Archive | diciembre 2024

La hora Pop. Por Leonardo Bolaños

Hay una huella en cada foto de las fotos adelante, muy atrás, siempre iluminadas de un verde gris, algún lugar pobre como un pueblo similar a cualquier pueblo enterrado bajo tierra por numerosos deseos sin fertilizar, iluminados por jardines jóvenes y de muerte amarilla de pocos años sin regar. Esas fotos están allí, pero no es ahí. El talento novedoso de la vejez… Ja. La banda está un poco más al frente vestidos de luto, quizás fueron los 90´s, pero en realidad es ese visceral olor de planeta tabaco, mariguana, quizás muchas sustancias, comidas por vomitar, empleos que huelen a metal, a óxido, a hierro, a sangre, a sangre que huele a metal, como un apocalipsis nicotínico, un frenesí cafeinado, una energía desgarrada por mantener un tipo de cordura presente desde su primer hit. Una necesidad de burlar la aparente abstracción artística de los Post-Punk de los 80´s, para recitar un drama sarcástico, un amical drama sarcástico apestando a nauseas, nauseas de seguir tragando, seguir viviendo, seguir leyendo.

 

No quieren golpear muy alto, no es su intención ser una super banda de rock, pero se escucha desde lejos el murmullo de una ciudad que grita con patrones de rostros que nunca vuelven, más que una vez en toda la vida, por aparecer, quizás en la fiesta errante de las mudanzas, los escapes de la Big City o visceversa, y aterrizar, por fin aterrizar luego de la fiesta de lágrimas secas y dejar la náusea inolvidable a la realidad, a casa.

 

Adam´s Song: La muerte está aquí, y es mucho peor… Siempre con risas, con alcohol, con firmes años de juventud, circulan por las avenidas desnudas, desde la primera línea, el trío dejando atrás los hoteles, saliendo de locales de empeño, quizás, sin relojes en las muñecas, con pulseras y las manos enterradas en los bolsillos, y la curva pesimista de la cabeza, sonríe un pedazo de ironía, nada, nada por pensar de nuevo, y no es lo peor, es qué dejo, qué tono, qué gesto tan bajo, tan humillante de contar ¿qué se hace por dinero?  como una alegoría al cine existencial francés de los 60´s en blanco y negro, calles de nada, en un notorio silencio sin esperanzas, ellos con tatuajes, siempre, y genitales censurados buscan, escapan de algún lugar, o no tienen tiempo para llegar, en What´s my Age Again y Adam´s Song, pero eso no significa que vestidos de blanco, vestidos de negro, vestidos de mujer, vestidos de hombre, y con albedrío el héroe protagonista de todas las canciones se manifieste como un hombre que no le importa más la química, ni la atracción física, ni su identidad sexual, ni su sentido del humor, ni su edad. Con firmes ambulantes pérdidas de sentido haciendo travesuras de niños y jóvenes, el trío se exhibe obscenamente ante un público, pero no este, sino aquel, el que lo censura, el que calla, el que llama a la policía, etc.

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Revista Azogues. Acercamiento a una publicación nacida en Chiapas  

                        Por: Consejo de la revista Azogues

 

 

Introducción

La elaboración de las revistas en México tienen vocación de fe. Pueden nacer como un fanzine, desde la autogestión, sin saber que ese primer número puede ser el último. La otra vocación en las revistas es la “democracia”, pues quienes la hacen sin publicarse a sí mismos, o a sus amigos, sino con la intención de captar-como antenas- lo que hay en el ambiente de las letras y el arte en una época o tiempo, deben dejar su obra a un lado, si es que también se dedican a la creación. Porque el tiempo de las revistas es incierto y el comienzo costoso: buscar y organizar un consejo editorial, alguien que diseñe, otro que distribuya, alguien más que reciba las colaboraciones de los autores, por correo digital, y sea amable y sincero con su texto, y así terminar en buenos términos, pues se trata de ser justos e incluyentes, aunque también críticos y autocríticos para que la revista vaya creciendo en calidad.

Nadie en México confía en “revisteros” de papel, pues ya saben que a lo mejor su texto no se publica, o sea que tal vocación de fe no llegue ni al primer número. O quizá la fe se valide distribuyendo la revista en un pequeño radio de acción: una escuela, un barrio, un tianguis cultural. Eso ha pasado en las ciudades de toda índole; en lo rural el papel aún es efectivo, con cortos tirajes y con la consigna de abrir espacios, pues las instituciones muchas veces se reducen a públicos especializados, a editoriales más o menos grandes, y a autores más visibles. Tanto en la periferia como en los centros, la industria del libro ha crecido.

Otra desventaja para revistas que apuestan por autores no solo “profesionales”, sino amateurs, jóvenes buscando publicar su primer poema o cuento, adultos que adoptaron la escritura como un hobby, pues nunca fueron aceptados en las “grandes” revistas; menos niños o mujeres siempre imvisibilizad@s, estas revistas corren el riesgo de la poca confianza y la seriedad de la propuesta de publicar “autores” desconocidos. La crítica devorará tal osadía.

Ahora, en pleno siglo XXI, hay que sumar que la carrera tecnológica quebranta esa fe más fácil, pues ahora las revistas digitales pululan como nunca, y aunque se apueste a lo global (descuidando lo local), tampoco garantizan que llegarán a un segundo o tercer número. Las redes son extensas, pero efímeras, como que opera también la gentrificación. Sin embargo, algunas páginas, blogs, fanzines, etcétera, luchan con honestidad por aportar lo que al final sería el propósito de un bien común: promover y contagiar la lectura.

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Aniversario del dinero. Por Leonardo Bolaños


Es un bus del corredor azul hacia la dirección recta al Centro de Lima. Me lleva por Arequipa, no sé por qué quiero llamar la atención, o tal vez no quiera, escuchando música francesa, y otras melodías mientras se despiertan las acciones por el camino. Veo a una mujer, de pelo teñido rojo, con miradas discretas mira hacia mi derecha. El plan está completo. Voy a vender mis historietas a cambio de una historia. Cuando estoy a punto de bajarme, planeo algo espontaneo, voy a esa mujer de pelo rojo, y en unos pasos al frente, ante la mirada directa de sus ojos castaños, la invito a salir conmigo. Pero ella dice no. Bajo del corredor azul hacia Quilca. El camino está lleno de librerías. Siento la agresividad de cada metro avanzado, bajo el sol amarillo hay un cruce al que me dirijo, un cruce de autos y piernas, perdiéndose por la callejuela. Busco vender mis historietas, ese noveno arte ilustrado de superhéroes X-force. Siento la premura, el nervio en el tiempo que sucede, un giro hacia la derecha, por la sombra precisa del Quierolo, bocas abiertas en el bar, comiendo y saboreando el tiempo de una sustancia. Químicas de lo inesperado a cada lado, como un mundo de sustancias, me marean, me agitan, me lleno de nervios y busco un sentimiento muy exacto, muy contado. Busco la librería de aquellos comics gastados, en portadas plateadas y verdes del Hombre Araña, tomos de La Guerra del Inifinito. Historias hechas rectángulos, hechas cuadrados, medidas, calculadas para una finalidad precisa, contada. Un joven de pelo rubio, ojos claros, polo blanco, mochila negra a su espalda gasta su dinero para ser un nuevo tipo de propietario. Yo quiero vender esto por un precio muy exacto, pero desde comienzo del escenario, desde la definición del momento todo se vuelve apresurado, y el hombre al quién le hablo, para vender aquellas historietas de los jóvenes mutantes de X-force se va por el caño. Como agua de tinieblas que rodean la hermosa librería gótica de papeles gastados a 30 soles, al precio que estás buscando, me veo a mi mismo gritando. ¡Tú no sabes negociar! El círculo de aquél trueque de valores y percepciones químicas del intercambio se rompe abruptamente, como la caída desde un caballo, he herido el mío, y el otro orgullo de darnos materia, nuevas ideas, entretenimiento definida en los rectángulos coloreados de X-force. Salgo por estas rectas sombras hacia adelante, por aquella Quilca resonante de voces en cada espacio, en cada página sucia, en los carteles de la selección peruana de fúbol posando, en las revistas pornográficas de Soho, con pechos chorreando de cadenas plateadas y tejidas casi de una simbólica egipcia. Rostros agudos al espectacular comercio errante, casi ebrio de detalles, sustanciales como un sabor centrado, concentrado, por el Centro de Lima, y voy hacia la entrada y hablo con un segundo negociante sobre el posible encanto de un éxito monetario calculado. Y él mira mis ojos con suspicacia, interrogantes congeladas en el rostro del negociante, porque el quiere escuchar una historia creíble, el busca un personaje creíble en mis palabras, pero yo no creo que exista una forma de identificar la emoción que activa la mirada especulante. Como si fuésemos dos animales oliéndonos y viéndonos nuestros dientes, abrir y cerrar, metódicamente para ganar algo de dinero. Y este señor, nuevamente, me invita a retirarme porque me he dejado llevar por los impulsos, he sido desagradecido con muy poco tino, no puedo convencerme a mí mismo que quiero realmente ganar algo, sino demostrar que sé razonar, qué entiendo qué hay un elemento discreto en cada forma de hablar sobre el dinero. Y salgo, a la tercera puerta del negocio, invitándome con papeles, contratos, editores y abogados, camino por el establecimiento repleto de numerosos libros, series de comics, pornografía, siluetas dibujadas o caricaturizadas. No hay otro reemplazo para decir con palabras en el momento oportuno lo necesario, escueto, sencillo y claro. Como una forma de periodismo momentáneo, casi efusivo y con un ligero elemento festivo, veo la mirada brillante de la mujer que acepta mi estilo de negociar, tímida y rápidamente, sin nada más que buscar algo efectivo. Y ella me dice que espere, y en cada minuto que va pasando espero entre título de libros no abiertos, palabras sin comenzar, significado detenidos, con minuciosos detalles, quizás en algún otro material, veo las letras rojas dibujadas sobre el brazo en L de una mujer desnuda, como cruzándose cicatrices rojas dibujadas sobre la fotografía del cuerpo desnudo, vulnerable, hallado de aquella mujer. Como un simbolismo periodístico en un tipo de reliquia. Y cuando me doy cuenta, por esa calle no cruzan mujeres, ese tipo de mujeres exóticamente líquidas, como agua detenida en forma de carne, como goteantes muslos, etc. Y esto es adrede, ya empiezo a leer entre líneas. El libro La virgen de los sicarios en extremo de siete ediciones de otros materiales. Y entonces, ya sé, intuyo algo, y recuerdo a todas esas pornografías sentimentales de mujeres de corazones desnudos, pienso entonces en las prostitutas de los nombres estigmatizados por las costumbres de otras calles. Y entonces sigo con mi memoria, leyendo entre líneas porque ninguna mujer de esa apariencia cruza por estas avenidas. Y veo el garabato oscuro de los huecos molidos de las calles, las formas de marcar el territorio con hediondos olores, licores, quizás algún desafortunado vómito, quizás alguna otra forma arruinada de los colores impregnados de polvos, hollines, meados, ladrillos desnudos dando a ventanas ilustradas de habitaciones oscuras y, de quienes pobladas, noto un tipo de belleza advertida, premeditada en las banderas peruanas mal colocadas sobre las ventanas, como una huella de la desesperanza de encontrar otro símbolo menos errante de nuestra patria. Y todas estas sustancias químicas de enladrilladas paredes, vidrios golpeados como un impacto tétrico, yo no sé. Sé que todas estas referencias significan tener cuidado, y cuidarse también porque algo puede aparecer, como un significado oculto en todas estas transacciones del dinero por libros viejos, significados quietos. Y sé, de nuevo, que nunca he visto mujeres tan atractivas por este Centro de Lima como en las revistas. Y entonces sé que sí hay mujeres atractivas; las putas, las del cariño alquilado, la de la química alquilada y maquillada de agudas prominencias, como un atuendo recortado en una daga clavada sobre los tacos altos, como un peligroso infarto cuidado y alquilado de orgasmos, sigo pensando en todo este significado quieto, viejo, descuidado, sucio y penetrado de malos cálculos construidos, como un maquillaje descuido en las viejas maderas de las ventanas con la bandera colgando, rindiéndose estos espacios a un descalculado tipo de descuido. Entonces sé que esto me advierte. ¡No deben caminar mujeres por estos espacios, peligro! Entonces sé, sin esas mujeres no hay competencia con las otras mujeres que performan su sexualidad con los extraños. Sería entonces muy malo tener competencia entre putas de revista y putas Quilca. Luego de un rato, me dan el dinero de la venta de mis comics de X-force. 45 Soles por 45 números de X-force, todo gratis.