Archive | enero 2016

Premios Inquilino del infinito

Sánchez Merlano, el primer inquilino.

Sánchez Merlano, el primer inquilino.

Aquilino Velasco, como inquilino del infinito, bordeó la mortalidad por algunas décadas; las suficientes para escribir delicias como Los espejismos de la oscuridad y sufrir como toda ausencia de vulgaridad. Siempre alejado de los conciliábulos literarios, patrocinados por editoriales transnacionales o las regentadas por sujetas y sujetos de prosapia intelectual, Aquilino se internó a vender sus libros en locales céntricos de Bogotá donde las empanadas tristes solían envejecer entre mostradores de vidrio.

El inquilino del infinito inoculó a través de sus volúmenes, muchos de ellos hundidos en los anaqueles de librerías no adscriptas a alguna cadena comercial e ignoradas en las listas hechas por bloggeros y periodistas culturales donde se refieren los locales comerciales que cumplan con visos posborgianos, los cementerios azules que se sospechan desde los pocos instantes por los que asoma la eternidad a echar un vistazo a los días de cualquier mortal. Alimentó, además, el deseo de garrapatear verbos de otros tantos escritores que, considerados como de poca monta o directamente ignorados, se han reunido a celebrar la primera edición del premio Inquilino/a del infinito.

Ocurrió el 28 de Enero de 2016.

Lugar: El tacón de la empanada; establecimiento comercial destinado a la diversión de los empleados de oficinas que salen, agotados y absortos en pensamientos alcohólicos, los viernes al despuntar la noche para olvidar sus nombres y llegar, entre tambaleos y susurros hechos de reproches a su propia vida, a dormir a la cama junto a su cónyuge sin que medie explicación alguna.

Hora: 17 en punto, justo cuando el cielo se convierte en las cenizas del niño que abruma a Bogotá y corrobora que el apocalipsis ocurre todos los días.

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Reflexión Molecular sobre la interfase entre mainstream y Ciencia Ficción. Por Luis Bolaños

Reflexión Molecular sobre la interfase entre mainstream y género de CF (Luis Antonio Bolaños de la Cruz) domingo, 1 de noviembre de 2009 / Ciencia Ficción Perú

atwoodoryx.pngDiversos artículos a lo largo de los dos últimos lustros (recuerdo por ejemplo, uno de Niño de Guzmán) me ha suscitado diversas emociones, indignación pero también lástima, por eso deseo empezar con un tándem que vincula mis dos definiciones más queridas de CF:

“Es la rama de la literatura fantástica que se dedica a especular sobre las variables fundamentales que caracterizan a la humanidad –y sus anexos- en todo tiempo y lugar” (la clave aquí es fantástica, no tecnológica) y

“La CF es el género o subconjunto literario que al funcionar como agujero negro da cuenta de los demás subconjuntos literarios y del conjunto mayor o mainstream” (la clave aquí va de inclusión a adsorción, ya que apenas desde cualquier otro género o del mainstream pueden abordarse esos temas anteriores que son el fundamento de todo relato de CF).

Es más, parece que los acercamientos referidos a la segunda definición, convierten a los textos que abordan su interpretación en verdaderos objetos en el borde del anillo de Schwarszchild de un “black hole”, o sea que caen o son atraídos dentro de la CF, lo cual provoca no poco desconcierto en aquellos críticos que relegan o ningunean a un género, tan complejo que es capaz de realizar semejante artificio y embutirse lo que se acerca sin contemplaciones. De allí la proposición de subconjunto que da cuenta, en palabras de Douglas Adams, de “la vida, el universo y todo lo demás”

Lo cual significa por un costado, que la CF es profundamente humanista (percibida desde la vertiente fantástica por las preocupaciones esenciales que promueve), y por otro lado que cualquier relato que se aproxime a su anillo temático de Schwarszchild es devorado irremediablemente por ella –recordar que una vez encajado le ocurrirá lo mismo que le sucede a cualquier materia, energía o información en el interior de un agujero negro: será incapaz de abandonarlo- y eso a pesar de los plumajes erizados, las negaciones a porfía, las doctas disertaciones sobre la trascendencia y la incapacidad de numerosos críticos para asumir que un género despreciado por su vinculación inicial con los pulps, pero denominado a la posteriori como “literatura culta para masas”, pueda esgrimir esas características.

Por eso recurren al ajado argumento que sostiene que cualquier obra de un escritor de mainstream no puede ser CF… porque la trasciende. Ante semejante contumacia no queda más que carcajearse cuando leemos a Philip Roth y su ucronía (que por cierto no es descubrimiento de él como se atrevió a decir algún crítico despistado) o a Ishiguro y su novela “Nunca me abandones”, tan parecida a una novela de Michael Marshall Smith (Clones) o al film “La Isla”. En este punto recuerdo la provocadora frase de Michel Houellebecq rubricando que lo único trascendente de la literatura del Siglo XX es la ciencia ficción.

Y ahora ocurre igual con el ganador del Pulitzer Cormac McCarthy y “La Carretera”, espléndida y brutal novela de CF, que ha originado un diluvio de comentarios elogiosos en blogs, revistas y periódicos, donde por lo general la tildan de postapocalíptica, pero eluden señalarla como perteneciente al género (alguno vergonzante dirá que es cercana); no obstante para los aficionados no existe motivo de engaño, les recuerda tantas y diversas peripecias descritas por David Brin (El Cartero), Robert McCammon (Canto del Cisne), Stephen King (Apocalipsis), Sonya Dorman (Corre, corre, corre, dijo el pájaro), Plop, un auténtico descenso a los infiernos debido a la pluma de Rafael Pinedo, o Richard Corben (Mundo Mutante) o las diferentes series de aventuras postcatástrofe (ambiental o atómica o cualquier otra causa) que las historietas argentinas de Columba y Skorpyo se esforzaron por esparcir en América del Sur. Quizás la diferencia fundamental estriba en el estilo, breve, compacto, èpico y casi poético de la triste novela, y no en la lacerante, áspera, sin resquicio para la esperanza, terrible acontecimiento que nos despliega, y que tan común es a ese tópico particular de la CF. Y es que tenían que leerlo proveniente de un autor “normal” para reventarle cohetes y prodigarse en elogios.

Parafraseando a Harry Harrison repito para comparar: que una vez veías al cowboy cabalgando hacia el sol rojo de un atardecer o seguías los incidentes que franqueaba el antihéroe de una novela negra para solucionar un crimen, las habías -en cierto modo- leído todas, pero la infinita gama temática de la CF que se expande como la galaxia o que siguiendo con el icono del “agujero negro”, interactúa dinámica con su entorno literario: tragando lo que colinde o se acerque, girando sobre si misma para morderse la cola y/o parodiarse, vibrando e insertándose en otros soportes (historietas, comics, películas, música, teatro, modas) con un talante peculiar: por sus características genera una distorsión extrema en tiempo y espacio; y encima, va creando la masa crítica que permite prepararse para la novedad, medida por la fuerza gravitatoria que ejerce en la humanidad (en el listado de los filmes más vistos -y tomando en consideración que el cine es el arte del siglo XX como decía Lenin- la mayoría son pertenecen al género y ni se diga de la tecnología que usamos en la actualidad, soñada o propuesta en sus textos desde el siglo XIX)

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SE NOS CAYÓ EL CHUZO!

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Se nos cayó el chuzo después del último vendaval de amarguras. 

Como un haitiano presto a recibir los obsequios navideños, aguardamos por este año nuevo y nos confirmó lo que sospechamos desde hace mucho tiempo: la mediocridad del desempleo y las oficinas. 

Tanta masturbación no fue garantía de ninguna seguridad del destino, aunque quizás  sí hubo una certeza: el cansancio de las pajas; pero a eso siguió otra incertidumbre: ¿se habrán agotado hasta las reservas de aliento? 

Los cachorros y los espíritus buscan su hogar, y en milinviernos siempre tendremos una poca de pan para ellos. Nuestros méndrugos de amor serán los últimos destellos de humildad que precisamos para con tanta soberbia sexual. 

Joaquin Martínez, el hijo de doña Gloria Pérez, siempre me comentaba que con el único hombre que haría el amor sería con David Bowie. Después lo vi prostituyéndose por unas dosis de anfetaminas y le dije: ¿no es que solo harías el amor con David Bowie?

Ahora Bowie está muerto, y Joaquín Martínez ya no dice que no se acostará con machos porque es lo que hace, para vivir y para que no se le caiga el chuzo. 

Nosotros no pudimos hacer el amor con hombres. Tampoco con mujeres y el chuzo se vino abajo, con estrépito, como si cada una de nuestras ilusiones se hubiese engordado lo suficiente para que su caída fuera tna fuerte como el derrumbe de un elefante. 

Es el precio de no ser un Porfirio Rubirosa que enamore Capotes maricas.  

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La muerte de un Dios y un extraterrestre

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La eternidad para Dios por fin comienza un lunes y para su extraterrestre un domingo en la mañana. Las promesas de enero se han hecho realidad. Y seguimos viejos agüeros, noviembre y diciembre del 2016 estará plagado de muerte. ¿Se habrá vuelto marica la muerte? ¿Qué le pasa? ¿Cómo va a matarnos a don Carlos Muñoz y a don David Bowie en menos de 24 horas?

De chiquilín, el rostro de Dios era el de Carlos Muñoz cuando aparecía ya viejo promocionando un comercial de un producto que ofrecía consecuencias celestes. A Bowie también lo vi de chico, meneando la cintura que hacía pensar y preguntarme por qué mi mamá no era tan bonita como esa señora. Fue cuando Arnulfo me dijo: no es una señora, guevón, es un artista pop. Entonces supe que mi destino era el arte. Hoy es un día para llorar pero también lo fue ayer y lo será mañana, por eso yo os invito a masturbarse. Mucho. Porque del resto no queda sino una melancolía sin igual y siempre igual.

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Os dejamos con un villancico cantado por el mismísimo dios con una niña. Porque siempre la muerte llega en pareja.

¿Quién iba a pensar que en el paraíso se iban a desposar don Carlos Muñoz y David Bowie?