Gran fiesta del duende en la librería El Reino en Bogotá

Invitación

En el marco del 18º Festival de Libros para niños, niñas y jóvenes, ¡ven y únete a la fiesta mágica del duende en El Reino!

El duende bibliófilo, aficionado a los libros y la magia, te invita a una mañana inolvidable de diversión y lectura.

Actividades

1. Búsqueda del libro perdido: El duende ha escondido un libro mágico en la librería. ¿Podrás encontrarlo?
2. Lectura de cuentos: El duende te leerá historias emocionantes de aventuras y magia.
3. Taller de ilustración: Crea tus propias ilustraciones mágicas con materiales especiales.
4. Juegos de palabras: Descubre palabras mágicas escondidas en los libros.

Premios y sorpresas

– Un certificado de «Duende Bibliófilo» para los que completen las actividades
– Una sorpresa mágica para el ganador de la búsqueda del libro perdido

Fecha y hora

Sábado, 26 de octubre, 10 am – 12 pm

Lugar

Librería El Reino. Cra 49 #93-86

Vestimenta

Trae tu mejor atuendo mágico (opcional pero recomendado)

¡No te pierdas esta oportunidad de unirte a la fiesta mágica del duende en El Reino!»

Los vaivenes de la mano. Por Daniel Maldonado

Es eso lo que soy. No fui a la universidad, no tengo título profesional que avale lo poco o mucho que sé sobre mi oficio. Desde luego que escribir es lo único que hago. Es mi trabajo o, para ser mucho más preciso, se trata de un acto —sí, es eso, un acto con el que busco que emerja algo, una cosa distinta de lo que es— que no me tributa mayores ganancias (en realidad no me tributa ninguna en términos monetarios) y que, encima, me consume, me obsesiona y me aísla de los otros.

 

Se trata de un trabajo; el único que sé hacer. Pero lo anterior es más bien falso porque para trabajar, uno necesita ser medianamente competente. No sé si yo lo sea. Así que corrijo: escribo porque es lo único que creo que sé hacer con cierta competencia. Lo decía Garibay: el hombre es, quiéralo o no, su oficio.

 

No sé si escribo bien. A estas alturas, viejo y cansado como estoy de darle vueltas a ese tema, poco importa. Poco me importa a mí.

 

No me toca, lo tengo claro, hacer balance crítico de mi propia obra. Aunque, a fuerza de ser sinceros, lo he venido haciendo desde el primer libro, el primer volumen de cuentos que escribí.

 

Escribo, entonces, porque es lo único que creo que sé hacer, a pesar de mis dudas, titubeos, inseguridades. Pero advierto ahora lo siguiente: quien escribe no pretende exhibir, al menos en principio, las inseguridades, las dudas y los titubeos que signan su derrotero existencial. El escritor no es (sólo) un traductor de sí mismo, de su vida. Escribir no supone desplazar de modo fiel al dominio de la página los andares diarios, las actividades realizadas a lo largo de una jornada. El signo no es prisión, no tendría que entenderse como cárcel.

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Una conferencia de Jameson, ahora que está muerto

Tenía en la boca una paja y dije abulia

Saul Goodman

Murió el tocayo grande de nuestro James: Jameson, el Jameson de la utopía.

(Este libro lo cobijo como un tesoro que me obsequió el maestro Jorge Villacorta – crítico de arte muy querido en Lima)…
Jameson le metía el diente a lo que fuera, desde series de tv policíacas hasta la ciencia ficción, quitando el supuesto velo entre alta cultura y cultura popular, y desde un aparato filosófico en el que conversaba la filosofía continental con la anglo.
Desde Darko Suvin, la ciencia ficción no había tenido un filósofo que indagara estas arqueologías.
So Long, dear master Jameson. Goodbye Fredric!! Thank you for making possible a philosophy of science fiction
Cuando un crítico literario marxista está deprimido se pone a ver series de policías y entonces su labor en el mundo es aburrir haciendo críticas de programas que son buenos para dejarse arrastrar por la abulia de la existencia:

Episodios cotidianos. Por Francesco Vitola

La sinfonía de la ansiedad

 

04/05/2024. Barranquilla, Colombia. La inoperancia de los gobernantes y la docilidad de la ciudadanía han permitido que Barranquilla se convierta en un experimento de «tortura blanca»[1]. Verán, vivo frente a un colegio religioso en el que utilizan megafonía durante la jornada escolar, es una situación insoportable que se suma a otros ruidos molestos provenientes de la calle, pero lo había sobrellevado con resignación hasta el 04/02/2024, noche en la montaron una vigilia que duró toda la noche, de las 21:00 a las 5:00, nueve horas soportando una grabación que repetía una invocación de ultratumba. «¿No les basta con creerse los amos y señores del barrio durante el día?, ¿ahora también van a torturarnos durante la noche?», me dije indignado a las 3:00. Desde entonces comencé a llevar una relación de los ruidos estridentes, para que el mundo exterior tenga una idea aproximada de cómo es vivir en «Killami».

 

De lunes a viernes

 

5:00. El sereno sin silbato; él chifla.

5:15. Los autobuses de la ruta comienzan a circular. Frente al edificio hay un reductor de velocidad, así que los frenos de aire dan inicio a la sinfonía de la ansiedad.

5:35. Los pájaros tropicales aburridos de la oscuridad rechiflan para que amanezca, o es el sereno en un estado alterado de consciencia —aún está por determinarse—.

6:15. Un par de perros falderos ladran agobiados por la incontinencia; suenan desesperados y medio asfixiados por las correas.

6:30. Bocinazos de todos los calibres. Los padres de familias afanan a sus hijos para que bajen de los vehículos y entren al colegio. Quizás tienen que regresar a desayunar a la carrera, o tal vez cuentan con echarse un mañanero antes de ir al trabajo. También es probable que teman la furia de sus patrones, o que amen sus cadenas.

6:45. Primera lavada de cerebro en el colegio religioso. Misa. Pero antes, prueba de sonido con el megáfono: «¡Buenos días!, ¡Buenos días, no los oigo!». Los adoctrinados responden al unísono, como becerros encaminándose al matadero: «¡Aleluya! ¡Hosanna en el cielo y en la Tierra!»

7:00. Palabras de la coordinadora de disciplina.

7:30. El escobero, a grito pelado: «¡Escooobas!». Sólo repite eso, alargando la «o».

8:00. Pasa el primer chatarrero con su carcacha humeante y sin SOAT, pero con megáfono. El que milagrosamente logró dormir hasta esta ahora será arrancado de sus sueños con un: «¡Se compra estufa, unidades quemadas, motores, licuadora, aire acondicionado viejo… se compra lavadora, ventana, colchones, computadores!».

8:30. Otro chatarrero. Arrastra las palabras, tiene voz ronca de fumandor: «Oye. Compro chatarra. Oye. Calentadores viejos, ventiladores, neveras. Oye. Compro hierro oxidado».

9:00—12:00. Los infantes del colegio van saliendo a las canchas según les correspondan sus descansos. Salen desaforados, al borde del paroxismo. Gritan como presos desahogándose a cielo abierto, como clamando piedad al redentor de tormentos que habita en las nubes, o eso les han dicho. En un intento infructuoso por aislarme del ruido tras puertas y ventanas, sus gritos llegan un poco distorsionados, como los lamentos de ánimas del purgatorio. La histeria tiende a volverse contagiosa, y la coordinadora de disciplina se ve obligada a usar el megáfono para encausar a las almas rebeldes.

10:00. Chatarrero con megáfono, este no vocaliza, habla con desgano. Todo parece una misma frase: «Comprochatarralicuadorasairesacosndionadosestufas».

11:00. Otro chatarrero con megáfono: «Te compro hierro, la reja “oxidá”, llanta, colchón, lo que tenga me lo llevo». Me pregunto si de verdad «compran» algo, y a qué precio lo pagan. O si es solo una estrategia comercial en la que ellos «hacen el favor» de llevarse lo que no necesitamos.

12:30. El aguacatero se detiene frente a cada propiedad, es un servicio puerta a puerta para rematar lo que le queda en la palangana. El slogan va acompañado con un chiflido: «¡Aguacate! + chiflido». Repite el llamado frente a cada casa y edificio del barrio. Nota: en otro momento valdría la pena analizar esa manía tan barranquillera de chiflar a toda hora.

12:45. Chatarrero con megáfono hechizo, el altavoz es un parlante de radio, el micrófono es el auricular de un teléfono. Repite más o menos la misma letanía de los anteriores. Estática.

12:50. El jardinero con la podadora. No entiendo qué tanta vegetación puede cortar todos los días, pareciera que su jardín crecer a la velocidad de la selva de Jumanji.

13:05. En el colegio, partido de voleibol. Celebran cada pelotazo con júbilo.

13:20-15:00. El megáfono del colegio ataca de nuevo y de forma sostenida. Uno a uno nombran los estudiantes a medida que sus padres pasan a buscarlos. La consabida congestión vehicular vuelve a transformarse en una sintonía de bocinazos, no faltan los conductores desubicados que se meten en la fila de los padres de familia. Gritos, insultos. La regla de no hacer ruido a medio día —que se aplica dentro del edificio— sirve de poco cuando en la calle, y especialmente en el colegio, les vale huevo.

16:30. En la casa vecina sacan al antejardín un perro blanco de tamaño mediano, bronco y ronco, que le ladra hasta a su propia sombra. Ha pasado encerrado en el patio de la casa, o tal vez ha estado asomado en una ventana con vista la calle, esperando poder salir a liberar su frustración. Lo imagino emergiendo del foso como una fiera de boca espumosa, hambrienta de gladiadores.

16:45. El entrenador-metrónomo exhibe su habilidad con el silbato, pita rítmicamente para que los aspirantes a futbolista se enfoquen es esquivar los conos anaranjados.

17:15. Turno para el heladero y su campanilla. Es uno de los pocos sonidos que evocan algo agradable. Pero la fiera blanca no piensa igual, le ladra furiosamente al heladero, y cuando la campana se pierde en la distancia, el perro sigue ahí ladrando otro buen rato.

17:30-19:00. Circulación vehicular fluida, en el cruce de la esquina siempre hay una pelea a esta hora. Quieren llegar a la casa, dar por concluido otro día de mierda.

19:00. Alistan motores en el colegio para una misa rápida. En la batalla por el monopolio sobre vacío espiritual poco importa la tranquilidad de los vecinos, al final de cuentas cada hora de tortura les acerca más al control mental de la comunidad. El objetivo ahora es apretarle las tuercas a los padres y abuelos, así la reeducación es infalible, sin grietas por las que se pueda colar el progresismo, la diversidad o el pensamiento crítico. Prueban el megáfono con un: «Sonido, sí, uno, dos tres. Probando», pero entre líneas parecen decir: «Ay borreguitos suculentos, resígnense, no se resistan a nuestro poder, sométanse sin chistar, acaten nuestras arbitrarias imposiciones».

19:30. Motociclistas rebeldes. Atraviesan el barrio violando los límites acústicos, desquitándose así por tener que respetar los límites de velocidad. Son los «Harlistas» sin Harley, ellos instalan resonadores en sus motos.

20:00. Las alarmas de los carros estacionados comienzan a dar muestras de vida. No los están abriendo, son las almendras maduras que caen de los árboles. Los almendros son una valiosa fuente de sustento para la numerosa población de ardillas anaranjadas. Cada mañana los propietarios de los vehículos contarán los impactos de almendra, y renegarán ante los montículos de mierda de ardilla. Por lo menos no es de iguana, ese sí es un espectáculo grotesco.

21:30. El perro-fiera vuelve al foso. Por fin silencio.

22:00. A lo que desaparece el tráfico vehicular, los 4×4 y autobuses pasan de largo sobre los reductores de velocidad instalados frente al edificio, lo que produce un tableteo.

22:30 Primera ronda del sereno con silbato, quizás es uno distinto al chiflador que hace la ronda del amanecer. Comienza a asentarse tímidamente el silencio.

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CREATRIX, EL CUENTO.

CREATRIX EL EXPERIMENTO DE LA VERDAD SOBRE LA FICCIÓN.

 

imagen generada por IA (picsart)

 

Por Luis Cermeño

(2024).

 

Ramón Solórzano se puso el casco de fabricación micótica. Este adhería a la piel efectivamente. El cuerpo y el micoide creaban una simbiosis perfecta. Era su último invento, su gran aporte a la informática. Después de graduarse de derecho, se sentía completamente insatisfecho y fue cuando encontró en los hongos alucinógenos su refugio, su aliado y posteriormente, su modelo de negocios. Comprendió que había un nicho en su consumo, tanto recreativo como para investigación. El cultivo era relativamente fácil y contaba con la facilidad de un predio en el campo a las afueras de la ciudad.

El modelo del casco era ambicioso porque pretendía encontrar la piedra angular de la psicodelia: el control del vuelo. Había conocido a Gerardo en ese proceso. Gerardo era un muchacho que acampaba en un parqueadero en Villa de Leyva, y después de un largo proceso de meditación, se sentaba en flor de loto y consumía uno a uno los hongos, y se quedaba toda la noche en esa posición, con total control del viaje. De él aprendió las técnicas más evolucionadas para manejar el trance y se ideó la manera de programar una consola hecha a partir de setas, de modo tal que el jugador al ponérsela en forma de sombrero se identificaba tal cual como un hongo humano.

El micelio era la interfase del juego, la consola era el casco y el cerebro de la persona que se conectaba a través de la epidermis se volvía el controlador. Lo difícil era no perder el cerebro y manejar lo que llamaban «el pánico». Para ello se ingería una pastilla llamada  Mosca, ideal para mantener la cordura.

 Esta plataforma de juego, llamada inicialmente FIESTA,  en que la alta tecnología convergía con el reino fungi estaba en fase experimental, y Ramón por lo general se entretenía más en los recovecos legales de la implementación, debido a su formación en jurisprudencia. Los aspectos más elaborados de programación se los dejaba a un equipo de técnicos y en el terreno de la investigación sobre los hongos estaba asesorado por Gerardo, quien últimamente estaba  en un estado de sabiduría más «evolucionado» -según sus propias palabras-  .

Para la prueba inicial llamaron al famoso Barreno para probar su dispositivo.

— Lo que ustedes pretenden es drogarme con tecnología.— bromeó el Barreno.

— Queremos llegar al fondo de la verdad sobre la ficción. Queremos que pruebes FIESTA con el juego que hemos desarrollado: CREATRIX. En realidad, no es un mundo inventado; solo cogimos una fracción del universo psicodélico y la hemos arrancado para que nuestros jugadores puedan entrar en una aventura controlada en medio del caos— Contestó Geraldo, sabiamente.

— Evidentemente, mi chato, esperamos que esto no nos genere un problema de patentes— refunfuñó Ramón, tocándose la gran calva.

Barre… barre… barre… barre barre… Barreno se perdió un momento.. fue como si se hubiera borrado del laboratorio y lo hubieran abducido de la realidad.

— Atravesó la tela de la realidad que conocemos y entró al micelio — Dijo Gerardo, riendo.

— ¿Esto constituirá un crimen en nuestra jurisprudencia?— Preguntó Solórzano. Su calva se puso roja.

— Eso no importa. Ahí vemos que otra vez se está desvaneciendo. Mejor dicho, estamos observando que no lo observamos aunque permanece.

Barre barre barre barre barre. Bailaba. Era una danza entre dos estados: permanecer o desaparecer. Daba un paso y desaparecía. Otro paso y aparecía.

— Soy Barreno y estoy barriendo con la noción de la realidad. — Dijo Barreno, entre risas. Mientras se sujetaba cada vez más duro a ese casco que le daba forma de un hongo con extremidades.

— Ahora debes crear la realidad, con tus extremidades. — Dijo Gerardo, que era el único que comprendía lo que sucedía.

Empezó por construir el amor. Después siguió el cielo, la tierra, y la naturaleza.  La esperanza y la desesperación llegaron por él. La sangre sobre la nieve.

— ¿Qué es la CREATRIX? – Preguntó Barreno. Mientras aparecía y desaparecía, en el juego de la Génesis.

— La primera vez que se registró su uso fue por el poeta isabelino Richard Barnfield, para describir el amor que sentía Zeus por los abrazos de  Ganímedes.  — Dijo, con tono catedrático Gerardo. Pues hasta el momento pocos conocían que en su vida pasada había sido literati.

Así fue mi amor, así fue mi Ganímedes,

(El cielo es alegre, el mundo se maravilla, el trabajo más bello de la naturaleza,

En cuyo aspecto acechan la esperanza y la desesperación,)

Hecho de sangre pura en la nieve más blanca,

Y porque la dulce Venus sólo formó su rostro,

Y cada uno de sus miembros delicadamente enmarcados,

Y por último le LLAMÓ Ganímedes.

Sus miembros (SU CREATRIX)  su abrazo,

Pero en cuanto a su mente pura, moteada y virtuosa,

Porque brotó de la casta sangre de Dianaes

(Diosa de las Doncellas, directora de todo bien),

Es totalmente inclinado a la castidad.

Y así es: hasta donde puedo probar,

Quiere ser amado, pero no amar

Barreno se encogió y empezó a gritar atormentado:

— Suéltenme, no puedo. Me está consumiendo.

Un charco de sangre empezó a brotar debajo del casco, y lo que se vio fue un hongo herido del que brotaban ríos de carmesí.

En realidad, el control es una ilusión. Reflexionó Ramón mientras era conducido a la celda carcelaria.

Una vez instalado allí, se puso el casco de fabricación micótica y sintió cómo el juego del génesis, que alguna vez llamó Creatrix, se volvía a reproducir en sus sueños de jurisprudencia.

Gerardo, que lo acompañaba en la prisión, le dijo:

— la verdad sobre la ficción es que no la podemos controlar. La creatrix fue mi mejor ilusión.

Ambos parecían un par de hongos acostados en el frío suelo de la celda jugando con sus consolas FIESTA.

No es más que un hasta luego, Giorgio El Pirata.

 

La única vez que vi llorar a pirata fue al escuchar «Aud Lang Syne»,  mientras me contaba en la librería El Reino,   la historia más  fantástica que presenciaron los antiguos: los niños y mujeres de Lemuria,  tras escuchar de los sabios la noticia del fin de su civilización,  se postraron frente a una gigantesca roca, se tomaron de las manos y entonaron el himno:

 

Búho protector. Por Eduardo Briones

Papá nos compró una pequeña mesa de estudio, la colocó cerca de la puerta de entrada a la casa para que mi hermano y yo hiciéramos la tarea. Aun hoy la recuerdo. Los dos hicimos de ese lugar el punto de encuentro de las confidencias, las ficciones y el amor fraterno entre matemáticas, español y dibujo.

Todas las tardes después de llegar a casa y comer los deliciosos preparados de mamá, Carlitos, mi hermano de apenas siete años dibujaba animales en hojas tamaño oficio que le proveía para saciar sus dotes de pintor «surrealista», esta era la única forma en que me dejaba hacer la tarea sin travesuras. Una tarde, mi hermanito dibujó un búho bebé, un mochuelo de mirada profunda, alas abiertas, lleno de plumas con matices grisáceos, con un pico raro en forma de gancho, sobre una de sus garras una mancha roja que contrastaba con el animal, mancha donde mi hermano colocó su firma.

Todas las tardes pasaban con tranquilidad, sin embargo, nada es perfecto, mucho menos cuando la maldad ronda el vecindario. A varias cuadras de la casa, en el Banco Internacional, un robo se suscitaba. Un cártel de la droga se baleaba con la policía. En franca persecución, los gendarmes correteaban a los narcos a tiros, al pasar por nuestra casa, una ráfaga de plomo se entregó sobre el pecho de mi hermano, mientras otra se encarnaba en mi hombro.

Desperté cinco días después en el ala de cuidados intensivos del Hospital General de mi ciudad, logré ver a mi padre sentado a mi costado, mientras mi madre dormitaba en una silla. Al retornar a la conciencia les pregunté quejumbroso:

−¿Y Carlitos, papá? ¿Cómo está mi hermanito?

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Episodios cotidianos. Por Francesco Vitola

Rigor autodidacta

 

  1. Es importante que los jóvenes cuenten con un Estado de la cuestión personal e intransferible

 

  • Es recomendable estimular dinámicas de autoconocimiento intelectual (tipo de personalidad, inclinaciones vocacionales, temas de interés) entre infantes y jóvenes.
  • Los test de perfilado profesional son guías no concluyentes, y lo que es más importante, si la persona no puede acceder a la universidad se desperdicia su talento, relegando las inclinaciones vocacionales a lo «que pueda encontrar». Con el rigor autodidacta, estés matriculado o no en una carrera, podrás organizar un sistema de estudio.
  • En la medida que los jóvenes comiencen a buscar respuestas a cuestiones personales e intransferibles, aumentan las posibilidades de elegir profesiones que satisfagan su curiosidad innata, y por tanto, los problemas de la falta de motivación serán siempre pasajeros. Cuando haces lo que te gusta, no trabajas, disfrutas.

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IV Congreso Internacional Verniano, Colombia 2024

 

 

Lunes 29 de abril de 2024
Salón Jorge Isaacs de Corferias, Feria Internacional del Libro de Bogotá

Descripción del evento: Contribuir al estudio, investigación y difusión de la obra de
Julio Verne.Propiciar el conocimiento de su obra y su relación con América y
Colombia y Generar espacios de estudio, difusión y conocimiento de su obra en
centros educativos, con el propósito de incentivar la lectura, la investigación y la
creación literaria.
Aforo aproximado: Sala Jorge Isaacs
Fecha: 29 de abril de 2024

 

 

 

Jueves 2 de mayo de 2024, sesión de la mañana
Museo Naval del Caribe, Cartagena de Indias

 

El programa final del IV Congreso Internacional Verniano a celebrarse en Cartagena de Indias entre los días 2 y 4 de mayo de 2024 es el siguiente:

Comentario a La derrota de los Replicantes. Novela inédita sobre IAs de Antonio Mora Vélez.

La derrota de los Replicantes, novela de ciencia ficción sobre las Inteligencias Artificiales y el fin de la especie humana, próxima a publicar por la editorial Omicron del Ecuador.
TEXTO DE LUIS CERMEÑO EN EL MARCO DEL  HOMENAJE QUE EL CDR le hizo en la FILBO el día  28 de abril de 2023 a Antonio Mora Vélez con motivo de sus 50 años de vida literaria. 

Junto a Albio Martínez y Campo Ricardo Burgos. Grandes personalidades de la literatura CF en Colombia

La derrota de los replicantes trata sobre el último remanso de la inteligencia auténtica de la humanidad, que va más allá de la razón cientificista. Esta es contenida en un pequeño grupo de hombres, los remanentes, que viendo amenazada su existencia en el plano orgánico deciden darse a la fuga a los mundos virtuales que se alojan en la nube, un no-lugar transitado por líneas de energía que representan todas las historias de las ideas y tiempos en donde es posible escapar a la tiranía de los replicantes (androides sofisticados equipados con la mayor Inteligencia Artificial); quienes, llevando al paroxismo la teoría de la singularidad tecnológica de Ray Kurzweil, consideran que el homo sapiens ha llegado al punto de su obsolencia y ellos, como una inteligencia un billón de veces más poderosa, son la cima de la evolución de la materia. En medio de esta ontología, aparece una tercera entidad, denominada LOS SIKAS: descritos como seres que sueñan y piensan desde las afueras del espacio-tiempo que transitan tanto cerebros biológicos como cibernéticos.
Esta novela presentada por el escritor ANTONIO MORA VÉLEZ, uno de los pioneros del género de ciencia-ficción, considerado por muchos como uno de los custodios de la paternidad compartida de la ciencia ficción colombiana junto a René Rebetez, al ser los primeros en dedicarse enteramente al género de lleno, – no a manera de escarceos, como antes se había visto-; esta novela, es de estructura dialógica y polifónica. En algunos capítulos, el narrador presenta la versión de alguna de las tres partes: Los remantes, los sikas y los robots. Tampoco hay ningún problema del autor real en ponerse presente, y decir, soy yo Antuko, en la forma de una línea de energía. Además estas tres ontologías están en constante diálogo. Hoy con embriones de IAs como chatgpt, googlebard, youchat, chatsonic o Bloom, hacemos las veces de entrevistadores; pero en el futuro, según Mora Vélez, también Los robots van a centros de acopio de información actualizada a hacer preguntas a los filmes holográficos de los grandes cerebros biológicos del pasado.
Además, estos otros entes, que resultan se han alojado en el- por así decirlo- espíritu humano, los que están en ese otro universo, un universo que está descrito en un libro que por muchos es considerado esotérico, el libro de Urantia, que ocupa un lugar central en el desarrollo de la novela, y del que guardando justas proporciones, me considero algo perseguido, puesto que durante el transcurso de las últimas semanas se me ha presentado en distintas oportunidades sin haberlo buscado, y la más significativa, en la novela de La Derrota de los Replicantes. ¿Esto significará una fisura en el trasfondo de la realidad, de la tela de la Matrix, y un modo de revelar la simulación en la que habitamos¿ ¿Un tipo de llamado o de contacto?
En este punto, me permito abordar otro diálogo que se abre en la novela sobre las Inteligencias Artificiales de Mora Vélez con mi propia obra, y son los puntos de conexión que ésta tiene con la novela breve o noveleta que escribí junto a Felipe Escovar: Arrúllame Ramona. Tal vez de las primeras en abordar en su temática un chat con una Inteligencia Artificial real, como lo fue una conversación que sostuvimos a principios del 2011 con un programa llamado Ramona, parte del proyecto Kurzweil net, que contenía a manera de sinapsis una cantidad ingente de artículos y reseñas sobre todo lo que tiene que ver con materias aledañas a la filosofía de la mente e Inteligencia Artificial. (Con esto no quiero decir que desconozca la tradición experimental sobre literatura electrónica o ciberliteratura en Colombia, cuyo caso palpable es Condiciones Extremas de Juan B. Gutiérrez, quién se atrevió a diseñar una Inteligencia Artificial para articular un relato según el propio criterio del lector).
Otro de los puntos en común de La derrota de los replicantes con Ramona, es la Atemporalidad, en donde en un mismo espacio mental convergen personalidades de distintas épocas, preguntándose por la extrañeza de su nueva condición y llegando a sus propias conclusiones amparados desde sus propios ejes de investigación.
Y por último, ese gran anhelo por una espiritualidad, que desborda en esa necesidad poética de develar nuestra autenticidad como humanos: En Arrúllame Ramona, el humano aflora patéticamente en la pérdida del misticismo volcada a la vulgaridad de un mundo postmoderno, lleno de académicos de jerga vacía, y en La Derrota de los replicantes, en el descubrimiento que cuando estemos  desposeídos de nuestra parte orgánica perderemos también ese punto de conexión en donde es posible alojarse una de estas entidades del otro Universo para brindar un mensaje cierto y un rumbo a nuestra existencia.
En La derrota de los replicantes, retumban las palabras del poeta Vicente Aleixandre:
“La poesía tiene que ser humana, si no es humana no es poesía”.
De no ser posible esta utopía:
Toda realidad será virtual
Toda inteligencia será artificial.
Estaremos frente a LA DERROTA DE LOS Remanentes de la humanidad.