Batman, apostador compulsivo (Héroes Decadentes – FVR)
Francesco Giuseppe Vitola Rognini
Héroes decadentes
Segunda parte: Superhéroes fuera de foco
Batman, apostador compulsivo
I
Batman perdió todo en una apuesta contra el Joker y se deprimió. Desde entonces Robin ha tenido que recorrer las calles solo, combatiendo el crimen, aprendiendo de las bromas de los hampones, homosexuales, putas y proxenetas. Una tarde Robin perdió los nervios por una apuesta estúpida. El elevador que debían usar no funcionaba. Estaban rescatando unas esclavas sexuales en un décimo piso. Era lanzarse planeando con la capa, bajar por las escaleras, o usar los cables del ascensor. Robin pensó que por fin vencería al viejo hombre-murciélago. Batman pensó que sería bueno ganarle de nuevo a “El Niño Maravilla”. El adolescente pasaba el día conectado a Internet viendo porno. Pesaba cincuenta kilos de carne, hueso vísceras y piel. Tenía el pulso tembloroso, y usualmente, manchas blancas sobre el traje. Era una vergüenza. Patrullaban y se pajeaba. Al llegar la noche el joven Robin adolía de energías para combatir el crimen. Tenía más estado físico el viejo Batman, que aunque no se quitaba el traje para ir al casino dos horas diarias, y al hipódromo tres, entrenaba cuatro sin capa o máscara. Seguía en forma, pero algo en su cabeza fallaba. “Bruce Wayne estaba en Siberia”, eso se rumoraba desde hace más de un año.
Ningún “Niño Maravilla” le ganaría a Batman, un tipo que disfrutaba de las bondades ofrecidas por las seguidoras, un grupo de siete lolitas. Siete mujeres en flor pedían polinización varias veces al día. Hasta la dieta había cambiado en pro de la eficiencia. Era la oportunidad perfecta para derrotar al adolescente sabelotodo. Necesitaba la cueva de vuelta, solo para él.
Robin amaba encontrarse a la Batichica, se había hecho miles de pajas viéndola bañarse, cambiarse, hablando por teléfono, peinándose, incluso alguna vez la pilló masturbándose. Su mecenas -antes héroe- llevaba una vida de placer y pocas responsabilidades. El niño-hombre pensaba en el caos que reinaba en la ciudad, y en los muchos hijos que quería tener con Batichica. Ella le alimentaba el morbo ronroneándole las fantasías eróticas que soñaba vivir con Batman.
Robin corrió al máximo con sus músculos juveniles, pero recordar una de esas lo hizo perder. Batman ganó y se acomodó las nueces. El joven héroe soñador puso en práctica todo lo aprendido:
–¡Puto Batman, cabrón!, Era una maldita carrera al ascensor, y tu capa no me dejaba ver. Todo es tu bati-tú; ya va siendo hora de tener mis propias cosas. Hasta que no te parten el hocico no dejas de creerte el mejor. Vete a la bati-mierda y toma un batazo.