Batman, apostador compulsivo (Héroes Decadentes – FVR)

Francesco Giuseppe Vitola Rognini

Héroes decadentes

Segunda parte: Superhéroes fuera de foco

Batman, apostador compulsivo

 

 

Ilustración Roberto Rodríguez “Hereje”

Ilustración Roberto Rodríguez “Hereje”

 

 

I

Batman perdió todo en una apuesta contra el Joker y se deprimió. Desde entonces Robin ha tenido que recorrer las calles solo, combatiendo el crimen, aprendiendo de las bromas de los hampones, homosexuales, putas y proxenetas. Una tarde Robin perdió los nervios por una apuesta estúpida. El elevador que debían usar no funcionaba. Estaban rescatando unas esclavas sexuales en un décimo piso. Era lanzarse planeando con la capa, bajar por las escaleras, o usar los cables del ascensor. Robin pensó que por fin vencería al viejo hombre-murciélago. Batman pensó que sería bueno ganarle de nuevo a “El Niño Maravilla”. El adolescente pasaba el día conectado a Internet viendo porno. Pesaba cincuenta kilos de carne, hueso vísceras y piel. Tenía el pulso tembloroso, y usualmente, manchas blancas sobre el traje. Era una vergüenza. Patrullaban y se pajeaba. Al llegar la noche el joven Robin adolía de energías para combatir el crimen. Tenía más estado físico el viejo Batman, que aunque no se quitaba el traje para ir al casino dos horas diarias, y al hipódromo tres, entrenaba cuatro sin capa o máscara. Seguía en forma, pero algo en su cabeza fallaba. “Bruce Wayne estaba en Siberia”, eso se rumoraba desde hace más de un año.

Ningún “Niño Maravilla” le ganaría a Batman, un tipo que disfrutaba de las bondades ofrecidas por las seguidoras, un grupo de siete lolitas. Siete mujeres en flor pedían polinización varias veces al día. Hasta la dieta había cambiado en pro de la eficiencia. Era la oportunidad perfecta para derrotar al adolescente sabelotodo. Necesitaba la cueva de vuelta, solo para él.

Robin amaba encontrarse a la Batichica, se había hecho miles de pajas viéndola bañarse, cambiarse, hablando por teléfono, peinándose, incluso alguna vez la pilló masturbándose. Su mecenas -antes héroe- llevaba una vida de placer y pocas responsabilidades. El niño-hombre pensaba en el caos que reinaba en la ciudad, y en los muchos hijos que quería tener con Batichica. Ella le alimentaba el morbo ronroneándole las fantasías eróticas que soñaba vivir con Batman.

Robin corrió al máximo con sus músculos juveniles, pero recordar una de esas lo hizo perder. Batman ganó y se acomodó las nueces. El joven héroe soñador puso en práctica todo lo aprendido:

¡Puto Batman, cabrón!, Era una maldita carrera al ascensor, y tu capa no me dejaba ver. Todo es tu bati-tú; ya va siendo hora de tener mis propias cosas. Hasta que no te parten el hocico no dejas de creerte el mejor. Vete a la bati-mierda y toma un batazo.

Batman quedó medio muerto. Robin le dio con un bate de aluminio para niños, directo en la placa de titanio que tiene en la cabeza. Lo golpeó como deseaba hacerlo desde aquella ocasión en que Batman le arrinconó violentamente y le escupió en la cara:

-¿Por qué tienes tanto miedo a defenderte?, vamos, ¡haz algo!

En la clínica, el vencido héroe requirió un especialista. Le zumbaba la cabeza, tenía la mandíbula adormecida, palpitaciones en los oídos, y vértigo. En su caos mental recordaba aceleradamente aquella vez en la que se le rió en la cara del niño, solo para demostrar quien tenía el control de la situación. Esto ocurrió cientos de veces, en los últimos dos años los episodios fueron cada vez más seguidos. Hasta el día del ascensor.

Reconocía el mal hecho en el pasado, pero no soltaba palabra al respecto. Se limitaba a callar, soportando todo sin medicamentos. Ahora entiendo porque Robin andaba siempre con mala cara, pensó.

La recuperación fue lenta; el frío de la cueva no ayudaba. A los pocos días fue al hipódromo, se encontró con El Joker y lo perdió casi todo.

El “niño maravilla” se transformó en un joven sórdido, asesino en potencia. Dejó de usar su traje amarillo con verde, tiró a la basura su pantalón corto y comenzó a vestirse completamente de negro. El atuendo incluía una capa que le permitía planear. Parecía una ardilla nocturna, un roedor volador, sin quererlo se volvía lo que más odiaba. Comenzó a hacerse llamar Bob. Decía que ese nombre era de mujer, que estaba harto de las burlas sobre su sexo. El era un preadolescente que se sentía listo para embarazar a la Batichica. Hasta visualizaba como serían sus hijos.

En ese período hubo varios heridos con el bate de aluminio, incluido Linterna Verde. La mayor preocupación de Batman era que Bob se descarriara; el cabello sobre los ojos, uñas negras y sombra en las pestañas lo ponían nervioso. Alfred le explicó que el chico había adoptado la estética emo. Batman no entendía nada. Desde que le cortaron el servicio de Internet no terminaba de entender muchas cosas. Creía que Robin estaba deprimido, en el peor de los casos, que necesitaba irse de putas. Que se le pasaría la rabia. Que volvería.

Era en estas ocasiones cuando la patología lo dominaba, haciéndolo olvidar que todo había comenzado por apostar compulsivamente. Se repetía que le ganó para darle otra lección, como si Bob fuera un niño.

Batichica intentaba levantarle el ánimo a Batman. Pero él la ignoraba. En secreto le tenía muchas ganas, pero después del campanazo no logra sostener una erección. Las jovencitas están buenas pero son muy crueles, y las mayores se ponen flácidas, pensaba a ratos.

Con la mujer maravilla era diferente, ella había dejado de ser exigente y estaban de acuerdo en que lo importante era venirse dentro -sin importar lo que durara el coito-. La edad le pisaba los talones, ella sentía el llamado del instinto maternal. Lo notó una tarde cuando Rachel y Ross se casaron en la serie de humor de la TV. Se reafirmó cuando se volvió rutina ver porno lésbico junto a Batman y sus artilugios vibradores. Ella había perdido la línea viendo series norteamericanas, comiendo papas fritas, pizza, nachos con queso y tomando refrescos. Superman se cansó de cortejarla y pelearse con Batman y la dejó abandonada a su gusto. La cueva se convirtió en un lugar sin murciélagos, debido al aumento de los ecos de placer. Creían poder engendrar una buena criatura. Unos meses atrás se habían dado a la tarea, razón por la que Batman ya no tenía tiempo de patrullar las calles. Desde que la amazona tomó control de los recovecos de la cueva, él sólo tenía tiempo de ir al casino o al hipódromo. Se afeitaba cada tres días -para maximizar la ganancia de tiempo-, dormía como mínimo ocho horas para recuperar fuerzas, y no se quitaba el traje de superhéroe -excepto para el sexo y para bañarse-. Según decía, el juego era lo único que lo mantenía cuerdo.

Después del batazo la cueva era un lugar insoportablemente silencioso, sobre todo sin los gritos de placer. El cerebro se le movía como gelatina fuera del refrigerador. Un eco de silencio absoluto llenaba el cráneo y la baticueva. Su mujer lo cuidó y le dio los medicamentos con disciplina. Batman tuvo que acceder al tratamiento para no enloquecer en silencio.

Batichica buscaba una oportunidad para ocupar el puesto de Bob. Estaba dispuesta a todo. Con frecuencia disfrutaba espiar a los amantes. Deseaba ser ella la animadora de su vida -la fantasía incluía traje de porrista-. Quería ser su Batichica multiorgásmica, la batireina. Soñaba el día en que pudiese decorar la cueva con sus alaridos. Se mojaba de solo pensar en ello. Desde que Bob partió se siente más sola que antes, lo extraña.

II

El Joker y El Pingüino estaban urdiendo un nuevo plan para acabar con Batman.

Estaban a la sombra en el hipódromo, tomando Chivas con hielo. Ambicionaban el batimovil y a La Batichica. Creían que El Espantapájaros podría volverla una villana usando alguno de sus químicos preferidos.

De improviso pareces tener un ataque de buena conciencia. ¿Por qué esa cara de imbécil? -dijo el Joker acercándose a El Pingüino-.

No, mira quien llegó. ¿Batman desde cuándo viene al hipódromo? ¿Será por qué Robin se volvió peor que el? Mira como apuesta, quédate quieto y veamos a ver si por aquí es la vuelta. La ciudad es un caos que ni siquiera Superman ha podido ayudar a limpiar. Estamos en nuestro momento. Por eso es que no patrulla, apuesta…todo o nada -respondió El Pingüino, luego se rió con el ruido de las focas-.

Suena bien, este perdedor sale pelado de aquí -predijo El Joker-.

El Joker saboreó su martini con limón, comió unas cebollas rojas y aceitunas verdes. El pingüino engulle unas sardinas enlatadas y una línea de aceite opaco resbala por la barbilla.

-Hoy se me ocurrió como rematar a Batman. Creo que vale la pena intentar quitarle la baticueva. Sin ella él no tendría más opción que renunciar a ser Batman. No podría comprar otra. Entre los matones de mi grupo de Asesinos Violentos Anónimos hay uno que es jugador de bolos, ex campeón mundial; oyéndolo hablar esta semana se me ocurrió que de ofrecerle una revancha ridícula a lo mejor acepte. Pensará que nos enloquecimos. Le diremos que es en parejas, lo que será otro golpe bajo. Sabemos que no tiene a nadie. El tipo que te digo, El Gordo Panzón, siempre está contando de cómo le quitaron el título por haber ganado borracho. Lo cuenta porque le gusta repetir el final, cuando les partió la cabeza y la dentadura a unos cuantos. Batman no le verá una, no después de los golpes recibidos en la cabeza. Lo que necesito es que organices todo, el evento deberá transmitirse a escala mundial. Quiero que cuando la rata voladora fracase, el mundo entero pierda la esperanza. Ah, y trae desnudistas y putas porristas. Quiero el lugar lleno de curiosos y gente de la noche. No será un ambiente familiar. Que esto parezca un burdel. En lo posible que parezca la peor pesadilla de Batman. Avísenle a Robin que Batman perderá. Escupiremos sus huesos -ilustró El Joker a El Pingüino, que de inmediato se fue a hacer su parte-.

III

Las dimensiones se trastocan

 

-La Marimonda Agresiva –a raíz de una condición clínica-, y El Monocuco Tramullero están tomándole unas cervezas bajo un palo de mango. Es sábado por la tarde y tienen para tomarse cuatro cervezas antes de irse a dormir. Ellos disfrutan el carnaval, hasta el punto que podrían vivir disfrazados todo el año. Los únicos momentos en los que se quitan los disfraces es durante uno de esos trabajos nocturnos que involucran romper la ley. Suena Sweet Leaf de Black Sabbath en la mente de La Marimonda. Sueña despierto, con la cerveza en la mano. Piensa en donde estará la oportunidad para conseguir algo de dinero fácil. El Gordo Panzón, que no ha dormido desde la noche anterior, llega a la tienda de la esquina exhibiendo una risa triunfadora.

-¿Entonces? Les invito una cerveza y luego vienen conmigo al juego de bolos que me hará millonario. Voy a tener mis treinta minutos de fama. Se acabaron mis días como ladrón. Voy a comprarme una casa con piscina, y a mi vieja le compraré una también, para que no tenga que trabajar y pueda vivir tranquila -dijo el Gordo Panzón-.

-¿Y cómo conseguiste esa oportunidad? yo quiero ver eso con mis propios ojos. Batman contra ti, eso no lo creo -puyó La Marimonda-.

No te creo. Vas a tener que hacer algo más que hablar para convencerme, como pagar las cervezas que nos tomamos. Si vas a ser famoso en cuestión de horas estás mal asesorado, te ves terrible y no va nadie contigo.  ¿Cómo es que vas a ser campeón con esa lamentable apariencia? -dijo entrometidamente El Monocuco Tramullero-.

Mono, tienes razón. Desde anoche salí a celebrar y no he me dado ni una ducha. Necesito cambiarme y que me acompañe un equipo, ¿ustedes vienen, cierto? -dijo El Gordo Panzón-.

El Monocuco puede ser tu equipo, yo trabajo solo. Lo que quiero saber es cual es la pareja de Batman, sabiendo que Robin ya no trabaja con él -dijo La Marimonda, avanzando hacia su objetivo final: reconocimiento y poder-.

Batman va a jugar doble turno. No tiene a quien llamar- precisó El Gordo Panzón-.

La Marimonda vio la oportunidad de su vida, ser la pareja de Batman en el torneo y de una vez por todas acallar al bocón del Gordo Panzón, el único rival que le ha ganado en su juego. Desde la época en que fueron campeones nacionales no competían.

Mientras El Monocuco Tramullero acompañaba a El Gordo Panzón haciendo las veces de asesor de imagen y compañero de equipo, La Marimonda se dirigió a la bolera a esperar a Batman. Cuando lo vio aparecer se le acercó prudentemente y le contó los detalles reales: uno de sus adversarios era su archienemigo, el único con quien alguna vez había perdido. Ante el Gordo Panzón Batman era presa fácil, mucho más si se disponía a jugar en desventaja numérica.

Reflexionó un poco y aceptó el trato, que no incluía ningún tipo de acuerdo económico. Jugarían por una cuestión de honor. La Marimonda sabía que esa sería la oportunidad de su vida.

IV

Presentador de Canal Escorpión

Bienvenidos al primer torneo personajes y leyendas 2009. Hoy sábado 23 de diciembre, en directo desde Bellaquería, en exclusiva para Canal Escorpión; Batman y La Marimonda Agresiva, contra El Joker y Gordo Panzón, en un juego de bolos que definirá el futuro económico de nuestro héroe enmascarado favorito.

Robin sigue ausente, La Marimonda es el reemplazo oficial para esta competencia. Su record es de cien victorias, cinco derrotas, todas ante El Gordo Panzón, que a su vez ostenta un record de ciento veinte victorias, ocho derrotas a manos de la Marimonda. Batman evita la prensa, va con los ojos en blanco. La Marimonda es el vocero del equipo:

-Ganaremos, no hay duda. El payaso psicópata de El Joker va a quedar viendo estrellitas. Y el Gordo Panzón está perdido. Apostamos una caja de cervezas.

El Joker evade las preguntas. Pero El Gordo Panzón se atreve a vaticinar el final: -Esos dos van a mojar las máscaras. Batman quedará arruinado y yo me embriagaré esta noche a costa de otro.

Entre los jueces tenemos personas que representan las fuerzas del orden y del caos. Por una parte está el Jefe de policía de Ciudad Gótica, quien vino especialmente para servir de garante. Del lado de la ley tenemos también a Batichica, quien vino además a modo de apoyo moral para Batman. Robin no ha llegado, quizá llegará elegantemente tarde.

Los competidores se cambian los zapatos, se estiran, calientan, e hidratan. Batman busca algo en el público, parece asqueado. La multitud ha comenzado a ensuciar y desordenar el lugar. Las puertas fueron cerradas y la policía no tiene forma de controlar lo que sucede adentro. Hay unas personas tocando la puerta de la cabina de locución, esperando que vayamos al baño para sacarnos. No hay problema, todo sea por cubrir este evento sin par. Esperemos que algunos superhéroes estén viendo y decidan congraciarse con nosotros. ¿Qué pasó con la amistad que antes reinaba entre héroes?, ¿acaso se volvieron rencorosos y envidiosos como los humanos?, ¿no pudieron los poderes y habilidades vencer estas debilidades?

V

Bob renuncia

 

Veo gente entrar masivamente a la bolera. Por la televisión sé lo que ocurre dentro. Pero Batman no merece ayuda, el ha querido trabajar toda la vida solo, ahora puede.

En estos tiempos que transcurren, las nuevas generaciones de héroes mutantes han ocupado el puesto de los antiguos personajes estrictos. La evolución es lo que dicta la norma, y lamentablemente el murciélago es de la vieja escuela. Me han juzgado por mi nueva apariencia. Se han vuelto viejos, obsoletos, lentos y quejumbrosos.

Subí al techo y encontré que estaba completamente sellado, sin espacio para que salga el humo. Vine con intensiones de sabotear el evento, pero luego de ver como el lugar se llenaba de prostitutas, prefiero suponer un desenlace evidente. De nuevo sobro, quizás lo mejor sea tomarme la estricnina que he venido guardando para un momento como este.

Mis días como superhéroe han terminado, igual que los de Batman y todos los super amigos. Merecemos la bomba atómica. Buscaré una sombra para beber este pesticida mientras veo al lobo del cuento de caperucita roja, tomar café a la hora del té con la iguana que estelariza aquella canción de cuna. Mira cómo sorben de sus tasas y charlan orondos, de patas cruzadas y con modales refinados. En unos minutos me entumeceré y no habré dejado ningún legado, excepto esta nota mediocre en el bolsillo posterior de mi cinturón.

Adiós siglo veintiuno, adiós jóvenes que visten de negro y sufren por todo, incomprendidos. Batman me dañó la vida. Y temo hacerle frente. Así que si gana este torneo y se recupera económicamente habrá perdido algo más importante: el tiempo que dedicó queriendo hacer de mí un honorable caballero a la antigua usanza.

Adiós Caballero Oscuro, no te guardo rencor.

Muerto Bob el cielo se oscureció. Dentro de la bolera se desarrollaba una competencia cerrada en medio de un ambiente ruidoso y obsceno. Faltando poco para terminar el encuentro irrumpió en el lugar Superman, y le dio la noticia a Batman. La Mujer Maravilla en bata de dormir y con rulos en el pelo reprendió a los villanos y recuperó todos los títulos inmobiliarios que le pertenecían a Batman. Linterna Verde encerró a las putas y demás adornos del caos y los llevó a la cárcel más cercana; y Flash repartió golpes a todo el que se interpuso en el camino de los demás.

Cuando Batman se enteró de que Robin o Bob yacía en el techo, muerto y a merced de los buitres, quiso abandonar el lugar. La Marimonda Agresiva, que consideró aún no habían terminado sus cinco minutos de fama, le entró a golpes, siendo la placa de titanio la encargada de recibir gran parte del castigo. Lo dejó en estado vegetativo.

El Gordo Panzón se fue encima de la Marimonda y al final Flash los dejó amarrados y amordazados para que la policía, cuando entrara, sacara la basura.

Nada volvió a ser lo mismo, la decadencia de los héroes clásicos había llegado.

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Héroes Decadentes es un libro de cuentos de Francesco Vitola Rognini, autor de Hambre de Caza (novela de libre descarga en Editorial Miliniviernos). Todos los domingo hacemos una  entrega de cada uno de los cuentos;  al final recogeremos todos ellos, lo que dará como resultado un  nuevo libro digital de libre descarga.

Hemos publicado la primera parte, que consta de las  historias:  Tardes sin parquesFrost, el payaso estrella , Golpea y Corre, El idealismo no sirve para una mierda  , Otro Borracho que no puede olvidar , Centro Comunitario Ratzinger Tristeza, soledad y rock and roll  y Santa Marta.  Segunda parte: Superhéroes fuera de foco.  The Punisher va al Supermercado  , Aquaman no cree en los Super Amigos The Hulk va al psicólogo. Flash y Superman están de vacaciones. y Spiderman pesa ciento veinte kilos, y tiene úlceras También el prólogo de J. J. Junieles:  Este hambriento corazón 

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