Sueños Geodésicos Gardner Raymond Dozois (1947-2018), reseña Luis Bolaños
Hoy presentamos la reseña a esta magnífica colección de relatos de Gardner Dozois, por nuestro colaborador frecuente y amigo Luis Bolaños.
Él quisiera, aprovechando la ocasión de nuestro cumpleaños número 11, que preguntáramos a nuestros lectores: ¿cómo les ha impactado 1000inviernos?
Sin más… los dejamos con esta magnífica conversación sobre uno de nuestros libros favoritos

creador del término cyberpunk.
Florilegio dedicado a su compañera Susan Casper, abre con un apotegma de James Tiptree (Alice Sheldon) muy sonoro: “El hombre es un animal cuyos sueños apuntan a la realidad y son asesinados”
La traducción es de Carme Geronés y Carlos Urritz
Prólogo de Robert Silverberg
Derrama sensibilidad y demuestra inteligencia ya que puede convertir en un soplo lo peyorativo (el aspecto hippie que esgrimía Dozois cuando lo conoció) en virtud, y en verdad nos ayuda a entender lo que significa para GD su don de narrar, empezando la configuración de su texto con una frase del escritor inglés Leslie Poles Hartley: “El pasado es un país extranjero” y continuando con historia y empatía en un deseo ferviente de quitarle hierro a su estocada anterior (aparecida en la introducción dedicada a su primer libro de relatos: “The Visible Man”) y asimismo destacar sus logros en el par de décadas que separan ambos prefacios; y aún así, no extravía la brújula y retoma lo esencial combinando pasión, fragmentos de los párrafos, análisis enjundioso y comparaciones tupidas repletas de humor, alcanzando a conectarnos con las adquisiciones alcanzadas (llegaron a ser: premio Hugo al mejor director de revista -Asimov’s SF Magazine- con quince victorias en los 17 años comprendidos entre 1988 y 2004, 37 premios Locus en diversas categorías, además de numerosas nominaciones por relato: cinco para el Hugo y once para el Nebula con dos triunfos: El Pacificador y Nacido por la mañana) y la madurez expuesta en una evolución temática y estilística que integra y emociona, nos agarra por el pescuezo y nos introduce en un universo de dolor -y de renovación, donde convierte las pinceladas de tragedias individuales en colosales frescos de desdicha para la humanidad- continuo
La carátula espectacular, aunque no amerita autor en la edición de Grijalbo es de Karl Kofoed (variante de una cubierta del Isaac Asimov’s Science Fiction Magazine, June 1979) y a pesar de que el dato fue entregado enseguida por los algoritmos de búsqueda de Google debo advertir que los mismos cada día parecen ir degradándose e ir viajando hacia la simpleza y tan penetrados de censura que dificultan hallar ciertas preguntas, lo cual se expresa en diversas webs que hasta hace poco se caracterizaban por su liberalidad, donde han empezado a colocar corazoncitos rosados sobre las exquisitas vulvas dibujadas por los artistas o rayarlas a la manera hipócrita del hentai
La red que conocimos libre, nos empieza a prohibir deleitarnos con los magníficos desnudos, las desinhibidas posturas y los juguetes secretos del placer, el sólo hecho de interferir es ya un crimen cultural, y eso ocurre con webs de tanto abolengo digital como DeviantArt, Hentai Foundry y otras que nos impiden observar la plasmación del artista que deseamos degustar tal como la concibió, lo cual no deja de ser una molestia y una falta de respeto. Tras la digresión retorno a la imagen: un vigía verdoso, con cola y patas de sátiro, cinturón con aditamentos electrónicos, puñal y binoculares en el crepúsculo salvaje de un planeta bañado de luz roja por un par de soles, uno naranja enorme que parece hervir en el horizonte y otro blanco, más lejano; se contempla la desembocadura de un río y un bajel con vela triangular que se desliza hacia ignotas tareas, dejándonos un sabor a melancólico misterio y trepidante aventura
Nacido por la Mañana: Morning Child en Omni, enero 1984
La descripción de la casa destruida nos precipita hacia la guerra y sus consecuencias, es tan física que puedes tocarla y olerla. Su final es de una tristeza casi elegíaca, demuestra dominio del material que expone, control de las emociones que son entregadas gota a gota, y a la medida que se introducen en el sistema circulatorio de tu conciencia entonces comprendemos el ciclo que padece John y la exposición de la jornada con sus momentos de solaz y complicidad entre padre e hijo… o eso creemos, pero no por entenderlo se torna menos cruel y ocurre en la medida exacta sintetizada de un día, que parece repitirse ad aeternum; el telón de fondo es la guerra inmisericorde que continua creando armas atroces destinadas al castigo y al sufrimiento; lo cultural queda de relieve en la siguiente frase: “En lo alto, un semáforo oxidada se balanceaba pendiente de un cable combado. Alguien había atado un letrero de color naranja y blanco con un conjuro en un lado de la señal de tráfico y en el otro, en la parte opuesta a la ciudad, que daba hacia el mundo hostil, se veía el ojo del mal, pintado en un rojo fuerte y chillón sobre un fondo blanco. Durante los últimos días todo se había enrarecido mucho”
Enferma contemplar las oscuras ramificaciones de las consecuencias de las armas utilizadas, y aún así existe una cierta magia en las escenas cuando combina luciérnagas con columnas de fuego, alaridos melancólicos con terribles estruendos, efectos de lo que sea que le aplicaron a John y los cambios fisiológicos que trae aparejados, es difícil en las últimas cinco líneas evitar las lágrimas.
Once años pedaleándole a la princesa Mili.
Y once años pedorreándonos en la princesa.
Han sido horas de amarres amorosos y desventuras de viudos que no hallan el momento de dormir en un féretro para desposarse con la dama de la noche, es decir, con Dios. Hoy nos levantamos sin sentir nada, entonces nos preguntamos si ya no estamos muertos, o es que acaso, gracias a Dios, hoy amanecimos más insensibles. Y es que la insensibilidad nos ha prodigado lo que nos falta de valentía: el arrojo de pedirles a nuestros papis que a, nuestros cuarenta años, les sigamos pidiendo dinero para mantener a flote este proyecto en declive llamado milinviernos. No tenemos odiadores, mucho menos admiradores, pero sí que hay ignoradoradores de lo que hacemos: dios los bendiga, porque así como ellos nos ignoran, la angelitud hace lo propio con ellos.
Esta mañana vi a una caravana de atracadores que despedían a un coleguita. Uno de los deudos aspiraba bazuco de su pipa de pvc, o como ellos dicen, de su carro; hay nostalgia de no haber sido capaz de dedicarme a un vicio que me consumiera.
Mil Inviernos llega a la época en la que nace el devenir de ser un superpapá. Un papá valiente, sincero, transparente, sonriente y bienoliente. Pero en el interior hay abismos, abismos que yo, como padre, debo callar y mi cabeza es una olla a presión, debo ser feliz y tener los arrestos de tener éxito y defender a mi familia. Tengo el deber de ser valiente como Jesús lo fue en el Monte de los Olivos y, como Jesús, me cagaré del susto y, como Jesús, digo: ¡dios mío, dios mío! ¿por qué me has abandonado? Mientras mis hijos juguetean en el parque y mi esposa sonríe, agradecida por tener un lindo hogar. ¿Hay un desierto más desolador que una vida alegre?
A mí me decían en el colegio que yo iba a tener una vida alegre porque tenía cara de mariquita pero ni siquiera eso fue posible; no fui tan macho para ser marica y dar culo. Eso debe ser muy macho.
En estos once años de nuestra princesa mili las glaciaciones arrecian. Y apenas hay gente que se aleja de ese centro helado que es nuestra vida para morir de frío en sus propias burbujas de felicidad. ¡Ah, hipócritas, todos!
Cuánto nos ilusionamos con el final del mundo. Esa es la única salida para acabar con una vida feliz en familia: que el mundo acabe. Y como dice la última de los Everything but the girl: bésame mientras el mundo decae, bésame mientras la música está sonando.
Os traigo una noticia: moriremos felices. Y algún día nos levantaremos, ahí sí, sin sentir ni mierda y nos habremos dado cuenta que por fin somos fantasmistas. Descansaremos de vivir y nos decimos a nosotros: ¡feliz cumpleaños, mil inviernos! Te amamos, princesa Mili. Hoy te coronan en el Apurimac de los sueños.
Posdata: no hay nada mejor que tirarse pedos con dos dedos metidos entre el culo.
Episodios cotidianos. Por Francesco Vitola
Un oasis en medio del caos
16/09/2022. ¿Cómo sobrellevar este ruido constante que nos ataca por todos los frentes? La maquinaria pesada masticando el pavimento con sus martillos hidráulicos; los obreros comunicándose a gritos durante la jornada laboral; las sierras circulares cortando hierro; los taladros perforando las paredes; el pitido de vehículos marchando en reversa; la música estridente de los parlantes montados en patinetas eléctricas; los borrachos exaltados discutiendo en las plazas; las sirenas de los vehículos de emergencia; los camiones barredora; los niños berrinchudos ignorados por sus padres; los gritos desgarradores de los dementes; los chillidos desesperados de quienes han sido robados por gacelas humanas. Es la sinfonía demencial del progreso barcelonés, la banda sonora de una ciudad hiperactiva.
Recién mudado al apartamento donde vivo —de eso ya hace un año— pensé haber encontrado un oasis en medio del ruido, y así fue hasta que comenzó el verano que se alargó durante siete meses, tiempo que ha coincidido también con las reformas del piso contiguo, justo al otro lado de la pared de mi cuchitril. En esos meses calurosos aparecieran mis dos nuevos compañeros de piso, unos individuos que creen vivir solos: tiran las puertas a cualquier hora del día y de la noche, hablan por teléfono a los gritos, desfilan por los pasillos con zancadas de elefante intoxicado, lavan ropa a la una de la madrugada —el ciclo de escurrido hace que parezca que el apartamento va a despegar—, y cuando usan la cocina la dejan convertida en la escena de un crimen. Imagínense compartir el baño con personas que no conocen la función de la cortina de la ducha, o del trapeador. Cada mañana, cuando salgo de la ducha, siento que en vez de un tapete, piso musgo.
EL MATRIMONIO PERFECTO (microcuento)
— Mi señora dice que soy impotente
— No es verdad, mi amor. No lo eres.
ADIVINANZA:
Ella ignoraba que Eduardo Carvajal se gastaba dos cajitas de tadalafilo con ella, mientras que con la esposa no le interesaba hacer ese gasto.
¿A quién ama Eduardo?
SOLUCIÓN:
A él mismo.
MORALEJA:
Egoísta. Tacaño de mierda.
«Absurda noveleta negra» de Antonio Reyes Carrasco Por Gabriel Velázquez Toledo
Les llaman malditos, indeseables, pero sólo son artistas marginales que no pertenecen a un grupo, a los que el oficialismo desprecia por su falta de pretensiones, los que no se acomodan a las circunstancias que permiten doblegar su conciencia crítica, como lo acostumbra el sistema (con canonjías o dádivas). Su obra se transforma en la ordalía que exhibe la mediocridad y el favoritismo con que se beneficia a ciertos creadores, artistas y/o escritores, ya sea por vínculos afectivos, fraternos o incluso familiares, es la odisea de crear y llevar al público su obra la que les erige legítimamente como el pulso del espíritu social.
Pierre Bordieu exploró, en Las reglas del arte, cómo el estado otorga premios, becas y espacios (para presentar, exponer y canonizar discursos que de alguna manera legitiman en lo social un trabajo), lo que le garantiza al régimen en turno cumplir la función de ente validador, además de, obviamente, el no ser sometido a la crítica y, en todo caso, invisibilizar las propuestas de quienes le incomodan, en favor de la sobre exposición de quienes le son útiles, razón por la que vemos a ciertos grupos manifestarse hasta en la sopa.
Más allá de las propuestas políticamente correctas y descafeinadas, que quizá poseen la técnica que se aprende en las escuelas, pero no la fuerza ni la intensidad que da vivir lo que se narra, está la de los artistas underground, la que da testimonio de que el arte es una pasión que emerge desde las antípodas de la conciencia y la imaginación. A estos artistas pertenece Antonio Reyes (Tapachula, 1978), creador de fancines, promotor de lectura, poeta de megáfono y autor de obras desquiciantes como Hiato (2004), novela que se puede insertar dentro del realismo sucio, el del Bukowski puro (no el de Pulp, donde ya se había ablandado), que nos recuerda que somos simples seres humanos atravesando por las circunstancias de la vida. Abro un paréntesis para decir, y no está de más, que el Toño fue traducido al Francés hace unos años con esta misma novela, pero que eso no le hizo perder el piso, pues sigue regando tinta y aplanando banquetas en la búsqueda de historias como cuando nos conocimos.
El año pasado presentó Absurda noveleta negra (Pinos Alados, 2021) y no ha dejado de hacerlo en cada café, recinto escolar y festival que se lo permite. Va solo, con sus libros a cuestas, pues es la mejor forma de darse a conocer en un estado pobre, como Chiapas, en donde los agentes literarios no existen, así como tampoco las editoriales ni nada que implique una labor profesional de difusión cultural y en la que lo único que queda es buscar que las obras circulen de mano en mano, en un efecto dominó que lo ha llevado a ser reconocido como un escritor que posee una propuesta literaria sólida.
“No seduce todo lo que se revela”. A propósito de El diario De la Riva. Por Daniel Maldonado
Son legión los escritores que incurrieron –que siguen incurriendo– en la manía de registrar sus acaeceres más o menos cotidianos. Figuras como Pavese, Woolf, Piglia o Pitol no sólo escribieron diarios, esas bitácoras en las que consignaron aquello que se les antojaba pertinente, sino que hicieron de esa variante intimista de la narración un ejemplo preclaro de la experimentación formal.
Es en esta especie de naturaleza bicéfala del diario (testimonio puntual de lo experimentado regularmente al tiempo que laboratorio en el que es rasgo constante el juego con formas narrativas diversas) en donde podría descansar, también, su condición de interrogante. ¿Cómo narrar, cómo dar cuenta de aquello que, quizá por valioso o por pretendidamente inaprensible, se vuelve difícil cifrar en palabras? O, en última instancia, ¿qué detona la escritura de un diario –qué detona, sin más, el acto de la escritura?
A veces la ingenuidad se empeña en inmiscuirse en la propia actividad creativa. ¿Qué es lo que se narra? ¿Acaso los hitos que configuran –que van configurando– la propia trayectoria existencial? Puede que lo que se narre, así sea insulso o anodino, represente el lado menos nocivo de eso que se entiende como realidad. Hipótesis: el resultado de la escritura de un diario –o, en todo caso, del acto creativo– es justamente una forma, un modo de narrar. Un modo, en fin, de estar –e incluso de incidir, por vía de la palabra– en el mundo.