Hunter S. Thompson: Diálogo epistolar durante un viaje de Aruba a Río (1962)
Diálogo epistolar durante un viaje de Aruba a Río (1962)
Tomado de The Great White Shark Hunt. Strange Tales from a strange time. Gonzo papers volumen I de Hunter S. Thompson.
Traducción: Francesco Vitola Rognini.

Hunter S. Thompson en el Diario El Heraldo de Barranquilla. Fuente: A foot Loose American
Durante los pasados siete meses, el periodista Hunter S. Thompson ha estado rondando Sur América. Sus reportes informativos sobre las condiciones sociales, económicas y políticas han venido apareciendo en The National Observer.
Pero hay otro lado de la reportería que raramente se presenta en reportes formales –las experiencias personales del excavador, del periodista inquisitivo-. Estas, con frecuencia, entregan fascinantes revelaciones sobre terruño y su gente. Atestígüelo en estos extractos de las cartas personales del señor Thompson a su editor en Washington.
ARUBA.
Parto para Colombia en un bote contrabandista dentro de unas horas y me afano para dejar esto listo antes de irme. [Artículo sobre Aruba, The National Observer, Julio 16.] Es probablemente muy tarde y muy extenso para tu gusto, pero espero que no, porque creo es una buena y válida mirada a la política insular, personalidades, etc.
En unos tres días planeo estar en Barranquilla, Colombia. Después de Barranquilla, planeo subir por el Río Magdalena hasta Bogotá, de ahí a Perú a tiempo para las elecciones del 10 de Junio. Pero esto es tentativo.
Bogotá, Colombia.
Aquí tienes un artículo fuera de lo usual, una pieza sobre un viaje que quizás te interese [Artículo sobre la Guajira, The National Observer, Agosto 6]. En Aruba, probablemente estén anunciando el resultado de las elecciones justo en estos momentos e imagino que hay muchas personas cavando agujeros en el sombrío paisaje de Aruba.
Si puedes pensar en algo más que desees, házmelo saber. Para cuando llegue al Ecuador habré visto de cerca gran parte de Colombia. Si no hay nada adicional, tendré un montón de fotos y, con suerte, inmunidad a la disentería, que está ahora en su máxima potencia.
La pieza de Valencia [Artículo sobre Colombia, The National Observer, Junio 24] estará en el correo mañana si dejan de tocar estas campanas –un martilleo demencial cada cinco o diez minutos. A veces duran veinte minutos y luego rebota por la habitación del hotel un rato más. Entre la disentería, las campanas, y los permanentes altavoces en la calle estoy medio loco. (Ah, ahí están las campanas otra vez.) Van diez minutos con eso; un lunático en el campanario y gusanos en el estómago. ¡Qué lugar!
Cali, Colombia.
Las cifras que envié antes sobre el precio del café colombiano en el mercado mundial son correctas, pero no son de cerca tan dramáticas como las siguientes: 90 centavos la libra en 1954, 39 centavos la libra en 1962. Como dije, Colombia depende del café en un 77 por ciento de las ganancias por exportación.
Incidentalmente, Colombia obtiene otro 15% en sus ganancias por exportación de petróleo. Eso deja un 8 por ciento como base para comenzar a “diversificar”. No es mucho, ¿eh? Algunas buenas mentes están casi al límite con el problema.
Mientras estoy hablando aquí, La Alianza para el Progreso piensa que es difícil, porque la mayoría de la oposición está impaciente, recelosa y silente. En muchos casos, la Alianza enfrenta un problema no muy diferente a tratar de convencer a Jay Gould[1] de que no está actuando de la mejor forma para los intereses de su país.
Incidentalmente, Rojas Pinilla es sin duda el único dictador cuyo nombre aparece en el directorio telefónico de la capital que una vez tuvo a su merced. Él vive en la mejor sección de Bogotá.
Cali, Colombia.
Hay una tendencia alarmante (en Colombia, en todo caso) de ver los problemas locales de la economía como una cosa, en esencia, para que la Alianza lo resuelva. Casi como “Gracias a Dios, Gran Hermano finalmente ha venido al rescate –dejemos que él lo maneje”. Esto es, por supuesto, una generalización, pero hay mucho de verdad en ello.
Otra nota ominosa es la actitud de muchos hombres de negocios norte americanos con los que he hablado -“Seguro, nosotros queremos ayudar, pero negocios son negocios, tú sabes…” Y todo lo que dicen tiene sentido en por lo menos un nivel: temor al arbitrario control gubernamental de precios, expropiación, dificultades laborales al momento del montaje, y el riesgo de las inversiones a largo plazo versus las más seguras a corto plazo.

Contribución de Brian Kelvin para Totally Gonzo. Detalles sobre este documento en este enlace: Following Hunter Thompson Trail
Quito, Ecuador.
El sol resplandece en Quito, montañas verdes y chispeantes lo rodean, mi mente anda en alta transmisión.
Casi todo lo que tengo que decir, sin embargo, gira en torno, de una forma u otra, alrededor de cuestiones monetarias. Parece existir la impresión universal de que yo soy una suerte de divinidad caritativa, y la teoría de que frecuentemente necesito dinero en función de hacer dinero no ha ganado amplia aceptación. Confío que tienes suficiente experiencia en Economía Personal para captar el amplio significado de esto.
Podría lanzarte un par de historias escalofriantes sobre lo que les ocurre a los Yanquis[2] pobres que comen comida barata, o el hecho de que contraje una fea gripe en Bogotá porque mi hotel no tenía agua caliente, pero eso sólo nos deprimiría a ambos. Como están las cosas, viajo cuando menos, medio amargado. Pero en el curso de estos viajes he descubierto que la irritación no es la mejor de las monedas, y hay veces en las que estaría mucho mejor con la otra forma de pago.
Te lanzo esto a su regazo aunque no espero que nadie esté de acuerdo –a una distancia de muchos cientos de millas- con el certero conocimiento de que soy un modelo de sabiduría, coraje, decencia, y talento visionario. Por otro lado, trabajo en mi cuarto caso de disentería, siento que crece un árbol en mi estómago, y los médicos me han prohibido que me tome hasta una cerveza.
Bueno, esta es la carta más extensa que he escrito desde que estaba en la Fuerza Aérea, cuando le enviaba cartas de amor a una chica en Tallahassee. No espero que estés del todo feliz con esta, pero la chica tampoco estaba siempre feliz con las suyas, y los dos sobrevivimos.
Ah, es medio día ahora, hora de pagar la cuenta, y puedo oír el sonido metálico de la caja registradora a través del patio cuando marquen otros $70 al señor Thompson, el gringo con el cuarto desordenado.
Guayaquil, Ecuador.
Las cosas no marchan bien por aquí, mi amigo. Cojee la noche del sábado luego de un viaje quiebra espalda en tren, y el domingo descubrí para mi horror que el presidente y todos los hombres adinerados de Guayaquil se van el miércoles para Washington. Por esta razón me está costando verme con alguien –o por lo menos, a la gente adecuada.
Aparte de eso, soy asediado por otra clase de plagas. Una, en dos semanas no he sabido nada de mi secretaria en Nueva York así que no tengo idea como figuro en el banco. Por lo que temo hacer efectivo un cheque. A la primera que me rebote uno por aquí mejor nos damos por vencidos y regreso a los Estados.
La comunidad acaudalada de este continente, que es con la que debes lidiar cuando quieres hacer efectivos algunos cheques, es como el círculo de Genios de Melville –que “alrededor del mundo se sostiene mano a mano, y la impresión de conocerte correrá alrededor del círculo”. Lo que significa, en mi caso, que si rebota un cheque en Cali la reputación de estafador me precederá hasta Buenos Aires. Así que tengo que ser cuidadoso.
El optimismo es aquí un lujo escaso, y las angustias diarias de la vida en Guayaquil son tantas como las que un hombre debería tener que soportar.
Esto confirma mis observaciones poco particulares, señaladas ayer durante la llamada telefónica, la cual aprecié enormemente y más porque sospecho que la hiciste, en principio, para evitar que me alimentara con tortugas gigantes.
Ahora me siento mejor mentalmente, pero no en el estómago. El lunes viajo a Lima. Podría irme antes pero sábado y domingo son festivos y recién terminamos cinco días de reposo tras la historia sobre Ecuador. Estos días festivos son exasperantes; cada vez que volteo están recogiendo las persianas metálicas de las tiendas y cerrando las oficinas. Eso, adicional a la hora del almuerzo que va desde el mediodía hasta las 4 P.M, hace casi imposible el trabajo.
Entiendo que mientras estaba en Quito mi secretaria te dijo que estaba en Talara, Perú. Creo que el verano de Nueva York afectó su raciocinio. Sólo para el registro, no he estado cerca de Talara y haré todo lo que esté en mi poder para evitarla en el futuro.
Lima, Perú.
Tengo un buen apunte sobre Perú. Puede parecer una herejía en Washington, pero es un hecho que aquí la democracia es casi tan popular como comer peces dorados vivos. Te lo digo ahora para que no tengas tiempo de meditarlo. (Algún H&?& ha estado tirando rocas a mi ventana toda la noche y si no hubiera vendido mi pistola subiría las persianas y descargaría unas cuantas rondas a sus pies. Como están las cosas, todo lo que puedo hacer es quejarme ante el escritorio.)Afuera las calles están llenas de matones, todos borrachos con pisco. En mi débil condición no voy a ir allá a reducirlos como Joe Palooka[3].
Todo lo que puedo hacer es balancearme fuera de la cama y trastabillar hasta la ducha, que ha resultado ser mi único placer. Comienzo a verme como el retrato de Dorian Gray; muy pronto voy a tener que hacer retirar los espejos.
Lima, Perú.
Primero, quiero asegurarte que existo. Al presente tengo 171 libras[4] –bajé de 189[5] en Aruba- y casi el mismo peso en equipaje regado por la habitación. De nuevo tengo prohibido tocar hasta una cerveza, comida freída, especias, pimienta, y casi cualquier otra cosa excepto carne rostizada y agua mineral.
(Ahora, a este hotel no le queda más agua mineral –Oh, Señor, ¿Cuánto tiempo más?)
La Paz, Bolivia.
Ayer volé en este cruel estado. Esta terrible crecida de dolor y malestar hace que un hombre tema a Dios. La última fue la picadura de un insecto venenoso en Cuzco, que paralizó mi pierna como si hubiera sido atacada por una manta raya de 50 libras[6]. En todo caso, después de dos visitas a la clínica, mucha cortisona, algunas lámparas infrarrojas, y la inevitable prohibición de no tomar usando antibióticos, pude por lo menos caminar con un bastón que ingenié a partir de una de las patas del trípode de mi cámara. Ese es mi estado actual. Me muevo con restricción por la Paz como un veterano de las guerras Indias, recorriendo en promedio 100 yardas[7] por hora en las planicies y más como una tortuga en las pendientes.
Al final de esta semana no habrá electricidad en la Paz. Ahora está siendo racionada hasta el punto que la Embajada de Estados Unidos, por ahora, tiene habilitado el ascensor cada día de por medio. Eso quiere decir que tengo que subir cinco niveles de escaleras en una pierna, así que me ha impactado la gravedad de la situación.
Lo hacen funcionar de tal forma que cada sección de la ciudad tenga su turno de electricidad. Así que unos días tienes agua caliente, elevadores, luces, etc., y en otros no. Si la electricidad se corta del todo, sin embargo, tendré que huir. Es suficientemente malo tener que subir escaleras con bastón, sin luces o agua caliente. O calentador, debo agregar, y La Paz es fría como Navidad.
Río de Janeiro, Brasil.
He tratado de librarme de una carta por cerca de una semana, pero he estado dando tumbos por la selva del Mato Grosso, haciendo un tour por los campos petroleros, y gastando todo mi dinero en antibióticos.
Asumo, sin embargo, que cada semana gastada en estos países es una semana que no tendré que pasar la próxima vez que vuelva. Una inversión, eso fue, y ahora que he sobrevivido todo esto creo que me patearé a mí mismo para superarlo.
Definitivamente estableceré una base aquí –temporalmente, en todo caso. Es tiempo de que viva como un ser humano para variar.
National Observer, Diciembre 31, 1962.
[1] Fue uno de desarrolladores de las redes ferroviarias de Norte América, arquetipo del industrialista especulador, cuyo éxito lo convirtió en el noveno hombre más rico de la historia. Nació en 1836, murió en 1892.
[2] Tal y como aparece en el texto original.
[3] Tira cómica en la que el personaje central es un campeón de boxeo, fue creada por Ham Fisher en 1921 y debutó en 1930.
[4] 77.5 Kilogramos
[5] 85.7 Kilogramos
[6] 23 Kilogramos
[7] 91 Metros
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