La manzana de las luces, por Mari Cris
Mari Cris es el pseudónimo de Pallero María, estudiante de letras en la UNLZ, de ella hemos publicado el poema: Sogas y Moscas
El rey zamuro, un cuento llanero de Favián Omar Estrada V.

Fotografía extractada de la instalación “Los lirios del campo y las aves del cielo” de Sandra Rengifo
El rey zamuro
Favián Omar Estrada Vergel
1.
La estancia quedaba del otro extremo del pueblo, en las barrancas del río. Era de paredes encaladas y andén alto, con dos almendros generosos en la entrada donde se recostaban taburetes a las tres de la tarde para recibir el fresco. Así fue la descripción que hicieran quienes lo contrataron para ejecutar aquel encargo secreto que, según él pensaba, era elemental, o básicamente simple porque tenía que ver con un tipo octogenario y solitario. De ochenta y tantos, aproximadamente, le explicaron con lujo de detalles. Un abuelito óseo, de ojos azules y saltones, con barba larga y cabellos color de nácar, de rostro señorial y en cuya mejilla izquierda sobresalía un lunar con forma de arácnido. Cualquiera no ha de ostentar un lunar como un insecto en la mejilla, de modo que iba a ser obvio reconocerle.
Estaba a punto de llegar a aquel pueblo; mientras, adormilado a sus anchas en la silla, fantaseaba con la mugrosa araña. La inventaba brincando arisca, escurriéndose por el cuello rugoso del abuelo, hasta intrincarse para desaparecer dentro de sus ropas. Abrió sosegadamente los ojos, pensando que si eso ocurriera en verdad, podría cometer el error de equivocarse de anciano y no ganaría un centavo más; hasta se vería en el brete de tener que reintegrar el anticipo, del cual ya había malgastado cien mil pesos en yerba de pésima calidad. Volvió a cerrar los ojos e introdujo rápidamente la mano en el bolsillo del pantalón para asegurarse que aún tenía los pesos restantes. —Cuatrocientos mil míseros pesos—, pensó en voz alta. Luego bajó del autobús.
En una pulpería de arrieros solicitó la cerveza más helada que hubiera. Moscas azules cabriolaban obstinadamente sobre una batea con panecillos de hojaldre que estaba encima de un viejo mostrador de madera. En el transcurso que tardó el tendero en llevarle la bebída no dejó de ver con suma paciencia aquellos panecillos semipodridos, reflexionando inequivocamente en lo sencillo de su misión, hasta que inducido por una especie de cólera espontánea ahuyentó los insectos de un solo y demencial reves, haciendo volar por los aires los amasijos y todo lo demás junto que había sobre el armario.
Un grupo de borrachos silenciosos no le quitaron la vista de encima. Él les lanzó una mirada retadora mientras se bebía la cerveza. Pidió un aguardiente y otra cerveza recostado de pie en la vitrina. Al final de beber se sintió irracionalmente con ganas de pelear, e intentó meterse con los borrachines patibularios que lo seguían observando con desconfianza, pero el pulpero, que había presentido la intención, lo jaló de un brazo y le indicó que mejor se sentara tranquilo en la mesa al fondo del negocio. No sabía por qué razón, pero de veras que le molestaba toda aquella decencia y amabilidad hipócrita del tendero. Se aplastó retador en la única butaca. La mesa era redonda y su superficie estaba cubierta de entallas y nombres, la mayoría confusos. Echó hacia atrás el cuerpo inclinándose vaqueta a la pared y empezó a cantar un ranchera y a fumar.
Era más de mediodía. El calor aumentaba. Ya había divisado en aquel naufragio de desorden de estanterías lo que necesitaba para su labor. Señaló con el dedo apuntando hacia el sitio de las botellas de licor, y exclamó fuerte para que los borrachos lo escucharan: Una de aquellas. El dueño regresó desempolvando una botella de ron. ¿Se le ofrece otra cosa?, inquirió el dependiente.
—Un cuchillo de doce pulgadas —le respondió—. El más cortador y peligroso que exista.
—Cuchillo marranero —conceptuó el tendero, viendolo a los ojos.
—Exacto —aprobaba el forastero, alzando más la cara, y decía—, yo soy matarife cotizao.
El vendedor sólo percibió arrogancia, igual obedeció. Fue y volvió con la herramienta. Era un cuchillo como un brazo, cacha de madera con pecas de óxido sobre la hoja metálica. Lo dejó sobre la mesa, y señaló:
—Son veinte mil pesos, jefe.
—Necesito afilar.
—La piedra de amolar está en el patio, si quiere se la presto. —El tendero le señaló el camino al patio.
El forastero notó que los borrachos habían desaparecido misteriosamente, considerando mentalmente que los había impresionado con su iluminada presencia y altanería pendenciera.
2.
Le había advertido el tendero con cierta displicencia que la piedra de amolar era una roca de río, desgastada por el uso de afilar machetes y hachas durante muchos años de colonización del Sarare, pero que aún era útil. La encontró asentada en un realce de arcilla debajo del árbol de las gallinas en aquel patio abierto y maloliente a chiquero y lavazas. El tendero le entregó un balde con agua y regresó al local. Desde allí el forastero podía observar los solares vecinos limitados por empalizadas de guaduas y alambres. Había en el terreno dos cerdos inmensos revolcándose felices en el fango, también había un gallo. Era un hemoso y babilónico gallo de pelea que picoteaba una tuza de maíz amarillo. Unos mocosos que jugueteaban se colgaron de la cerca a espiar al forastero. Al extraño le fastidió, tomó la vasija y les lanzó agua para ahuyentarlos, recibiendo de ellos la respuesta inmediata con una descarga acertada de almendrucos lanzados con hondas de horqueta y cauchera. Un proyectil le dio justo en la cien y otros en la espalda. Furioso, los chitó para que se largaran y no quebrantaran su paciencia. Una mujer hermosa y grande, que de seguro era la madre de los chicos, los aplacó cuando ya estaban recargando nuevamente las armas para acabar con el enemigo.
Mientras afila, el gallo lo ronda cuidadosamente y el forastero lo ahuyenta con aspavientos de amenazas, al tiempo que le expone el cuchillo añorando a los borrachos del salón. Pasa la hoja sobre la piedra por una cara y la otra, en tanto que va tomando ron. El calor etílico le bajaba como una lengua culebreándole desde el rostro hasta el vientre, levantándose el ánimo y las ganas tremendas de pelear. Rociaba con agua la piedra y pasaba otro sorbo grande de licor. Platicaba al cuchillo en un tono de antigua fraternidad, hacía pausas como esperando algunas respuestas a su improvisada vida, asi que volvía a hablarle sin recomendaciones, explicando en un lenguaje descomplicado la forma en que iría a ejecutar el encargo, los detalles del hombre del lunar y la ubicación de la vivienda del río. El gallo a su vera, a una prudente distancia, torciendo un ojo hacia él, había escuchado malicioso aquel plan pernicioso.
Alertado por la fuerza del escrutinio, el foráneo descubrió la presencia del gallo, cayendo en la cuenta de que el animal se había enterado de todo. El animal tenía los ojos duros y planos, y una característica que lo distinguía de entre todos los gallos que él hasta entonces había visto: miraba siempre (en cualquier lugar, en cualquier situación, pasara lo que pasara) a los ojos. Se sintió delatado. Irritado, hizo crujir las articulaciones de sus dedos con movimientos sinuosos de los brazos unidos por las manos, tramando quitarle la cabeza al animal de un tortazo mortal con el cuchillo, y, empuñando el arma, sigiloso, caminó encorvado y a zancadas silenciosas hacia éste, en tanto que el ave de plumaje lustroso empezaba a sospechar, dando los primeros pasos de retroceso sobre el fango fétido de los puercos que tragaban lavazas mantecosas en una media llanta que hacía de comedero, de cuyos bordes y paredes pululan gusarapos y mosquitos. El gallo vio a los ojos del hombre, enrojecidos por los vapores etílicos del ron, y voló con la imponencia de un cóndor antes de la primera puñalada.
Restaba poco de licor en el envase de vidrio. La intriga del gallo y su majestuoso vuelo lo inquietaron. Devoró dos tragos que quedaban y lanzó como un proyectil la botella a uno de los cerdos que logró habilidosamente esquivarla, estrellándose en un tronco rascador de los chanchos, revotó no menos de dos metros y quedó enterrada de pico en el fango pestilente.
De regreso a la tienda había un grupo de hombres bebiendo aguardiente de caña; festejaban a gritos las peripecias de partidas de juego de dados con que apostaban el pago de cada pedida de tragos. Eran hombres curtidos por el sol, de caras vencidas que se distraían para olvidar un poco la dureza del monte. A veces les daba por discutir hasta la amenaza, acercándose a la agresión; y aunque uno u otro de los miembros del corrillo prometía al que fuera que le iba a romper la cara, al final no pasaba nada y seguían el relajo. Más tarde llegaron otros apostadores, casi todos leñadores, contrabandistas o pescadores, otros no, y la barahúnda se hizo imposible. Pidió papel de periódicos para envolver el cuchillo y entabló conversación con algunos clientes, indagando por sitios de lenocinio, la distancia al río, los caminos a otros pueblos. Le dijo al dueño de la tienda que su gallo era arrogante. Le relató en serio y en burla que el animal había volado como un cóndor, el tendero soltó una risa seca y breve, luego le dijo que no tenía un gallo, incluso que no le gustaban porque esos animales estaban malditos, se habían prestado para que a Cristo lo negaran tres veces. Obvio, se veía a leguas que mentía.
El viajero, interesado en el juego de los provincianos, decidió beber otras cervezas más antes de volver a lo suyo.
Un par de borrachos buscarruidos intentó meterse con él, pero el dependiente supo apaciguarlos antes de que el forastero se percatara, luego los mismos se fueron a fastidiar a un viejo enjuto de unos noventa años de edad, con cara de loco, que estaba sentado en un bulto de maíz, y éste, sin más ton ni son, decidido, se levantó de un salto y, abriéndose espacio, sacó su cuchillo y se dejó ir sobre los pendencieros. En un principio todos los montañeros estallaron de risa cuando vieron a los dos borrachos buscapleitos saltar y correr al golpe de una cuchillada casi en la pierna o casi en el brazo. Sin embargo, más tarde recordarían el rostro de sorpresa de uno de los crápulas pendencieros, su cara de terror y reproche contra aquel loco de amarrar al que seguro siempre incitaban y no pasaba nada, pero esta vez de una puñalada certera le había dejado un horrible pingajo de cachete como una extensión de la boca en su desfigurado rostro. Llevaron al borracho al curandero y la juega siguió con el piso encharcado de la sangre derramada.
Hastiado de aquel espectáculo, el visitante dispuso a partir, no sin antes comprar una nueva botella de aquel delicioso ron (que le sabía a coñac). Guardó el cuchillo envuelto en periódicos dentro de sus ropas, sintiendo que ahora era un hombre completo. El alcohol y el arma complementan la fuerza y valentía de los hombres, pensaba. Hubiera deseado que uno de aquellos crápulas se tropezara con él, no habría sido tan complaciente como el anciano, con él correrían ríos de sangre, sin lugar a suturas.
3.
Siga derecho por la iglesia —le indicaron los arrieros— y al llegar al río, la única casa con andén alto y dos almendros en la entrada. Entró a la iglesia a mitad de camino, se arrodilló con el tronco gacho y las manos amarradas entre sí a la altura del pecho. No se sabía si estaba rezando, riendo o llorando.
El río tenía una playa amplia y blanca. Extraía arena un grupo de hombres sudorosos que la cargaban en carretas de mulas rumbo a las obras. Los asnos parecían no poder con la sobrecarga que les imponían, rebuznando acorralados por el látigo y el sol de fuego.
La casa poseía un andén alto y almendros frondosos. La había identificado sin dificultad por ser la única en mampostería. No podía ser otra, porque alrededor sólo habían ranchos de guadua con techumbres de palma. Se dejó ir hacia la playa, buscó un asentadero para destapar la botella nueva y bebería hasta que los paleros y sus mulas sufridas se largaran lejos muy lejos, entonces iría a quel lugar del superandén, tocaría a la puerta donde un hombre de barba hirsuta con un lunar surtido de un manojo de pelillos como una araña, saldría a recibirlo. No creía que un lunar pareciera de veras un insecto y se moviera como tal, pero en medio del encendimiento etílico lo divertía la sola idea de imaginarlo con vida.
El cuchillo en efecto incomodaba en la pretina, había quedado peligroso igual que siempre lo dejaba cuando despresaba cerdos en su pueblo, aquello mucho antes de ir a prisión por despostar a un amigo del alma, que, bebido y en chanza, le había agarrado amistosamente y con cariño las nalgas. La prisión, donde la vida lo había enseñado a ser desconfiado, prevenido y listo, en donde —o eres fuerte, o lo aparentas, empero por nada del mundo débil, porque de lo contrario te sodomizan dormido, y despierto también—, pensaba. Dejaba de pensar, volvía a reir solo. Diez años de su vida allí encuevado, ahora tenía cuarenta y tantos.
El sol bajaba. Quedaba poco menos de un tercio del grupo de paleros, eso era mucho aún, implicaba por demasiado visaje de su parte. En prisión aprendes a sobrevivir comiendo perro y a no dar tanto visaje, pensaba. La botella vacía rodó algunos metros sobre el pasto oxidado por el sol. A un costado divisó una cantina con música, sonaba Hasta que te conocí, de Juan Gabriel, le encantaba aquel tema, pero no el cantante. La letra de la canción hablaba de un hombre insufrible y feliz, pero que se desgració cuando conoció el amor. De allí se fue caminando hasta aquel bar en donde compró otra botella y estuvo hasta muy tarde ocupando una de las mesas del exterior, con eso vigilar la casa y a los últimos dos o tres hombres de la playa con sus testarudos y ultrajados burros.
Una mujer pintarrajeada lo atendió. Era de rostro ceñudo, melancólico, ofendido. Ella, como siempre con cualquier borracho patibulario y desprevenido, aceptó divertida la invitación a que lo acompañara, y fue y volvió, con copas nuevas. Él le sirvió un trago largo, pero siempre bebiendo del pico de la botella. Me encantan las flacas, pensó. Luego, se fue a la pieza con ella.
Salió del cuartucho de la mujer dando zancadas de gitano ebrio, con el licor en ebullición, en las mitocondrias, en los movimientos de sus propios pasos simiescos que lo llevaron a la casa del andén alto. Un andén demasiado elevado con una escalera espectral que jamás había visto igual. Se estacionó en el primer almendro de la casa, un foco de luz despejaba la penumbra, los sonidos de los sapos se entrelazaban alrededor con el viento del río. La puerta era gruesa y grande, de madera despintada y añosa con armellas para el candado. Volvió el rostro y fijó la mirada hacia el sitio de la cantina, borrosa y distante.
MIS-Entropía, por Sebastián G. Calderón
MIS-Entropia // Sebastián G. Calderón.
La hora del nuevo
reino ha llegado, la segunda venida está cerca
Magistrados, un relato de Luis Antonio Bolaños de la Cruz

Magistrados

Albert Robida (1882) «salida de la ópera en el año 2000».
Luis Antonio Bolaños de la Cruz
Magistrado(a)s se encuadra en la serie del Imperio Decadente, relata un acontecimiento sucedido en el amanecer de la rebelión, cuando los propios planetas con conciencia Gaia participaban para apoyar la rebelión.
Lo(a)s Magistrados de nuestra urbe (o de cualquiera de las otras 12 urbes del planeta) solo funcionaban adecuadamente cuando les daban cuerda; los encargados o fiabytrus nunca efectuaban su labor porque los dilatados protocolos exigidos por sus mecanismos inhibidores-excitadores de atención al público, exagerados en su precisión y minuciosos en su detalle, se constituían en un peliagudo y largo problema. Existía el método corto: buscar las llaves en los bolsillos interiores de los mohosos baúles depositados en el sótano repleto de cachivaches donde no penetra la luz y convertidos en madrigueras de bichos que devoran los dedos (no comprobado ya que sólo los fiabytrus tenían acceso, pero es vox populi). Y el más corto aún aunque sin garantía de respuesta acertada: que el interesado en consultarlos les propinara una bofetada mientras deambulaban entre el gentío.
Lo peor de los fiabytrus era que iniciada la búsqueda no podían abandonarla ya que se generaba un loop que se autolubricaba y debían golpearles en el cráneo con rudeza (lo cual se combinaba con probables daños y convalecencia) para conseguir la extracción, entonces por la general a su fealdad (decían los chismes, que eran productos fallados de las calderas de protoplasma imperiales y anexados a la burocracia de nuestro planeta) incorporaban vendajes y apósitos. Así que esa posible brevedad en la ejecución con su ayuda estaba precedida de niveles organizativos desmesurados, pesados y esforzados que liquidaban de antemano la utilidad de su procedimiento, ya que las respuestas de lo inquirido a los Magistrado(a)s llegaban tardías. De allí que el público prefiriera las bofetadas convirtiendo a los fiabytrus en inútiles accesorios.
Según las noticias que aparecían en la red pulsante en las demás metrópolis el sistema de Magistrado(a)s parecía que funcionaba igual, leyendo entre líneas surgía segura su decadencia idéntica a la nuestra. Rumores cuya difusión se prohibía por proclama señalaban que los locales (y los de las demás urbes también, si atrapabas las líneas de mensajes de texto adecuadas) cuando no los veían se movían en saltos cuánticos instantáneos para susurrarse consignas, por eso las cámaras grabadoras siempre funcionaban, pero algo sucedía ya que al exhibirlas, extenso metraje nocturno al cierre de la actividad, se encontraba velado sin importar la velocidad que se programara para seguir las peripecias nocturnas.
Que la verdad se depositaba en los intersticios de la hablilla quedaba demostrada porque cada mañana al iniciarse las faenas del consistorio en medio de su habitual greguería, acontecía que los Magistrado(a)s habían cambiado de lugares. A partir de la ruta trazada por sus desplazamientos se impartía soluciones o se decidían proyectos más por la persistencia de sus “dosor” (dobles sombras reales que surgían donde se cruzaban sus caminatas, que ennegrecían el espacio y ejecutaban una lectura alternativa al procedimiento estipulado pero tan escuchada como la formal), además sin que nadie lo pidiera interpretadas por los fiabytrus quienes añadían una tercera capa argumental a los pedidos y preguntas de la muchedumbre, como observamos poco se gestionaba por conversación directa con los Magistrado(a)s, así que los peticionarios o demandantes elegidos en cabildo según la referencia de las familias o de los barrios accedían al mecanismo de funcionamiento a través de la bofetada pero ante el silencio de los magistrados aceptaban las interpretaciones de los fiabytrus y las respuestas de los dosors: eran lo mas parecido en reacción física real que existía en cuanto a Magistrado(a)s, quienes permanecían casi siempre callados en sus cabinas de atención, pero que se reunían en grupos informales con la gente para conversar tupido y divertirse de lo lindo. Caos organizado de ineficiencia demostrada.
LAS VALIENTES TAMBIÉN ME GUSTAN — Umberto Amaya L.
LAS VALIENTES TAMBIEN ME GUSTAN
Umberto Amaya Luzardo
Arauca, octubre 16 con calor de medio día.
Carajita: Deja que te llame carajita para que así, con un poco de intimidad pueda contarte mejor las cosas. Contarte por ejemplo que el lunes al caer la tarde te vi por primera vez, y el miércoles en la mañana se formó el mierdero. Ese lunes lo tengo claro, pasaste rozando el puesto de las empanadas pequeñitas que venden a solo trescientos pesos. Yo estaba ahí parado mirándote y en la alegría de ver una catira bonita, te sonreí y tú, con una sencillez que casi me congela, me devolviste en lazo abierto tu sonrisa.
–Prueba una, yo invito– te dije, y me respondiste que no. Pero insistí pidiendo que por favor la aceptaras para no sentirme despreciado –Si quieres mejor llévate diez, que yo con gusto las pago. –Llévaselas a los presos, que ahí no más queda la cárcel– te dije, casi que con autoridad. ¿Te acuerdas?
–El miércoles entendí por qué te gustó la idea y por qué me aceptaste las empanadas que te dieron en una bolsa de papel con la parte de abajo transparente de manteca. Te las entregaron, sacaste una y la mordiste comprobando que son pequeñitas pero deliciosas. Unos segundos no más te vi a los ojos y quedé sorprendido, porque las catiras de estos lados son marmoleñas y de ojos claros y otras más escasas todavía, tienen ojos de candela en marzo, pero los tuyos son diferentes, tienen un verde intenso color retoño.
Te vi las tetas mal escondidas en la camisa y se convirtieron en un imán para mis ojos; tú lo notaste y poniendo el semáforo en verde, me dijiste con picardía de cómplice: -las tengo un poco grandes, pero con una plata que voy a recibir les voy a disminuir una talla. Lo dijiste por mamar gallo y mamando gallo te respondí: –No, yo te pago la operación, pero no para que te las disminuyan sino para que te las agranden, que a mí no me gusta acariciar sino amasar con furia- te dije, feliz de encontrar una mujer como tú, sin escrúpulos de monja ni vergüenza genital, pero sentí en tus palabras la necesidad que tiene todo recién llegado de poder comentar con alguien afín sus emociones, y vi también en el fondo de tu alma el vaso de angustia que debías beber. Quiero decir con esto, lo que el olfato me dijo, que no habías llegado al pueblo a turis-vagabundear sino que en algún cruce serio te movías. Por eso, no te pregunté el número telefónico, además, no cargabas celular, yo me di cuenta. Te pedí el correo y en un pedacito de la bolsa que no estaba enmantecado lo apuntaste y todo sucedió como en esos amores ridículos, en que los acercamientos jamás pasan de besito en la mejilla, y es verdad, entre nosotros no ha pasado nada todavía, pero en el pueblo sí, en el pueblo se formó el mierdero y fuiste tú la protagonista.
Antes que todo eso sucediera yo tenía ya tu dirección electrónica, que escribir por internet es mi fiebre, porque en la escritura tiene uno la intimidad y el encanto de rumiar las palabras, en cambio con el teléfono debes ser más repentista y estás siempre peleando con los minutos y cuando no estás acostumbrado te atoras, y como en el amor, hasta las palabras se acaban. Pero mi vicio es intercambiar mensajes largos con mis amigas cibernautas y las que por pereza empiezan mandando frases de Pablo Cohelo, o grupos de oración en cadena, les doy el preaviso y si insisten en sus pendejadas y en su contaminación visual, les cierro los vidrios. Y en esta vida de peregrino que me ha tocado, cuando paso por los pueblos busco las peladas que se escriben conmigo y les hago la visita.
Parejos de la Noche Cuántica. Cuento de Luis Bolaños
Parejos de la Noche Cuántica
Luis Antonio Bolaños de la Cruz
Muchos de mis relatos están dedicados a exorcizar a la más vasta tiranía galáctica: el Imperio Decadente. Este también se ubica en ese ámbito ya reconocido y recorrido, con la intención de brindar merced a conjeturas sociológicas y especulaciones sobre los avances científicos, una explicación de tantas sobre ciertas costumbres cotidianas, incluyendo la sexualidad. Sturgeon, Silverberg, Varley, Brin y muchos otros abordaron el tema, a sus textos he arrimado mi caletre; para nada son responsables de lo proferido a continuación.
Santuario: Se decía que Refugio consistía en los restos de una pavesa, en algún momento galaxia frustrada, con cientos de estrellas cercanas a algunas semanas o meses luz de distancia unas de otras e influyéndose en reciprocidad, que quedaron aisladas cuando un agujero negro muy masivo absorbió casi toda la materia existente en el entorno, aceleró alejándose y dejo esos residuos y escombros rodeados por un par de nubes de fragmentos que orbitaban en los confines lanzando cometas por miles (se comenta que los cielos de Refugio refulgen y en él se se forjan joyas siderales y se trazan encajes luminosos dignos de admirarse, registrar y coleccionar). Aunque al interior de uno de los brazos espirales se encuentra a suficiente distancia del centro de la galaxia para que la serenidad y la estabilidad caractericen las relaciones entre sus planetas y lunas. Sin embargo, por su disposición ramificada y densa se tornó durante los grandes combates contra el imperio teatro de acechanzas y encerronas que se convertían en emboscadas, estratagemas y celadas con su correspondiente hemorragia para ambos bandos, a partir de la expulsión de los imperiales de Refugio cristalizó la decadencia que ya estaban sufriendo en esa vasta zona del brazo. Uno de sus episodios postreros aparece recogido o reflejado en esta breve remembranza.
Vodevil: Si algo distinguía a los “smorrs” era su permanente jolgorio, su consigna era “Lo único que los “smorrs nos tomamos en serio es la alegría”; constituían una tropa de nómadas con varias flotas que nunca fueron sometidas de manera total por el imperio, sobre todo por que sus latrocinios eran acotados y dirigidos contra piratas y similares, constituyendo una suerte de vigilantes justicieros secundarios de costumbres muy abiertas, que además de limpieza social entregaban espectáculos, carcajadas y mercancías casi siempre baratas o raras y manejaban un trío de aún más extrañas técnicas:
a. que les permitía viajar veloces con métodos alternativos a los usuales (Como la luz interactúa consigo misma a alta energía, las naves lanzan un rayo de iones pesados sobre los cuales han practicado el ejercicio de Aspect-Bell, los que parten primero servirán de autopista y a su trayectoria le disparan los pares abandonados mediante láseres potentes que se enganchan a los fotones hermanos del haz y juntos jalan la embarcación una y otra vez, al inicio el incremento es infinitesimal y el aumento de velocidad nulo, pero la insistencia y la resonancia cuántica triunfan donde la economía abandona el acto),
b. domesticar animales imposibles (amaestraron una especie de Caerostris, que no sólo tejían una red fortísima que permitía recubrir las armaduras individuales para la batalla, y además revestir y envolver el propio fuselaje del navío, sino que poseían empatía, gracias a los lazos creados entre cuidadores y cuidadas se guiaba su producción hacia el arte, de allí los diseños extraños y las cortinas de seda -que abundaban por doquier en pasillos o salas- o hacia la diversión, como cuerdas pegajosas que sólo sueltan a los encordelados a una orden de los domeñadores. Podían tener sus nidos en cualquier parte y se manejaban con un cierto grado de autonomía (ejerciendo labores quizás peligrosas) y
c. levantar estatuas de láminas acuosas (Paciencia y tiempo eran dilatados y casi interminables en sus periplos, dedicarse a manipular agua adicionando diversas moléculas les llevo a resultados en algunos casos sorprendentes, uno de los más reconocidos fue el de las láminas embolsadas en redecillas transparentes y habitadas por colonias de microorganismos que responden a ciertos estímulos casi como conversando, para montarlas se requiere un experto que con la fuerza y presión adecuadas las va armando hasta obtener el resultado previsto, fácil surge relacionarlo con una cierta magia).
Además cuando los trataban con soberbia o desprecio recurrían a algo que denominaban la “gimnasia de lo efímero” generando hordas de muñecos muy baratos repletos de circuitería y mañas que ejecutaban rutinas en apariencia imposibles copando el mercado, después de vendidos en ingentes cantidades (por su precio tentador) se marchaban y los exquisitos juguetes dejaban de funcionar ya que el diseño incluía una ligazón con los biorritmos de sus inventores y una vez que las naves “smorrs” se alejaban se convertían en un montón de inútiles desperdicios que emitían como una única acción una corrosiva carcajada. La muerte -a diferencia de los aparatos represores para quienes era una “forma de control social”- era tan sólo un suceso caracterizado por “ausencia crónica de adiestramiento”.
Talante: Escurridizos y magníficos exploradores con la osadía suficiente para fintar y acertar y con la fiereza para sostener sus jugadas. Intuitivos con un alto porcentaje de acierto, Refugio siempre lo era y lo había sido para ellos y al reproducir su existencia como espaciales –nunca les aplicaron las medidas restrictivas de las cuales tuvimos que liberarnos los planetarios como los nanochips imperiales que interferían con nuestras reflexiones, pensamientos y enlaces neuronales aniquilando ideas, sueños y propuestas que rebasaran los checks colocados en las circunvoluciones cerebrales– su autonomía les permitió elegir enemigo cuando los represores llegaron a por nosotros. Los rebeldes por esculpir seres originales rechazábamos la tendencia imperial a modelar masas de individuos caracterizados por compartir esquemas de comportamientos similares y controlables (en la práctica podríamos afirmar que se aproxima a una relativa idiotización, la cual persigue, aniquilar la voluntad y mantener por otra parte, la estabilidad. Por tal motivo congeniamos en seguida con los “smorrs”.
Go to Ego: Sobre mi: stricto sensu no clasifico como humano, cuando la guerra se expandió la clonación a partir de guerreros modelo había sido la técnica preferida para abastecer de soldados las tropas, la vorágine que nos envolvía iba devorando cada aspecto incorporado, lo que motivo a los maniobradores tácticos a medida que la rebelión crecía a eliminar restricciones y arrojar a las llamas de los combates a las personas reales sin cuerpos de respaldo, la rapidez con que se consumían ejércitos, flotas y planetas obligó además a confeccionar pseudohumanos y similares y a reclutar o alquilar voluntarios y/o mercenarios de otras especies para cubrir las bajas; los intentos de acotar por homogeneidad o de uniformizar los grupos de combatientes fracasaron y la fluidez requerida para reemplazar a los desaparecidos culminó al constituirse las unidades militares como un auténtico mosaico representativo de las humanidades y las demás especies que cohabitan con nosotros el espacio galáctico comprobado; sin embargo se mantuvieron los condicionamientos que se anclaban en las jerarquías y la pirámide de mando. Los rebeldes marchamos en dirección opuesta, era una aventura épica entre iguales, así que las orgías semanales o diarias según decidiera cada colectividad bélica constituían la más requerida forma de socialización fraterna y gozosa, que en simultánea era categoría taxonómica para identificar procesos globales de placer y figura geométrica que expresaba la participación total de los miembros de dichas guarniciones. Comprendimos que el abordaje del tema sexual era la llave para la libertad y que el placer derivado de su práctica era fuerza cohesionante y renovadora.
Logramos lo que se juzgaría como imposible: MANTENERNOS vibrantes con el significado de que el esplendor alcanzado no se marchitaría, seguiríamos bellos e inteligentes de una manera divergente: no ligados a la servidumbre del imperio sino extraños y fundidos al destino de las humanidades anidadas en la galaxia, somos como gemas tan perfectas que devenimos invisibles para el aparato opresor, y tal masa de seres conscientes jamás existió y esa era la eclosión de guapeza, serenidad y creatividad que nos caracterizaba: lo que a sangre y fuego apuntó a impedir el imperio recurriendo al control extremo de nuestras mentes con microchips instalados desde el nacimiento, o cuando nos extraen de las piscinas de cuerpos o nos activan para servir; el despliegue de la rebelión indica que han fracasado.
Habitat: Las orgías se erigían entonces cual uno de los momentos máximos de socialización de las tripulaciones, de comunicación y convivencia, igual que las comilonas o las representaciones teatrales o artísticas, pero en las orgías demostrábamos cuan polimorfos eramos en realidad, la heterosexualidad o la homosexualidad ni se practican con exclusividad ni exponían paradigmas propuestos como alternativas para parejas, parejos o grupos; las orgías exhiben codificaciones y plasman algoritmos que desnudan aquellas pautas donde se manifiestan lo diverso y lo complejo que podemos ser, ejemplifica estilos y conductas que rompen con los esquemas secos y momificados que el poder se esforzó por imponernos, no existe entonces preocupación por aparecer como varoniles o femeniles, estilamos sucesivas máscaras según las circunstancias o deseos van adviniendo, las cuales afloran dedicadas a gozar y adoptar actividades creativas o de servicio; la sexualidad con sus dinámicas, rellena y estimula lo cotidiano concediendo sentido, lubricando engorros y disolviendo contiendas. Tampoco competimos en la palestra de la afectividad con los ritualizados bosquejos que representan una copia fallida del periclitado modelo heterosexual, esa praxis nos conlleva a confrontar mitos y prejuicios sobre la masculinidad y la feminidad, sobre uniones “distintas”, sobre neo modelos de convivencia, de amor y comunicación, otras formas de “estar” en la vida. Por eso en nuestras flotas la mujer ha dejado de ser etérea, participa a “vela solar desplegada” y con vigor, se ha logrado así la equidad con la concreción de la libertad sexual, en las armadas de los rebeldes y sus aliados.
Bella Durmiente. CUENTO DE LUIS BOLAÑOS
El gran escritor colombiano, residente en Lima-Perú, Luis Bolaños, nos ofrece un estupendo cuento de ciencia ficción para empezar el año:
BELLA DURMIENTE
Mientras contemplo la orgía de tonalidades rojizas en que se derrumba el horizonte, me voy preparando para la entrevista. Desde el ventanal del florido piso 109 de mi arcología se pueden admirar aterradores atardeceres que parece desangraran al cielo y nos dejaran huérfanos de sol.

Arcología en Cosanti, estudio del visionario del concepto de arquitectura de ambiente bioclimático Paolo Soleri http://arcosanti.org/visit/cosanti/
¡Buenas tardes! saludo al recién llegado que acaba de conducir Mariev a mi oficina. Con cierta reluctancia me replica y casi de inmediato exige que le garantice resultados a su pedido de búsqueda y recuperación de persona, le explicó que recién durante el diálogo, mientras voy conociendo los intríngulis del caso, decidiré si lo tomo o lo dejo, de inmediato se dobla, su pecho se hunde, los hombros se abaten, un gemido se estrangula en sus delgados labios.
Para tranquilizarlo le digo que le contaré una historia:
A su ingreso por aduana le entregaron holodatos (hologramas que se ramifican a pedido para explorar historia, procesos productivos, mecanismos sociales) e imagiláminas (grabaciones múltiples que abarcan desde geomorfología hasta botánica, pasando por la forma como ha ido coagulando en organismos e instituciones nuestra sociedad). No son suficientes, requiere de un testimonio nativo para aquilatarlos, pero entregan una idea
No somos condenados ni expulsados, escapamos del Imperio como ocurrió en demasiados sitios con aquellos instrumentos que pudimos utilizar, en torno a nuestra luna se arracimaban neurobajeles en decadencia, cuyo costo de desguace era mayor que el beneficio, claro que se canibalizaban con frecuencia porque no habían sido dados de baja, pero mantenían su declinación amojonada, aún podían navegar.
Casi todos los habitantes del planeta decidimos partir en ellas tras triunfar el alzamiento contra las tropas imperiales acantonados para garantizar prepotencia y vigilancia sobre el portal; tras derrotarlos la flotilla surcó hacia el cosmos con período de caducidad ya vencido, para cuando arribamos por accidente a las inmediaciones del mundo que desde entonces sería refugio y guarida ya se estaba manifestando la decadencia en horadaciones sobre la piel exterior, inesperados flujos de geles putrefactos, pasillos que se derrumbaban, secciones que enloquecían o paredes que se abombaban reventando en putrefactos aluviones de ingredientes y constituyentes, domos que se ablandaban y chorreaban, arcos y dinteles que cedían. Y lo peor, cámaras de criogenización des-congelándose.
Por los vetustos procedimientos almacenados-extendidos en la carne de los neurobajeles y expuestos en las pantallas: detener la descomposición, salvar vidas y encontrar la mejor manera de ligar ambos propósitos, animó su feedback para ofrecernos otra oportunidad de salvamento; sabíamos que pesaba sobre el sistema donde emergimos una interdicción con una amplia zona de exclusión que no se ligaba con la rebelión por ser muy anterior, igual decidimos desembarcar, era la única opción ante las circunstancias. Aún agonizando los neurobajeles morían por nosotros, los humanos.
En principio, soy un inductor social que se ocupa de identificar personas en contextos acotados para promover actividades de cambio “domesticado” como dicen los Althussers[1]. Como extensión tangencial pero significativa, me encargo de buscar, encontrar y devolver a su micronicho (familia, clan, empresa-célula, panal, matriz-estirpe, cuna-modelo, rama-laxa o tronco-horda de las distintas manifestaciones organizadas de las tribus urbanas [2]) al biofardo.[3]
En ocasiones algún sujeto certificado[4] o una institución solera[5] me solicita una explicación ya sea al lema global de mi oficina de investigación: “La complejidad no debe ser –en cualesquiera circunstancias o procesos- un motivo para la inacción” o a la consigna específica que aparece en el borde de la propaganda: “Explorar sin conseguir obliga a la reiteración”.
Para ambos pedidos me remonto en mi ontogenia y relato mi primer caso de “buscado-devuelto”, el mismo que le voy a relatar. En su beneficio, como acabo de señalar con algunas ampliaciones, porque averigüé que aún no cumple ni siquiera una órbita de permanencia (equivalente a una traslación alrededor del sol que nos ilumina) y que de repente no ha extraído las consecuencias de su viseolectura, con frecuencia formal:
Nuestro planeta se denomina Perihelio (por ser el más cercano a la estrella-madre que nos albergó cuando arribamos en las neurobajeles TUF: Transbordadoras Ultracósmicas Familiares, enormes naves que llevan una cápsula interior protegida donde viajamos como protovida criogenizada y cuya proa es una boca atiborrada de tubos recolectores de hidrógeno que rellenan el espacio entre la capa aislante de la semilla vital que nos acoge y la cubierta exterior, inmensa armazón de paneles o toldos entrecruzados de dureza indescriptible y bajo el cual se quema el hidrógeno recolectado para impulsarla, motivo de una larga pluma ígnea en la redondeada popa).

By Don Davis (Donald Davis’ official site.) [Public domain], via Wikimedia Commons
Cuando estamos despiertos durante el periplo funcionamos como en las naves generacionales clásicas con intrigas, asonadas y errores que conducen a catástrofes, en nuestro caso tras el riesgo inminente del colapso aterrizamos en los transbordadores sin problemas y tras algunas peripecias que se comentan en los materiales educativos “Historias para Olvidar” nos instalamos (discusiones sobre la cadencia de descriogenización, porcentajes por grupos etarios, enfrentamientos en ocasiones muy vehementes quizás motivados por el miedo, encuentros con los objetos y edificaciones abandonadas por los antiguos moradores, experiencias similares ocurridas en otras fugas). Dedico tiempo a explicarlo porque usted y su familia arribaron en otro tipo de transporte en un contexto diferente.
Tras un corto período de comprobación territorial instauramos dominio y terminamos por construir una megaurbe-capital, rodeada de miniurbes que nunca conurbarían (dentro de un momento comprenderá porqué), se transformó en el lugar con mayor velocidad de cambio e innovación social pero cuya tasa de reemplazo se desplaza en correspondencia a su ley de población original pero absurda: disminución acelerada de habitantes jóvenes por desintegración acelerada de marcos conductuales que conducen a hiperviolencia, los mismos que requieren ser sustituidos por rituales -que pueden tener sentido o no- pero que fueron diseñados por los bisoños de las primeras generaciones y marcan una ruta de maduración con cierta eficacia, recordemos que además en la actualidad ya las cavernas de criogenización están vacías, los neurobajeles momificados y no hay pioneros que despertar.
Sus características las fuimos descubriendo de a pocos, asentamiento de una especie desaparecida que dejo más misterios que respuestas, con un pequeño continente central sobre el ecuador rodeado de continentes colosales, atiborrado de ruinas, en especial el punto donde decidimos plantar el centro administrativo situado en la misma dilatada bahía donde parece afincaron con preferencia, aquellos a quienes denominamos Keplers.
Reivindicación de las palomas. Microrrelato de Luis Bolaños
Reivindicación de las Palomas:
Rememoro el palomar que teníamos en casa, en la Calle del Curato de Santo Toribio, y los consejos de mi abuela «Cuando agarres un pichón antes de devolverlo al nido ¡Escúpelo!, la saliva borrará el olor de tus manos», si evadía la recomendación al día siguiente aparecía muerto a picotazos, llamado poderoso a colocar mi atención en un ave que representaba la paz y en simultánea capaz de liquidar a su descendencia, empecé entonces a despreciarlas, peor aún cuando se convirtieron en «ratas aéreas» (China Mieville lo recoje espectacular en «El Azogue» con los extraños animales escapados de los espejos), pero en contra de la maldad del capital podía recuperlas.
Luis Antonio Bolaños de La Cruz
Reivindicación de las Palomas:
Luis Antonio Bolaños de La Cruz
Explicar el largo proceso hacia la caída del capitalismo puede resultar largo, pero podemos condensarlo en:
“techos por doquier” (límites al crecimiento basado en la tasa de ganancia),
resurgir de la ética (obstáculo crucial a la corrupción) y
“crisis ambiental” (destrucción de hábitats y aniquilación de especies y personas)…
y pensar que todo empezó con las palomas, no sólo se comprobó que podían distinguir entre palabras reales e irreales, sino que podían comprender y ser capaces de concebir mensajes:
- gracias a una maravilla de la biología sensorial aplicaban su sistema de navegación, basado en la brújula magnética que llevaban alojada en la corteza visual del cerebro, a dos procesos en simultánea: a realizar cálculos matemáticos colectivos que podían expresar con un propósito-, y aplicarlo a los protocolos de que usaban en sus virajes para formar figuras en el aire
lo que decían a través de las palabras que dibujaban las bandadas mientras volaban representaba consignas y expresaba un manifiesto político: REBELION DE LO VIVIENTE HASTA ALCANZAR LA LIBERTAD.