La Colombia de Philip K. Dick

«La invasión divina» de Philip K. Dick, tiene todos los elementos característicos de la genialidad del escritor de Berkeley – y vale resaltar que cuando digo de Berkeley no me refiero exclusivamente a la ciudad en donde vivió Dick  sino también queriendo trazar un paralelo con el obispo Berkeley, el primero filósofo empirista en demostrar por la lógica que vivimos en una ilusión perceptiva-. En esta novela encontramos su pasión por la buena música, su paranoia política-cósmica, su amor por la belleza femenina, su fluidez dentro del género de CiFi, su erudición teológica y su maestría narrativa.

Esta novela pertenece a un nuevo sub género de la Ciencia Ficción, o la Ficción,  al que ya anteriormente nos hemos referido, que algunos autores proponen llamar Teo Ficción  y que actualmente parece gozar de una gran acogida: desde el microcuento de Antonio Mora Vélez Historia Profunda, pasando por Grace Immaculate de Gregory Benford  hasta la última aventura ficcional  de Kevin Kelly.

En «La invasión divina» Philip K. Dick creía, como muchos autores de Ciencia Ficción, entre ellos Aldous Huxley, que Latinoamérica sería una región apoderada por el Partido Comunista. En este contexto, Colombia era un país estratégico que se disputaba el Partido Comunista y la Iglesia Católica.

Nicholas Bulkowsky, vestido con su uniforme rojo del ejército, se preparaba para dar un discurso a una multitud de fieles seguidores del Partido reunida en la plaza principal de Bogotá, Colombia, donde últimamente los esfuerzos de reclutamiento habían tenido un gran éxito. Si el Partido lograba atraer a Colombia al terreno antifascista, la desastrosa pérdida de Cuba quedaría más o menos compensada.

Sin embargo, había surgido un problema recientemente: un cardenal de la Iglesia católica romana, y no un cardenal colombiano, sino uno norteamericano enviado por el Vaticano para interferir en las actividades del PC. ¿Por qué han de entrometerse en esto?, se preguntó Bulkowsky. Había descartado ese nombre, Bulkowsky; ahora se le conocía como general Gómez.

-Deme el perfil psicológico del cardenal Hams – le dijo a su consejera colombiana.

-Sí, camarada general. – La señorita Reiz le entregó el expediente de aquel molesto norteamericano.

-Parece que tiene la cabeza hecha un lío, ¿no? – dijo Bulkowsky mientras estudiaba el archivo-. Un auténtico tejedor de embrollos teológicos… El Vaticano ha escogido a la persona equivocada. -Vamos a meter a ese Harms en un buen lío, se dijo complacido.

-Señor, afirman que el cardenal Harms tiene mucha carisma – señaló la señorita Reiz-. Atrae a la gente por dondequiera que va.

-Si aparece en Colombia, lo que conseguirá atraer será un cañón de plomo en su cabeza – dijo Bulkowsky.

Invitado de honor de un debate televisivo, el cardenal de la Iglesia Católica romana Fulton Statler Harms había vuelto a caer en sus habituales excesos oratorios. El moderador, que no había perdido la esperanza de interrumpirlo en algún momento para conseguir la pausa publicitaria, que ya empezaba a ser más que necesaria, parecía bastante incómodo.

-Su política sirve de inspiración a los desórdenes que luego ellos mismos capitalizan -declarón Harms-. La inquietud social es la piedra angular del comunismo ateo. Permítame que le ponga un ejemplo…

-Volveremos dentro de un instante – dijo el moderador, mientras la cámara enfocaba sus joviales e inexpresivos rasgos-. Pero, antes, unos cuantos mensajes. -La imagen cambió para mostrar un spray de defensa.

-¿Qué tal anda el mercado inmobiliario aquí en Detroit? -le preguntó Fulton Harms al moderador, ya que no estaban en antena-. Tengo algunos fondos que deseo invertir y he descubierto que los edificios de oficinas son las inversiones más sólidas de todas.

-Sería mejor que consultara con… -El moderador recibió una señal del regidor del programa. Inmediatamente, su rostro volvió a adoptar su aspecto habitual de sagacidad y, con su voz despreocupada pero siempre profesional, dijo-: Hoy estamos hablando con el cardenal Fulton Statler Harmer…

-Harms -dijo éste.

-Harms, de la diócesis de…

-Archidiócesis -replicó Harms, algo irritado.

-De Detroit -continúo el moderador -. Cardenal, ¿no es cierto que en la mayor parte de países católicos, especialmente en los del Tercer Mundo, no existe clase media digna de ese nombre? ¿No es cierto que tiende a haber en ellos una élite muy rica y una gran masa de población sumida en la pobreza, con poca o ninguna educación y con poca o ninguna esperanza de mejorar su existencia? ¿Hay alguna clase de relación entre la Iglesia y esta deplorable situación?

-Bueno… -dijo Harms, sin saber qué contestar.

-Déjeme que lo exprese de otra forma -siguió diciendo el moderador, totalmente relajado, controlando perfectamente la situación-. ¿No es cierto que la Iglesia ha estado retrasando el progreso económico y social durante siglos enteros? De hecho, ¿no es cierto que la Iglesia es una institución reaccionaria dedicada a mejorar la vida de unos pocos y a explotar a la gran mayoría; una institución que comercia con la credulidad humana? Señor cardenal, ¿cree que ése sería un buen resumen de la situación?

-La Iglesia mira por el bienestar espiritual del hombre; es responsable de su alma -respondió Harms con la voz débil.

-Pero no de su cuerpo.

-Los comunistas esclavizan el alma y el cuerpo del hombre -dijo Harms-. La Iglesia…

-Lo siento, cardenal Fulton Harms -lo interrumpió el moderador-, pero no nos queda más tiempo. Hemos estado hablando con…

-Libera al hombre del pecado original -dijo Harms.

El moderador lo miró.

-El hombre nace en el pecado -declaró Harms, incapaz de poner algo de orden en sus confusos pensamientos.

-Gracias, cardenal Fulton Statler Harms -dijo el moderador-. Y ahora pasemos a…

Más anuncios. Harms gimió en silencio. No sé por qué, pero tengo la sensación de que he conocido días mejores, pensó mientras se levantaba del comodísimo sillón en el que le habían hecho instalarse.

No lograba definirla de forma precisa, pero la sensación seguía estando allí. Y ahora tendré que ir a esa horrible Colombia, pensó. Otra vez. Ya estuve en una ocasión, tan poco tiempo como pude, y ahora tengo que volver esta misma tarde. Me tienen pendiente de un hilo y piensan hacerme dar saltitos de un lado para otro, eso es todo. Vete a Colombia, vuelve a Detroit, márchate a Baltimore, luego vuelve a Colombia. Soy un cardenal, ¿y tengo que aguantar todo esto? Me están entrando ganas de abandonarlo todo.

Éste no es el mejor de los mundos posibles, se dijo mientras iba hacia el ascensor. Y los moderadores de los debates televisivos siempre acaban abusando de mí.

Libera me Domine, se dijo, pidiendo ayuda en silencio. Sálvame, Señor. ¿Por qué no me escucha?,se preguntó mientras esperaba el ascensor. Quizás Dios no exista; quizás los comunistas tengan razón. SI Dios existe, desde luego no está haciendo nada por .

Antes de abandonar Detroit hablaré con mi consejero de inversiones sobre los edificios de oficinas, decidió. Si es que tengo tiempo.

Philip K. Dick.  La invasión divina. Ed. Minotauro, 2004.

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3 Responses to “La Colombia de Philip K. Dick”

  1. quiquelombo says :

    Excelente artículo para los que somos fanáticos de Dick. Gran recorte ha hecho Luis, destacando esta Colombia dickiana. No lo recordaba y me han entrado ganas de volver a leer el libro. Creo que esa es la función que debe cumplir cualquier nota literaria, potenciar las ganas de leer y, sobre todo, de releer. Gracias amigo.

    • Luis Cermeño says :

      Muchas gracias por tu comentario. Nos alegra tener tan buena recepción de nuestros lectores y que de estas notas puedan surgir diálogos.

  2. oliver castro says :

    ¿Dónde consigo sus obras?, he encontrado Ubik y uno de sus compilados de cuentos, pero de segunda mano y en muy mal estado, tanto he desistido, que he optado por ahorrar una fuerte cantidad y comprarlos en amazon, ¿hay alguna librería especializada/underground que me los provea?.

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