Borgito. Por Leandro Alva
Al principio, me pareció un gag de Peter Capusotto. Muchas veces uno piensa que a este país lo inventó el ex CHA CHA CHA. Pero no. Lo inventó gente con mucha menos onda.
A Capu ya lo había escuchado haciendo muy buenas imitaciones de la voz del viejo, sobre todo en la radio, y me había cagado de risa. Me acuerdo mucho de un programa, en el que se contaba una anécdota; resulta que Borges y Bioy habían salido de joda a un boliche de cumbia y cómo él era ciego aprovechaba para “tocar upites” y mirar para otro lado haciéndose el boludo. Luego confesaba que, en uno de estos reductos de música tropical, lo asaltó la inspiración para escribir la letra de “El Bombón Asesino”. Todo parecía un delirio insuperable. Hasta ahora.
Porque hace unas semanas apareció un cartel cuya intención era engalanar los muros de una estación de subte de la línea C con motivo de cumplirse tres décadas de la muerte de Georgie. Cito textual, no se rían: “con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad.” Al parecer, este bolo de cursilería y autoayuda pertenece a una “poeta” norteamericana que no voy a mencionar por aquí. Lo cierto es que cualquiera que haya leído un par de poemas del chicatón anglófilo puede darse cuenta que el tipo era incapaz de incurrir en tan reblandecido parrafeo (lo de feo es adrede).
Así las cosas, quedó evidenciada (una vez más) la brutalidad y la negligencia de la muchachada PRO. Se ve que agarraron al primer alfeñique que se les cruzó y le dijeron “buscate una frase de Borges para poner en el subte, que hoy se cumplen 30 años de su muerte”. Y el alfeñique cumplió los deseos de su jefecito y mandó lo primero que encontró en Google. Es raro que no haya hecho imprimir el archipedorro poema “Instantes”, pero bueh… qué le vamos a hacer? todo no se pude… Cierto es que el cartel duró poco, hasta el momento en que se dieron cuenta de la cagada que se habían mandado con el afán de mostrar una cultura que no detentan, pero las fotos comenzaron a circular en las redes sociales y las citas apócrifas del viejo vate se multiplicaron ad infinitum. Hay que decir que fue muy divertido leer las frases atribuídas a Borges durante las siguientes 48hs. Desde confesiones de zoofilia hasta incursiones en villas para pegar faso, el anciano picarón confesaba todas sus fechorías. Se transformó en putañero, pornógrafo, drogón, apoyador de subte, peronista, amante del fútbol, tiragomas etc etc etc.
Por eso digo que todo esto parece urdido por la mente febril de Capusotto en la misma despensa de la pizzería “Los hijos de puta”, porque la metida de gamba es demasiado evidente como para tomarse el asunto en serio. Pero no, ya nos estamos acostumbrando a que los muchachos se superen con una frecuencia que mete vértigo. Al mismo tiempo, sospecho que las cenizas de Borges se mean de tanto carcajearse bajo el humus ginebrino (Bols o Llave, no importa) y Kodama ya quiere clavarle un juicio al gobierno de la ciudad de Buenos Aires por algo así como “plagio involuntario calificado con agravante pelotudez manifiesta”. Vamos a ver si se lleva un manguito la ponja.
Lo que sí me animo a afirmar, a partir de una experiencia de primera mano, es que una vez yo tenía diarrea y me tuve que introducir a los pedos en el biorsi de la estación Constitución. Estaba a punto de desgraciarme, pero llegué justito. Me bajé los lonpa, me senté en el trono y saqué mi viejo ejemplar de “El orto, el mismo” para amenizar la descarga. En un momento de respiro alcé la mirada y logré deletrear claramente, grabado con un cortaplumas en la puerta del baño, la celebérrima frase “Puto el que lee”, con la inconfundible rúbrica de J.L.B. Y otra vez me cagué, literalmente, de risa.
Se destetó el aborto de Borges (short story science fiction) nominado a los Hugos
El premio Hugovski Sagarov es entregado a las peores obras de ciencia ficción publicadas en medios impresos, virtuales e imaginarios. Este año tenemos el honor de que un representante de Colombia asistirá a la cita llevada a cabo en Minsk, Bielorrusia. Este relato cuenta con el atractivo de la mentada intertextualidad que tantas tesis provoca en facultades de letras, humanidades y artes. Pedro Sánchez Merlano (miembro honorario del colectivo poético Moras Silvestres) no cabe de la dicha ante la nominación de su trabajo. No podemos dejar pasar esta oportunidad para sentirnos avasallados por la dicha pues uno de nuestros más fervientes colaboradores, entra al parnaso de la literatura de ciencia ficción de Europa Oriental. Pedro Sánchez Merlano quiere ir a Donetsk a rociar bala a cuanto separatista ruso se atraviese en su camino. Como El Manco de Lepanto, nuestro Pedro Sánchez Merlano será un mito gracias a su participación en las batallas más decisivas de este siglo. Recordaremos con mucho cariño aquella entrevista que nos brindó hace más de dos años:
Pedro Sánchez Merlano, un día ante la genialidad literaria.
Ahora disfruten de esta pieza literaria, sin igual y siempre igual, como decía don Álvaro Cepeda Samudio (integrante honorario del tríptico de Álvaros, completado por don Gómez y don Uribe).
SE DESTETÓ EL ABORTO DE BORGES
Pedro Sánchez Merlano.
La matriz sicodélica y hecha de mercurio ionizado se había roto antes de tiempo. En su interior el feto que habría de convertirse en el fenómeno literario por excelencia, se hizo aborto. Cabe recordar que a don Jorge Luis Borges le habían dado la progesterona suficiente para generarle mastitis y luego de haberle implantado un útero se aguardaba que pariera un hijo, el culmen de la literatura latinoamericana, teniendo en cuenta que una vez entrado en celo don Jorge Luis fue apareado por don Gabriel García Márquez.
Antes de continuar con mi relato debo hacer notar que este Jorge Luis Borges no era el original, sino uno de los clones figurados por don Campo Ricardo Burgos, en su obra El Clon de Borges, texto que recomiendo a la pléyade de novísimos escritores de ciencia ficción que cunden como la peste negra en Europa por nuestros días.
Vuelvo a mi relato:
La sesión de apareamiento fue de difícil consecución, dado que los senos de don Jorge Luis estaban más escurridos que sus cachetes y sus nalgas semejaban un par de flores secas que harían llorar a don Pablo Neruda (el original, pues sus clones se volvieron malos y tan inteligentes que se hicieron llamar Enrique Lihn, Nicanor Parra y Robertito Bolaño). Pero el feto, que ya se iba gestando como un profesor lleno de tics nerviosos y comentarios sagaces, solo esperaba que la leche de Gabo hiciera lo que tenía que hacer. De modo que, nosotros, es decir, yo, es decir, uno de los científicos que apoyó este experimento, tuvimos que masturbar al bardo caribeño y depositar el semen en la ranura seca de don Jorge Luis, por medio de la inseminación artificial.
LA MÁQUINA DE DOLOR DE LA BURROUGHS CORPORATION
Este cuento salió publicado en la cuadragrésima sexta edición de FICCIORAMA (fanzine de producción quirográfica, reproducción mecánica y distribución repentina mensual), dedicada al escritor William Burroughs, en lo que constituye la primera de tres entregas sobre el autor norteamericano.
El fanzine 46 completo se puede ver acá:
LA MÁQUINA DE DOLOR DE LA BURROUGHS CORPORATION
Por Luis Cermeño
Un viejo marica me mira al otro lado del salón. Observa fijamente, con ojos crueles y penetrantes. Siento simpatía por los viejos maricas. Ahora actúo como una señorita virgen, y eso es reconfortante ciertas tardes en que me encuentro destrozado. A veces juego al difícil y me concentro en mi escritura. Siento su mirada recorrer mi carne blanda de joven envejecido no marica. Pero lo quiero confundir, levanto la vista de la máquina de escribir y le sostengo la mirada. Cuando ya no puede resistir las miradas se rinde con una leve mueca en su labio inferior y yo sonrío. Él sonríe algo avergonzado como un criminal. Así jugamos un par de veces, y siento lástima porque veo que el viejo marica sigue enfermo de deseo. Y el deseo parece ser un espíritu indomable que no considera el desgaste de los años. Pronto se sienta otro viejo marica a su lado. No tan viejo como el viejo marica, pero ciertamente viejo y ciertamente marica. El viejo marica sabe que éste viejo es presa fácil y sigue perdido ardorosamente ante la búsqueda de mis ojos. Me indigno al verlo sentado junto a otro viejo marica, recojo mis herramientas y no lo vuelvo a ver más. Me levanto y detengo frente al póster de un documento perdido de un hombre de mi edad, y le grito a la vieja puta de mi lado: ¡Qué muchacho tan simpático! Ella ríe y me pregunta si ese muchacho soy yo. No, río, mientras le contesto, sé que el viejo está escuchando, solo digo que ese joven es bien parecido. Sé que destruí al viejo con mi frío descaro y con un halo de insolencia me retiro para continuar la jornada de ventas. Vendo máquinas de dolor de la Burroughs Corporation.
Fundido en negro murmurando: ‹‹Hay un amante en cada esquina cruzando las galaxias heridas ›› — La muerte y la mentira — El medio en el que la vida animal respira no está en ese lugar sin alma — La visión de los dioses— Con una extraña criatura gimiendo a su lado — Willy el Uraniano El Niño de Metal Pesado — Navegamos, oh amigos míos, yo — salía de trabajo y emprendió la marcha — Ya estoy sobre la popa; vosotros, — de la selva. A cuatro hileras —Fastuoso frente que corta—: a la derecha Neil, el menor y más — El oleaje de rayos y de inviernos— NO TIENEN eso que llaman ‹‹oxígeno de las emociones›› — Ojos mercurianos — ¿Me estoy muriendo, mister? — Polilla extraterrestre — Una mañana él despertó en un Hotel verde — “Tengo que confesar que soy un pedacito de mierda”.
Más allá del lenguaje: El amor y el Apocalipsis para Raúl Zurita
Tanto soñé contigo,
Caminé tanto, hablé tanto,
Tanto amé tu sombra,
Que ya nada me queda de ti.
Sólo me queda ser la sombra entre las sombras
ser cien veces más sombra que la sombra
ser la sombra que retornará y retornará siempre
en tu vida llena de sol.
Robert Desnos
Ante la urgencia del amor, poseídos por ese Dios que nace en el estertor de moribundo, el artista es aquella persona que atraviesa el infierno y en el extremo de la crueldad llega al extremo de la delicadeza, fijo ante ella, como un troyano ante la absoluta hermosura de Helena.
<He estado en el infierno y he vuelto, y déjame decirte, fue maravilloso> Louise Bourgeois
Si el hombre no tuviera fecha de expiración, no amaría, por esta razón los Dioses no aman, sino traman conspiraciones entre razas extraterrestres.
‹‹Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca ha sido leal›› Borges
Raúl Zurita lee salmos, poemas, escucha con picardía chicha a Leonard Cohen, para exponer la íntima relación entre Amor y Apocalipsis.
‹‹Mi corazón es el país más devastado›› Ungaretti
Tanto el infierno del dolor como el cielo del amor exceden las palabras: cierran un poema.
Ripios y silencios: sobre Borges y la última novela de Moore
Sobre la última novela de Alan Moore, Jerusalem, resulta trágico, pero a la vez comprensible en tiempos de twitter y neolengua, que se le dé mayor valor al número de palabras de una obra que su contenido o propuesta. Si bien la cifra es impresionante, pues según Leah Moore (hija del escritor) la novela se compone de aproximadamente un millón de palabras (the guardian), y esto en comparación a famosos libros voluminosos, como Guerra y Paz (560.000) parece exagerado, considero que uno como lector cuando se sumerge en la lectura no se pone a contar palabras y el número de éstas idealmente pasa desapercibido cuando está atrapado; y en eso reside parte del éxito que en la actualidad están teniendo sagas como Juego de Tronos, Harry Potter, Las Crónicas Vampíricas y últimamente (gracias a Jodorowsky) Duna.
A propósito de la extensión de las novelas, uno de los mayores detractores era Jorge Luis Borges, a quien algunos, como Jane Ciabattari, consideran el escritor más importante del siglo XX (http://www.bbc.com/culture/story/20140902-the-20th-centurys-best-writer). Para Borges el problema de las novelas es que muchas de sus páginas son meros ripios, rellenos de escritores ociosos, como Tolstói, que a media noche se acordaban que tenían que escribir sobre el picnic, el desfile y esto no era «realista».
La casa del fin de los tiempos: Un buen augurio
Reseña de Campo Ricardo Burgos López
La casa del fin de los tiempos, según puede colegirse de la ficha técnica que puede hallarse en internet, es una película venezolana dirigida por Alejandro Hidalgo y estrenada en su país el año 2013, que combina los géneros del suspenso, el terror y la ciencia ficción. El argumento se centra en una vetusta casona caraqueña en donde en diversos momentos del siglo XX han ocurrido misteriosas desapariciones de personas y cómo la protagonista, una mujer llamada Dulce, emprende una investigación para aclarar los inexplicables acontecimientos que en ese lugar han ocurrido.
Al final de la obra, aun cuando son posibles otras interpretaciones, el hecho es que la explicación central de los episodios allí sucedidos es que esa casa de Caracas es un lugar donde por alguna razón los tiempos se confunden y de algún modo coexisten el pasado, el presente y el futuro. El filme venezolano, entonces, emplea la misma estrategia narrativa de cuentos clásicos de Borges como El otro, donde –recordemos- al sentarse en la banca de un parque, un Borges viejo se encuentra con el mismo Borges, pero joven. En el filme de Hidalgo, el objeto que posibilita esas coexistencias de los mismos personajes en pasado y futuro, no es la banca de un parque, sino una casa. Por otro lado, con el típico truco de que una de las víctimas (Dulce) tras muchos avatares resulte ser también una de las victimarias, “La casa del fin de los tiempos” se afilia a una ilustre estirpe de obras que van desde el Edipo Rey de Sófocles hasta esa cinta de culto que es Angel Heart de Alan Parker (recuérdese que en ambos casos el investigador de los crímenes resulta ser el criminal). En tercer lugar, hay que apuntar que en el largometraje de Hidalgo se consigue que la lóbrega y tenebrosa casona donde acaece la historia, sea también un personaje más ( tal vez el más importante de todos). Ese es un rasgo en la misma línea de tanto cine tradicional de terror donde la casa embrujada es “más personaje” que los mismos personajes humanos que por ella transitan.
Gabriel García Márquez había muerto. Por Campo Ricardo Burgos L.
Un cuento de ciencia ficción de Campo Ricardo Burgos López sobre Gabriel García Márquez una vez el premio Nobel se encuentre en el Más Allá de los cristianos.
Este cuento se publicó originalmente en el 2006 en: revista AXXÓN y es reproducido en Mil Inviernos con la autorización del autor.
1
Gabriel García Márquez —por fin para algunos y por desdicha para otros— había muerto. Mientras en diversos lugares del mundo se efectuaban los predecibles homenajes al escritor, los periodistas escribían las obvias notas necrológicas, los académicos producían los vaticinables ensayos sobre la vida, obra y milagros del santo, los traficantes literarios saboreaban por anticipado el pronosticable efecto que la noticia tendría sobre las ventas de los libros, los profesores de diversos colegios y entes educativos obligaban a sus sufridos alumnos a escribir el típico texto respecto del prohombre fallecido, y los familiares del escritor también de modo predecible empezaban a saquear sin compasión las pertenencias del occiso a la búsqueda de algún manuscrito olvidado que al publicarse les mejorara el saldo bancario, la situación del mismo Garcia Márquez era bien diferente. Pocos segundos después de despertar en el Más Allá, García Márquez se encontró haciendo una fila infinita, una fila de personas que delante del puesto que él ocupaba, llegaba hasta el horizonte que la vista alcanzaba y todavía más allá. Aún desacostumbrado a la situación, García Márquez observó el cielo azul sobre su cabeza y el verde valle de fina grama que se extendía indefinidamente por el norte, sur, oriente y occidente. El clima era decididamente primaveral y una suave brisa contribuía a mantener la tibieza reinante sin que alguien pudiera en exceso sofocarse. García Márquez observó también que tanto delante como detrás de él en la fila, incontables personas de todas las razas, tamaños, credos y apariencias, trataban de disimular la impaciencia que les producía tener que esperar turno. Cuando así completó su evaluación visual, por fin se decidió a hablar.
—Disculpe —se dirigió a una mujer bajita y de apariencia oriental que se hallaba justo un puesto delante del suyo—. ¿Qué es esto? —preguntó mientras movía su mano derecha indicando vagamente en derredor.
—¡Usted está muerto! —repuso con sorpresa la mujer oriental—. ¿No se ha dado cuenta?
—¿Muerto? —contestó con sorpresa García Márquez—. ¿Así de simple? ¿Esto es todo?
La mujer oriental volvió a mirar a García Márquez sin comprender.
—Pero —prosiguió el que en la Tierra llamaban «Gabo» —. ¿Para qué es esta fila? ¿A dónde conduce?
—Al Juicio Final —contestó la mujer oriental con gesto impaciente—. ¿No es obvio?
García Márquez quedó patidifuso. ¿Juicio Final? ¿Entonces era cierto lo que le habían contado sus abuelos alguna vez en la infancia? ¿El socialismo de vanguardia podía estar equivocado en ese punto? ¿Eso era posible? Por alguna razón más allá de la humana comprensión, ahora la mujer oriental se había animado a hablarle y continuaba su disertación.
—Allá al frente —dijo señalando el horizonte con un dedo— está el tribunal de Dios, todos vamos para allá y una vez frente a Él, cada uno de nosotros obtendrá lo que merece. Nada más y nada menos —concluyó.
García Márquez estaba boquiabierto. ¿Es que era posible Dios? ¿Es que sí era cierto el cuento ese de los pecados en la vida terrestre y el tener que dar cuenta de cada uno de nuestros actos, pensamientos y omisiones? Por un momento, el escritor sintió miedo.
—Espere un momento —repuso García Márquez—. Cuál es su nombre?
—Noriko Saito —contestó la mujer—. Soy, o más bien era —y al decir esto la mujer sonrió melancólica—, del Japón. ¿Y usted?
—Gabriel García Márquez —dijo el llamado «Gabo» no sin notar al decirlo cierto envanecimiento y cierto involuntario engolamiento de la voz —. De Colombia.
Curiosamente, la mujer no pareció conocerlo.
—Disculpe —prosiguió el confuso escritor—. ¿Usted habla español?
—Claro que no —replicó la mujer—. Todo el tiempo le he hablado en japonés.