Memorize: un corto «cyberpunk»
Está bien, el corto de Eric Ramberg y Jimmy Eriksson, «Memorize» es cyberpunk. Tiene todos los elementos del género. Chips de memoria implantados, guerreros-agentes vestidos de chaquetas de cuero negras, peinados cyberpunk, asesinas con apariencia de modelos, letales armas sofisticadas y escenarios de un futuro en crisis. Todos estos elementos eran efectivos en los primeros años 80, posteriormente estas fórmulas parecieron haber sido aquellas que le quitaron encanto al género y que parecieron haberlo enterrado en un mundo de clichés. Hablo en sentido general dentro de lo que se enmarca como «cyberpunk». En los 90, el género tuvo un resurgir impresionante, con nuevos autores, como Neal Stephenson y Jeff Noon, películas como eXistenZ e incluso la primera The Matrix fueron prueba de la fortaleza del género casi dos décadas después. Actualmente, con autores como Cory Doctorow, y movimientos como los de The Pirate Bay, el cyberpunk parece tener más sentido para explicar nuestra realidad que para proyectar un futuro posible. Sin embargo, producciones como la de Ramberg y Eriksson le quitan mucha fuerza al género Cyberpunk. Aunque Memorize no nació como una cinta con grandes pretensiones narrativas, ya que la idea original era mostrar las herramientas para cine de modelos en 3d de una empresa llamada Quixel, y la actuación tampoco es notoria, ya que son amigos de los directores (uno de ellos, Jimmy Eriksoson, es el actor principal), este tipo de cortos sí lapidan un poco el cyberpunk y le restan todo el potencial crítico-narrativo que puede tener en un momento como el actual, en el que la lucha en internet y la guerra virtual es un tema central en la sociedad y nuestras vidas.
(El corto no está subtitulado pero carece de largos y significativos diálogos)
Un encuentro entre Pedro Páramo y Drácula
Así como gran parte de las memorables películas de cowboys se filmaron en España e Italia y los ambientes de la glacial Antártida se escenificaron, con piezas de cartón, en estudios de los Estados Unidos, el encuentro entre Eduviges Dyada (personaje de la novela Pedro Páramo que hospeda a Juan Preciado) y Drácula se dio en la Bogotá de fines de los ochenta, cando todo parecía una fiesta y los actores de los «Meros recochan boys» pasaban noches enteras de festejo y grabaciones. Les presentamos el momento en el que dos tradiciones literarias se vieron a los ojos y el miedo fue el sentimiento preciso para regresar a un sarcófago:
Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj
Antes regalar relojes era una costumbre bien afincada. Para celebrar ocasiones especiales o conmemorar aniversarios le regalaban a uno un reloj. Mi papá me regaló uno cuando me gradué de la universidad y lo utilicé para el grado de la maestría porque es dorado, bonito y elegante. Pero bien lo dice el señor Cortázar, cuando te regalan un reloj te regalan un «pequeño infierno florido».
Podría ser uno dorado o plateado, de un material valioso y pesado o uno de plástico negro, de los Casio que titilaban y venían en las piñatas. Aun así, cuando te regalan uno de esos pequeños adminículos, empacada te regalan una esclavitud, una pequeña maldición.
La gente regala con menor frecuencia relojes. Ahora es uno quien se otorga a uno mismo las desgracias haciendo carísimas inversiones en aparatos tecnológicos que pesan y molestan. Esos aparatos, que también sirven como reloj y calendario, están siempre vibrando, sonando o brillando. Si no brillan o vibran o suenan, es porque uno esta tremendamente solo. Esos aparatos son costosos y delicados y no se pueden abrir, ni desbaratar para engallarlos o refaccionarlos. También lo ponen a uno en una posición vulnerable: hay que estarlos protegiendo de cualquier facineroso de la calle que si se logra robárselo no le va a servir para nada por todas las claves y contraseñas que uno le pone. Además, hay que estar conectándolos porque si se quedan sin batería el usuario corre el riesgo de perderse de lo que de verdad está sucediendo en el planeta tierra.
Nos hemos convencido a nosotros mismos de que los necesitamos, de que no podemos vivir sin ellos. Son una grilla atada al cuello que arrastramos porque queremos, porque nos gusta, porque nos hemos creído el cuento de que es mejor andar cargando con la quejadera de las redes sociales, las tragedias, las noticias, los chistes y los chismes a todas partes.
Por eso traigo para este mi primer post, montado probablemente desde mi celular, en la voz de su autor el Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj.
Etnografía de un viajero interdimensional VIII
Cada viaje interdimensional acrecienta el riesgo de que las palabras de otros se atraviesen en nuestro viajero Uno Cinco Tres. En cada nuevo escrito aparece, de manera abrupta y más recurrente, el discurso del ser observado. Les presentamos un nuevo informe de quien, al parecer, intuye que las dimensiones responden a intrincadas sinapsis neuronales ¿serán las voces de criaturas alojadas en el cerebro de Uno Cinco Tres y sus terrores y esperanzas secretas? :
He visualizado unos seres, tal vez híbridos, entre humanos y algo más…
Las leyendas evocan criaturas descendientes de los atlantes, disueltos en los continentes de Gaia. Sumerios, Mayas, y un sin fin de formas vivientes, son el producto de su evolución.
¨A la fuerza hemos evolucionado, mas a su semejanza nosotros somos ustedes, pero por dentro nuestro corazón vibra en forma Cristalina, llena de Luz y ritmos que alimentan al alma¨.
El hibrido humanoide expone cómo su mundo se ha transformado, dando cabida a nuevas experiencias, nuevas formas de conocimiento, siempre guiado por la Luz que su conciencia recibe desde lo alto, desde su Dios: un estado donde las armonías hacen las formas, formas genéticamente impensadas, dentro de un mundo de paz y sabiduría. Todo se desarrolla desde la Madre, de ahí yace la vida en el planeta. Sumeria, tierra de natales provenientes de lo alto, del cielo casi imaginado.
Series Media, un netlabel que sigue vigente después de 10 años
Hoy cuando se habla de los Netlables como el del fin de una era, compartimos el documental sobre Series Media, 10 años de difusión digital, que cuenta la experiencia de este proyecto de música electrónica alojado en Medellín que encontró en internet la mejor forma para compartir su propia música y la de otros artistas inéditos de Latinoamérica.
Hoy con millones de paginas donde escuchar, compartir y descargar mùsica, siguen en pie y siguen siendo importantes en el panorama sonoro. Desconocidos para muchos y referente para otros, Series Media mostrò y demostrò la manera independiente y sincera de como competirle a las grandes disqueras del mundo, sin miedo ni afan, ni ganas de exito, Con Mùsica.
Como ya es común en Colombia, este sello ha tenido mayor reconocimiento afuera que a nivel local. Tanto la música difundida por el sello como el documental cuentan con licencias de Creative Commons.
Página del documental: http://documental.seriesmedia.org/
Página de SERIES MEDIA: http://www.seriesmedia.org
E V E N . A N G E L S [Angel, the Love and the Sea]
Por Camilo Acosta Caro
Aquel Ángel jamás volvió.
Nadando contra el mar, busco desesperado el cuerpo de un joven, se lo llevó las olas hace ya 20 minutos, cuando entro a lo más profundo, golpeando las olas, difícilmente puedo localizar algún cuerpo flotante en medio del mar. Los gritos de la playa, son como advertencias, señalan desesperados puntos distintos en el agua, y aun así, sin entender qué tipo de indicaciones son las que me dan, hago lo posible por obedecer. Es mi deber proteger a los turistas en la playa, pero es imposible encontrar aquel joven que seguramente ya estará muriendo a la gran distancia. Decido volver, ya no veo a los turistas desesperados observándome nadar, de hecho la playa esta vacía, parece oscura, ya no hay sol, la brisa es fría, el mar toma una fuerza precipitada y pareciera que el agua de la superficie viniera hacia mí. No puedo volver, el intento por regresar a la orilla es inútil y me enredo con las olas, los gritos de ayuda no funcionan, ya ni sé nadar, y me hundo cada vez más entre las olas… la corriente me ha llevado hasta lo más profundo, ya es imposible regresar a la superficie, hasta el azul del mar se ha ido y pareciera que a medida que mi cuerpo cae dentro de él, se hace de noche… y me he quedado aquí, sin dolor en el pecho, doy brazadas fuertes, pero me quedo inmerso en el medio del mar, casi sentado sobre la arena profunda de las aguas, observo mi alrededor y es un hoyo negro, tan negro, como el universo de noche. El mar no se mueve, no se siente frío, no hay peces, no hay rocas, no hay mar, sólo es agua, me siento tan pequeño en un lugar tan grande, y al cerrar los ojos, creyendo estar cerrados, siguen abiertos, los vuelvo a cerrar, pero la imagen de la mancha negra está presente todo el tiempo, los siento cerrados, pero la imagen sigue ahí, sin entender qué sucede, doy por hecho mi muerte bajo el mar, pero no es morir en el instante, no me siento muerto, es un limbo, es un estado del cuerpo que no sufre, que no siente, pero se cuestiona sin angustias, no acepto mi condición pero entiendo la circunstancia, no puedo hacer nada, la decisión es esperar, tampoco es de fe, no es esperanza, no espero un acontecimiento en medio de esta llanura oscura, es solo esperar, sin párpados para cerrar, sin recuerdos para distraerme en este escenario tedioso, el destino es estar viendo el mismo panorama a mi alrededor, y seguramente, he de llevar, si acaso, 15 minutos sumergido en este eterno mar, entiendo que esto será para toda la vida.
Nadie quiere jugar con Werner Herzog
En las investigaciones de Julián Marsella rutila la concerniente a saber cuántas de las niñas de «Nadie quiere jugar conmigo», un cortometraje de Werner Herzog hecho en 1976, devinieron actrices del frío porno germánico. En las charlas del poeta, novelista y vendedor de postres nativos de Zipacón, siempre hay momentos de arrojo en los que describe la escena protagonizada por alguna de aquellas niñas, ya grandes, a mediados de los ochenta, exponiendo sus genitales a la vista de los tristes guardianes del muro de Berlín. Pese a estas apreciaciones de Marsella, el trabajo de Herzog es perturbador por sí mismo; que un cuervo hable como el pato Donald en alemán y se convierta en el pacto con Dios que hace un niño agradecido porque una niña lo admite como amigo ya es suficiente para quedar noqueado. A ello se suman los dos conejillos de indias, vestidos como humanos y apesadumbrados como humanos. No se sabe si las palabras del cuervo responden a un diálogo interespecies o a una psicosis infantil. No se sabe nada:
Poemario: Luz de los escombros, de Manuel García Pérez. Valencia, Germanía Editorial, 2013.
Por Javier Puig
Confiesa Manuel García (1976) que la poesía ha sido siempre un ejercicio de autodestrucción en su caso. La escritura, lejos del placer, es una necesidad que le sumerge en espacios desolados, en estampas turbias donde los osarios, el crimen, lo apocalíptico, la frondosidad frente a la sequía y toda suerte de aves, por ejemplo, se convierten en símbolos premonitorios de una existencia en continuo conflicto con la vida entendida como efusión o exaltación. La poesía va más allá del género, es un estado en trance, de una comunicación que necesita una gran eficacia técnica y un severo distanciamiento de otras formas de expresión que la teoría de géneros estudia.
Sin embargo, su poesía contiene precisamente aquellos motivos poéticos que encuentra en importantes referentes narrativos. Para el autor de Luz de los escombros, la poesía se convierte en una clase de exorcismo para expulsar el poder simbólico que se deduce de paisajes y estados emocionales extremos. La invocación a las ausencias y la belleza paradójica de los terrenos desolados han hecho que Luz de los escombros haya llegado a su segunda edición en pocos meses. Para el ensayista Javier Puig: “En este libro, el paisaje se convierte en un ser agobiante, que con su pálpito intimida la soberbia humana, hasta someterla a la igualdad con otras vidas mucho más rudimentarias. Es un paisaje hecho con palabras de escueta luz. Leer estos versos es desplazarse a un mundo sin hospitalidad, al que hemos sido invitados desde una distancia enérgica pero fraterna. Allí nos sentimos hijos de un mismo dios que conocíamos vagamente, que habíamos intuido en las remisiones de nuestra dispersión, que había quedado tras la estampida de todas los formas del tiempo”.