Archive | julio 2016

El Otro Noé, por Luís Bolaños

El Otro Noé

Luís Antonio Bolaños de La Cruz

Deviene evidente que me burlo de los fundamentalistas religiosos a través del film de Darren Aronofsky con el estilo barroco de Alistair Reynolds, pero con diálogos sarcásticos al estilo Jack Vance, ellos no son culpables del resultado… excepto los fundamentalistas, para quienes va mi desprecio.

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Brotamos en el centro exacto de la flor de dispersión del cuadrángulo que funcionaba como plano Mobius de salida. Seguíamos siendo, excepto algunas moléculas particulares que no provocaban “Efectos Mariposa”, los mismos que ingresamos a miles de años luz de distancia. Usando cierto sesgo angular con determinada velocidad, manipulamos las dimensiones geométricas múltiples que brotaban en el delgado cubo imaginario gracias a las potencias desencadenadas por el agujero negro sujeto a la celda de proa, creadas para que nuestro navío estelar pudiera perforara el plano Mobius de entrada. La maniobra debía copiar y coincidir con aquella efectuada por la sonda exploratoria (una del casi centenar lanzadas) que entregó los datos prometedores que intentaríamos corroborar.

Arribar podía ser casi instantáneo pero igual significaba revisar y observar con detalle, holomapas, nubepuntos, virtuaescenas, grafitempos y metadatos que los multisensores de la sonda recogieron, lo que nos entusiasmaba en inicio era la inmensa estructura recostada sobre las vértebras de una cordillera que sugería habilidades técnicas superiores para su construcción; nos atraía sin que despreciáramos las bullentes pirámides alimenticias oceánicas, ya que aunque los inmensos continentes (cuatro, los dos menores ecuatoriales y los dos polares megalíticos), los tropicales atravesados por monumentales ríos, se vestían con infinidad de plantas, se extrañaban reptiles, anfibios, aves y mamíferos o sus equivalentes, sin embargo sus corrientes repetían la situación marina de abundancia dinámica de especies de peces.

¿Qué ocurrió que lanzó a la evolución a un callejón sin salida? se repetían los exobiólogos. ¿Qué terrible evento geológico devastó los continentes despojándolos de especies y registros pétreos superficiales que revisar? hesitaban los geólogos abrumados por las contradictorias lecturas que provenían de cuantificar el agua retenida en los campos de hielo de los dos continentes polares.

Nos dividimos la tarea y mientras equipos de biometría medían cardúmenes y tasaban cotas de extracción con la intención de constituir una factoría automática que congelara y almacenara filetes en espera de las falúas automáticas de recolección proteínica, otros auscultamos los cientos de kilómetros del esqueleto brutal y ciclópeo que yacía desparramado por cumbres y laderas. Ya no cabía duda de su artificialeza, los patrones geométricos, la profusión de reiteraciones, la distribución de espacios, pasillos, salas y habitaciones, la profusión de habitáculos (quizás un par de millones), abundancia de líneas rectas por más que las dulcificaban suaves curvas, los módulos que se sucedían sin descanso como acicateados por una obsesión eran demostraciones de ejercicio arquitectónico motivado.

Los equipos designados descendieron al pozo de gravedad en chalupas iónicas (la combinación de estirpes tecnológicas brindaba óptimas elecciones ligadas a los itinerarios de acción) tras distinguir aquellos puntos que por su variedad permitían establecer de primera vista las características del pecio. Un guirigay electrónico abarrotó las frecuencias turbando el apacible control que efectuaba de manera cotidiana la sensoesfera, que lo incorporó y redistribuyó para que fluyera y se reconociera como propio

Sin embargo las impresiones eclipsaron los guarismos. Las emociones tiñeron de sutilezas interpretativas lo que descubrían. Un terreno desconocido se abría ante los exploradores. Con frecuencia lo tocado se derrumbaba, lo interpelado se desvanecía, lo recorrido se modificaba, al avanzar introducían una ola de devastación que ponía en peligro la identificación indagada de la ruina, así que en medio de una lluvia de escamas (catalogadas como metálicas, plásticas o silicoides) que trastocaba los protocolos de registro decidieron regresar.

Preocupados, los tripulantes decían –Ya deberían haber retornado– se masticaba la tensión, lo cual era constructor, aportaba elementos poco frecuentes en lo habitual.

–Sí, pero aun demorándose no comprometerían la misión. Les ha ocurrido algo inusual pero operable– agregaban quienes deseaban tranquilizar los ánimos. Una leve inquietud estremecía los corredores.

La IA captó la incomodidad y lanzó un interrogante: – ¿Y qué desean hacer? –Mirándose unos a otras decidieron que era el momento de citar a asamblea para debatir.

–Consultaremos a la gente cual será la táctica a seguir –se dijeron, pero no sin cierta ofuscación. No era frecuente que las respuestas eludieran al consenso de la sensoesfera

–Aportar rutas de solución será enriquecedor. Podremos elucidar las tácticas a seguir para develar el misterio– de inmediato cada cual desde sus saberes se dedicó a escudriñar en sus memorias adicionales o en los múltiples sistemas de recuperación de archivos. Se organizaron apuntando a la presencia de la mayoría (muy pocos quedarían en servicio pero igual estarían conectados) ya fuera en el magno auditorio o a través de las pantallas.

La expectativa crecía, se palpaba, un hálito recorría casi eléctrico la miríada de peritos que escrutaban el misterio. Tras el condumio se pasó a la presentación de los hallazgos, ninguno satisfacía, ni tampoco saturaba las incógnitas con certidumbres…. Hasta que una exozoóloga jovencísima y un entrelazador ya maduro solicitaron la palabra y la imagen, para exponer una fábula que encontraron en arcaicos textos, y que permitía fundamentar las ruinas del megabarco mediante una concepción holística de la arquitectura ligada a un propósito, sostenían que así provocaba efectos en la percepción, se denominaba “el Arca de Noé”.

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EL CUERPO MONSTRUOSO: Desde Frankenstein hasta el Centípodo humano

A propósito de la celebración mundial de los 200 años de la novela Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley, compartimos el breve excurso de Luis Cermeño en el marco del conversatorio CYBERCULTURA, TRANSMEDIA Y CUERPO llevado a cabo el día junio 13 de 2016 en el Centro de Arte Contemporáneo del Minuto de Dios. Agradecemos a la plataforma colectiva Red Project por su invitación.

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El cuerpo monstruoso.

Por: Luis Cermeño

 

El abuelo de Charles Darwin, Erasmus Darwin, fue un perpetuador de la teoría de la evolución de Lamarck, en la cual la naturaleza orgánica y anorgánica obedecían a una perpetuidad no interrumpida que permitía la sucesión por generación entre especies y su nivel de complejidad dividía la organización de los seres vivos.

Esta primera formulación de la teoría de la evolución, cobró nuevos matices a través de la lectura de Luigi Galvani, de parte del abuelo Darwin, pues se demostraba por primera vez los efectos animadores de la electricidad en los impulsos nerviosos, en una obra revolucionaria para su época llamada Zoonomia, o las leyes de la naturaleza, en la que a partir del tratamiento eléctrico se podría pensar en la postergación de los filamentos vivos de los animales, para pensar en la posibilidad de una vida sin final.

No resulta difícil adivinar la influencia de esta noción del galvanismo de Erasmus Darwin en la reconocida novela Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley, quien además, como dato anecdótico, conocía a Erasmus como amigo de la casa y tenía privilegiado acceso personal a sus teorías sobre la vida y la muerte.

Se reconoce Frankestein, no solo como un clásico de terror, sino como la novela fundadora de lo que se entiende hoy por ciencia ficción. El tratamiento narrativo del saber científico de la época como la especulación prospectiva sobre las consecuencias de una práctica técnica novedosa, son los elementos primordiales de una historia que se califique como Hard Science Fiction: es decir un relato que cumpla con rigor los preceptos de la ciencia moderna.

Pero además del saber de la ciencia moderna, en la obra de Shelley existe algo más allá, que además de ser poco advertido, es convenientemente poco reseñado: sostengo que en la comprensión de Ciencia de Mary Shelley existía algo más que una simple ilustración del saber de su época. Y es la noción de Ciencia clásica, que autores de ciencia ficción como Sturgeon reclaman: la ciencia no comprendida solo dentro del marco del método científico moderno, sino desde su sentido originario como CONOCIMIENTO, y este conocimiento aborda más allá los límites de un método de verificación a un cuestionamiento más profundo del lenguaje de la naturaleza.

Victor Frankenstein no es el científico aplicado de esta época que oficia como aplicante de becas, funcionario de informes de grupos de investigación y su mayor aventura será la publicación en una revista indexada para ganar créditos en la comunidad científica. Victor es un rebelde, expulsado y continuamente reprendido por sus maestros por indagar en áreas poco legítimas de la disciplina de su tiempo. Esto lo lleva a lecturas de alquimia, de filosofía natural, de tratados de botánica, e incluso libros estrambóticos de astronomía y ciencias ocultas. Victor es irremediable y esto lo condena finalmente con sus tutores que ya no pueden dar cuenta de su desempeño como estudiante, esa pieza de artillería para impulsar el motor técnico de la sociedad, sino que es una tuerca floja que se ha salido de las manos de la razón y la academia.

Este es el contexto que lleva a Víctor a componer un hombre, un hombre de verdad, un hombre de carne y hueso, con los instrumentos de la ciencia moderna, inventando un CUERPO COMO UN PAISAJE DE UN CAMPO MAGNÉTICO.

Creó el cuerpo de un hombre de verdad con trozos de cuerpos de muertos a través de la electricidad, que revivía las fibras de los miembros amputados y se reconectaban a través de los impulsos eléctricos como una red de sensores que se prenden para despertar a la criatura que sueña en otras esferas. Del misterio de ese sueño, se devuelve al tiempo y a la sexualidad más descarnada.

El monstruo de Frankenstein tiene que aprender de nuevo el lenguaje, pero más allá de conformarse con los rudimentos lingüísticos de los campesinos de la zona, acude a la poesía, desea volver al paraíso perdido de John Milton, sufre con las desventuras del joven Werther. No es un monstruo estúpido, es un monstruo que tiene mucho corazón porque volvió del sueño de otra esfera.

Mas el monstruo no deja de ser cuerpo. Colcha de retazos de cadáveres que componen una pieza de arte, como los retratos de Joel Peter-Witkin. Todo el tiempo el monstruo es fustigado por esos corrientazos que ya no tienen un centro, y se escapan de la lógica matemática de su tiempo. Es animalismo, zoonomia pura, inyectada por corrientes de electricidad constantemente en todas sus extremidades.

El cuerpo es un hombre de verdad y cada inyección de corriente que siente estallar de sus nodos le provocan una erección y quiere una monstrua para así poder descargar su sello de muerte en el sello de muerte de una vagina también inyectada de cargas eléctricas y cuerpo y lenguaje.

Es lo que le pide a Víctor , que temeroso prefiere huir, solo una vulva, pero Víctor no es Dios y no tiene porque proporcionarle una Eva a un monstruo cachondo. El monstruo al no poder satisfacer su instinto de Eros desata su sed de Thánatos. Como los viejos de las montañas sabe que el asesinato es una liberación de la condición humana. El monstruo de Frankenstein muta a un Assasiyun, pero no puede mutilar su pene y eso es lo que realmente resulta despreciable en la novela de Shelley.

¡Si el monstruo pudiera mutilar su pene!

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La verga está presente en la obra de Mary Shelley. Su instinto arrasador y masculino desata un horizonte de crímenes infinito que perseguirá a Victor hasta el final de su vida, incluso en altamar.

La verga está presente, como el performance de Marina Abramovic, está presente para instaurarse por siempre en el discurso de la historia.

¡Si tan solo hubiera brillado por su ausencia, como el ano del Monstruo.!

Sería otra historia, otro discurso, el soñador seguiría en nosotros.

La mutilación del ano daría paso al injerto de la boca que se volvería prolongación de los filamentos de otro cuerpo hasta devenir en una red viva y orgánica, un ser complejo que se complementaría con otros cuerpos muertos, como el del monstruo de Frankenstein, pero con los genitales mutilados, recrearían una nueva especie :

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. En un centípodo humano.

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. En unna mujer, como la piel que habito de Pedro Almodóvar.

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. En un cyborg metálico, como robocop.

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. En un híbrido extraterrestre, dentro de una granja humana, como las elucubraciones de Salvador Freixedo.

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. En un preso político, preso dentro de su propio cuerpo, en una cámara de torturas, dentro de la habitación 101, como 1984 de Georges Orwell.