No es más que un hasta luego, Giorgio El Pirata.
La única vez que vi llorar a pirata fue al escuchar «Aud Lang Syne», mientras me contaba en la librería El Reino, la historia más fantástica que presenciaron los antiguos: los niños y mujeres de Lemuria, tras escuchar de los sabios la noticia del fin de su civilización, se postraron frente a una gigantesca roca, se tomaron de las manos y entonaron el himno:
Un nuevo muchacho en la congregación de los muertos. Necrológica de Sánchez Dragó
Adiós, Álvaro Pablo Ortiz.
En el Mandiga vi primera vez al insigne docente de la cátedra rosarista, el excelentísimo Álvaro Pablo Ortiz, completamente ajeno a que no llegaría a esa charla sobre Geo von Lengerke en el ciclo de historias de emprendores santandereanos, hoy 17 de marzo, del 23 (hay fuego en el veintitrés). Como una chimenea andante que cultivaba con cariño su efisema pulmonar, él caminaba y yo supuse que pronto estaría, como dicen los latoneros, saliendo para pintura.
La pintura es la muerte, aclaro. Tan poco sabía que después de haberlo visto en el Mandinga lo volvería a encontrar en las clases que impartía sobre historia de la segunda guerra mundial. Don Álvaro se llenaba de regocijo y cierto toque de sensualidad cuando se refería a las hermosas bestias rubias que embistieron al continente de sus más viejos amores. Y es que el peor castigo para don Álvaro fue haber nacido en una meseta llena de campesinos e indios ignorantes que lo único que tenían hitleriano era sus bigotes. Esto, más que requemor, da ternura, como cuando pasaba al lado de mi asiento llenándome de su vaho vaporoso y compartía conmigo un poco de la caspa que brotaba de su espesa barba blanquecina. Serán inolvidables los olvidables momentos en que sujetos proclives a la obsecuencia le llevaban su maletín de cuero en donde guardaba apuntes de otros personajes que para él eran una suerte de Aquiles, en versión infinitesimal, de la historia patria.
Dicen que sus últimos días, ya viudo, fueron ocupados por el recocijo y el amor para con los animales, no tanto para sus semejantes, con los que entró en disputas por las más minias circunstancias. Imagino su casa como un zoológico domesticado en donde, entre dos gruesos volúmenes, reposa su melancolía una tortuga. La tortuga hoy extrañará al excelentísimo don Álvaro Pablo; aunque nosotros nunca hayamos convivido con él, también lo extrañaremos, no por sus iridiscencias sino por saber que hay alguien que tiene la desdicha de vivir en un lugar que no quiso, y que el día que volvamos al espacio vacío que dejó el Mandinga, ese vacío estará acompañado por el fantasma del catedrático de historia más furioso que degustó un corrientazo en el centro de una ciudad más bien corrientona como Bogotá.
Adiós a los sueños de gloria. Todo se fue con el humo de don Álvaro Pablo. Y Gloria, la tendera, lo soñará sin recordar los sueños. Por eso repito: adiós a los sueños de Gloria.
Good bye, Mr Joseph Berna, adiós héroe español del Espacio
Que tu conquista ahora se abra paso por las dimensiones del más allá, mr Berna.
Dankeschön, herr Florian Schneider.
Haré la necrológica de Rubem Fonseca
Nacido hace buen tiempo atrás, muerto el año de la pandemia 2020 no por el coronavirus, recuerdo que Rubem Fonseca era el puto amo del género policíaco y género negro en los 90. Todos lo leíamos, los que escribían querían ser como él. Mito del encierro, en una época en que a la gente no le tocaba estar encerrada, al nivel de autores reclusos como Thomas Pynchon y Dalton Trevisan, se resistió a hacer de su vida privada un espectáculo. Una década después pocos lo recordaban y dos décadas después si apenas aparece como uno de esos autores que si le preguntas a la nueva generación apenas reconocen de los que no ganaron el Nobel.
El abogado criminalista Mandrake y el policía retirado Vilela, se despiden de su artífice. Nosotros, los lectores de otra generación, también nos despedimos de un maestro.
Estoy harto de las necrológicas pero hoy le toca el turno al baterista Bill Rieflin
Ojalá no siga muriendo gente porque hoy no tengo ni un poquito de ganas de redactar necrológicas, sostiene Pereirano.
Hoy voy a compartir un video de un baterista de puta madre que murió el 24 de este mes, hace solo dos días que parecen una eternidad; pero no más, en serio, stop dying, dejen de morir.
Bill Rieflin, baterista versátil que estuvo desde la banda alternativa R.E.M pasando por King Crimson y Ministry, con el proyecto de Paul Barker (bajista de Ministry) Lead Into Gold, poco conocido pero que recién el año pasado estuvo de tour en USA… en este video aparece dándole a las baquetas al lado del tío de NIN y Al Jourgensen que parece un boyaco con ruana.
Larga vida Bill Rieflin: esta escena industrial siempre me ha parecido como una familia a larga distancia… hace poco llorábamos a Genesis y Gabi Delgado, hoy le toca el turno a un buen baterista que ya debe estar haciendo un proyecto de la ostia con estos dos genios.