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Búho protector. Por Eduardo Briones

Papá nos compró una pequeña mesa de estudio, la colocó cerca de la puerta de entrada a la casa para que mi hermano y yo hiciéramos la tarea. Aun hoy la recuerdo. Los dos hicimos de ese lugar el punto de encuentro de las confidencias, las ficciones y el amor fraterno entre matemáticas, español y dibujo.

Todas las tardes después de llegar a casa y comer los deliciosos preparados de mamá, Carlitos, mi hermano de apenas siete años dibujaba animales en hojas tamaño oficio que le proveía para saciar sus dotes de pintor «surrealista», esta era la única forma en que me dejaba hacer la tarea sin travesuras. Una tarde, mi hermanito dibujó un búho bebé, un mochuelo de mirada profunda, alas abiertas, lleno de plumas con matices grisáceos, con un pico raro en forma de gancho, sobre una de sus garras una mancha roja que contrastaba con el animal, mancha donde mi hermano colocó su firma.

Todas las tardes pasaban con tranquilidad, sin embargo, nada es perfecto, mucho menos cuando la maldad ronda el vecindario. A varias cuadras de la casa, en el Banco Internacional, un robo se suscitaba. Un cártel de la droga se baleaba con la policía. En franca persecución, los gendarmes correteaban a los narcos a tiros, al pasar por nuestra casa, una ráfaga de plomo se entregó sobre el pecho de mi hermano, mientras otra se encarnaba en mi hombro.

Desperté cinco días después en el ala de cuidados intensivos del Hospital General de mi ciudad, logré ver a mi padre sentado a mi costado, mientras mi madre dormitaba en una silla. Al retornar a la conciencia les pregunté quejumbroso:

−¿Y Carlitos, papá? ¿Cómo está mi hermanito?

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Episodios cotidianos. Por Francesco Vitola

Rigor autodidacta

 

  1. Es importante que los jóvenes cuenten con un Estado de la cuestión personal e intransferible

 

  • Es recomendable estimular dinámicas de autoconocimiento intelectual (tipo de personalidad, inclinaciones vocacionales, temas de interés) entre infantes y jóvenes.
  • Los test de perfilado profesional son guías no concluyentes, y lo que es más importante, si la persona no puede acceder a la universidad se desperdicia su talento, relegando las inclinaciones vocacionales a lo «que pueda encontrar». Con el rigor autodidacta, estés matriculado o no en una carrera, podrás organizar un sistema de estudio.
  • En la medida que los jóvenes comiencen a buscar respuestas a cuestiones personales e intransferibles, aumentan las posibilidades de elegir profesiones que satisfagan su curiosidad innata, y por tanto, los problemas de la falta de motivación serán siempre pasajeros. Cuando haces lo que te gusta, no trabajas, disfrutas.

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Tapachula mon amour #3

La víspera del fin mundo será un eclipse mientras se incendian montañas de plástico y muchedumbres de personas caminan a un costado de las autopistas con la esperanza de llegar a las glaciaciones del norte. Los trailers aplastarán a alguno que otro migrante -así les llamarán a esos viajeros que caminan en chanclas bajo un sol de cuarenta grados celsius-; serán incidentes menores. Más al norte, los cazadores de extranjeros que hay en el desierto, desollaran a algunos sobrevivientes y otros franquearán todos los filtros para encerrarse en algún sótano.

El fin del mundo no ha comenzado en Tapachula y la atmósfera del eclipse del ocho de abril apenas hizo menos cálido el fin de la mañana; no mitigó el olor a basura quemada -la costumbre que se estila es quemar todos los plásticos: al fin y al cabo eso se hace humo y el humo se disemina por todo el planeta; es la venganza de los que nacieron o viven en este lugar, hecho como un reducto donde hay archipiélagos que semejan campos de concentración sin la necesidad de policías que vigilen a los presos porque ellos, los presos, prefieren ese cautiverio seguro que la soledad y el peligro sobre incandescentes pastizales dispuestos para que algunos narcos los capturen- ni hizo mermar la música regional y el reggaetón que acompaña el atronador murmullo de estos días con asomos de espanto.

También hay humo que germina de las quemas de los cañaduzales, que proliferan en las afueras de Tapachula, así como los monocultivos de Palma Africana.

Una vana ilusión del fin del mundo: el incendio de basuras, las vastas extensiones sembradas con vegetales que sirven para fabricar combustibles o aceites, el cielo que oscurece hasta semejar un atardecer y las personas que saben muy bien dónde queda el norte pero no si llegarán a él.

Los que migran, aguardan en filas multitudinarias a que les concedan un paso más en su trámite; los oficinistas que los atienden esperan el fin de semana para hacer filas en Burger king y los que atienden en Burger King aguardan a que una bomba devaste algo que nunca se devastará de un solo golpe sino que será un cáncer  tan mediocre la muerte como cada respiración que nos acerca a ella.

Astroastro, un poema de Roberto Rico

Roberto Rico (Ciudad de México, 1960) es autor de Reloj de malvarena, Nutrimento de Lázaro y La escenográfica virtud del sepiaDe aquellos años que llevan ere, Ars vitraria y Radio frenesí y otras sintonías. Su último libro es Con meridiana oscuridad y nos ha permitido compartir uno de los poemas que aparecen en este volumen.

 

Astroastro

I. Depaupérate un poco más. De sobra te harán falta privaciones y ausencias para ensanchar el foco irradiador de tu bonhomía, la desnudez interjectiva del pesar. Desvalídate del dolor en el hambre llana. Comienza por morder el hueso desde donde emites, con pelaje espectral y tieso, pigmentado de hollín y yeso, los aullidos rimados que a ti mismo te erizan y descuadernan del lomo a las estepas y solapas.

Así habló Astroastro.

II. ¿Antecede a la sed el hambre? Eso mejor te preguntaras viendo de reojo la jarra de vino rojo aherrojada en el poniente. No pongo aquí botella, porque me parece que mejor se te antojara el destilado contenido en abierto recipiente; así, ante vasija de ancha boca, la sangría agria, angry and hungry y andrajoso, se vuelva imperativo para ti rimar y aliterar la sed y el hambre, exacerbarlas en varias capas o niveles de engrudo glandular o de viscosa grenetina hepática. Ahora centra tu mirada en esa mesa rústica de ocote, cuadrada así sin más, ni manta ni tapete encima, sola madera desnuda, impertérrita, no colonizada por termita alguna. Consuelo entomofágico sería carcomerla, de no ser porque también esa promesa pierdes, como también se exorbitaba el último resto mortal que te pervive, pavesa filiforme.

Así habló Astroastro

III. ojos humedecidos de la vaca

ternura llámale y ternera

porque en cuanto escampe

llevarás empozado en tu mirada

halo de sándalo y vinagre

intermediarias conjuntivas

rastro de un astro

vuelto a su calostro/

del ostracismo vuelto

en nebulosa,

y a una nube con claras miras

de translucir entre tus ojos,

ternura llámale, fragor,

ternera

deshijándose toda colindancia

ese umbral linfa

sándalo y vinagre/

así siguió diciendo astroastro

IV. la ciudad a lo (cada

vez más) lejos semeja

vaca multicolor

/boñiga

sándalo y vinagre

hervor bajo la piel

fervor el pulso

cada vez más exiguo bulle/

así dejó de hablar zoroastro

sol o astro/

solo astro/

astro-

astro:

un prefijo en el cénit

en sufijo declina

Episodios cotidianos. Por Francesco Vitola

Killami o Bellaquería

La malograda sociedad barranquillera es cómica, su rigidez obtusa, esa incapacidad para la neuroplasticidad, resulta ridícula. Pretenden ser como Miami, pero sólo adoptan los rasgos estrambóticos de la narco-cultura: edificios altos, vehículos de alta gama, mujeres operadas, panzones ricachones lavadores de dólares. Para todo lo demás siguen teniendo una mentalidad pueblerina, con prejuicios que les impiden superar la mezquindad, porque Killami —o Bellaquería—, ahí donde la ven, con su mascarada de jovialidad carnavalera, es una ciudad desalmada y cruel, donde tradiciones se heredan como enfermedades congénitas: se oye la misma música en todas las celebraciones, el pensamiento está uniformado, los dogmas de fe nunca se ponen en duda, la gente parece igual de analfabeta que cuatro generaciones atrás.

Pero Killami —o Bellaquería— es una mascarada bien montada, una farsa transgeneracional. En horario de oficina se vende como el colmo de la corrección moral, todos uniformados como infantes ejemplares de colegio católico, bien peinados, perfumados, y con la camisa por dentro del pantalón, a 35 grados centígrados a la sombra. Compensan su inmadurez como pueden, ellas se trepan en zapatos de tacón para ir a la oficina, y ellos, con el tufo a homofobia que les intoxica el alma, sacan pecho y aparentan ser más fuertes de lo que son en realidad, una pose de machos alfa que contrasta con las uñas esmaltadas. De 8:00 a 17:00 van uniformados, sin marcas distintivas, en un esfuerzo por disimular o reprimir la pulsión destructora que los carcome, Thanatos, el deseo de aniquilar a lo que amenaza sus inseguridades; son clones de la violencia colombiana, gente con distintas tonalidades de piel que vieron un horizonte prometedor en Killami —o Bellaquería—. Pero al caer la noche, y durante los fines de semana, estos oficinistas comedidos y temerosos de Dios, dan rienda suelta a sus impulsos hedonistas que los impulsa a excesos de todo tipo.

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Tapachula mon amour #2

La coyota transportapueblos es un homenaje a las migraciones, hoy día alimentadas por personas que se aferran a la idea de haber llegado al último país que los separa de Estados Unidos; al lado de la madre reposa su cría, a un costado de la vía del ferrocarril “la bestia”. Hace unos días las incendiaron; persisten sus esqueletos y algunas placas de madera.

El fuego y quien lo propició han erigido una nueva hospitalidad. Habrá más incendios.

Tapachula mon amour # 1

Una muestra del muladar, ya que la anterior la han vetado

A mediodía, la temperatura será de 35 grados y lo que llaman sensación térmica se acercará a los cuarenta. Para calcinarme me encierro, aunque no lo hago con decisión: en el techo hay un ventilador que me alivia y quisiera sentirme en una ciudad vietnamita como Sheen en Apocalypse Now. Aunque mis días no semejan a aquella incursión al horror; los míos son familiares, sin peligro: son un capítulo de La rosa de Guadalupe, pero sin milagros. El escritor de esa serie, Carlos Mercado Orduña,  nació en Tapachula y es uno de los orgullos de la ciudad; cada tanto lo entrevistan para que dé una lección donde se evidencie que el triunfo se basa en el trabajo y el sacrificio: nunca hay obsecuencias, ni tramas para trepar; el mundo es un lugar donde se premia al mérito.

Opto por guarecerme en la casa donde vivo, para apenas imaginar los trámites burocráticos que ocurren en los diferentes despachos migratorios. En esta ciudad comienza el último obstáculo para las personas que buscan llegar a Estados Unidos. En automóvil, estoy a unos veinte minutos de la frontera con Guatemala, la cual la franquean por el puente o a través del río Suchiate, muy breve en su profundidad y anchura como el Suchiate. La vía acuática no precisa de algún control migratorio mientras que la terrestre sí. Y los agentes de migración saben lo que pasa abajo y, los de abajo, saben lo que ocurre arriba. Read More…

Sobre Mundo en jaque, de Ailin Mc Cabe

Baraja de sombras es una colección pensada por un grupo homónimo de investigadores ocupados en la literatura latinoamericana. Cuenta con ocho libros editados; cada uno  se ha escrito por alguien de nuestro continente que plantea una escritura poco digerible por las editoriales multinacionales -sean estas corporaciones o autodenominadas independientes-.

Acá pueden descargar, de forma gratuita, cada uno de los volúmenes.

Ahora publicamos la presentación, escrita por Daniel Maldonado, de Mundo en jaque de Ailin Mc Cabe, el último libro que ha aparecido en Baraja de sombras.

Presentación 

 

Daniel Maldonado Velázquez 

 

Es la palabra. Cuando opera, sobreviene el asombro. Y más: éste se vuelve trascendente cuando ella, la palabra, lo satura de esplendor. El asombro, ese que no participa de la abulia que pareciera ser consustancial a los días cotidianos. No es que se halle por doquier, no es que resulte común. Lo común, en todo caso, consiste en anularlo, en estimarlo inexistente. Lo común supone hacer del asombro una suerte de anhelo bastardo, innecesario por improductivo. Hijo insípido del convencionalismo, lo común invita a adoptar el supuesto de que lo asombroso resulta menos una forma de dilapidar la estrechez de miras —tan corriente, tan instalada— que un franco imposible. Se entiende: resulta por demás peligroso abrazar la posibilidad de que el mundo, la realidad y el afuera sean más complejos de lo que parecieran ser a simple vista. 

Existe cierto tipo de ficción que guarda una relación bastante estrecha con el asombro. A fuerza de ser sinceros, lo asombroso es un código secreto que mora en el núcleo de numerosas obras literarias. No es la costumbre, sino la vitalidad que las recorre, lo que las ha convertido en referencia casi perpetua. Asombro despierta la debilidad primera vuelta entereza constante de un gigante llamado Frodo; asombro hay en los sueños plagados de androides que tuvo Philip K. Dick; asombra la megalomanía del Dr. Frankenstein, moderno Prometeo, hacedor de pesadillas. Asombro produce, también, la palabra que trastorna lo dado, que desmonta —al crear un sentido otro— los absurdos que manufactura permanentemente la lógica del status quo. 

 

Desde sus inicios, la ciencia ficción se ha caracterizado por configurar horizontes en los que el imposible adquiere la condición de mensaje oracular consumado. Los cultores del género han visto en la innovación tecnológica y en los desarrollos alcanzados por la ciencia aplicada motivos o, mejor, pretextos ideales para dar cuenta de algo más. En ese algo más radica la potencia que convierte a los relatos de ciencia ficción en dispositivos explosivos, mecanismos en cuyo diseño seminal yace además la clave que ha de permitir la reinvención del mundo o, si se prefiere, su puesta en jaque. 

Los relatos contenidos en Mundo en jaque, de Ailin Mc Cabe, se hacen eco del talante subversor del género. Ya en su origen, la ciencia ficción anticipaba tímidamente —y quizá de manera involuntaria— una muy probable catástrofe futura. Julio Verne o Mary Shelley, deudores de la utopía del progreso, colocaron los cimientos sobre los cuales pensar el presente en términos distópicos. La razón instrumental, que fue la suya —y que en buena medida sigue siendo hegemónica—, hizo nacer no pocos monstruos. 

Sí: asombra lo monstruoso, la angustia derivada de las historias que alguna vez pretendieron dar cuenta de lo por-venir. Pero en Mundo en jaque, además, asombran otras cosas. En “Enemigo común”, asombra la extraña familiaridad que producen la capacidad de seducción que despliega una autómata atrofiada, las torpezas en que incurre una abuela metálica o el fastidio —tan adolescente— de una maquinita de última generación. En “Terremoto”, pasma o cimbra presenciar el impacto que generan dos grandes cataclismos en la vida de una mujer. No solo asombra el borramiento pleno de los límites de su cuerpo, su caída en la inmensidad; también lo hace, asunto no menor, el reconocimiento de que es posible —y quizá hasta deseable— reírse como un loco después de renacer. En fin: asombra verse reflejado en las maneras impacientes, delirantes, viles de cyborgs demasiado humanos. 

No hay realidad sin palabras. No hay mundo sin palabras. No hay, no podría haber, tampoco asombro. La invención de un sentido irreverente, distinto del que circula sin ataduras por doquier y que se erige en valor único y verdad oficial, pasa por hacer de la palabra el centro de una perturbación necesaria. Solo a través de tal palabra es que se puede subvertir lo que, a fuerza del uso corriente, se concibe como la norma. 

No es privilegio exclusivo de la ciencia ficción el urdir mundos que no son. La literatura es eso: otra realidad, acaso más viva. O, sin más, la forma pura de la experiencia (Piglia dixit). A la luz de la literatura, del ánimo contestario que la constituye, la energía y brillantez de palabras como fusión y terremoto habrán de fisurar la corrección predominante que es más bien terror cotidiano, mezquindad disfrazada de asepsia bien-pensante. 

 

 

Episodios cotidianos. Por Francesco Vitola

El altar sacrificial de Killami

 

 

En Barranquilla existe un centro comercial al que los jóvenes van a sacrificarse, la edificación es un monumento a la opulencia del norte de Barranquilla o «Killami», ese territorio fantástico donde «la gente es pobre porque quiere». El simbolismo es evidente, sacrificios ritualizados dentro de un templo erigido al dios Dinero, donde se ofrecen todas las soluciones de la vida, si tienes plata. A finales del 2023 saltó al vacío el quinto muchacho, pocos días después llegó el dictamen, las «investigaciones» concluyeron que se debió a la inestabilidad emocional de la víctima. De nuevo nada sobre el trasfondo. Ni una palabra sobre la contradicción entre la supuesta calidad de vida que ofrece Barranquilla y la realidad que experimentan los jóvenes: oprimidos por el fanatismo y la intolerancia, sometidos a una educación represiva, que les anula como seres sensibles y pensantes, que los violenta física y emocionalmente. La sociedad les falla, incluso después de saltar desde los balcones de la opulencia.

Pero, ¿qué implica crecer en Colombia? Madrugar durante 11 años para entrar a clases antes de 7. Memorizar y obedecer a la figura de autoridad de la escuela, la mayoría asumirá  pasivamente ese modelo durante el resto de su vida. Graduarse de bachiller,  encomendarse a una divinidad y apegarse a la máxima de «el que peca y reza empata». Luego, dejarse raptar para «prestar» el servicio militar obligatorio, exponiéndose a las redes de prostitución de la «Comunidad del Anillo». Si sobreviven a la guerra —y a las vejaciones de sus superiores— pasan a buscarse un trabajo que pague las cuotas de las tarjetas de crédito y así poder aparentar un nivel de vida de otra forma insostenible. Finalmente, para evitar rumiar sobre su esclavitud con horario de oficina, dedicarán el poco tiempo libre a crearse un melodrama: casarse con alguien pasivo y conformista, o con un fanático ruin que convierta sus existencia en una miserable tragedia griega. Firmada la sentencia vitalicia, recurren a infidelidades y otros comportamientos adictivos, bajo el supuesto de recuperar algo de pasión por la vida se inclinan hacia comportamientos autodestructivos. El resultado, una multiplicación de huérfanos sin futuro, carne fresca para el círculo vicioso de la deshumanizada realidad Colombia. Y si en algún momento llegas a rebelarte, si te rehusas a seguir obedientemente el mismo camino, o si eres un objetor de conciencia: humillaciones, bolillo o bala. Al cabo de 30 años aquellos jóvenes idealistas quedan convertidos en ilusos: codiciosos, pero muertos por dentro. Promiscuos e  insensibles al amor. Obsesionados con un estatus ilusorio.

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El agente secreto de Cordwainer Smith

Una charla con el colombiano que más estuvo cerca del célebre escritor de la science fiction.

El agente Smith en su silla roja

En el Gabinete del Dr. Antonio Marín reposan sus memorias, antaño vertidas en letra de molde en la Editorial Moderna. Hogaño, se dispone a hablar con nosotros, que lo hemos buscado gracias a nuestra afición por inkaporn, rezago del legendario canal cholotube. como arqueólogos de esas páginas productoras de tristezas y delirios matrimoniales, estábamos ávidos de conocer a don Marín; muy en particular, tras hacer conexión con él, a partir de un compañero de grupos de doce pasos (para los que no lo sepan son los doce pasos de los alcohólicos que ya no beben alcohol, los narcóticos que ya no le pegan a la merca, y los ludópatas que ya no se juegan la vida en los dados).

 

-Señor Marín, cuéntenos, cómo fue que llegó a la profesión de catador de videos para adultos.

-Es una historia larga. Todo comenzó desde el momento en que decidí dar un rumbo a mi vida y dejar atrás mi dipsomanía. Para ello debo remitirme a esa historia de mis años mozos. Fue en una fiesta en Planadas, Tolima. Contaba con unos 13 años. Mi tío Benancio procedió a embutirme guarapo mezclado con guaro y con ese nuevo producto que estaba en boga en aquellos gloriosos cincuentas: el perico. Era mi primera vez con esos insumos, y debo decir que fue mi última. Me puse a bailar y, en virtud de la inhalación desaforada del polvo, en mitad de una rajaleña, empecé a convulsionar moviéndome como un robot. Este baile fue la sensación de la noche sin que nadie sospechara que mis neurotransmisores estaban haciéndose papilla; lo que llamaban movimientos zurumbáticos no eran más que la antelación del infierno al que pude haber accedido de no ser por el regaño de mi mami. Fue tal la impresión que dejó en mí la vergüenza de que los niños, menores que yo, obviamente, porque yo también era un niño, afirmaran que mi nariz parecía una dona llena de dulce de mora pues se mezclaba el polvo blanco con el relleno de la sangre que se vislumbraba en mis ñatas. Desde ahí ingresé a los grupos de doce pasos. Y fue don Andrades Acosta quien me introdujo al mundo de la inteligencia militar, por la cual muchos años después accedí a mi trabajo como catador de contenidos informáticos. Huelga decir que soy el único colombiano que tuvo una relativa amistad con Cordwainer Smith.

-¿Cordwainer Smith? El famoso escritor de la science fiction?

-En efecto. Aunque yo lo conocí como mi principal entrenador de las guerras sicológicas. Él fue de los que primero me enseñó videos porno hechos en la Unión Soviética; en cada lamida, en cada gesticulación, en cada gemido, estaba el fantasma de Vladimir Lenin y el comunismo que escribió Marx hace más de doscientos años: porque, aunque ustedes no lo crean, eso del fantasma no era una descripción ni una metáfora sino una orden: fabricar fantasmas comunistas para el futuro.

-¿Era tímido Cordwainer?

-Pues figúrese que no era muy activo sexualmente, salvo con los videos yugoslavos. Ese hombre parecía tajarse el pene a punta de pajas y, con el líquido que le salía, se peinaba las cejas. Era raro Corwainer y buen tipo.

-Nos imaginos que como su ficción.

-Realmente yo ni siquiera sabía que ese señor escribía más allá de los informes solicitados por la CIA. Después fue que me enteré que hacía historias con sus conocimientos sinológicos y desvaríos. Muy travieso don Smith, pero, la verdad, yo siempre lo vi como mi mentor en las labores del espionaje más invasivo y sutil de la época.

– ¿Cómo pasó de Planadas a la CIA?

-Ya les dije que por don Andrades Acosta que, para esa época, era un asiduo seguidor de don Gullermo León Valencia. Acosta llegó una tarde al grupo de doce pasos, diciendo que estaba que se tomaba hasta el agua del florero. Yo lo detuve y él se sorprendió por mi entereza de dicieocho años. No puedo negarles que, al comienzo, creí me quería seducir pero, luego de varios diálogos, me refirió que mi talento podría ayudar a las causas de mi patria. Mi abstinencia demostraba una gran voluntad y capacidad intelectual. Por tanto, fui alistado en labores de inteligencia en el Palacio de Nariño. Debía, al principio, detectar quiénes hacían uso de la droga de la sagacidad, como la llamaban en ese entonces, y debo decir que fue relativamente fácil escudriñar las ñatas de los oficiales. Con la insipiente aparición del perico, aún tan desconocido en el país, fui asignado a la división de batallas mentales de la CIA en Washington para el año 1964. El director era don John McCone, y él me contactó con don Cordwainer, que, huelga decir, al principio también dudé de si no tenía otras intenciones conmigo porque era hombre de gustos refinados y maneras fementidas. Tal vez muchas para el típico agente de la CIA.

-Bueno, pero cuéntennos ahora en detalle, en qué consistía su oficio.

-Por intermediación de don Cordwainer, y debido a una vacante, me remitieron al comité de seguimiento de costumbres sexuales comunistas y ahí me nutrí de todo el cine para adultos hechos en la cortina de hierro, China, y los países africanos que cayeron en las fauces del comunismo. Mi labor consistía en percibir cuáles eran las sensaciones de erección que tenía con cada una de las escenas. Ahí llegué a un terrible descubrimiento: introducían toda la ideología a manera en que las escenas iban poniéndose cada vez más candentes. No es una mera coincidencia que le digan a ese cine, cine rojo. Porque, les juro. que de no ser por mi célebre fortaleza mental yo hubiera terminado en el ejercito de los jemeres rojos. Es que a uno hasta le daban ganas. Para mí, el libro rojo de Mao es un Kamasutra. Y la pregunta de Lenin de qué hacer tiene una sola respuesta: la paja.

-Pero, entonces, señor Marín, ¿un pajero es un comunista en potencia?

-Es un catador. Mi vida más feliz ha sido gracias a eso. Y no me ha impedido tener esposa e hijos. Uno puede estar disfrutando plácidamente la vida hogareña en la sala, y se ausenta unos breves instantes, se interna al estudio, mira un videíto de alguna húngara caliente, se deslecha, y sale a la rutina diaria como después de un relajante baño termal. Todos observan el cambio de ánimo y todos se alegran porque el viejo esté más tranquilo y contento. El día del entierro de mi esposa, me sacudí el chimbilaco tres o cuatro veces durante el sepelio y parecía un monje zen. Todos se admiraron de mi entereza pese al dolor. La cabeza es la loca de la casa pero también es la que nos salva de los comunistas.

-Para hablar de un tema de actualidad, que está dando vueltas al mundo, y del que usted tiene una palabra autorizada: la reciente muerte de Kissinger.

-Ese tipo era un doble agente . Y es sencillo. Kiss viene de beso. Inger de Finger. Ese tipo era puro beso negro y dedo. Fue uno de los más grandes comunistas que hubo en la historia. ¿Saben por qué? Porque sus guerritas hicieron sentir moralmente superiores a los zurdos de mierda. Y eso era porque él hacía trampitas en el miomento de autosatisfacerse. No le bastaba con tocarse el pájaro sino que se estimulaba analmente y luego cataba el sabor de su cavidad dándose besos en la yema de los desos. Puro Kissinger. El comunista. Miren, les voy a decir otra cosa: El partido Republicano es comunista. Donald Trump va a ser el próximo Stalin. Sus novias han sido actrices porno y porque su mujer es una actriz nacida tras la cortina de hierro. Ojo con lo que les digo. La CIA tiene que hacer una purga. Eso se llenó de rojos y ¿saben por qué? Porque no todos estaban preparados para catar la cantidad de escena de adultos que yo sigo catando.

-¿Sigue viendo trabajos de esta especie?

-Sí. Y lamento decirles: todo el cine para adultos es comunista

-¿Por qué?

-Porque se ha llenado de estimulación anal y de negros y árabes. Y esa gente no tiene más que socialismo y pobreza para repartir. La más célebre espía, ustedes seguro han escuchado de ella, es esa dama oscura que conocen como Mia Khalifa; ella tiene ese apellido porque quiere instaurar un Kalifato universal. Islámico y Comunista son la misma cosa.

-Perdónennos ,pero creemos que, tal vez, usted está viendo cosas que no concuerdan con los hechos fácticos. Esa dualidad o división del mundo entre comunistas y capitalistas ya hace mucho quedó perimida.

-Veo en ustedes ya no dos pajeros sino dos guerrilleros que deben ser exterminados. Aunque no se preocupen, si no tienen capacidad de concentración, la paja para ustedes no significa catar sino matarse de a poquitos.

-Por favor, ahonde en esa diferencia. Entre hacerse la paja y catar

-Cuando usted cata, degusta de manera científica. Cuando usted se pajea, se disgusta de manera triste, sobre todo cuando acaba y la acción en el video ni siquiera ha empezado, en el video aún están hablando. Ustedes, los pajorros, se masturban con besos. Los catadores descubrimos ideologías con himeneos.