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Casa de Enrique Prochazka: Del Hogar-Mundo & a la Colmena Dédalo.

Reseña a la novela CASA de Enrique Prochazka por Luis Bolaños

La primera impresión, vívida, fue de desconcierto y a medida que profundizaba en la lectura aparecían múltiples guiños culturosos hacia la CF: Hal como el ordenador de 2001, Aleister el hijo como Crowley, Clarke el mayordomo como Arthur, y proliferaban las comparaciones, con Casa inteligente de Catherine Willheim, con el relato de Ballard Los mil sueños de Stellavista, con la mansión de troncos Sara Risa de la novela Un saco de huesos de Stephen King o esa frase que parece de Brecht «Lo mismo asesina una casa que un hacha» que me parece recordar de El huevo de la serpiente de Ingmar Bergman en un típico momento Mandela, porque no aparece ahí.

Conceptualmente el diseño resbalaba hacia el Bauhaus, los suprematistas y la arquitectura funcional de Aalto y Tange pero mezclados con la desmesura de la Torre de Babel (y si, había un regusto a Ted Chiang), y la combinación estilística de la Brasilia como urbe y del Juego de la Gente como novela de John Brunner, en fin que era como un cebiche mixto tan nutrido de especies que uno se quedaba largo rato anonadado no por la amnesia del protagonista sino por la versatilidad deliciosa de los sabores evocados. 

Rememoré cuando atacaba los suntuosos párrafos iniciales del Ulises de Joyce y la parvedad de mi mente que me obligaba a degustar por oleadas, quiero decir cuando el aluvión de ideas amenazaba sofocarme me detenía y me dedicaba a imaginar por puro gusto durante un rato. Allí comprendí algunos comentarios sobre la densidad de Enrique, no por que fuere pesado leerlo, sino por que alude a la combinación surtida de capas que cubren cada línea como un hojaldre… … O como un Esponja de Menger, que se dispersan cual hormiguero enloquecido bajo la piel de las frases cuando uno las penetra, lo cual une al regocijo explorador con la sensualidad del descubrir, por ejemplo, que el personaje da un salto hacia el futuro de 15 años a través de un bucle o lazo temporal, cuya explicación será uno de los motores de la novela (aquí ipso facto derivamos al debate sobre ciclo, flecha o espiral del tiempo según Jeremy Rifkin, vinculado además a la figura de Hal como «analista simbólico», quizás por eso lo primero que pide apenas “nace” es un psiquiatra o analista de la psiquis).

Lo que nos asombrarán serán los motivos para que sufra tal aceleración, perceptible en el rimero de chispas en forma de recuerdos que lo deslumbran, reminiscencias de acontecimientos, quizás no sucedidos, pero sin embargo acumulados en el olvido y el deterioro del cuerpo. 

Quisiera referirme a que recurrir en el mismo capítulo y en el marco de una terapia psicoanalítica, a la geometría obscena y enloquecedora de las ruinas de los templos lovecraftianos y al holograma de Pribram (págs. 40-42) demuestra la intención de fusionar filosofía con ciencia, literatura con psicología, de crear un campo común de encuentro para repensar el mundo, está señalado en apotegmas como: “reconstruir el concepto (de arquitectura) a partir del ladrillo”, o sea (como diría un estudiante universitario) en romance hologramático se puede ingresar por cualquier ángulo y por cualquier sitio con imagen integral, enfoque holístico, metodología sistémica y actitud prospectiva y recrear el universo literario y ese retorno al origen será otro de los leit motiv del texto. Hay que leerlo al resplandor de la frase “Entonces la Casa lo atacó”. 

El plano de la comunicación intercepta con los demás, y de que manera. Recuerda a alguien que ha sido privado parcialmente de los procesos que culminan en la conciencia de ser y que trata de recuperarla y reorganizar su patrón organizativo, en un juego que se desintegra frecuentemente con las formas y sombras incluidas en los planos, molduras, esquinas y paredes de la Casa. Y que tienden a reemplazar a cualquier otra experiencia en un borrado permanente para que emerja una única lectura: la de la Casa, que se va convirtiendo en una omnipresencia, en un encierro, en una prematura erosión de la vida, en una cuasi muerte. 

Dediquemos un párrafo a la disquisición filosófica: Hal parece debatirse entre el estrecho haz constituido por los efectos de la entropía y el paisaje tumultuoso del magma envolvente y omnipresente del tiempo como creador, para evadirse de la comprensión de la una y escamotear la presencia del otro llega en su ayuda la amnesia. Previamente elude tomar contacto de manera inmediata con el fluir temporal en una actitud que lo aproxima a la negación del “campo de presencia” de Merleau-Ponty. 

Además carece de intencionalidad, se deja arrastrar por la espuma cuántica de los hechos, ha borrado su conciencia pero continúa como sujeto cognescente, a pesar de la ausencia de las proyecciones de retención y protección. No obstante, se distiende y se extiende desde las relaciones iniciales con su hijo, por lo cual quizás Husserl habría querido revisar las categorías que sostienen a Hal… ¿o lo protuberan? No quepa duda: el sedimento filosófico ricamente condimentado es otra de las directrices de Enrique, su humus es el tiempo, la identidad del ser, la realidad del mundo y el amor que asoma, aunque atado a exigencias no sólo emocionales sino cardinales. 

Tampoco puedo dudar del sentido del humor que empapa casi cada párrafo, por ejemplo, aceptar la arquitectura como koan, en su versión de adivinanza para descifrarla y leerla o como manual de instrucciones para discípulos que les permita guiarse hacia la solución del fantasmal laberinto lovecraftiano en que por momentos parece transformarse la mansión (quizás por ahí, aparezca un vínculo con la Casa Encantada en la Colina de Shirley Jackson)… o como un ejercicio de sinestesia donde los ecos permiten atravesar la opacidad de lo visionado para arribar a la transparencia, o quizás que los ejercicios gimnásticos conviertan al cuerpo en una puerta sobre las dimensiones extraviadas, pero actuantes en esa peculiar morada. 

La críptica interferencia entre protagonista y mansión por otro lado tiende a menoscabar o diluir la distancia entre realidad y creación artística, ya que de cierta manera elusiva, tras la amnesia, Hal es su propia reconstrucción, eso si, azarosa y con líneas desactivadas, que tendrá que descubrir por que no existen planos ni gráficos de referencia; y la perplejidad se entroniza como argumento que justifica el límite que brota, a medida que la gestión efectuada semeja dilucidar el enigma de por que la obra arquitectónica posee un único lector… aunque sea en monólogos lanzados en el río de las épocas diversas del futuro.

En síntesis, lo que Enrique ofrece en un palimpsesto complejo y fractal (casi un teseract) en el cual se inscriben los distintos procesos de interacción entre paisaje, volumen, diseño, transcurrir del acontecer y personas que los moran y recorren para recibir significados (como androides cuya argumento utilitario consiste en dejarse imprimir sentido por la Casa) y un demiurgo (Hal) que lo interpreta jugando con cierto dramatismo a una reinterpretación permanente, mediante un lenguaje especial expresado en un poema (cuya descripción lo acerca al pastiche desopilante), y que conduce indefectiblemente al laberinto como cárcel y al núcleo blanco de la nada, simbolizado por el itinerario de iniciación en territorio inexplorado (al norte del Círculo Polar Ártico), el encuentro con el chamán que maneja las técnicas arquitectónicas y el hallazgo del motivo que después se ocupará en reproducir

Hay temas que no revelo para evitar predisponer al lector, pero advierto que el final resultará una sorpresa, una evasión de la órbita aparentemente prefijada, ya que no se consumará el sacrificio pero si estallará blandamente el amor paternal

La lectura deliciosa y con tendencia a la explicación erudita teñida de burla, nos mantiene lúcidos, lástima que sea tan corta, pero así dice lo que quería su autor exponer. Agrego que la edición pulcra y límpida, lo suficientemente fuerte como para que uno no dude de leerla en el autobús y con la calidad suficiente para que se desee compartirla, es un elemento más para gozar de su lectura. Incitante, extraña y altamente recomendable

Sueños Geodésicos Gardner Raymond Dozois (1947-2018), reseña Luis Bolaños

Hoy presentamos la reseña a esta magnífica colección de relatos de Gardner Dozois, por nuestro colaborador frecuente y amigo Luis Bolaños.

 

Él quisiera, aprovechando la ocasión de nuestro cumpleaños número 11, que preguntáramos a nuestros lectores: ¿cómo les ha impactado 1000inviernos?

 

Sin más… los dejamos con esta magnífica conversación sobre uno de nuestros libros favoritos

 

 

creador del término cyberpunk.

 

Florilegio dedicado a su compañera Susan Casper, abre con un apotegma de James Tiptree (Alice Sheldon) muy sonoro: “El hombre es un animal cuyos sueños apuntan a la realidad y son asesinados”

La traducción es de Carme Geronés y Carlos Urritz 

Prólogo de Robert Silverberg 

Derrama sensibilidad y demuestra inteligencia ya que puede convertir en un soplo lo peyorativo (el aspecto hippie que esgrimía Dozois cuando lo conoció) en virtud, y en verdad nos ayuda a entender lo que significa para GD su don de narrar, empezando la configuración de su texto con una frase del escritor inglés Leslie Poles Hartley: “El pasado es un país extranjero” y continuando con historia y empatía en un deseo ferviente de quitarle hierro a su estocada anterior (aparecida en la introducción dedicada a su primer libro de relatos: “The Visible Man”) y asimismo destacar sus logros en el par de décadas que separan ambos prefacios; y aún así, no extravía la brújula y retoma lo esencial combinando pasión, fragmentos de los párrafos, análisis enjundioso y comparaciones tupidas repletas de humor, alcanzando a conectarnos con las adquisiciones alcanzadas (llegaron a ser: premio Hugo al mejor director de revista -Asimov’s SF Magazine- con quince victorias en los 17 años comprendidos entre 1988 y 2004, 37 premios Locus en diversas categorías, además de numerosas nominaciones por relato: cinco para el Hugo y once para el Nebula con dos triunfos: El Pacificador y Nacido por la mañana) y la madurez expuesta en una evolución temática y estilística que integra y emociona, nos agarra por el pescuezo y nos introduce en un universo de dolor -y de renovación, donde convierte las pinceladas de tragedias individuales en colosales frescos de desdicha para la humanidad- continuo

La carátula espectacular, aunque no amerita autor en la edición de Grijalbo es de Karl Kofoed (variante de una cubierta del Isaac Asimov’s Science Fiction Magazine, June 1979) y a pesar de que el dato fue entregado enseguida por los algoritmos de búsqueda de Google debo advertir que los mismos cada día parecen ir degradándose e ir viajando hacia la simpleza y tan penetrados de censura que dificultan hallar ciertas preguntas, lo cual se expresa en diversas webs que hasta hace poco se caracterizaban por su liberalidad, donde han empezado a colocar corazoncitos rosados sobre las exquisitas vulvas dibujadas por los artistas o rayarlas a la manera hipócrita del hentai

La red que conocimos libre, nos empieza a prohibir deleitarnos con los magníficos desnudos, las desinhibidas posturas y los juguetes secretos del placer, el sólo hecho de interferir es ya un crimen cultural, y eso ocurre con webs de tanto abolengo digital como DeviantArt, Hentai Foundry y otras que nos impiden observar la plasmación del artista que deseamos degustar tal como la concibió, lo cual no deja de ser una molestia y una falta de respeto. Tras la digresión retorno a la imagen: un vigía verdoso, con cola y patas de sátiro, cinturón con aditamentos electrónicos, puñal y binoculares en el crepúsculo salvaje de un planeta bañado de luz roja por un par de soles, uno naranja enorme que parece hervir en el horizonte y otro blanco, más lejano; se contempla la desembocadura de un río y un bajel con vela triangular que se desliza hacia ignotas tareas, dejándonos un sabor a melancólico misterio y trepidante aventura

Nacido por la Mañana: Morning Child en Omni, enero 1984

La descripción de la casa destruida nos precipita hacia la guerra y sus consecuencias, es tan física que puedes tocarla y olerla. Su final es de una tristeza casi elegíaca, demuestra dominio del material que expone, control de las emociones que son entregadas gota a gota, y a la medida que se introducen en el sistema circulatorio de tu conciencia entonces comprendemos el ciclo que padece John y la exposición de la jornada con sus momentos de solaz y complicidad entre padre e hijo… o eso creemos, pero no por entenderlo se torna menos cruel y ocurre en la medida exacta sintetizada de un día, que parece repitirse ad aeternum; el telón de fondo es la guerra inmisericorde que continua creando armas atroces destinadas al castigo y al sufrimiento; lo cultural queda de relieve en la siguiente frase: “En lo alto, un semáforo oxidada se balanceaba pendiente de un cable combado. Alguien había atado un letrero de color naranja y blanco con un conjuro en un lado de la señal de tráfico y en el otro, en la parte opuesta a la ciudad, que daba hacia el mundo hostil, se veía el ojo del mal, pintado en un rojo fuerte y chillón sobre un fondo blanco. Durante los últimos días todo se había enrarecido mucho”

Enferma contemplar las oscuras ramificaciones de las consecuencias de las armas utilizadas, y aún así existe una cierta magia en las escenas cuando combina luciérnagas con columnas de fuego, alaridos melancólicos con terribles estruendos, efectos de lo que sea que le aplicaron a John y los cambios fisiológicos que trae aparejados, es difícil en las últimas cinco líneas evitar las lágrimas.

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Héctor Cortés Mandujano revisa el ALEPM de Andrés Felipe Escovar

dramaturgo especializado en monstruos divinos

Desde las tablas de Chiapas, el dramaturgo Héctor Cortés Mandujano presenta en forma de reseña el ALEPM (por las siglas de: Aniquila Las Estrellas Por Mí) de nuestro co-editor Andrés Felipe Escovar – el otro soy yo, que también resulté absorbido por el ALEPM-.

 

Con el título afortunado de LA CERTEZA DE SABERSE INMORTALES, Cortés Mandujano hace una lectura desde la perplejidad que ocasiona el libertinaje de una novela como la de Escovar, apóstata en cuanto se resiste a la negación de lo sagrado pero desde una sacralidad devastadora.

 

Pueden acceder a la reseña de Cortés Mandujano pinchando este enlace (tal vez lo único que pinchen hoy):

LA CERTEZA DE SABERSE INMORTALES – CHIAPAS PARALELO 

 

 

Andrés Felipe Escovar Encaramado en las Nubes de Umberto Amaya

Amaya y Escovar: La lectura y el comentario son la extensión virtual de la conversación

 

Escribe Andrés Felipe Escovar a propósito del último libro publicado por el escritor araucano Umberto Amaya Luzardo:

El infierno, como ardid del paraíso para corroborarnos que no existe, nos tiende otra trampa: la dicha; por eso, en la realidad más explícita, no hay posibilidad de que ella aparezca. La promesa de algo feliz tampoco se da en el reflejo del infierno bazuquero pero la sensación de volver a probar eso que se promete pero jamás será cumplido, instiga a la esperanza: las promesas crecen cuando no se cumplen y jamás pierden su sustancia inacabada: la mejor forma de sustraerse del tiempo que nos erosiona es no cumplir lo prometido para así prolongar eso que se promete y mantener viva la llama de lo que se espera porque, cuando esto se materializa, siempre hay desilusión.

El texto completo se puede leer en el siguiente enlace de  la REVISTA CORÓNICA (agradecemos a Juan Pablo Plata, el haber permitido un espacio para el mismo):

ENCARAMADO EN LAS NUBES

 

Este texto se leyó el jueves 19 de noviembre  para abrir el conversatorio/presentación del libro en la Casa Fiscal de Arauca .

 

Acá unas preguntas que  Cermeño le formuló antes del evento:

 

 

 

Me han dicho que pintas casas, O de cómo la mafia mueve los hilos de Norteamérica.

Por: Francesco Vitola Rognini.

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Ha regresado a nuestro espacio, Francesco Vitola Rognini (autor de Hambre de Caza y Héroes Decadentes: ambos publicados en Milinviernos) con una serie de artículos que versarán sobre libros, películas o videojuegos. Estos están articulados al proyecto Vademécum (investigaciones sobre literatura y ciencias sociales) que desarrollará de aquí al 2025. Las reseñas estarán agrupadas bajo el título “Entre líneas”. 

 

Me han dicho que pintas casas, O de cómo la mafia mueve los hilos de Norteamérica.

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—Me han dicho que pintas casas —fue lo que dijo.

 

—Eh, sí, sí, claro, y también hago trabajos de carpintería —me sentí avergonzado porque estaba tartamudeando. (1) 

 

(1) Así dio inicio la primera conversación telefónica entre Jimmy Hoffa y Frank Sheeran. El contacto lo  facilitó Russell Bufalino, amigo cercano de ambos, quien en algún momento controlaría los clanes Magaddino y Genovese. La “pintura” es la sangre que salpica sobre las paredes y el suelo cuando disparas a alguien, la “carpintería” se refiere a la construcción de ataúdes, o deshacerse de los cadáveres. Encontrarán la conversación completa en la página 153, capítulo XII: “Me han dicho que pintas casas”. Hoffa, caso cerrado. Charles Brandt. Ed. Planeta. 2019.

 

 

Black Mass, de Dick Lehr y Gerard O´ Neill, y I Heard You Paint Houses, de Charles Brandt, publicado en español como Jimmy Hoffa, caso cerrado, son trabajos de investigación, y sus representaciones fílmicas hacen un buen trabajo de condensación, al explicar los tejemanejes del crimen organizado de la costa Este. (2)

(2) Si hoy en día el PIB del estado de Nueva York (1.731.910 millones de dólares en el 2019) es superior al 2 (1.518.813 millones de dólares) de toda Rusia, podemos hacernos una idea del tamaño del botín si a eso le sumamos Boston, Filadelfia, Florida y Chicago, que según Sheeran eran también controlados por el clan Genovese. Un mercado con estas características tiene un potencial infinito para todo tipo de fraudes, estafas, lavado de activos y tráfico ilegal de armas, personas y drogas.

 

Black Mass, de Dick Lehr y Gerard O´ Neill, documenta la relación entre Whitey Bulger y el agente del FBI, Jhon Connolly (3). Whitey Bulger, socio de Stevie Flemmi, quien servía de 3puente con la mafia italiana de Boston de los años noventas, encabezada por Ilario Zannino, Donato Angiulo, J.R. Russo, Vincent Ferrara, Frank Salemme, se prestaron como informantes para denunciar a los mafiosos de La Cosa Nostra ante el FBI, y poder así hacerse con el control del sur de Boston. Una de las condiciones que le impusieron los dos gánsters a Connolly fue que solo iban a dar información sobre la mafia italiana, sobre la mafia irlandesa no se hablaría. El corrupto agente Connolly aceptó gustoso. Se regía por el principio que enseñaba a los agentes novatos de Quantico: “Encuentra confidentes y gana prestigio”. El libro Black Mass tiene como epicentro el sur de Boston, lugar de operaciones de la banda de Whitey Bulger y territorio de La Cosa Nostra. Su lectura es indispensable para entender el contexto de lo descrito en el libro sobre Hoffa, cuya historia concluye en los años de mayor actividad de Bulger, época en la que los grandes capos del crimen organizado se vieron obligados a mantener un bajo perfil, acosados permanentemente por el FBI. Dicho de otra forma, el libro en el que se basa El Irlandés relata los años de esplendor de la mafia y su decadencia, mientras que el libro en el que se basa Black 1 Mass captura el período en que grupos criminales capitalizaron la persecución sin cuartel a la que fue sometida La Cosa Nostra, por iniciativa del asesinado fiscal Robert Kennedy.

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  (3) “El duo (Bulger y Flemmi) tenía tablas y sabía que un micrófono en el despacho de Angiulo  proporcionaría, de modo inevitable, pruebas sobre sus propios negocios en el juego ilegal, sus empresas conjuntas de préstamos de usura con Angiulo, y quizás sobre algunos de los asesinatos cometidos por Flemmi en el pasado. Más tarde, Flemmi afirmaría que tanto Bulger como él habían presionado a Morris y Connolly para saber si sería imputados por delitos revelados durante las conversaciones grabadas en la vigilancia del 98 Prince Street. Flemmi llegaría a decir que los agentes << nos aseguraron que no tendríamos ningún problema y que no nos preocupáramos por ello>>. El FBI, les insistieron, haría de la vista gorda con todos los delitos que no fueran asesinatos.” Tomado del séptimo capítulo: “Traición”. Pp. 164. Black Mass. Dick Lehr y Gerard O´Neill. Ed. Stella Maris. 2015.

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Reseña: A los siete años, de Umberto Amaya

A los siete años.

Reseña de «El Hijo de Lina Luzardo» (Umberto Amaya)

por Dadán Amaya.

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 A los siete años, cuando el mundo es tan nuevo que muchas cosas carecen de nombre y para referirse a ellas hay que señalarlas con el dedo, se vive una época memorable. El niño es capaz de maravillarse con cualquier cosa y al mismo tiempo es ya tan perspicaz como para comprender, entrever el mundo que se descubre a cada paso. La curiosidad y el asombro están a la orden del día. Esa mezcla de inteligencia e ingenuidad que permite experimentar la alegría y la belleza, reconocer la maldad cobarde, sentir el miedo y la tragedia es la poesía en su estado original. La vida misma es un conjunto de impresiones. El mundo sabe, huele, suena y brilla por doquier y las cosas se graban en la memoria con el vigor de aquello que comienza.

Una impresión es la marca que deja algo, la combinación de percepción y las emociones que la acompañan, que se graba en la memoria para convertirse en parte de la base con la cual se juzgan y valoran cosas que en la vida irán apareciendo. Evocar en la memoria los recuerdos de la infancia no sólo es hablar de la cosa sino también de todas las emociones que ella evocaba. Es más que el sabor de la limonada de panela, es el sabor de la casa, del cariño materno, del reposo y la sensación de hogar y refugio.

Narrar estas impresiones es entonar un canto a la vida, como el que entona en su libro «El hijo de Lina Luzardo» Umberto-Umberto, mi padre, al que, tras leer en esta ocasión, conozco un poco más.

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La ficción inmobiliaria de Italo Calvino

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Calvino en Nueva York viendo cómo sus pesadillas inmobiliarias tomaban forma. 

«La especulación inmobiliaria» de Italo Calvino data de una fecha específica desde su inicio hasta su conclusión,  que se manifiesta de forma clara al final:  5 de abril de 1956 – 12 de julio de 1957. Por lo tanto, se sitúa en un tiempo específico de la historia — la Italia que se reconstruía de la Post-Guerra—  y un espacio exacto aunque nunca mencionado: La Riviera al norte de Italia, en el pueblo ***. ¿Y por qué nunca se menciona el pueblo? Por dos razones, no simples, pero comprensibles: Uno nunca menciona a quien ama, y tampoco nunca menciona a quien odia, pero tampoco menciona a quien teme. Por esta misma razón, fracasan los que gritan y grafitean: ¡Yo amo a Fulana!; pero por esta misma razón, a algunos políticos detestables se les refiere como los innombrables  y ya, sin necesidad de mención alguna, todos saben  de qué innombrable se trata y por qué no se le nombra. Pero como amor y odio suelen ir juntos, suponemos que el narrador, en este caso, prefirió dejar el nombre en blanco, como quien firma un cheque en blanco, y dejarlo a la imaginación, o falta de imaginación, del lector, y en su caso más próximo, los lectores de Italia, en concreto, los de la Riviera de Italia, y su mala consciencia.

Ya hablamos de tiempo y espacio, como si eso importara, porque el comentario de muchos lectores, haciendo un barrido rápido por Internet, es que a pesar de que la obra se empezara en 1956 y terminara en 1957, sigue siendo vigente y es universal; es decir, que la temática que aborda es la misma ahora como en ese entonces, aquí como allá; y la temática no va más lejos que la del título que precisa en ponernos de una vez en el meollo del asunto: la especulación inmobiliaria. ¿Ha cambiado mucho esta actividad desde ese entonces?  En seguida,  hablaremos del tipo de personajes que aparecen en la obra.

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La chica mecánica. Ficción climática monumental. (Reseña)

Esta novela,ambientada en la Tailandia del siglo XXII, contiene todos la variedad de subgéneros  «punk» que se puedan imaginar: steampunk (tecnologías futurísticas a base de carbón y vapor), dieselpunk (artefactos pesados impulsados por motores diesel), biopunk (hackeos biológicos, manipulación de ADN, bancos de semillas) y cyberpunk (grandes sistemas de datos informáticos). Si es por nuevos géneros, también se puede  afirmar indubitablemente que se acopla a lo que Dan Bloom entiende como Cli-Fi, o Climate Fiction, es decir, una historia en donde el cambio climático cumple una función protagónica. Y,  finalmente, cumple todas las prerrogativas necesarias para considerarse una clara distopía política.

Además,  La Chica Mecánica, ópera prima de Paolo Bacigalupi, ha sido merecedora de los principales premios del género: Hugo, Nebula, Locus, Campbell e Ignotus (en España). Arrasadora serie de reconocimientos que ipso facto obliga a detenerse en el análisis de la obra.

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Aunque la portada en español es buena, esta japonesa me parece extraordinaria. 

La historia está contada en un estilo polifónico, muy al estilo de Philip K. Dick, en el que a través de varias líneas paralelas se va desarrollando y entretejiendo una trama más compleja hasta que se cruzan cada una de estas realidades modificando finalmente la inicial para desembocar en un escenario completamente nuevo.

Entonces tenemos la historia de Anderson Lake, ciudadano extranjero que tiene una empresa fachada de desarrollo de muelles percutores cuando en realidad es un agente de una industria de proteínas con intereses en Tailandia; Hock Seng, es su secretario personal, un chino malasio refugiado viviendo al borde de la extradición; está la historia de Emiko, la chica mecánica, que es un neoser, una humanoide modificada genéticamente creada en Japón pero abandonada en Tailandia en donde se le da un uso exclusivamente sexual, pero con una consciencia existencialista de universitaria occidental que no puede con ella; y un oscuro héroe nacionalista, ex campeón de peleas muay thai, llamado Jaidee junto a su malhumorada compañera Kanya.

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Un trazHOmenaje a la historieta La Flor de Coleridge, por Luis Antonio Bolaños.

La Flor de Coleridge

Por: Luis Antonio Bolaños de la Cruz 

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Motivado y acicateado por mi amigo Isaac (desde Casa de Jarjacha primero y de Agujero Negro digital después) me aproximé por aquel entonces a los diversos soportes en que se expresan los creadores de los géneros de nuestros amores, y comprobando que la mayoría de los comentarios, reseñas y análisis sobre historietas correspondían en lo fundamental a la producción USA, a la japonesa y algo a la europea, me decidí a recorrer ese universo de sueños plasmados por los autores e ilustradores argentinos, que se acumulan en capas sucesivas durante varias décadas dignas de ser exploradas sin pausa y con placer; me propongo comentar una vez quincenalmente alguna de dichas creaciones, porque siento que están sometidas a un olvido similar al que nos aplican por periféricos los poderes imperios en otros temas, cuando su calidad es genial y muy superior al promedio de la producción de USA y Japón y comparable con el nivel de la francobelga, británica e italiana.

El nombre de la sección funciona como un anagrama múltiple que se estira en tres dimensiones: con destino a lo gráfico mediante los trazos entregados, hacia la recuperación de la memoria trayéndola consigo a través del homenaje y menaje por el equipo de conceptos, referencias, imágenes, recuerdos, emociones y relaciones con que emprendo el viaje permitiendo que se disuelva el tiempo transcurrido para gozar en el presente de esas obras escamoteadas.

Empezaré con “La Flor de Coleridge” (publicada en Skorpio), comentando página a página esa historieta con guión de Guillermo Saccomanno, tan militante y hermoso que uno aplaude el tema y se solidariza con los acontecimientos pero sin perder en ningún momento la emoción, y recurriendo al trazo de “Tintafina” como suelo denominar en mis degustaciones comiqueras a Cacho Mandrafina, el artista ilustrador, digno dibujante que con un uso magistral del entintado y la disposición del espacio en las viñetas, unidos a que se manifiesta como letrerista eximio (manifiesto en las viñetas de las páginas uno y dos) pasa a ser uno de los maestros en el uso de la tinta china de esas añoradas ediciones que tanto nos ofrecieron bajo los sellos de:

Abril & Yago (Misterix, Rayo Rojo),

Record (con Skorpio, Corto Maltés, Pif-Paf, Tit-Bits),

Columba, que hasta tiene canción de Calamaro (con El Tony, Intervalo, D’Artagnan, Fantasía, Aventuras, Nippur Magnum),

de la Urraca (con las potentes Fierro, El Péndulo, Humor, Superhumor, Cazador),

pero sobre todo Frontera de Oesterheld con su homónima y Hora Cero donde sucede esa clásico inolvidable “El Eternauta”que varias generaciones llevamos en el corazón.

Desde el título y la diagramación de
las páginas 3 y 4, la historieta evoca lo que desea transmitirnos:
la situación que se vive y la intensa persecución entrecortada y
jadeante por los retorcidos callejones de la Casbah, -es inevitable
que evoquemos “La Batalla de Argel” de Gillo Pontecorvo y nos
embarquemos en rememorar datos y sucesos de esa extraordinaria hazaña
que significó la rebelión argelina que terminó por expulsar a los
franceses del territorio magrebí-;
el conecte entre acabado de las
viñetas y palabras claves repercute por su potencia en la
comprensión del acontecimiento, que queda rubricada en las miradas
de los testigos,
 O en el acercamiento a los rostros de
los torturadores y del sospechoso en la página cinco, tanto que casi
permite tocar las imperfecciones en la epidermis de sus rostros,
captando el carácter y su vida interior a la manera de una
prescripción frenológica;

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COMIC: Flinch 01- El horror según Vértigo DC, por Luis Bolaños

COMIC: Flinch 01- El horror según Vértigo DC

Por Luis Antonio Bolaños De La Cruz

 

 

Portada

 

Durante 16 números (junio 1999 a enero 2001) la iniciativa lanzada por la línea Vértigo demostró su altísima calidad con la presencia de una pléyade de guionistas e ilustradores que congregaba la flor y nata del género fantàstico, parecía imposible que estuviera bajo la protección de DC, y quizás por eso empezando como mensual terminó asesinada como bimensual. Algo que ocurre con frecuencia a los aficionados es que llegamos de manera tardía a la degustación de los productos, para mi esta fue una esa de esas ocasiones, por lo menos habría peleado y enviado una carta redactada con brío y cólera, como lo merecía la colección, para apoyarla aunque supiera que la guillotina del vil metal expresada en ventas y ganancias la dejaría inerme y abandonada tan sòlo a los recuerdos y homenajes como el que perpetro, que al final de la evaluación de nuestra relación con Flinch, se convierten en lo mínimo que uno desea o pretende recuperar de esa vergonzosa experiencia editorial, por eso aunque abomino con frecuencia de DC, elegí Flinch porque fue uno de sus mejores intentos.

La carátula de Phil Hale es una obra de arte que inquieta y nos coloca ante la necesidad de afirmar -y de aceptar- que de lo horrible nace lo bello y viceversa, revulsiva y por momentos asqueante, nos provoca un repeluzno cuando comprendemos que las líneas que recorren el cuerpo y órganos del actor (hay algo de mimo y también de kabuki en la indumentaria y actitud), serán las que utilizará para rebanarse ante los espectadores de su happening, quizás definitivo. Cada una de las historias presentadas son recias en sus planteamientos y ricas en su estilo, dejan rastros para ser evocadas y para servir de modelos comparativos

El Hombre Cohete: El dibujo claro y preciso de Jim Lee, con tintas que destacan los detalles anatómicos y técnicos, junto a la planificación de las viñetas (sobretodo la de cierre con su júbilo que bordea el éxtasis teñido de terror) se aproxima a lo exquisito.

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