Archive | febrero 2021

Crónica de una compulsión extraordinaria (parte única)

Cuento-.

 

 

Mientras esperaba en los pasillos de emergencias psiquiátricas me dio un ataque de tos, debido a una broncoaspiración pequeña que me hizo vomitar allí, en el espacio límpido y desinfectado de la clínica. Cuando el doctor abrió la puerta volteó a mirar lo primero la mancha rojiza del vómito  y después a mí, que traté de sonreír, y con un gesto de repulsión me preguntó si yo era el periodista que esperaba conocer a Kelvin, o si  era un paciente esperando a ser remitido a urgencias. Pensé para mis adentros, divertido a pesar de todo, a pesar de lo mierda que me sentía, como después de que a uno le da un ataque de vómito por broncoaspiración, si no era posible ser las dos cosas, pero el gesto brutal del médico me hizo considerar que lo mejor sería responderle lo más exacto posible, si por exacto se entiende lo que mejor se ajuste a las necesidades pragmáticas del médico, entonces, limpiándome la boca con la manga del traje le dije que solo deseaba ver a Kelvin, porque era el periodista que tenía la cita con Kelvin. Bien, me dijo, y me hizo seguir como si fuera un indigente. Luego llamó de mala manera a una enfermera y le dijo que enviara a recoger ese reguero de cochinada que el periodista había dejado.

Esta historia no empieza en el momento en que estoy en el pasillo de espera para entrar a Unidad de Cuidados Intensivos Psiquiátricos de la Clínica para el tratamiento del Sistema Central Nervioso. Esta historia empieza en los divertidos años ochentas. Divertidos para todos los que los recuerdan con cariño, simpatía y sublimación. Para Kelvin seguramente era otra década como otras tantas, con sus vicisitudes, sus estéticas, sus pendejadas, sus políticas, sus calles feas y todo lo que tiene una década que tiene otra década.

CASOS DE LA NOCHE VIP BOGOTANA

Diciembre de 1984: Kelvin Darío Torres, soltero, 32 años. Residencia: Soacha, Cundinamarca. Trabajaba en el exclusivo sector de la zona rosa en Bogotá como vigilante de un Hotel. Allí se reunía el esplendor de la televisión colombiana. La figura de los presentadores y el sistema estelar empezaba a consolidarse. Bellas mujeres vestidas con ceñidos trajes iban con sus chaperones guapos, en lujosos coches y los parroquianos empezaban la tradición de pedirles autógrafos. Esas noches mágicas en la zona rosa de la Bogotá de 1984 era otro mundo de fantasía. Tan distinto al mundo casi rural en el que vivía Kelvin Torres. Para muchas personas del común, Kelvin era privilegiado solo por el hecho de estar allí, ocupando el lugar de testigo directo de la vida de las estrellas de la farándula colombiana. Cuántas veces no vio a la niña Mensa recostada de lo ebria en los anchos hombros de Charlie Lives el cantante pop más querido de las bogotanas. O la vez que vio a Villana Bolaños pasando de la mano del joven empresario más destacado de Antioquia, según la revista Semana, y éste le paso un fajo de billetes a Kelvin solo porque le recordaba que él también después de todo era un pobre diablo.

Todo esto no habría pasado de ser una anécdota de un anónimo si no es porque por esos días Kelvin desarrolló una compulsión de la que no estaba consciente. El primero que se dio cuenta fue un compañero de turno, cuando en una ocasión a las dos de la mañana, sintió un olor como de queso recién molido  y al volver el rostro hacia su compañero vio que éste tenía la bragueta abierta y de allí se asomaba su tímido pájaro que vomitaba el líquido blanquecino. Al advertirle que no podía jalarse el ganso así como si nada en pleno turno, Kelvin lo miró con rostro de incredulidad diciéndole que no tenía idea de lo que hablaba. Cuando su compañero le señaló la bragueta toda almidonada, Kelvin pareció igual de maravillado a él, confesándole que no podía entender cómo había podido ocurrir semejante accidente. Caso 1.

Caso 2.  Premiación de Telenovelas. Noche de gala. Eran las 4 p.m. y los preparativos tenían a todo el personal del hotel en estado de ansiedad y agitación. Las maquilladoras empezaban a llegar con sus maletines. Una de ellas se detuvo frente a uno de los rígidos guardias y empezó a gritar. Era Kelvin que se estaba masturbando frenéticamente con una mano, pero por otro lado, su cuerpo parecía mantener una postura en firmes.  Fue cuando llevaron a Kelvin a la policía por obscenidad y fue destituido de su puesto de trabajo. Kelvin aseguraba no entender el motivo de su detención y expulsión. Los medios de esa época se burlaron de él y le pusieron «la mano pelúa». Un  artículo de febrero de 1985 que tengo en mi poder habla incluso del insólito caso de la mano onanista independiente de su dueño: como si acaso nuestros órganos fueran nuestras mascotas y nuestro sistema central nervioso  el amo y señor de ellas. Idiotas.

Después de ese incidente, Kelvin desapareció de la vida pública, si es que alguna vez acaso apareció alguna vez, y fue solo un breve motivo de burla y chiste entre la vida parroquial, del joven guardia que se hacía la paja en un prestigioso hotel de la zona rosa.  Desempleado, Kelvin trató de empezar una nueva vida vendiendo quesos en la plaza de Corabastos. El olor a queso empezó a ser una constante en la vida de Kelvin al punto que lo llevó a la locura. De Corabastos pasó a una larga jornada en la clínica psiquiátrica La Paz, por su compulsión maniática de maneatarse frenéticamente el miembro.  En el bus, en el parque, haciendo fila en el supermercado, o en San Andresito. Siempre había un momento inesperado en el que Kelvin terminaba sacándose el pene y sacudiéndoselo hasta hallar por fin el aroma de queso que lo perseguía como si fuera su sombra.

Me encuentro con Kelvin en una pequeña habitación que tienen preparada para las visitas. Lleva una camisa de fuerza. Le digo que soy el periodista que estaba interesado en conocerlo. Desde 1985 nadie ha escrito nada sobre él y parece haberse perdido en el océano de casos extraordinarios del día a día.

¿Por qué me interesó su caso? Por doña Felipa. Ella es una vecina que siempre que iba a la tienda me veía tomando cerveza y siempre hablando de masturbación. No solo con mis amigos. Con mi novia e incluso con el sacerdote de la iglesia, siempre estaba hablando de masturbación. Pues ha sido un tema que me ha interesado siempre. Un día Felipa me dijo:

– oiga, usted no se cansa de hablar de masturbación?

Yo le dije, sí.

Y por qué sigue hablando de masturbación?

Pues porque descanso y sigo.

Roger, el tipo que me fía la cerveza soltó una carcajada y me invitó una cerveza.

Entonces doña Felipa me dijo: le voy a contar una historia de masturbación para que aprenda. Y me contó sobre el hijo de su amiga Marta, que se llamaba Kelvin. Ese señor no paraba de masturbarse como usted no para de hablar de masturbarse. Me pasó la nota sobre la mano onanista. Y le dije que quería saber más sobre su vida. Me dijo que lo mejor para ese caso sería ir a la tienda de Marta y preguntarle directamente.

EL BARBUCHAS DE MARTA

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El último esprint. Por Francisco José Martínez

Su respiración, que hasta ese momento había sido controlable, se disparó endiablada como el súbito trote de un ciervo asustadizo, que pasta tranquilo cuando de manera sorpresiva, siente la presencia de un depredador. El ritmo de pedaleo de Lucas aumentó, y sus músculos, cual acero templado, se tensaron preparando el momento agónico que se avecinaba. Sus piernas, a plena potencia, sus brazos rígidos como un ancla, y las manos agarrotadas, casi entumecidas de la fuerza que hacía asiendo la curva del manillar en el esprint.

Su rival, situado a un costado. Algo retrasado y casi fuera de su campo de visión angular, también aceleraba. Era una figura borrosa. Una vaga presencia que Lucas, no iba a permitir que le sobrepasase.

Y delante, refulgiendo la luz blanca que Lucas veía a lo lejos, se intuía detrás de la línea de meta. Le cegaba obligándole a entrecerrar los ojos.

– Esos focos malditos!, qué difícil medir la distancia desde aquí!.- se quejaba para sus adentros.

No obstante, ahí estaba la línea de meta, esa que tantas y tantas veces había rebasado el primero. Triunfante. Sintiendo esa sensación de plenitud y satisfacción. Esa dulce ambrosía de la victoria. Esa suerte de droga que engancha, y que todo esprinter necesita; y que una vez probada, se atenaza a tu sangre, y por tus venas, te hace saber que querrás repetir, una y otra vez, y otra, y otra…

Lucas se aproximaba rápido hacia la luz. La bicicleta, completamente lanzada, era impulsada como una locomotora por las poderosas piernas de Lucas. Su rival, seguía cual silueta desdibujada, negra y sin forma, superpuesta en un paisaje que Lucas, en su máxima concentración, no podía apreciar. Cual difuso fantasma, su rival, o ese entorno; no iba a dejar que se antepusieran entre él y la luz de esos focos en la meta.

El viento en la cara, casi un azote; y su silbido descontrolado, un regalo en los oídos. Una música celestial para Lucas. Esa sinfonía arrítmica y martilleante que le acompañaba cada vez que la velocidad de su bicicleta, sobrepasaba esa frontera a la que solo unos pocos elegidos del pelotón, podían ponerla durante esos diez segundos de esfuerzo máximo. La sinfonía que le servía de fondo a su grácil y poderoso baile sobre la bicicleta, y que cuanto más fuerte la escuchaba, más ganador se sabía.

¡Y qué fuerte estaba sonando ahora!. Lucas esbozó una sonrisa camuflada en su mueca de esfuerzo. Se regodeó en su superioridad, pues se merecía la victoria. Sí, se la merecía de verdad, aunque solo fuera para poder “restregársela por las narices” a todos aquellos que lo dieron por perdido estos últimos meses. Su retorno a la competición tras aquel fatídico accidente que lo mantuvo dos meses en coma había sido duro.

No iba a permitir que todos los que le decían que no volvería a subirse a una bicicleta tras aquel periodo, que ahora trataba de recordar, pero no venía a su memoria, se salieran con la suya. Él era un luchador, un ganador nato, y su esfuerzo por volver a ganar una carrera eran mayores que incluso sus ansias por vivir.

Sus pensamientos de triunfo, se vieron alterados de repente. Una sacudida en su costado izquierdo tras un fuerte contacto con el cuerpo de su rival casi lo descentra de su endiablado esprint hacia las luces. Escuchaba el jolgorio del público, como un murmullo de fondo que se va tornando más y más creciente, y que ahora, además, eran las notas añadidas de un nuevo instrumento que se sumaban al “solo” del viento en sus oídos, y a los jadeos de su entrecortada respiración.

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CONCURSO NACIONAL DE ARTÍCULOS SOBRE GLITZA

EL BOCACHICO LETRADO CONVOCA:

CONCURSO NACIONAL DE ARTÍCULOS

SOBRE EL CUENTO GLITZA.

Para celebrar los 50 años de publicación del cuento de ciencia-ficción GLITZA del escritor Antonio Mora Vélez, cuento ganador de un premio nacional en marzo de 1971 en el concurso auspiciado por el Magazín Dominical del diario El Espectador y que es considerado uno de los mejores cuentos del género en Colombia, la tertulia literaria El Bocachico Letrado de Montería ha decidido convocar a un concurso nacional con las siguientes:
BASES:
  1. 1.- Podrán participar todos los estudiantes de secundaria de los cursos 10 y 11 de los colegios del país con la certificación del rector del plantel de su condición de estudiante matriculado en uno de los cursos arriba señalado;
  2. 2.- Participarán con un artículo escrito a doble espacio, en letra Times Roman 12, no menor de tres páginas ni mayor de cinco, cada una de 23 líneas, excepto la cuarta y la quinta si el artículo termina en alguna de esas páginas;
  3. 3.- Los participantes escribirán su nombre completo al final del artículo y agregarán el número de su documento de identidad, su dirección residencial, email, teléfonos y el nombre del colegio donde estudia y curso en el cual se encuentra matriculado;
  4. 4.- El concurso se declara abierto a partir de la fecha y se cierra el día 30 de abril. El fallo se divulgará en una ceremonia virtual especial el día 3 de julio del año en curso;
  5. 5.- Habrá un jurado inicial para escoger los veinte mejores artículos que deben pasar a la final y otro especial para seleccionar a los tres ganadores del concurso;
  6. 6.- Habrá un primer premio por valor de $500.000 al primer lugar, de $300.000 al segundo lugar y de $200.000 al tercero. A los veinte seleccionados para la final se les obsequiará el libro impreso Glitza y otros cuentos escogidos, editado por la Corporación Universitaria del Caribe-CECAR, con la dedicatoria del autor;
  7. 7.- Los concursantes deben enviar sus artículos y anexos a la siguiente dirección: tertuliabocachicoletrado@gmail.com
Comisión Coordinadora del Bocachico Letrado: Serafín Velásquez Acosta, Carmen Cecilia Morales, Antonio Dumetz Saher y Galo Alarcón Contreras.
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Con el respaldo del fundador y coordinador General: Antonio Mora Vélez.
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PARA QUIENES QUIERAN DESCARGAR GLITZA Y OTROS CUENTOS ESCOGIDOS.

El Sacrificio del Asceta – Por Luis Bolaños

CIENCIA FICCIÓN DORADA: 

 

El Sacrificio del Asceta

Luis Antonio Bolaños de la Cruz

 

Basawan – Dominio público

 

 

En nuestro planeta Dracocólquida, existe una leyenda relacionada con los brutales métodos de extracción de personas para alimentar la hoguera de la guerra imperial, es cierto que siempre con cada sustracción se llegaba a firmar un contrato & convenio (ver Canto del Androide; Reclutador; Aporofobia y Desiderátum) con engaño o transparencia, pero el imperio esgrimía que todo era legal al existir un documento que lo eximía de la mayoría de las responsabilidades respecto al cuerpo y la mente de las personas envueltas en el proceso.

Apacible, agradable, leve gravedad standard de 0.89, de rica biodiversidad y cadenas tróficas sin super predadores, equilibrio entre masa oceánica y tierra, con multitud de enormes y poco profundos lagos entrelazados, enormes penínsulas, cadenas de colinas esculpidas en miles de formas por el suave viento, casi coexistentes tepuyes y senotes, facilitada esa hermandad orográfica  por el tipo de suelos donde ocurría, por la escasez de metales pesados y frecuentes cavernas con ríos subterráneos, era ya antiguo cuando fue colonizado, desgastado por los elementos y con una aminorada tectónica de placas su riesgo de accidentes por fenómenos naturales era insignificante, parecía destinado a concedernos a sus moradores, ese esquivo don de la felicidad.

Y lo fuimos, hasta que se entrelazó nuestra existencia con las intenciones del imperio, lo(a)s jóvenes empezaron a marcharse por bandadas y cuando alguno retornaba era un simple desecho callado y esquivo.  Fue entonces cuando uno de los dirigentes, Aeqro, famoso por su indulgente justicia y su capacidad de control sobre su musculatura y armazón, ósea mediante técnicas ancestrales guardadas por eones en vetustas bases de datos, se retiró a un lugar denominado Nebetit, considerado la síntesis de lo deseado por las personas y lo ofrecido por la naturaleza, donde el velo de la cascada de un tepuy con su rocío nutría a un árbol de driaco, especie identificada como articuladora de ecosistemas, colosal y majestuosa, el sonido del frote de sus ramas semejaba música, sus amarillentos frutos macizos, dulces y jugosos eran regalo para la vista y el paladar, mientras que gordas y abundantes orugas, auténticos cilindros de proteínas inmediatas, convertían la hierba sombreada por su follaje en el paraíso de los perezosos.

Nunca nos dio a conocer su plan, en el ínterin mientras seguían llegando los bajeles destinados a enrolar, lo fuimos comprendiendo al observar e inferir y entendimos los resultados de aplicarlo; como la suavidad de las estaciones permitía que sencillas instalaciones e instrumentos colmaran las necesidades del anacoreta, -que durante un breve lapso pareció coquetear con la opción de un estilita por trepar a la meseta del tepuy, no obstante, aunque no lo transmitió se captó, se estaba empapando de las características del sitio, convirtiéndose en parte del entorno-, también cubrían las nuestras de acompañamiento y solidaridad.

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