este es un reconocimiento de Mil Inviernos a una persona que se entregó a la paz de la paja.
Mi paja os dejo y mi paja os doy.
la coca-cola del abya yala
Papis se masturbaba a lo loco y de puro loco llegó a Youtube, último remanso de la verdad oculta de los misterios de América. Le llamó la atención jalarse el miple en nombre de Huitzilopochtli o Manco Capac. Pero tropezó con la hermosa figura de doña Ruth Rodríguez Sotomayor y, sin parar de sobarse su gusanillo, advirtió que ella tomaba ingentes cantidades de coca-cola en una reunión sin parangón en la historia en la que también departían el insigne administrador, ilustre miembro de la escuela racionalista de Guayaquil, don David Cangá Corozo, y a su lado, un grupo de espíritus inquietos, investigadores de los arcanos y los meandros de la divinidad.
Doña Ruth se explayaba en sus perspectivas fenoménicas del continente Abya Yala como le dicen los indígenas bonitos del norte de este mundo bonito. Yo me pregunto, doña Ruth ¿cómo hace usted para sobrevivir a los alimentos ultraprocesados? Y me doy una respuesta:
USTED ES EL DOBLE DEL CHUPACABRAS.
Pero a diferencia del vecindario del norte, con los magufos como Campos o Parcerisa, usted ignora su fatalidad y por lo tanto no miente, usted expresa la verdad de la manera más ingenua y tierna que podamos ver: La de una maestra que está decepcionada porque sabe que sus estudiantes tienen la actividad neuronal de un paramesio.
Os dejamos con este diálogo cuya cota solo es equiparable a las mentiras platónicas. Y ahí sí, como Papis, Max Papis, el corredor de la fórmula kart: a correrse se dijo.
Once años pedaleándole a la princesa Mili.
Y once años pedorreándonos en la princesa.
Han sido horas de amarres amorosos y desventuras de viudos que no hallan el momento de dormir en un féretro para desposarse con la dama de la noche, es decir, con Dios. Hoy nos levantamos sin sentir nada, entonces nos preguntamos si ya no estamos muertos, o es que acaso, gracias a Dios, hoy amanecimos más insensibles. Y es que la insensibilidad nos ha prodigado lo que nos falta de valentía: el arrojo de pedirles a nuestros papis que a, nuestros cuarenta años, les sigamos pidiendo dinero para mantener a flote este proyecto en declive llamado milinviernos. No tenemos odiadores, mucho menos admiradores, pero sí que hay ignoradoradores de lo que hacemos: dios los bendiga, porque así como ellos nos ignoran, la angelitud hace lo propio con ellos.
Esta mañana vi a una caravana de atracadores que despedían a un coleguita. Uno de los deudos aspiraba bazuco de su pipa de pvc, o como ellos dicen, de su carro; hay nostalgia de no haber sido capaz de dedicarme a un vicio que me consumiera.
Mil Inviernos llega a la época en la que nace el devenir de ser un superpapá. Un papá valiente, sincero, transparente, sonriente y bienoliente. Pero en el interior hay abismos, abismos que yo, como padre, debo callar y mi cabeza es una olla a presión, debo ser feliz y tener los arrestos de tener éxito y defender a mi familia. Tengo el deber de ser valiente como Jesús lo fue en el Monte de los Olivos y, como Jesús, me cagaré del susto y, como Jesús, digo: ¡dios mío, dios mío! ¿por qué me has abandonado? Mientras mis hijos juguetean en el parque y mi esposa sonríe, agradecida por tener un lindo hogar. ¿Hay un desierto más desolador que una vida alegre?
A mí me decían en el colegio que yo iba a tener una vida alegre porque tenía cara de mariquita pero ni siquiera eso fue posible; no fui tan macho para ser marica y dar culo. Eso debe ser muy macho.
En estos once años de nuestra princesa mili las glaciaciones arrecian. Y apenas hay gente que se aleja de ese centro helado que es nuestra vida para morir de frío en sus propias burbujas de felicidad. ¡Ah, hipócritas, todos!
Cuánto nos ilusionamos con el final del mundo. Esa es la única salida para acabar con una vida feliz en familia: que el mundo acabe. Y como dice la última de los Everything but the girl: bésame mientras el mundo decae, bésame mientras la música está sonando.
Os traigo una noticia: moriremos felices. Y algún día nos levantaremos, ahí sí, sin sentir ni mierda y nos habremos dado cuenta que por fin somos fantasmistas. Descansaremos de vivir y nos decimos a nosotros: ¡feliz cumpleaños, mil inviernos! Te amamos, princesa Mili. Hoy te coronan en el Apurimac de los sueños.
Posdata: no hay nada mejor que tirarse pedos con dos dedos metidos entre el culo.
Episodios cotidianos. Por Francesco Vitola
Un oasis en medio del caos
16/09/2022. ¿Cómo sobrellevar este ruido constante que nos ataca por todos los frentes? La maquinaria pesada masticando el pavimento con sus martillos hidráulicos; los obreros comunicándose a gritos durante la jornada laboral; las sierras circulares cortando hierro; los taladros perforando las paredes; el pitido de vehículos marchando en reversa; la música estridente de los parlantes montados en patinetas eléctricas; los borrachos exaltados discutiendo en las plazas; las sirenas de los vehículos de emergencia; los camiones barredora; los niños berrinchudos ignorados por sus padres; los gritos desgarradores de los dementes; los chillidos desesperados de quienes han sido robados por gacelas humanas. Es la sinfonía demencial del progreso barcelonés, la banda sonora de una ciudad hiperactiva.
Recién mudado al apartamento donde vivo —de eso ya hace un año— pensé haber encontrado un oasis en medio del ruido, y así fue hasta que comenzó el verano que se alargó durante siete meses, tiempo que ha coincidido también con las reformas del piso contiguo, justo al otro lado de la pared de mi cuchitril. En esos meses calurosos aparecieran mis dos nuevos compañeros de piso, unos individuos que creen vivir solos: tiran las puertas a cualquier hora del día y de la noche, hablan por teléfono a los gritos, desfilan por los pasillos con zancadas de elefante intoxicado, lavan ropa a la una de la madrugada —el ciclo de escurrido hace que parezca que el apartamento va a despegar—, y cuando usan la cocina la dejan convertida en la escena de un crimen. Imagínense compartir el baño con personas que no conocen la función de la cortina de la ducha, o del trapeador. Cada mañana, cuando salgo de la ducha, siento que en vez de un tapete, piso musgo.
Sobre «La ira de los murciélagos». Por Alejandra Robles
En este texto, Alejandra Robles colabora para nuestra sección Turicuchi, sobre libros escritos por personas de Chiapas o editados en este estado. Ella nos presenta una perspectiva de la novela «La ira de los murciélagos», escrita por Mikel Ruíz y editada en 2021 por Camelot.
El escritor y editor sonorense Iván Ballesteros Rojo, publicó en una de sus redes sociales, en agosto de 2021, unas líneas que llamaron mi atención, pues justo por esos días me encontraba leyendo La ira de los murciélagos de Mikel Ruiz –la novela sobre la que aquí reflexiono–, con motivo de la presentación de dicho libro, que se llevaría a cabo en el Centro Cultural El Carmen, en la cual yo tendría una breve participación. Cito a Iván: “Le pasé mi novela —porque me la pidió— a un muchacho del sur [de México…]. Dice que la leyó y como no hay narcos ni judiciales parece un texto escrito por un narrador del centro, no del norte (Emoji de carita triste)”. La publicación me hizo pensar cómo todavía, después de varios años, críticas como la que en el 2005 hizo Rafael Lemus en Letras libres, en la que menciona que “Toda escritura sobre el norte es sobre narcotráfico” y que, además, la literatura sobre el narco es ordinaria, siguen estando presentes en el imaginario acerca de la literatura mexicana de nuestro tiempo. A esta crítica respondió después en el mismo medio Eduardo Antonio Parra, dejando claro que no podemos reducir, desde una visión centralista, la literatura del norte de México al tópico del narcotráfico y que, si este tema se asoma en algunas producciones literarias, es porque se trata de una situación histórica, un contexto que envuelve todo el país, aunque se acentúa en ciertas regiones. De ahí que a algunos les pueda sorprender que escritores del norte, como Ballesteros, no escriban sobre el narco; o más aún, que escritores del sur, chiapanecos, de un pueblo tsotsil, como Mikel Ruiz, sí lo hagan y, además, no de modo mecánico o retratista, sino con una propuesta estética original de fondo.
Más allá de las divisiones geográficas y de las temáticas, La ira de los murciélagos es literatura; así, sin adjetivos, como alguna vez dijera Aldana Sellschopp de Los hijos errantes, la otra novela de Ruiz. No obstante, quienes nos dedicamos a hacer estudios literarios, tenemos también que valernos de estrategias para acercarnos a las obras de forma organizada y con preguntas particulares. En este caso, el presente texto apunta a dos temas específicos: la violencia y el narcotráfico. Por lo que considero importante determe un poco en lo que Abad Faciolince y Rincón definieron en los años 90 como narcoestética y narcoliteratura —o literatura del narco o con tema del narco, como otros estudiosos han sugerido llamarla—. Aunque reitero que La ira de los murciélagos, si bien es literatura con tema del narco, no se reduce a este subgénero literario, puede ser también metaliteratura, literatura filosófica, novela posmoderna, en fin.
Abad Fciolince y Rincón advirtieron que la narrativa del narco tiene, entre otras, las siguientes características: a) estilística gore, b) estética traqueta o del exceso, c) territorios del narco, d) deslegitimidad y corrupción del Estado, e) círculo cercano y f) atemporalidad circular de la violencia. La ira de los murciélagos cumple con algunas de estas características y, al mismo tiempo, nos hace cuestionar las que no hacen eco en la misma. En lo que a la estética del exceso se refiere, en la novela de Ruiz podemos verla de forma evidente. El personaje Ponciano Pukuj, el jefe chamula del narco, constantemente está haciendo ostentación de su dinero; por ejemplo, en una de sus casas tiene pavorreales como mascotas, dos venados cola blanca que compró en Teopisca y un jaguar. Y en la fiesta de celebración de cumpleaños de Juana, su mujer, contrata —e imaginemos el gasto que implica— nada más y nada menos que a Los Cárteles de San Juan Chamula y al mismísimo Komander para amenizar la noche. Porque cabe aclarar —aprovecho la mención anterior—, que la música se escucha a modo de sountrack en casi todos los capítulos del libro y que, además, es un elemento significativo a partir del cual podemos entender la psicología, el contexto de los personajes y el argumento de la novela.
También la deslegitimidad y la corrupción del Estado están presentes como características de la narrativa del narco en la novela de Mikel de principio a fin. Hay dos historias que avanzan de forma paralela y luego cruzada; por un lado la del escritor Ignacio Ts’unun, quien por azares de la vida, la necesidad económica y el deseo de dedicarse a la escritura, termina trabajando como escritor de un guion de película para el jefe del narco chamula; y por otro lado, la de Ponciano Pukuj, quien se disputa la presidencia muncicipal de su pueblo con Pedro Boch. En esta última podemos ver cómo desde siempre, en el México que construye el autor, que es uno similar al nuestro, las cuestiones políticas han sido un montaje que raya en lo paródico; y cómo no hay difereneica entre Estado y crimen organizado, sino ambición de poder, sed de dinero y de reconocimiento; lo que que da pie a que Mikel Ruiz construya escenas como la del primer capítulo en la que los trabajadores de Pukuj regalan tortas y Coca-Colas —bebida sagrada— a los chamulas para comprar sus votos; la del capítulo veintiuno, en la que los medios de comunicación le dan espacio a Pukuj para declarar que “encontró” boletas en el monte con votos a su favor y que, por lo mismo, desea impugnar —estrategia que además, funciona—; o las de los últimos capítulos en las que como lectores nos enteramos que Boch y el antiguo presidente municipal de chamula —quien mantiene relación con Los Zetas y practica el narcomenudeo—, tenían un trato para que él se quedara con la presidencia a cambio de ciertos beneficios.
Asimismo, en La ira de los murciélagos se muestra no solo a quienes disparan las AK-47, las Berettas 92FS, las calibres 38, sino a todos los demás sujetos que requieren existir para que el narcotráfico funcione: como Cándido, amigo de la infancia de Ignacio, quien termina convirtiéndose en el abogado de Ponciano Pukuj; Ángel, el consejero tradicional de este último; y, de forma muy particular, Ignacio mismo, que con su trabajo de escritura del guión de película para Ponciano, pretende legitimar la imagen de su jefe y presentarlo ante todos como un verdadero hombre de mando. Esto nos lleva a reconocer que, desde antaño, los artistas —llámense escritores, pintores, músicos—, por carencias económicas o incluso por convicción, han colaborado con políticos y delincuentes por igual. Ni el rey de Bellas Artes, Juan Gabriel, se salvó de este tipo de situaciones, recordemos su famosa canción “Ni temo, ni Chente” en apoyo a la campaña de Labastida. O el tan sonado rumor de que Roberto Gómez Bolaños “Chespirito” y sus colegas, en alguna ocasión fueron contratados por Pablo Escobar para dar un espectáculo privado.
Ahora, si me centro en el personaje de Ignacio Ts’unun, considero pertiente mencionar que, así como Yuri Herrera apostó en Trabajos del reino, de forma muy interesante y renovadora para la literatura con tema del narcotráfico, por presentar este universo desde la mirada de un compositor de corridos, lo mismo hace Mikel Ruiz en su novela; pero, a diferencia de El Artista, protagonista de Trabajos del reino, Ignacio, el escritor protagonista de La ira de los murciélagos, es culto, letrado y, al final de la novela, nos deja saber que tiene conciencia total de que las cosas en su “Sodoma” de origen, no van a cambiar para bien —por lo menos no pronto— y, en vez de eso, toma la decisión de no volver atrás y convertirse en estatua o piedra de sal. Esto mismo me conduce a escribir sobre el rasgo de la atemporalidad circular de la violencia en el libro de Ruiz. Hay violencia por motivos religiosos, violencia de género, violencia de clase, violencia por el poder, violencia en las aulas, violencia por motivos étnicos y lingüísticos…en fin, violencia que solo va modificándose o reposicionándose, pero jamás cesa. Lo que nos recuerda que la violencia es un asunto que siempre ha existido y seguirá existiendo, pero también su reinterpretación creativa a través de la literatura, como en el caso de esta novela.
En lo concerniente a la estilística gore y los territorios del narco que Abad Faciolince y Rincón afirman son cualidades de la narcoliteratura, La ira de los murciélagos demuestra que lo bello de la literatura en general, es su mutación constante y, de igual modo, que las temáticas se pueden abordar una y otra vez desde enfoques distintos, dando también resultados diferentes. En la novela de Ruiz, como ya advertí, hay violencia, pero esto no significa que en ella se haga una apología de la misma o que el autor se tenga que valer de la crudeza, la brutalidad o el estilo periodístico —como hacen otros y por lo que han sido tan criticados—, para sucitar reflexiones en los lectores en torno dicha cuestión. En el caso de Ruiz, una de sus tantas formas de llamar nuestra atención sobre el narcotráfio y la violencia, por ejemplo, es yuxtaponer escenarios que por separado parecieran de distinta especie: en el capítulo catorce, Ponciano Pukuj, enmascarado de El Santo, secuestra en una choza a Boch, Blue Demon, y ahí, en esa tierra donde nada ni nadie es legal, gana El Santo. Posteriormente, es perturbadora la imagen de unos niños jugando emocionados a la lucha libre. La violencia no solo es y está en las escenas sangrientas, los cuerpos desmembrados, sino también en lo cotidiano o lo que a simple vista pudiera parecer normal o incluso espectáculo. Es oportuno agregar aquí, que veo una coincidencia en La ira de los murciélagos con Un ballet violento del también chiapaneco Jorge Zúñiga, en el sentido de que en ambas obras se busca, en ciertos momentos, salir de lugares comunes para exponer una cuestión que nos atañe a todos como lo es la violencia humana.
Por último, al concluir el libro de Mikel Ruiz, me queda claro que, como dicen Los Cárteles de San Juan Chamula, “No nada más en Durango existen hombre chingones, en el estado de Chiapas también hay vatos cabrones, usan botas y sombreros y traen sus buenos fogones”. El territorio del narcotráfico ya no es solo el de Baja California, Sonora, Sinaloa, Durango, Nuevo León; ni en la literatura ni en la vida real. También, como Telcel, “Todo México es territorio del narco”. No sé si reír o llorar por esto. Pero lo que sí sé es que libros como el de Mikel, invitan a transformar –con genuino interés– un punto final en discusiones y reflexiones acerca de la literatura actual y también acerca del mundo que hoy habitamos, como ha sido la intención del presente texto.