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El rey zamuro, un cuento llanero de Favián Omar Estrada V.

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Fotografía extractada de la instalación “Los lirios del campo y las aves del cielo”  de Sandra Rengifo

 

El rey zamuro

Favián Omar Estrada Vergel

 

 

1.

La estancia quedaba del otro extremo del pueblo, en las barrancas del río. Era de paredes encaladas y andén alto, con dos almendros generosos en la entrada donde se recostaban taburetes a las tres de la tarde para recibir el fresco. Así fue la descripción que hicieran quienes lo contrataron para ejecutar aquel encargo secreto que, según él pensaba, era elemental, o básicamente simple porque tenía que ver con un tipo octogenario y solitario. De ochenta y tantos, aproximadamente, le explicaron con lujo de detalles. Un abuelito óseo, de ojos azules y saltones, con barba larga y cabellos color de nácar, de rostro señorial y en cuya mejilla izquierda sobresalía un lunar con forma de arácnido. Cualquiera no ha de ostentar un lunar como un insecto en la mejilla, de modo que iba a ser obvio reconocerle.

Estaba a punto de llegar a aquel pueblo; mientras, adormilado a sus anchas en la silla, fantaseaba con la mugrosa araña. La inventaba brincando arisca, escurriéndose por el cuello rugoso del abuelo, hasta intrincarse para desaparecer dentro de sus ropas. Abrió sosegadamente los ojos, pensando que si eso ocurriera en verdad, podría cometer el error de equivocarse de anciano y no ganaría un centavo más; hasta se vería en el brete de tener que reintegrar el anticipo, del cual ya había malgastado cien mil pesos en yerba de pésima calidad. Volvió a cerrar los ojos e introdujo rápidamente la mano en el bolsillo del pantalón para asegurarse que aún tenía los pesos restantes. Cuatrocientos mil míseros pesos, pensó en voz alta. Luego bajó del autobús.

En una pulpería de arrieros solicitó la cerveza más helada que hubiera. Moscas azules cabriolaban obstinadamente sobre una batea con panecillos de hojaldre que estaba encima de un viejo mostrador de madera. En el transcurso que tardó el tendero en llevarle la bebída no dejó de ver con suma paciencia aquellos panecillos semipodridos, reflexionando inequivocamente en lo sencillo de su misión, hasta que inducido por una especie de cólera espontánea ahuyentó los insectos de un solo y demencial reves, haciendo volar por los aires los amasijos y todo lo demás junto que había sobre el armario.

Un grupo de borrachos silenciosos no le quitaron la vista de encima. Él les lanzó una mirada retadora mientras se bebía la cerveza. Pidió un aguardiente y otra cerveza recostado de pie en la vitrina. Al final de beber se sintió irracionalmente con ganas de pelear, e intentó meterse con los borrachines patibularios que lo seguían observando con desconfianza, pero el pulpero, que había presentido la intención, lo jaló de un brazo y le indicó que mejor se sentara tranquilo en la mesa al fondo del negocio. No sabía por qué razón, pero de veras que le molestaba toda aquella decencia y amabilidad hipócrita del tendero. Se aplastó retador en la única butaca. La mesa era redonda y su superficie estaba cubierta de entallas y nombres, la mayoría confusos. Echó hacia atrás el cuerpo inclinándose vaqueta a la pared y empezó a cantar un ranchera y a fumar.

            Era más de mediodía. El calor aumentaba. Ya había divisado en aquel naufragio de desorden de estanterías lo que necesitaba para su labor. Señaló con el dedo apuntando hacia el sitio de las botellas de licor, y exclamó fuerte para que los borrachos lo escucharan: Una de aquellas. El dueño regresó desempolvando una botella de ron. ¿Se le ofrece otra cosa?, inquirió el dependiente.

—Un cuchillo de doce pulgadas —le respondió—. El más cortador y peligroso que exista.

—Cuchillo marranero —conceptuó el tendero, viendolo a los ojos.

—Exacto —aprobaba el forastero, alzando más la cara, y decía—, yo soy matarife cotizao.

El vendedor sólo percibió arrogancia, igual obedeció. Fue y volvió con la herramienta. Era un cuchillo como un brazo, cacha de madera con pecas de óxido sobre la hoja metálica. Lo dejó sobre la mesa, y señaló:

—Son veinte mil pesos, jefe.

—Necesito afilar.

—La piedra de amolar está en el patio, si quiere se la presto. —El tendero le señaló el camino al patio.

El forastero notó que los borrachos habían desaparecido misteriosamente, considerando mentalmente que los había impresionado con su iluminada presencia y altanería pendenciera.

2.

Le había advertido el tendero con cierta displicencia que la piedra de amolar era una roca de río, desgastada por el uso de afilar machetes y hachas durante muchos años de colonización del Sarare, pero que aún era útil. La encontró asentada en un realce de arcilla debajo del árbol de las gallinas en aquel patio abierto y maloliente a chiquero y lavazas. El tendero le entregó un balde con agua y regresó al local. Desde allí el forastero podía observar los solares vecinos limitados por empalizadas de guaduas y alambres. Había en el terreno dos cerdos inmensos revolcándose felices en el fango, también había un gallo. Era un hemoso y babilónico gallo de pelea que picoteaba una tuza de maíz amarillo. Unos mocosos que jugueteaban se colgaron de la cerca a espiar al forastero. Al extraño le fastidió, tomó la vasija y les lanzó agua para ahuyentarlos, recibiendo de ellos la respuesta inmediata con una descarga acertada de almendrucos lanzados con hondas de horqueta y cauchera. Un proyectil le dio justo en la cien y otros en la espalda. Furioso, los chitó para que se largaran y no quebrantaran su paciencia. Una mujer hermosa y grande, que de seguro era la madre de los chicos, los aplacó cuando ya estaban recargando nuevamente las armas para acabar con el enemigo.

Mientras afila, el gallo lo ronda cuidadosamente y el forastero lo ahuyenta con aspavientos de amenazas, al tiempo que le expone el cuchillo añorando a los borrachos del salón. Pasa la hoja sobre la piedra por una cara y la otra, en tanto que va tomando ron. El  calor etílico le bajaba como una lengua culebreándole desde el rostro hasta el vientre, levantándose el ánimo y las ganas tremendas de pelear. Rociaba con agua la piedra y pasaba otro sorbo grande de licor. Platicaba al cuchillo en un tono de antigua fraternidad, hacía pausas como esperando algunas respuestas a su improvisada vida, asi que volvía a hablarle sin recomendaciones, explicando en un lenguaje descomplicado la forma en que iría a ejecutar el encargo, los detalles del hombre del lunar y la ubicación de la vivienda del río. El gallo a su vera, a una prudente distancia, torciendo un ojo hacia él, había escuchado malicioso aquel plan pernicioso.

 Alertado por la fuerza del escrutinio, el foráneo descubrió la presencia del gallo, cayendo en la cuenta de que el animal se había enterado de todo. El animal tenía los ojos duros y planos, y una característica que lo distinguía de entre todos los gallos que él hasta entonces había visto: miraba siempre (en cualquier lugar, en cualquier situación, pasara lo que pasara) a los ojos. Se sintió delatado. Irritado, hizo crujir las articulaciones de sus dedos con movimientos sinuosos de los brazos unidos por las manos, tramando quitarle la cabeza al animal de un tortazo mortal con el cuchillo, y, empuñando el arma, sigiloso, caminó encorvado y a zancadas silenciosas hacia éste, en tanto que el ave de plumaje lustroso empezaba a sospechar, dando los primeros pasos de retroceso sobre el fango fétido de los puercos que tragaban lavazas mantecosas en una media llanta que hacía de comedero, de cuyos bordes y paredes pululan gusarapos y mosquitos. El gallo vio a los ojos del hombre, enrojecidos por los vapores etílicos del ron, y voló con la imponencia de un cóndor antes de la primera puñalada.

 Restaba poco de licor en el envase de vidrio. La intriga del gallo y su majestuoso vuelo lo inquietaron. Devoró dos tragos que quedaban y lanzó como un proyectil la botella a uno de los cerdos que logró habilidosamente esquivarla, estrellándose en un tronco rascador de los chanchos, revotó no menos de dos metros y quedó enterrada de pico en el fango pestilente.

De regreso a la tienda había un grupo de hombres bebiendo aguardiente de caña; festejaban a gritos las peripecias de partidas de juego de dados con que apostaban el pago de cada pedida de tragos. Eran hombres curtidos por el sol, de caras vencidas que se distraían para olvidar un poco la dureza del monte. A veces les daba por discutir hasta la amenaza, acercándose a la agresión; y aunque uno u otro de los miembros del corrillo prometía al que fuera que le iba a romper la cara, al final no pasaba nada y seguían el relajo. Más tarde llegaron otros apostadores, casi todos leñadores, contrabandistas o pescadores, otros no, y la barahúnda se hizo imposible. Pidió papel de periódicos para envolver el cuchillo y entabló conversación con algunos clientes, indagando por sitios de lenocinio, la distancia al río, los caminos a otros pueblos. Le dijo al dueño de la tienda que su gallo era arrogante. Le relató en serio y en burla que el animal había volado como un cóndor, el tendero soltó una risa seca y breve, luego le dijo que no tenía un gallo, incluso que no le gustaban porque esos animales estaban malditos, se habían prestado para que a Cristo lo negaran tres veces. Obvio, se veía a leguas que mentía.

El viajero, interesado en el juego de los provincianos, decidió beber otras cervezas más antes de volver a lo suyo.

Un par de borrachos buscarruidos intentó meterse con él, pero el dependiente supo apaciguarlos antes de que el forastero se percatara, luego los mismos se fueron a fastidiar a un viejo enjuto de unos noventa años de edad, con cara de loco, que estaba sentado en un bulto de maíz, y éste, sin más ton ni son, decidido, se levantó de un salto y, abriéndose espacio, sacó su cuchillo y se dejó ir sobre los pendencieros. En un principio todos los montañeros estallaron de risa cuando vieron a los dos borrachos buscapleitos saltar y correr al golpe de una cuchillada casi en la pierna o casi en el brazo. Sin embargo, más tarde recordarían el rostro de sorpresa de uno de los crápulas pendencieros, su cara de terror y reproche contra aquel loco de amarrar al que seguro siempre incitaban y no pasaba nada, pero esta vez de una puñalada certera le había dejado un horrible pingajo de cachete como una extensión de la boca en su desfigurado rostro. Llevaron al borracho al curandero y la juega siguió con el piso encharcado de la sangre derramada.

Hastiado de aquel espectáculo, el visitante dispuso a partir, no sin antes comprar una nueva botella de aquel delicioso ron (que le sabía a coñac). Guardó el cuchillo envuelto en periódicos dentro de sus ropas, sintiendo que ahora era un hombre completo. El alcohol y el arma complementan la fuerza y valentía de los hombres, pensaba. Hubiera deseado que uno de aquellos crápulas se tropezara con él, no habría sido tan complaciente como el anciano,  con él correrían ríos de sangre, sin lugar a suturas.

3.

Siga derecho por la iglesia —le indicaron los arrieros— y al llegar al río, la única casa con andén alto y dos almendros en la entrada. Entró a la iglesia a mitad de camino, se arrodilló con el tronco gacho y las manos amarradas entre sí a la altura del pecho. No se sabía si estaba rezando, riendo o llorando.

            El río tenía una playa amplia y blanca. Extraía arena un grupo de hombres sudorosos que la cargaban en carretas de mulas rumbo a las obras. Los asnos parecían no poder con la sobrecarga que les imponían, rebuznando acorralados por el látigo y el sol de fuego.

La casa poseía un andén alto y almendros frondosos. La había identificado sin dificultad por ser la única en mampostería. No podía ser otra, porque alrededor sólo habían ranchos de guadua con techumbres de palma. Se dejó ir hacia la playa, buscó un asentadero para destapar la botella nueva y bebería hasta que los paleros y sus mulas sufridas se largaran lejos muy lejos, entonces iría a quel lugar del superandén, tocaría a la puerta donde un hombre de barba hirsuta con un lunar surtido de un manojo de pelillos como una araña, saldría a recibirlo. No creía que un lunar pareciera de veras un insecto y se moviera como tal, pero en medio del encendimiento etílico lo divertía la sola idea de imaginarlo con vida.

 El cuchillo en efecto incomodaba en la pretina, había quedado peligroso igual que siempre lo dejaba cuando despresaba cerdos en su pueblo, aquello mucho antes de ir a prisión por despostar a un amigo del alma, que, bebido y en chanza, le había agarrado amistosamente y con cariño las nalgas. La prisión, donde la vida lo había enseñado a ser desconfiado, prevenido y listo, en donde —o eres fuerte, o lo aparentas, empero por nada del mundo débil, porque de lo contrario te sodomizan dormido, y despierto también—, pensaba. Dejaba de pensar, volvía a reir solo. Diez años de su vida allí encuevado, ahora tenía cuarenta y tantos.

El sol bajaba. Quedaba poco menos de un tercio del grupo de paleros, eso era mucho aún, implicaba por demasiado visaje de su parte. En prisión aprendes a sobrevivir comiendo perro y a no dar tanto visaje, pensaba. La botella vacía rodó algunos metros sobre el pasto oxidado por el sol. A un costado divisó una cantina con música, sonaba Hasta que te conocí, de Juan Gabriel, le encantaba aquel tema, pero no el cantante. La letra de la canción hablaba de un hombre insufrible y feliz, pero que se desgració cuando conoció el amor. De allí se fue  caminando hasta aquel bar en donde compró otra botella y estuvo hasta muy tarde ocupando una de las mesas del exterior, con eso vigilar la casa y a los últimos dos o tres hombres de la playa con sus testarudos y ultrajados burros.

Una mujer pintarrajeada lo atendió. Era de rostro ceñudo, melancólico, ofendido. Ella, como siempre con cualquier borracho patibulario y desprevenido, aceptó divertida la invitación a que lo acompañara, y fue y volvió, con copas nuevas. Él le sirvió un trago largo, pero siempre bebiendo del pico de la botella. Me encantan las flacas, pensó. Luego, se fue a la pieza con ella.

Salió del cuartucho de la mujer dando zancadas de gitano ebrio, con el licor en ebullición, en las mitocondrias, en los movimientos de sus propios pasos simiescos que lo llevaron a la casa del andén alto. Un andén demasiado elevado con una escalera espectral que jamás había visto igual. Se estacionó en el primer almendro de la casa, un foco de luz despejaba la penumbra, los sonidos de los sapos se entrelazaban alrededor con el viento del río. La puerta era gruesa y grande, de madera despintada y añosa con armellas para el candado. Volvió el rostro y fijó la mirada hacia el sitio de la cantina, borrosa y distante.

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QUEREMOS MÁS: A PROPÓSITO DEL SEXTO ANIVERSARIO.

milinviernosteam

En las ascuas del desempleo. 

 

2.191 días de desengaño, desde la primera entrada de Mil Inviernos. Estamos dichosos, jamás las puertas se nos han cerrado en la cara de manera tan hostil como ahora. Y queremos más clausuras. Tenemos el perrenque para continuar con las desdichas, propias de gente dichosa como nosotros. Dichosos de la impotencia, dichosos de la ignominia. Sedientos de más respuestas negativas a nuestros proyectos, que son muchos, el horizonte nunca se vio peor pero nosotros reímos sin muelas, porque el desorden de pánico da carcajadas.

¿En qué momento se nos envejeció Mil Inviernos?

Desde siempre, mi amor.

Las cosas van en declive. Ahora casi nunca hay entradas en el blog, poco memazo y mucha indiferencia ante todo. Antes peleábamos. Ahora nos entregamos como el cuello de una gacelita que deja de moverse entre las fauces de un leopardo. Es que nos gusta mucho los animales, es lo único que queda: Animal Planet.

Nuestro proyecto es hacer un reality de escritores para Animal Planet Channel. Los mezclaríamos a partir de los guetos de procedencia: de tal manera que el anarcocapitalista se encuentre con la feminista académica y el realista socialista conviva con el geek de la sci-fi; y de algún Douglas Coupland de Guatemala.

Será un momento de locura, los jurados serán, a saber:

  • China Mieville.
  • Rodrigo Fresán.
  • El Topolino Zuluaga.
  • Aura Cristina Geitner.
  • Paulo Coelho.
  • Mario Vargas Llosa.

Como ven está lo más curtido de las letras mundiales.

Mil Inviernos avanza hacia el abismo. Es un vehículo tan viejo como el Perú. Nosotros vamos en él aguardando el choque con el final del precipicio. Vivimos en la holgura de una fantasía de alguna vez haber estado en el pináculo, pero siempre hemos estado en el final del precipicio.

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El presentador del reality será Enrique Vila-Matas, y el toque sexy del programa lo aportará Pola Olaixarac, con su discurso cyberpunk de wikipedia.

Y si hay problemas desde los estudios de género, podemos revivir a Pedro Lemebel para que haga sus escandalinas y todos sepamos que somos tan maricas que de lo maricas no pudimos serlo.

La humildad seguirá siendo nuestra marca de agua y nuestra condena de fuego, porque basta con ser humilde para que todos los hijueputas lo traten de humillar a uno.

 

¿Cómo es eso que lo iban a matar? Entrevista con Álvaro Cristancho

En septiembre del año 2012 tuvimos la oportunidad de encontrar en Bogotá al escritor y poeta Colombiano, ex candidato presidencial en el 2002, Álvaro Cristancho Toscano, quien pasó toda una tarde y hasta bien entrada la madrugada hablándonos sobre su vida y obra literaria, hoy volvemos a encontrarlo, quisimos preguntarle: ¿qué ha pasado en estos cinco años desde que nos habló de sus escritos en verso y en prosa?, ¿de las teorías, de sus novelas y de esa cosecha guardada? Ahora en Youtube declamando y soltando nuevas propuestas al mundo. Este escritor es una biblioteca de esas que las familias conservan con celo. Colombia ya comienza a conocer y a coleccionar sus obras, que dan de qué hablar.

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Este hombre de cabeza brillante y espesa barba blanca de Patriarca, con muchas facetas que muy pocos conocen, a sus 57 años no imaginábamos qué tanto ha hecho por la humanidad como monje, como, patriarca, como político y escritor de vocación entregado a la literatura y a su misión de estar con los más pobres entre los pobres; (en esta entrevista no hablaremos de política ni de su incursión en la política puesto que en la primera entrevista abordamos acerca de este aspecto), fundador de una religión y de un nuevo sistema económico, creador de la casa Planecostérmica inteligente. Gestor e ideólogo de procesos de paz, gran visionario de una de las más grandes obras quizá que llegará a tener Bogotá de hacerse realidad los 34 miradores elevados y subterráneos de túneles turísticos en ‘‘Ciudad Bolívar’’ localidad 19, en la que fue secuestrado por seis horas el pasado domingo 12 del presente mes y año, y gracias al milagro de un torrencial aguacero que de la nada se desató logró escapar de su captor junto con el monje que lo acompaña, con todo y eso y amenazado de muerte por algunas bandas criminales que se han resentido con su presencia y forma de vida, no descansa, dice, hasta ver a ‘‘Ciudad Bolívar’’ y a toda su gente respetada y libre de bandas y pandillas y dejará su legado para erradicar los pocos focos de hampones y forajidos que son solo unos pocos reitera -porque según ‘Cristancho’; el resto son gente buena, inteligente. que con los que se le unan a su noble causa, será capaz de poner al revés todo y de esa Localidad que han estigmatizado como indeseable y mala ya no quedará tan mal recuerdo, una nueva cultura se impone, llevarla en tres años a convertirla en LA BELLA Y DESEADA CIUDAD BOLIVARDistrito Turístico, Cultural, Ecológico y Económico-, con Gente maravillosa, que como él, se ha propuesto cambiarle por completo la imagen y acabar de una vez por todas los señalamientos que sobre su pasado pesa.

Nos habla apasionado de calles empedradas y balcones con jardines en macetas adornando las alamedas donde hoy solo se ven ranchos de lata y miseria en la que él dice haber bautizado como ALDEA TURÍSTICA –miradores de Bogotá- y se propuso cambiarle por completo la cara a ‘’Ciudad Bolívar’’, erradicar de allá definitivamente la pobreza y con las bandas criminales, cero tolerancia y complicidad.

Por su infinidad de facetas que pocos conocen y que en esta entrevista hemos logrado hallar en este personaje, dado que es como abrir una enciclopedia empolvada, ya es como de nuestra casa de Mil inviernos, después que amablemente nos concedió aquella maravillosa y primera entrevista; ha seguido escribiendo y ha publicado importantes nuevas obras, y recorriendo el país a lo largo y ancho entre aulas de colegios y en plazoletas y a donde lo inviten no se niega ir; extremadamente descomplicado y austero, es el monje moderno que en su Oración resume el clamor de los enfermos, de los poseídos y no duda en exorcizar y echarlos fuera en el nombre del Señor Jesucristo, hablemos sobre todo esto, y sobre los aspectos de su vida personal y de lo que hay en la cabeza de un escritor con tanta imaginación que por donde pasa son visibles sus huellas.

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Mil inviernos. La primera vez que usted nos concedió su primera entrevista fue el 27 de septiembre del año 2012, han pasado casi cinco años y lo veo mucho más viejo, su barba no era tan blanca, su peso era otro, y ahora está delgado, ¿la vida cómo lo ha tratado en todo este tiempo?

Álvaro Cristancho Toscano. Si, como se pasa el tiempo mientras dormimos el reloj sigue despierto, no se detiene en su andar, ahí, a ese paso nos va llevando sin que nos percatemos a que nuestra morfología cambie y si antes era una gran noticia hallar nuestra primera cana entre el resto de cabellos negros, ahora es una noticia saber que aun podemos contar los tres o cuatro pelos negros entre tanta nieve que nos va dejando el paso de los años. La verdad no ha pasado un lustro desde aquella primera entrevista publicada por ustedes y ya no tengo el mismo aspecto, hoy la barriga desapareció y con catorce kilos menos increíble que ande más pesado, ya camino como canta en su canción Roberto Carlos: “Mi querido mi viejo mi amigo”, a paso lento como si llevara a cuestas quien sabe qué peso, ha de ser el peso de tanta indiferencia y olvido de los que fueron mis amigos, la falta de dinero hizo que se fueran de uno en uno o porque me he ganado más odios que seguidores con mis escritos, creo que mi irreverencia y el modo de contar las cosas me hace ser más odiado que deseado para elegir cualquiera de mis obras; mi estilo de vivir la vida es simple, amo la soledad compartida, la comida que se prepara en familia, me gusta cocinar para ver a mucha gente comer con apetito, me quito la camisa para dársela a mis enemigos y desconocidos, me embeleso largas jornadas oyendo las tonterías que la gente me cuenta porque eso que para otros es pérdida de tiempo, para mí es el comienzo de una nueva obra literaria o todo el universo de esa persona que nadie escucha. Yo siento un aire patriarcal cuando me dicen anciano, viejo y en los transportes de servicio público alguien me mira de arriba abajo, me escanea con sus ojos y se levanta de su arrellanado sitial y me sede la silla. O al estar en una fila.

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Soledad OVNI: telegramas del pasado

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Imagen infiltrada por la agencia de inteligencia, al momento en que el sr Landines iba a radicar uno de sus famosos telegramas contrarevolucionarios. Se especula sobre su posible linaje reptiliano.

 El año 2011 fue un año excepcional en la geopolítica, en la que las agencias de espionaje e inteligencia de todo el orbe se dieron gusto desmantelando las tramas y conspiraciones de los enemigos de las patrias de toda índole.  Por supuesto, la literatura no se quedó atrás en esta tendencia global. Se entiende que la literatura no puede abstraerse de la realidad y siempre da cuenta del orden de las cosas en el mundo y ¿por qué no? comprometerse a la mejora de los países y sus sueños sociales.

Es así que hoy reproducimos una serie de telegramas que sostuvo el honorable Doctor Joseph Landaruzi con ese execrable vendepatrias, escritor entrecomillas, Vicente Landines.  Este fragmento hace parte de todo un libro en el que el Doctor Landaruzi, demostrando  un sofisticado aparato hermenéutico, da cuenta cómo a partir de un cuento de ese género yanqui llamado science fiction, el criminal Landines ocultaba toda  una solapada trama para desprestigiar la política de su noble patria La Calera.

Disfruten esta muestra de heroísmo y compromiso social de nuestro gran camarada Landaruzi  y tengan en cuenta que los estamos observando, siempre:

(Nota: en negrilla de labor resaltable: Doctor Landaruzo. En rojo de traición y deshonra: Vicente Landines.)

Recibí su cuento, estimado escritor Vicente Landines

Espero sea de su agrado, Doctor Landazuri. Estaré atento a  sus comentarios.

Interesante, en especial lo que respecta el tema político

¿Tema político?

Asi es

toda la trama que usted ha construído

en torno a las transformaciones

de los Sitchins en Parcerisas

Permítame felicitarlo y confesarle mi cariño, respetado Doctor

ha descubierto lo que nadie en La Calera ha visto.

Caro amigo, poder ver en su cuento las presiones de aparatos paraestatales que diluyen la conciencia de clase es algo sin parangón

Temo por mi vida, y su descubrimiento puede resultarme costoso.

Pero sé que usted se manejará con la discreción propia del talante de un hombre culto como es usted.

Agradezco sus palabras, y no se preocupe, mis ensayos no los lee nadie que gobierne en La Calera

¿Ensayos?

Así es. He hecho un libro en el que analizo, palabra por palabra, el desmantelamiento del aparato ideológico que oprime a su querida patria.

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Andreas Faber-Kaiser, el escritor maldito

 

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Andreas Faber-Kaiser fue, a título de Salvador Freixedo, un escritor maldito a cabalidad, puesto que cumplía todas las condiciones  que se requieren para ser condenado en una sociedad maldita que ve como enemigo a todo aquel   que se rebela contra todas sus patrañas institucionales.

Se entiende que Freixedo se aleja de la denominación tradicional de «malditismo», sobre todo la que se maneja en los ámbitos académicos y literarios, para llevarla a sus últimas consecuencias, pues no  subordina esta categoría  al escritor vedette de editorial, ni al que se lanza a la «aventura estética» de no decir ni enfrentarse a nada; sino a la condición a la que es sometido el pensador intrépido que ahonda en la vida concreta.

Filósofo, escritor prolífico, director de programas sobre misterio radiales, editor y coordinador de revista Más Allá de la Ciencia, investigador del fenómeno OVNI,  acérrimo opositor de las Farmafias (y sus experimentos con la población civil), Faber-Kaiser murió a la temprana edad de 49 años, no sin antes dejar su huella ni de inspirar a futuros investigadores, en el camino espinoso de la búsqueda de la verdad y trascendencia.

Este es un tributo que le rinde Salvador Freixedo (tal vez de los pocos libre-pensadores que aún quedan en el mundo) a la memoria de su amigo y colega Andreas Faber-Kaiser.

En nombre de la libertad: Ursula K. Le Guin

Ursula K. Le Guin abrazando a Neil Gaiman

Ursula K. Le Guin abrazando a Neil Gaiman

Este año la honrada al National Book Award  fue la escritora de fantasía y Ciencia Ficción Ursula K. Le Guin, de quien ya habíamos destacado su apuesta por la utopía anarquista,

Estas fueron las palabras con las que engalanó el evento tras haber sido presentada por Neil Gaiman:

(La traducción la hago de la transcripción del livestream que realizó  Parker Higgins, activista de la EFF,  en su página:   ursula k le guin at the national book awards – mayúsculas y  negritas van por mi cuenta)

Gracias Neil, y a todos los que me ofrecieron este hermoso reconocimiento, mis gracias de todo corazón. Mi familia, mi agente, editores, sepan que mi presencia acá es su labor tanto como la mía, y que este hermoso reconocimiento es tanto como para ellos como para mí. Y yo disfruto al aceptarlo, y compartirlo, con todos los escritores que fueron excluidos de la literatura durante tanto tiempo, mis compañeros autores de fantasía y ciencia ficción – Escritores de la imaginación, quienes durante los últimos 50 años vieron estos hermosos reconocimientos ir para los así llamados realistas.

Creo que vienen tiempos difíciles cuando estemos buscando las voces de los escritores que puedan ver alternativas de cómo vivir ahora y que puedan ver a través de nuestra sociedad afligida por el miedo y sus tecnologías obsesivas hacia otras formas de ser, e incluso imaginar algunos terrenos reales para la esperanza. NECESITAMOS ESCRITORES QUE PUEDAN RECORDAR LA LIBERTAD. POETAS, VISIONARIOS –  LOS REALISTAS DE UNA REALIDAD MÁS AMPLIA. 

En la actualidad, pienso que necesitamos escritores que sepan la diferencia entre la producción de una mercancía de mercado y la práctica de un arte. Desarrollar material escrito que se ajuste a las estrategias para maximizar el beneficio corporativo y ganancia publicitaria no es lo mismo que publicar o escribir un libro responsable. (Gracias, valientes que aplauden)

Aún así, veo que las editoriales les han dado control a los departamentos de ventas; veo a quienes me publican en un pánico absurdo de ignorancia y avaricia, cobrando a las librerías públicas por un libro digital seis o siete veces más que lo que le cobran a los usuarios. Acabamos de ver a un especulador tratando de castigar una editorial por desobediencia y a escritores amenazados por una FETUA corporativa, y he visto a muchos de nosotros, los productores que escribimos los libros, y hacemos los libros, aceptar esto. Ver a los especuladores de mercancía vendernos como desodorantes, y decirnos qué publicar y qué escribir. (Bueno, yo también te quiero, precioso.)

Saben, los libros no solo son mercancías. La motivación por el ingreso frecuentemente está en conflicto con los propósitos del arte. Vivimos en el capitalismo. Su poder parece inescapable. Así parecía el divino derecho de los reyes. Cualquier poder humano puede ser resistido y cambiado por seres humanos. La resistencia y el cambio frecuentemente empieza en el arte, y muy a seguido en nuestro propio arte – EL ARTE DE LAS PALABRAS.

He tenido una larga carrera y una muy buena. Ahora aquí, al final de ella, realmente no quiero ver la literatura Americana vendida al primer postor. Nosotros que vivimos de escribir y publicar queremos- y debemos demandar- nuestra parte justa de las ganancias. Pero el nombre de nuestro hermoso reconocimiento no es el ingreso: ES EL NOMBRE DE LA LIBERTAD. 

Gracias.

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"Trata a la escritura como si fuera un Dios" es el mandamiento de Alan Moore

Alan Moore

Moore recuerda que cuando William Burroughs murió, J. G. Ballard dijo: «él es el último, verdadero, escritor, y nos deja con sólo una carrera de novelista».

Esta fuerte crítica le sirve a Alan Moore para hacer la diferencia entre escritores de carrera, los que encontraron la fórmula comercial para sus libros, y los verdaderos escritores que siempre están en exploración de técnicas, de nuevas revelaciones. Pues para Moore, en cuanto alguien se detiene, está satisfecho con su trabajo, está muerto creativamente (El auto-corrector me pone: cretinamente… esas son fuertes palabras de la máquina, no de Moore, pero no por ello menos ciertas)

FLIA BOGOTÁ: 5ta feria del libro independiente y autogestiva

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5a. FLIA BOGOTÁ

****Feria del Libro Independiente y Autogestiva****

Amiga

Alocada

Andariega

Amorosa

Anarka

Autónoma

Amable

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Los cuernos marcianos de un escritor

Fredric avisoró los cuernos de todo escritor de Ciencia Ficción mientras escribía

Fredric avisoró los cuernos de todo escritor de Ciencia Ficción mientras escribía

Luke es un escritor de Ciencia Ficción que atraviesa un momento de sequedad creativa. Como recurso para paliar su situación, le pidió a un amigo y colega que le prestara, por algunos días, su casa de campo, a ver si en ese escenario por fin llegaría a escribir algo. Luke también es un divorciado al que su esposa solía decirle que fuera a un psiquiatra y, para colmo de males, cree estar enamorado de una mujer que le ha dejado tres cartas para que él las lea durante su corto retiro y así no se sienta solo. Esta pequeña historia forma parte de Marciano, vete a casa, una novela de Fredric Brown en la que seres provenientes de Marte invaden a la Tierra. Les presentamos un extracto del primer encuentro que Luke (a quien el marciano llama Mack, como todos los de su planeta llaman a todos los humanos varones del nuestro) tiene con uno de esos alienígenas verdes, diminutos, cabezones y calvos:

-Espabílate, Mack. Tengo noticias para ti, directas de Hollywood. Esa chica tuya estaba en casa y te echaba mucho de menos.

-¿Eh? Ya te he dicho que me quería, ¿no? Maldita verruga ver…

-Te echaba tanto de menos que ha llamado a alguien para que la consuele. Un tipo alto y rubio. Ella le llama Harry.

Aquello despejó a Luke por un instante. Rosalind tenía un amigo llamado Harry, pero era una amistad pltónica; eran amigos porque trabajaban juntos en el mismo departamento de la Paramount.

– ¿Harry Sunderman?- pregunt+o- ¿Delgado, bien vestido, con una chaqueta deportiva…?

– No, ese Harry no el que yo digo, Mack. No sé si suele llevar una chaqueta deportiva. El Harry de que hablo no llevaba más que un reloj de pulsera.

Traducido por Francisco Blanco, en ediciones Orbis S.A, P. 23

Conversación: editar y escribir ciencia ficción en Latinoamérica

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La charla que se dio el 12 de septiembre en el marco del Encuentro de Escritores y Editores “La imaginación: entre la ciencia y la ficción, abordó la distinción entre editar y escribir ciencia ficción. En ella participaron el mexicano José «Pepe» Gordon, como moderador,  el argentino Luis Pestarini y el colombiano Felipe González, como representantes de la edición del género. Mientras Luis Pestarini lleva más de 30 años dedicado al género, Felipe González llegó a ella desde la experiencia de editar los libros de la llamada prehistoria de la ciencia ficción hace un par de años, sin dedicarse a ella: desde allí la gran diferencia entre la comprensión del género y su vinculación entre ambos participantes.

De esta conversación se puede inferir en líneas generales que: Editar ciencia ficción es una cuestión de etiquetas. Para las editoriales pequeñas, para asegurar un mínimo de público lector. Escribir ciencia ficción debería ser un ejercicio de sentarse a escribir una buena historia, sin pensar que se está escribiendo ciencia ficción, pues puede salir una ciencia ficción forzada, es mejor que salga «inconscientemente».

Además se habló del perfil del lector de ciencia ficción, de la relación de ciencia y ciencia ficción, y otros temas relacionados.  Pestarini insistió en la necesidad de crear el canon de la ciencia ficción desde Latinoamérica, para que posteriormente no sea impuesto este canon desde el extranjero, una amenaza que se ve cada vez más palpable que tal vez responda más a intereses ajenos que a los propios, sin tener tanta vinculación con las inquietudes propias que vivimos en el continente.

Agradecemos, además, a Luis Pestarini, el habernos mencionado como un sitio que incluye mucha ciencia ficción.