Hereje emigra de la Capital Americana de la Cultura 2013

Por: Francesco Vitola Rognini

@francescovitola

bruce pucca

Comparte nombre y primer apellido con uno de los revolucionarios Cubanos más carismáticos y recordados, uno de los que no alcanzó a entrar triunfante a la Habana. Conocido con el alias de El Vaquerito alcanzó el rango de Capitán y lideraba El Pelotón Suicida, que hacía parte la Columna 8 Ciro Redondo, a cargo del Ché.

Como aquellos barbudos Hereje enseña con el ejemplo. Hace unos años llevaba el cabello largo, lo que le daba un aspecto juvenil. Ahora lo lleva corto y pintado de blanco, como queriendo redondear su edad, como una ironía dirigida a los que se tiñen de negro para que ocultar las canas. Sus anteojos de lectura cuelgan sobre la camiseta negra, el pantalón de mezclilla y los zapatos de cuero marrón, domados por sus hábitos de caminante, completan el atuendo que le sirve para confundir a los que viven de primeras impresiones. Son técnicas usadas por Shinobis, maestros en el arte del disfraz.

Con la mejor luz de la tarde visitamos uno de los pocos parques arborizados de la ciudad, bautizado por los celadores, las empleadas domésticas y los delincuentes juveniles como “el santo cachón”. Sobre la loma se impone una estatua de Jesús de Nazaret que en vez extender los brazos -para hacer honor a su sobrenombre-, los exhibe como recordatorio de la crucifixión. Medio centenar de personas disfrutaban de la tarde luminosa y fresca. La mayoría de la disgregada colectividad busca la sombra de algún árbol; aún el sol hace mal a la vista.

 Hereje es uno de los pocos artistas -y humanistas- que aún son consecuentes entre lo que piensan, dicen y hacen. En Colombia -donde la dictadura del mercado de lo Light encaja perfectamente con el egocentrismo y la vanidad sin miras amplias de sus habitantes- encontrar un creador comprometido con la verdad, la justicia social y la libertad, es un trabajo comparable al de los astrónomos que observan el espacio cada noche buscando registrar algo valioso en sus bitácoras. No estamos solos, diría un astrónomo consciente de su lugar en el universo y sabiendo la necesidad de su rol en la sociedad.

En la época de los humanistas como profesión, algunos demuestran que se puede crear -y aspirar a cambiar los círculos viciosos imperantes- a pesar del bloqueo económico aplicado a la localidad. Quién tenga cara de piel roja recibe una oferta menor, o de entrada le niegan la posibilidad de acceder al dinero, por muy poco que sea. En este nuevo feudalismo -en la Capital Americana de la Cultura 2013- no se permiten las ideas progresistas, todo lo que no venga por el filtro del culto al oro es categorizado como comunista, la lista incluye: socialistas, ecologistas, artistas, campesinos, profesores, obreros, sindicalistas, activistas, investigadores, defensores derechos humanos, sociólogos, monjes budistas y hasta hippies. A los ojos de la paranoia colectiva masificada por Hollywood son los comunistas -y no el Hermano Mayor manipulador- por quién tienen que preocuparse. Son los tiempos del Reino Mágico de Disney como Sueño Americano.

Barranquilla fue puerto internacional desde el día que nació, pero no es una ciudad cosmopolita. Es un distrito comercial con actitud provinciana, donde se impone la fuerza y la violencia, no la razón. Sólo en Nápoles y en algún país en guerra tienen los conductores de taxi que hay aquí. Se impone con arrogancia el dinero. Algunos se especializan en conseguirlo de otros. Es una depredación comparable a que vemos en los arrecifes de coral. Lo que prima es el dinero y para calmar los ánimos está la catequesis, una misa con cánticos para sentirse liberados de las opresiones. Los locales son supersticiosos; adoran al fútbol, el alcohol, verse pulcros, usar ropa de marca o nueva -por lo menos-. Les encanta ir perfumados como para ir a una mini teca, la mujeres disfrutan ir empolvadas como la Cucarachita Martínez.  Aquí se vive en torno a la semana de carnaval. De ahí que los fines de semana los oficinistas con sueldo fijo deseen revivir la fiesta, tratando de perpetuar el desorden sincronizado que es ideal para esta comunidad donde la desigualdad social es tan común que se pasa por alto.  El carnaval les da esa sensación de comunión, de identidad. Lo mismo que el fútbol, que logra el milagro de unir a quienes se odiarían antes de tomarse media docena de cervezas.

 Aquí ser desarrollado es el equivalente a ser acaudalado. Es la ciudad de las clínicas estéticas y los tours norteamericanos. Rinoplastia, liposucción, cirugía vaginal, mamo plastia de aumento y reducción, falo plastia, injertos capilares, lipoescultura; si no está en la lista pregunte. Esta es la capital colombiana de los casinos y moteles, sus luces iluminan la ciudad y sus afueras, parodiando a Reno y Atlantic City. También hay hoteles cinco estrellas, un aeropuerto internacional, con servil atención por parte de unos y el desprecio de otros. Se exhibe una ambigua relación hacia los extranjeros, si vienen a gastar se los trata como reyes, si vienen a ganarse la vida se los mira con recelo y desprecio. ¿Racismo? ¿Desprecio al colonialista? ¿Temor a que sus mujeres -aburridas de su machismo y violencia doméstica- se vayan con otros mejor preparados para el amor en igualdad de condiciones?

Aquí se teme a Dios y se aman las bajas pasiones. La violencia está justificada, al calor de los tragos responden de la misma forma que un perro ataca a otro cuando le intentan robar el hueso. Prefieren burlarse de otros que reírse de sí mismos, varios programas de humor en Colombia han hecho de ello recurso preferido. Prefieren tirar a la esposa del balcón o dispararle por la espalda, antes que hacerse a la idea de que otro sí la puede hacerla feliz.

Los principios suelen ser lo primero que se pierde, cuando el hambre y el deseo de ser reconocido contaminan las mentes, alguna vez creativas, perdidas en el borroso sopor del ego. No es el caso de Roberto Rodríguez “Hereje” uno de esas rocas con trayectoria, atmósfera y gravedad propia. Le han hecho tantas entrevistas, le solicitan tantos dibujos que ya perdió la esperanza de cambiar el mundo. Sabe que es mejor usar estrategias capitalistas para poder comer. Entiende que su trabajo es visto por muchos como mercancía exclusivamente. Algunos no lo entienden. Otros no lo comparten, pero lo aprecian. Algunos nunca lo conocerán por dedicar su vida a los cientos de canales de la televisión satelital, y que terminan volviéndose su realidad.

Hereje reinventa a partir de su trabajo, sin ser repetitivo. Él es denuncia social, periodismo gráfico, poesía visual.  Es la encarnación de El Hombre Nuevo, del que hablaba el mítico guerrillero internacionalista cubano- argentino. Su apuesta es muy parecida a la que hicieron los que prefirieron educar al vulgo y evitar que Cuba se volviera otra Las Vegas.

Mientras se siga depredando entre humanos “conciencia global”, “democracia”, “humanidad”, “independencia” o “libertad” serán palabras huecas, eso lo sabe Roberto Rodríguez. Por eso su arte cauteriza heridas.

 En camino viene un libro de poesía visual, algo nunca antes visto en la sectaria industria librera local. Esperemos que desde su exilio voluntario en Panamá nos siga ayudando a destruir la mentira que nos han vendido en Colombia como democracia.

Los pájaros aceleraban su vuelo ante el cambio de los tonos del cielo; unos niños juegan sin medir el peligro del Pitbull encadenado a un escuálido paseador; unos ancianos son acompañados por sus descendientes a caminar por el parque. Es hora de la puesta de sol, de otro irrepetible atardecer caribeño.

-¿Debe el artista crítico resignarse a encontrar las puertas cerradas?

-Creo que uno se adelanta a creer siempre que le van a decir que no, pero siempre hay gente atenta a publicar, eso lo he aprendido en este proceso. Siempre hay alguien enamorado de estas cosas también, y uno encuentra en la persona que menos espera la respuesta positiva que uno busca. Hay mucha gente descontenta que sabe que no puede hacer mucho, pero hay mucha gente descontenta que sabe que en algún momento puede optar por alzar la voz, digamos, apoyándose en otros. En mi caso estoy trabajando la obra plástica, deje caer un poco la caricatura para recomenzar incluso haciéndola con un cuidado mucho mayor, pero como estoy afianzándome a la plástica y en la plástica, creo, se pueden mandar mensajes políticos, ahí queda escondido. Yo me he dado cuenta que por mucho que tú quieras decir algo, ese algo puede ser mal interpretado, o puede ser tomado por otra cosa, con lo que vas perdiendo esa necesidad de que se entienda con claridad el mensaje que uno quiere emitir. De todas maneras, y a mí me está pasando, uno empieza a sentir una suerte de desesperanza. Yo hablaba de esto hace poco con alguien. Le decía que yo no tengo amigos, hay personas con  las que yo me encuentro y ellos creen que son mis amigos, o sea, hay puntos en los que uno se encuentra solitario y empieza uno a sopesar las cosas, con lo que a mí por lo menos no se me ha dado por bajar el tono, antes creo que lo voy a subir, jalándole la oreja a los que están más cerca, que son los que dicen que son mis amigos. Ellos también saben que a veces se acercan a mí para que yo no les jale la oreja. Estamos en un juego tan desagradable, que muchos, hacen lo mismo que hace el establecimiento, que te seduce y se acerca a ti y luego están hablando mal de ti por detrás. Hay una soledad bien fea que se le va presentando a uno, y yo la estoy sintiendo ahora, de hecho estoy a punto de irme a Panamá, en menos de un mes espero estar viajando, y la apuesta que estoy haciendo es a no vivir acá para poder ver la situación de Colombia en una perspectiva distinta y no distraerme tanto con la rabia que me da viviendo aquí, porque pasa también que si tú estás en otro país, supongo eso, puedo encontrarme con gente que no es de mi misma cultura, que no tengo sino que dejarla que funcionen como deseen funcionar. Es una suerte de novela que yo me estoy haciendo en la cabeza. Aquí la rabia uno la está cogiendo a cada minuto, por cada cosa, cruzas la calle te das cuenta de veinte cosas, llegas a tu casa y te das cuenta de veinte cosas más. Es muy seguido. Soy un caso muy particular en eso, por ser de los pocos pintores haciendo crítica y que está metido en los temas políticos, quizás porque ellos optaron por vivir la vida, finalmente, o no sé, ellos tendrán que decirlo.

-Considero que Barranquilla es una ciudad provinciana, por las cosas que se ven en la calle, los absurdos, los exabruptos, ahora yo te pregunto ¿cómo una ciudad provinciana como Barranquilla puede ser considerada Capital Americana de la Cultura?

-Eso es lo que estamos viviendo. Esos son arreglos políticos que se consiguen por fuera, yo pienso que también para dinamizar una suerte de “realidad interior”, eso tiene su trasfondo. Esos son cuentos políticos, de hecho, estamos en la Capital Americana de la Cultura y estamos viviendo lo mismo que antes y peor, de pronto. Hace unos días vi un video en internet, en Facebook, en la que grabaron a una horda de policías dándole bolillo a los buses porque había un paro, y quebrándole farolas a los buses y los choferes corriendo porque les estaban dando palo también. Si eso pasa en la Capital Americana de la Cultura, imagínate tú. Además, sueltan a los policías como perros para que arreglen el problema. Yo me pregunto, acaban con la propiedad privada de unos empresarios, atacan a unos conductores que se sustentan con ese trabajo, entonces, ¿En dónde estamos? ¿Para dónde vamos? Yo no he visto un evento, además de la celebración esa del bicentenario que hicieron ¿para mostrar qué? Cómo estamos copiando de fuera, mandan los eventos de proyecciones digitales sobre los edificios, como las grandes bandas de rock internacional… Jean Michael Jarre trabaja muy bien eso. Son shows que se están dando en otras partes, entonces, importan eso y nos muestran el show. Después la gente se va y nadie se pregunta ¿Qué pasó?, ¿para qué fue esto?, ¿cómo crecimos?, ¿decrecimos?, ¿qué pasó? No se sacan conclusiones y además, al día siguiente, aparecen las noticias que dan la opinión que todos compartirán. Los del periódico no se dan a la tarea de preguntarle a la gente que pensó.

-¿Tienes esperanzas en que el pueblo barranquillero salga del ensimismamiento, del miedo supersticioso que les impide despertar, levantarse y volver a soñar en crear?

-Uno va perdiendo las esperanzas y va perdiendo la fe de que las cosas puedan cambiar, sobre todo sabiendo, y vuelvo a traer el video de los policías, que no puede salir a la calle a protestar por nada. Sabe que no puede levantar la mano para decir: “Yo no estoy de acuerdo con eso”. Los sueños se volvieron individuales, ya no son colectivos. Estamos viviendo momentos, en los que yo siento que todos estamos crispados, en el mundo entero están crispados, pero si estamos acá y tenemos esa crispación, esa necesidad de soñar y de salir adelante hay otros que no la tienen. Allá va ese señor con una carretilla, ese señor se levanta día tras día a las cinco de la mañana a pasearse vendiendo tinto, que creo es lo que vende, ¿Qué esperanza hay en una persona así? Uno por lo menos entra a un cine en algún momento, yo ya entré una vez este año a cine, quizás alcance a entrar otra vez antes que termine el año. La gente cree que porque uno es pintor uno debe tener como hacer algunas cosas, yo tengo como cuatro años si ir a la playa, y me muero por ir, pero fíjate, si uno sabe que tiene esas posibilidades y no puede, imagínate a esa gente que lo que le dicen es que tome ron. La ciudad está llena de bebederos, estaderos, fenómeno muy particular también, hasta el punto de que Old Parr seleccionara a la costa como punto estratégico para hacer el lanzamiento del álbum de un cantante vallenato. Una bebida alcohólica que se está consumiendo, al parecer, más que en cualquier otra parte del mundo. Eso dice mucho del tipo de sueños que se tienen aquí. En el capitalismo los sueños son individuales, no colectivos. Todo lo que hace un gobierno para manejar y sostener un país o una ciudad tiene más que ver con qué se puede hacer, pero no hay una entereza. Entonces ¿quiénes tienen la posibilidad de soñar? Aquí estamos los dos hablando de esto, allá hay tres personas sentadas, allá dos señores, en un parque casi vacío. Yo no creo que Barranquilla progrese mucho en relación eso.

-¿Por qué existe tanta rivalidad entre artistas? ¿No debería ser el arte un motivo para acercarse en vez de avivar rencillas?

Es natural, pero creo que los artistas en Barranquilla pueden unirse a partir de la forma de pensar que tengan. Yo voy a los eventos poéticos porque encuentro imágenes que me sirven para lo que estoy escribiendo o pintando, pero a ningún evento poético al que yo he asistido en los últimos tres años, en ninguno me he encontrado a un pintor o artista plástico. En protestas yo no he visto a ningún artista plástico, eso puede hablar de los intereses que ellos tienen, de porque estamos separados. Creo que la mayoría de los artistas barranquilleros, artistas, porque yo separo a los artistas del pintor, porque el pintor pinta, copia, y pinta más de afuera hacia adentro que de adentro hacia afuera, que es lo que yo siento que hago, el pintor en general es ignorante, el pintor lo que plantea en sus trabajos tiene que ver más con lo que ve, no con lo que piensa, o con lo que preocupa y en ese sentido es imposible que un artista pueda entablar una mínima amistad con un pintor. Los pintores se reúnen, ellos van a la playa y hacen cosas, se toman sus tragos. Yo estoy criticando a los pintores que no son artistas pero que pretenden aparecer como artistas. Ahí siento que me toca duro el que me comparen con alguien al que no veo conciencia de nada. Hace poco me llamaron para hacer un dibujo de Ángel Loochkartt, un dinosaurio al que no tiendo a respetar porque su pintura se creó en la nada, no afectó en nada el camino de la pintura nacional, mucho menos internacional, y nos llamaron a cinco o seis, y ahí estuvimos dibujándolo mientras escuchábamos todo el parlamento de Ángel Loochkartt. Termina el evento y todo el mundo para su casa, no había forma de sentarse ahí a hablar. ¿Hablar de qué? ¿De un retrato que estábamos haciendo a Loochkartt? Yo hice el retrato y puedo pintar algo perfectamente, pero eso no da para más. Los pintores pintan, pero no pueden hablar de política, porque no le inquieta nada, o si le inquieta no encontrará las respuestas y por eso seguirá pintando en su caballete, su bodegón, su paisaje, y creo que esa puede ser una de las razones por las cuales aquí hay distancia entre los artistas, entre los pintores. Entre los escritores creo que se está dando también. Pero además he descubierto que hay capillas de escritores regadas por la ciudad, cada una con su grupo de escritores, y creo que esos al saber que pertenecen a esas capillas avalan el evento de mantenerse unidos. Yo he hecho trabajos en todas las instituciones y a todas les he respondido como esperan, he estado en la Universidad del Norte, en la Universidad Simón Bolívar, en Comfamiliar, en La Aduana, no he estado en Casa de Hierro porque ellos saben que ya conmigo no pueden hacer nada, yo no avalo el proyecto de Casa de Hierro con la comunidad, porque tengo mis reservas sobre esa vaina. Pero, el día que me llamen yo evaluaré. Si me proponen y no voy, pues listo, no voy y les explicaré por qué. Pero los pintores y los escritores se mantienen atrincherados, por miedo, en esos grupos, que en algún momento son fundaciones. Son grupos de amigos que se apoyan. En momentos he chocado con esos grupos y me han dicho: “Te van a cerrar las puertas”. Me la van a cerrar, pero si me fallaron, si no me respetan, van a tener que escuchar lo que tengo que decirles. ¿Qué está pasando? Seguramente, en algún momento, se reúnen dos o tres escritores o pintores y cada uno va a emitir su punto de vista, yo creo que lo mejor que podría pasar sería que tuviéramos diferencias, pero no se van a entender. Así como hay escritores que se mantienen un poco por fuera, para no ser reseñados y marginados, por otro lado se mantienen esas capillas, y así fomentan su trabajo. Creo que esa es la razón, y eso lo aprovechan los políticos también al organizar “la cultura”. Ellos saben quiénes deben y no deben estar, para manejarlo todo con la mayor precisión para sus intereses.

-¿A qué factores crees tú que se deba el que en un país tan violento como Colombia aún no se hayan implementado la enseñanza de artes marciales o métodos de defensa personal, en las escuelas primarias y secundarias?

Cómo no se enseña pintura, pero sí escritura. Fíjate que en Nueva York hay muchas academias, tomo la pregunta por ese lado, muchos ejecutivos y ejecutivas asisten a para tener la posibilidad de defenderse, porque es también una ciudad particularmente violenta. Creo que lo económico, en el caso local, incide. No podemos de dejar de hacer lo que nos permite comer, pagar facturas, todo eso, la rutina no deja tiempo ni para salir a caminar. Yo a veces me encuentro en los parques, cuando salgo a caminar temprano en la mañana, una cantidad considerable de personas, sin embargo no deja de ser un número bajo. Para el problema de salud, que después de los cincuenta está establecido que la persona debe caminar casi a diario y no viendo esa cantidad de gente haciéndolo, muestra que el ser humano es ignorante. Hacemos lo que tenemos que hacer en cada etapa de nuestra vida y después terminamos haciendo lo que nos dice el médico que tenemos que hacer. La mamá de Mutis decía “No hay que… hazlo con tranquilidad”. Yo me estoy encontrando en los supermercados y en los centros comerciales, en las zonas de cafetería, a grupos de ancianos y veo cuantos problemas, cuanta opresión…yo no sé si es una enfermedad que uno carga y por lo cual uno es artista, y ¿qué podemos hacer? Si lo que estamos viendo es la parte triste. Yo a veces digo, muéstrenme las flores, yo no las veo en ninguna parte. Y es que estos grupos de pensionados que se reúnen en cafeterías de los supermercados, para conversar sus cosas, conforman un fenómeno particular. Si miras los buses que circulan entre las cuatro y cinco de la mañana, vienen a la zona de estratos altos cargados de empleados y empleadas del servicio, gente que no tiene sueños, que no tiene ninguna posibilidad de vivir una realidad con aspiraciones. Yo viví cinco años en Bogotá, hace como quince, y en Bogotá se estaba comenzando a dar el fenómeno del servicio a domicilio, aquí ves a los muchachos hábiles con las bicicletas, se atraviesan los carros, hacen piruetas, ahora tienen hasta motos y hay un fenómeno social que muestra cómo están de graves las cosas y que mucha gente lo percibe como cosa cotidiana, fenómenos que van sustentando y que nos dicen que tanto se está desarrollando la ciudad. ¿Cuántos muchachos de entregas domiciliarias se mueven por la ciudad? ¿Cuántas personas se mueven entre las tres y las cinco de la mañana a sus trabajos? Yo sé que una empleada sale de su trabajo, a veces, a las ocho de la noche, ¿a qué hora llega a su casa?, ¿cuánto duerme? Uno no, uno tiene posibilidades. Pero esa capa de gente, que es grande, es a quiénes nos tenemos que referir cuando decimos que ya no hay posibilidad de que esto cambie. Esa gente va en la inercia de una vida inútil.

-Yo te hago la pregunta de las artes marciales, porque este proyecto –Shinobi Yamabushi– nace de esta inquietud: ¿Para qué educan a las personas en los colegios si luego los obligar a ir a la guerra?, ¿No es contradictorio invertir todos esos recursos en personas que luego no podrán elegir entre estudiar o, por ejemplo ser artistas marciales, o atletas olímpicos? Si por lo menos les permitieran convertirse en atletas olímpicos, que en las escuelas los formaran para tal futuro, todo tendría más sentido. Mejor tener medallistas que jóvenes muertos, ¿no? ¿Cómo es que esperan que la juventud tenga esperanzas de sobrevivir si durante la época escolar los presionan para ser los mejores en matemáticas y luego los mandan a la guerra, sin más preparación que las clases de educación física?

Es verdad lo que dices tú de las artes marciales en los colegios, que se les permita elegir algo, aparte de educación física, que no se está dando realmente. Eso es un parapeto. Algún colegio la asume porque el profesor debe dar la talla y demostrar que sabe de lo que habla, pero sería más eficiente lo que dices tú de formarlos en disciplinas de su escogencia, que les sirvan para la vida real.

-¿Haz practicado algún arte marcial?, ¿Te llama la atención alguna?

-No, pero me llamaba la atención porque en la cuadra donde yo vivía cuando joven había un muchacho que manejaba muy bien el nunchakus y que hacía Kung Fu. El entusiasmo de ver eso es lo que lo llama a uno a querer de pronto practicarlo. Yo soy artista plástico no sé por qué, en mi casa habían enciclopedias, pero libros de arte no. No hay en Barranquilla familia de estratos medios en la que se pueda decir hay algo que le va a permitir al hijo coger camino rápido por lo que tenga en su hogar. A mí me llamaba la atención el Kung Fu y las películas de Bruce Lee, de hecho tengo por ahí un Bruce Lee que hice hace poco como una sátira. Yo creo que la admiración es el primer paso para decir me gustaría probar por ahí para ver qué puede pasar, porque en las escuelas no te enseñan nada que te defina. Yo nunca pensé que sería artista plástico. Esta sociedad avala el fútbol y poco más.

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0 Responses to “Hereje emigra de la Capital Americana de la Cultura 2013”

  1. Sandra Lugo says :

    Una descripción de la situación real de nuestro país donde muchos de nosotros, por no decir que la gran mayoría de quienes habitamos este país, no tenemos claro el significado de que es el arte y cuan importante es este en nuestras vidas ya que es algo que es inherente a la humanidad. El arte, con el cual podemos expresar lo que pensamos, sentimos y el cual nos ayuda a descubrirnos de muchas formas de tantas formas que no podemos conocerlas todas, pero si tenemos la oportunidad de explorar en unas cuantas. Podemos hacer y practicar muchas formas de arte pero creo que hay que hacerlo libremente, de tal forma que el arte no solo quede como una herramienta mercantil u ornamental o como algo estético. El arte para construir, construir lo que realmente el país necesita.

  2. Leo Castillo says :

    Brillante y lúcido, Roberto. El único valiente entre los artistas plásticos de Barranquilla.

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