Una triple crisis nos rebasa: Nuevos peligros y vulnerabilidades a granel
Luís Antonio Bolaños De La Cruz*
Desde hace algún tiempo he dejado de redactar artículos dedicados a los avances de la ciencia o la tecnología, siento que la proliferación de excelentes webs convierte en flecos los esfuerzos que ejecute para ponerme al día, y es tal la rapidez de los acontecimientos en la infósfera que algunas magnificas, ya son difuntas como www.cienciadigital.net, la cual ha sido reemplazada por www.cienciadigital.es. Nunca olvidaré el impacto que me produjeron sus artículos, aquel donde realizaban una exposición sobre el proteoma y lo que resignificaba para la especie humana, también el informe sobre el nuevo perfil de las costas de la Antártica y otros que continuo atesorando en el recuerdo.
Otras recomendables en plena actividad como www.tendencias21.net, www.neofronteras.com, www.amazings.com Para que tengan una mejor visión de campo los invito a ingresar a: http://www.cienciateca.com/stsdir.html donde encontrarán un listado con las 153 que proponen como las mejores, tendrán bastante para explorar (y hay más que no se encuentran en ese rol pero que también aportan y se destacan por diseños sencillos y claros), cuya calidad me exime de realizar con excesivo afán lo que en apariencia logran con apreciables resultados. Lo que sí deviene pertinente es una sugerencia que consiste en reflexionar con proactividad, proyectarse en un ejercicio prospectivo y establecer redes vinculares que recojan preocupaciones, sueños y anhelos quizás acompañado de una satisficing strategy (estrategia que combina lo satisfactorio y sacrificio eficiente en simultánea, según el gurú Herbert Simon), de tal modo que apunten a contribuir a una mejor calidad de vida de la humanidad y al cuidado y preservación del ambiente.
Por eso, a pesar de haberme prometido que al colaborar con las webs, blogs o emprendimientos referidos a la ciencia-ficción no intentaría pontificar ni recurrir a prácticas iluministas (que como mucho(a)s jóvenes de mi generación sesentera enarbolé respaldado en una militancia que propugnaba por transformaciones radicales), encuentro que es imposible evadirse de la corriente del pensamiento tecnocientífico y mantenerme al margen, ya que serán mis descendientes y los de mis amigo(a)s los afectados, como decía Renato Rosaldo en “Cultura y Verdad: La reconstrucción del análisis social”: “Tenía más sentido embarcarse en una antropología (leáse Ciencias Sociales para abarcar el espectro) comprometida que intentar continuar con la ficción de los analistas como unos observadores imparciales y desapegados [de todo contexto] ”, frase que se ajusta para ese momento de la historia muy especial y para indicar porque nuestras cohortes etarias asumimos esa actitud de rechazo al sistema capitalista y de adhesión a las sueños de dignidad y solidaridad que deberían caracterizar a la humanidad porque morábamos ese espíritu, pero lastradas por una objetividad y seguridad ficticias basadas en supuestos que nunca se cumplieron.
Pareciera que la espiral de la historia ha completado una de sus volutas y nos hallamos en una situación similar, pero inédita, nunca se habían acumulado la debacle financiera persistente (la zona Euro con siete países quebrados o cerca, la zona yen estancada, la zona dólar con graves problemas y la zona Yuan decidida a fortalecerse a sí misma) con la catástrofe ambiental galopante (por ejemplo el mapa de Groenlandia mostraba que el 80% de su territorio se encuentra afectado por el deshielo con las consecuencias concomitantes que acarrea al cambio climático) y el derrumbe energético flagrante (con matrices nacionales suicidas o en recomposición que requieren decisiones veloces y no paños tibios como los aplicados en Río +20), las tres a la vez se precipitan mezcladas y convergentes, raudas y brutales sobre el planeta, demoliendo cualquier atisbo de esperanza o de salida planificada (rascando el fondo de la olla de problemas acaso tropiecen con un escape espontánea hacia la locura, el consumo despilfarrador o el harakiri).
No existen experiencias anteriores (creo que un historiador podría extraer de su mágico sombrero de anécdotas algunas que se asemejen pero ninguna que se incube con la potencia de la actual triple crisis). Tampoco gozamos de una hoja de ruta o de un menú de propuestas que nos ayuden a encontrar soluciones. Por primera vez nos descubrimos inermes como lo señalara Alain Touraine en “Nuevas reflexiones sobre la crítica de la modernidad ” mediante esa frase demoledora que aún resuena en mis neuronas casi dos décadas después de leerla: “Junto a unos y otros, es necesario que un número creciente de sociólogos se pregunten cómo puede el sentido fecundar los signos y, de esta manera, a condición de qué es posible la acción o si es necesario aceptar el vivir en un mundo sin sistemas y sin actores, a la deriva, como un barco ebrio en la desembocadura de la historia”.
Hacia fines del milenio ya era posible una descripción del proceso vivido en cada continente en particular y en el planeta en general, relato que ya indicaba los límites entre los cuales nos desplegábamos las multitudes que lo colman y los riesgos que asumíamos de no abordarlos: y resulta que se observa aún a la naturaleza como interminable y se canoniza sobre su depredación con preceptos ideológicos y dogmas religiosos, arrojemos una mirada sobre el proyecto Conga y su suspensión por parte de la Newmont y revisemos no sólo las declaraciones sino los rostros de los representantes del grupo de poder y sus ayayeros (incluido cierto inefable arzobispo respecto a la PUCP) al hesitarlas, para comprobar que cinismo, inconsciencia ambiental, codicia y altanería constituyen un cóctel indigesto y venenoso que puede empujarnos al abismo de la destrucción.
Cuando nos aproximamos al cúmulo de conocimientos que proporcionan la ciencia y la tecnología (asimismo las emociones, comportamientos y actitudes que suscitan) no podemos ignorar los factores ambientales y ecológicos implicados en tales procesos: cuando la tecnósfera subyuga a la ecósfera mediante perpetuas extracciones de recursos para beneficiar la corporatocracia tecnoeconómica autocentrada, nos obliga a defender la existencia de la especie humana y su presencia en los sistemas bióticos y abióticos sino asimismo a una innovación tecnológica constante, aspecto por el cual siempre nos han uncido al carro del progreso, porque somos seres diseñados para conocer y sentir, y por esa atracción que ejerce la investigación y sus resultados, las emociones que exuda y las satisfacciones que provoca nos rendimos con mayor frecuencia de la deseable.
Recordemos que la ciencia se genera de las preguntamos con que nos interpelamos, de las dudas que vivimos, de la ambigüedad subyacentes a las interpelaciones que queremos domeñar, por eso nos enzarzamos en una “pugna nimbada por el inexorable agotamiento ecológico o la rutilante novedad tecnológica” como señalara en un articulo para Velero25 por allá por el 2003..
Hoy, la triple crisis convive con una omnipresencia de las redes sociales (por eso Wikileaks se reproducirá y se extenderá su influencia, un ejemplo son Bennett y Snowden), con la galopante metamorfosis de datos e informaciones en recurso, quedamos descuartizados entre el pavor de la desaparición del mundo tal y como lo manipulamos y la emergencia de una frágil y virulenta capa formada por retazos culturales múltiples que nos inunda desde la infósfera. Uno se pregunta si podremos subsistir entre tantas presiones conservando las características nobles que la evolución ha ido grabando en nuestra especie (de las desagradables no me ocupo, ya tenemos bastante con lo que han originado y que nos llevado a esta triple crisis y al peligro de la extinción)
Culmino, repitiendo que:
“Se ha contaminado el planeta mas allá de todos los límites y aunque podríamos detenerlo, no lo hacemos para no afectar los intereses de los dueños del mercado. Sin embargo, todos los seres vivos que habitamos la Tierra estamos pagando las consecuencias.
Continuamos con la misma matriz energética actual, apoyada en la quema de hidrocarburos, que está provocando un deterioro en el ambiente de tal magnitud, que hemos modificado el clima global, con consecuencias tan devastadoras que incluso podrían derivar en la extinción de la raza humana y la vida en el planeta, tal como la conocemos. Pero aunque podríamos hacerlo, no la abandonamos porque no resulta económica y geopolíticamente conveniente.
La crisis económico-financiera desatada en los Estados Unidos en el 2007, constituye la frutilla del postre y se ha extendido por todo el mundo. Las entidades financieras ya no se prestan dinero entre sí. Todas desconfían de la salud financiera de sus rivales. Y lógicamente esta crisis se ha trasladado al conjunto de la actividad económica. De golpe, las economías de los países desarrollados se han enfriado. Europa con 15 países en quiebra, Japón que aún no se recupera, USA extraviada en su penar, China mirándose el ombligo del fortalecimiento interior, no son de ninguna manera locomotoras del crecimiento… ¿de dónde jalar?
La combinación de estas tres crisis, ya está provocando efectos sociales de impensada magnitud. Y ahí, en esa terrible circunstancia, puede estar la solución. Hay que cambiar la matriz energética, el sistema y nuestra forma de vida. Debería haber una reacción lógica, surgida desde las bases, desde el Pueblo. Un ¡BASTA, HASTA AQUÍ LLEGAMOS! Que suene tan fuerte, que pueda ser escuchado en cada rincón del planeta. Que ponga un freno a esta locura suicida y que siente las bases de una nueva Era. Requerimos un punto de apoyo para concebir un mundo mejor en el que todo ser vivo esté incluido y sea respetado, por lo cual continuaremos necesitando de la ciencia y la tecnología pero reorientadas al servicio de la supervivencia de la humanidad”.
* Luis Bolaños es un escritor de ciencia ficción de Colombia, residente en Perú. Sociólogo (no fundamentalista) de profesión. Ha sido Consultor de Concytec (Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica) con anhelo transdisciplinar, con pasión por la búsqueda del conocimiento y la investigación permeada por lo humano e invadida por la vida. Ha fatigado claustros universitarios, selvas y ecosistemas diversos, periódicos, ONG’s, cineclubes, sindicatos, ministerios e institutos de investigación, participando, aprendiendo y enseñando.