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Batman. Un poema Comic

Por Roque Artemio Gallegos González y Alberto Chanona

Fuente: textosur.com

 

 

La primera vez que uno la lee, casi todo en la obra de José Carlos Becerra (1936-1970) produce deslumbramiento. La vida interior revelada en esos poemas, la mirada con que Becerra parecía ver no sólo al mundo, sino los gestos del mundo y el movimiento en cada uno de los gestos del mundo. Leer un poema suyo no es como ver la película, sino elegir una escena y dentro de ésta un fotograma donde asoma algún personaje más o menos borroso, y a partir de ahí adivinar su pasado, porvenir y motivaciones, en la posición geográfica de un escalofrío o de un reflector, sobre un ring o sobre el cuerpo de un trapecista herido. Quiero decir que el registro de la voz de Becerra está construido sobre la base de introspecciones y repeticiones tumultuosas; de tanteos alrededor de la memoria, siempre e irremediablemente en fuga, siempre algo más, siempre perdido.

 

Hay además en su obra paisajes, personajes, canciones que reconocemos con facilidad, pues muchos de sus poemas son una suerte de mashups, cuyos elementos van y vienen del cine («Casa Blanca»), de los cuentos infantiles («La bella durmiente»), de la novela policial («El halcón maltés», «El pequeño César») y hasta de la nota roja («El ahogado»). No es probable que, de vivir hoy, Becerra compartiera del todo la opinión de Scorsese respecto del cine de superhéroes. Hasta es probable que usara alguna de esas películas o personajes para escribir algún poema. Tal vez Antman, cayendo inexorablemente en el universo de los átomos y los electrones. O el Dr. Banner y su ira persiguiéndolo hasta el fin del mundo. O Thanos, frente a la belleza apacible y dolorosa que ha creado. Fantaseo, por supuesto. Pero quizá no tanto. Lo prueba, supongo, el hecho de que a Becerra lo sedujo la tentación de reescribir la locura del hombre murciélago, en clave de poesía y heroicidad dudosa, importándole además un sorbete los derechos del nombre: Batman.

 

Algo de eso conversábamos, alguna tarde de 2011, con Roque Artemio Gallegos González, quien además de biólogo es escritor e ilustrador. Intentábamos por aquel tiempo publicar el número 2 de una revista literaria y ambos creímos que sería ése un buen lugar para publicar el Batman de Becerra, ilustrado por Roque al modo de un cómic.

 

En alguna parte de la tarea, un par de semanas después, tuvimos que reducir la cantidad de paneles para no encarecer más la revista. De cualquier modo –y eso fue lo triste de la decisión económica–, el número 2 de Nueva Orleáns (así se llamaba la publicación, no me pregunten por qué) nunca llegó.

 

Aun así, el trabajo de Roque Artemio con el poema de Becerra quedó hecho. Tanto él como yo lo hemos compartido alguna vez en redes sociales, donde debe andar todavía, extraviado en la oscuridad del fondo de alguna timeline.

 

Con ustedes…

Cosas de poca importancia – Umberto Amaya Luzardo

Foto cortesía del autor

 

COSAS DE POCA IMPORTANCIA

 Umberto Amayaluzardo

 

Hace poco leí que si uno quiere ser héroe tiene  que ponerse los pantaloncillos por encima de los pantalones como lo hace  Batman o Supermán y me vino a la memoria la vez que me conseguí una novia tierna como una flor sin espinas y cuando estábamos  bien enamorados se dio cuenta que yo no usaba pantaloncillos, entonces se apresuró a decirme: “Sin pantaloncillos no.  ¿Qué tal que lo coja un carro y lo lleven grave al hospital y cuando le bajen los pantalones se den cuenta que usted  no usa calzoncillos? ¡No, no, qué pena!”  Cerró la puerta y no me dio ni el beso de despedida.

Al otro día   fui a visitarla y  de regalo me tenía dos pantaloncillos que de lo puro  saraviados yo no sabía si eran de las Farc o del gobierno;  y eran tantas las ganas de coronar,  que sin decir nada  me los puse  y a pesar de estar hechos de un material sintético  y anti-traspirante  me fui acostumbrando a ellos, acostumbrando pero no del todo porque a veces,  cuando  voy por la calle que sopla la brisa y  siento el frío en las taparas,  me digo: “Mierda, se me olvidó ponerme los pantaloncillos ¡Qué pena! ¿Qué tal que me coja un carro y me lleven grave p´al hospital?

A muchos amigos les ocurre lo mismo, unas  veces con la afeitada, que van por la calle, se pasan la mano por la cara diciéndose  para sus adentros: Con el afán que tenía, hoy no  me afeité. Otros se huelen el sobaco a todo momento pensado: Coño, se me olvidó echarme desodorante. Y llega a tanto la mariconería, que no falta el que te diga: ¡Ay amigo huéleme, que yo como que no me eché perfume esta mañana!

Son mis amigos, yo  los perdono,  porque ellos en su inocencia  creen que rasparse las sienes, echarle desayuno a la sobaquera,  untarse el perfumito,  hacerse tatuajes   y  todas las demás cosas que componen ese estiércol de la sociedad de consumo,  les sirve de abono diario para sentirse más bellos  y tienen razón,  porque sin abono no hay flores.

Existe otra boñiga que usan los humanos  para su confort que huele a feo como el fertilizante a base de gallinaza: “Los carros urbanos”. Las ambulancias no;  ni los camiones  que llevan los insumos al campo y de allá vienen repletos de comida, ni los vehículos   que trasladan personal médico  y medicinas a las zonas lejanas, sino los que usan en el pueblo,  no tanto para movilizarse de la casa al trabajo en que la mayoría de las veces son unas pocas cuadras, sino para mostrar su poder adquisitivo;  que el carro es como el premio por terminar  una carrera,  ¿Qué tal usted todo un profesional y sin carro?  Otras veces es el esfuerzo de muchos años de trabajo y otras muchas,  es la gente que hace pacto con el demonio de la corrupción,  y don Satanás les facilita vehículos bien lujosos, porque el amor y el dinero son pa´ lucirlos.

El carro urbano es un estiércol que huele a feo,  no solo a la nariz y a los oídos, sino a la conciencia;  que por culpa de los  carros es necesario la extracción de materiales fósiles: el petróleo, decano de la contaminación en  el mundo, con  un problema mayor: el calentamiento global. Pero usted, después de bañarse, afeitarse y perfumarse,  no piensa en los beneficios de la humanidad, sino en su confort y en su vanidad,   y entre más caro sea el vehículo en que se moviliza, más fuerte es el portazo al bajarse, no tanto  para  que la gente piense: llegó el mafioso de turno, sino para causar miradas, para cortejar, pa´que las mujeres piensen: si este man es capaz de conseguirse un carro como ese, es capaz también de “ponerme una cocinera que maneje la cocina, comprarme ropa bien fina y los zapatos que quiera”   

Eso, hace mucho rato lo entendí,  y como el que toma cerveza para no beber aguardiente, mi vehículo es una  bicicleta que  no causa trancones, no necesita combustible contaminante y  es silenciosa como el cariño de la palabra no dicha. Mi amiga y yo,  ya  estamos viejos, ella asegura que a la juventud le luce hasta comer,  y la bicicleta es una cuestión de jóvenes. ¿Qué tal que lo coja un carro y lo lleven grave p´al hospital? ¡Qué pena! ¿Qué dirá la gente, que usted tan viejo y montando en bicicleta? Y tiene razón, para lo que más sirven los carros urbanos es para atropellar y mandar al hospital gente de poca importancia, de esa gente  que pedalea el suelo, que el suelo es la bicicleta de los pobres.

 

Batman y Superman

Dos viejos multimillonarios (que se autorepelen) a punto de morir de cáncer se preguntan sobre la moralidad, la existencia, la ecología, el futuro, la muerte, Emmanuel Swedenborg, la inutilidad de la persistencia y las leyes de la física.

Van  de un café en otro, sin ayudar a nadie ni intervenir en las desgracias humanas.

Uno es  un viejo tirano decadente,  con rasgos de demencia senil, algo  parecido al  despreciable Ríos Montt.

Ha robado, ha mentido, ha saqueado,
ha vivido
así, de esta manera, General.

batmanviejo

El otro es un viejo vanidoso insoportable, algo como Vargas Llosa, pero con la resaca después de la embriaguez del neoliberalismo.

El cáncer del siglo XXI es el infantilismo de los superhéroes y el sexo entendido como un recreo.

Un párroco  los maldecirá y les hará ver como un par de idiotas que merecen arder en el infierno si este existiera , pero como decía Aldous Huxley tal vez el planeta Tierra sea el infierno de otro mundo y es aquí donde solo podrían tener lugar este par de diablos imbéciles.

En un café un viejo vomita sobre su cena y empieza a hacer círculos que crean un agujero negro, allí caen ambos superhéroes en donde encuentran sobre un radiador a la niña de Eraser Head de David Lynch y les llama a ambos sus perritos y ellos ladran y empiezan a olerse el culo entre ambos.

EL cáncer ha avanzado lo suficiente y el médico es David Bowie que les receta opiáceos, ellos se teletransportan a los años 50 y en un buque hacia Panamá mueren conectados a sus jeringas.

Batman, apostador compulsivo (Héroes Decadentes – FVR)

Francesco Giuseppe Vitola Rognini

Héroes decadentes

Segunda parte: Superhéroes fuera de foco

Batman, apostador compulsivo

 

 

Ilustración Roberto Rodríguez “Hereje”

Ilustración Roberto Rodríguez “Hereje”

 

 

I

Batman perdió todo en una apuesta contra el Joker y se deprimió. Desde entonces Robin ha tenido que recorrer las calles solo, combatiendo el crimen, aprendiendo de las bromas de los hampones, homosexuales, putas y proxenetas. Una tarde Robin perdió los nervios por una apuesta estúpida. El elevador que debían usar no funcionaba. Estaban rescatando unas esclavas sexuales en un décimo piso. Era lanzarse planeando con la capa, bajar por las escaleras, o usar los cables del ascensor. Robin pensó que por fin vencería al viejo hombre-murciélago. Batman pensó que sería bueno ganarle de nuevo a “El Niño Maravilla”. El adolescente pasaba el día conectado a Internet viendo porno. Pesaba cincuenta kilos de carne, hueso vísceras y piel. Tenía el pulso tembloroso, y usualmente, manchas blancas sobre el traje. Era una vergüenza. Patrullaban y se pajeaba. Al llegar la noche el joven Robin adolía de energías para combatir el crimen. Tenía más estado físico el viejo Batman, que aunque no se quitaba el traje para ir al casino dos horas diarias, y al hipódromo tres, entrenaba cuatro sin capa o máscara. Seguía en forma, pero algo en su cabeza fallaba. “Bruce Wayne estaba en Siberia”, eso se rumoraba desde hace más de un año.

Ningún “Niño Maravilla” le ganaría a Batman, un tipo que disfrutaba de las bondades ofrecidas por las seguidoras, un grupo de siete lolitas. Siete mujeres en flor pedían polinización varias veces al día. Hasta la dieta había cambiado en pro de la eficiencia. Era la oportunidad perfecta para derrotar al adolescente sabelotodo. Necesitaba la cueva de vuelta, solo para él.

Robin amaba encontrarse a la Batichica, se había hecho miles de pajas viéndola bañarse, cambiarse, hablando por teléfono, peinándose, incluso alguna vez la pilló masturbándose. Su mecenas -antes héroe- llevaba una vida de placer y pocas responsabilidades. El niño-hombre pensaba en el caos que reinaba en la ciudad, y en los muchos hijos que quería tener con Batichica. Ella le alimentaba el morbo ronroneándole las fantasías eróticas que soñaba vivir con Batman.

Robin corrió al máximo con sus músculos juveniles, pero recordar una de esas lo hizo perder. Batman ganó y se acomodó las nueces. El joven héroe soñador puso en práctica todo lo aprendido:

¡Puto Batman, cabrón!, Era una maldita carrera al ascensor, y tu capa no me dejaba ver. Todo es tu bati-tú; ya va siendo hora de tener mis propias cosas. Hasta que no te parten el hocico no dejas de creerte el mejor. Vete a la bati-mierda y toma un batazo.

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El cuarto retorno de Batman: PRIMICIA EXCLUSIVA

Con la actuación estelar de:

José José: Robin

Felipe Pirela: Batman

Carlos Lico: El guasón

Y la aparición estelar de:

Juan Gabriel como el Pingüino. 

Alejandra Guzmán: Gatúbela.

Y el maestro Álvaro Carillo como El capitán acertijo.

Ciudad de México- Gotham. Año 2040. 

Temperatura: Medianamente homosexual. 

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Robin reinterpreta a Ginsberg: «Holy»

Una compilación en video de las veces que Robin clama «Holy»  crea una nueva interpretación y lectura  al pie de nota del poema Aullido de Allen Ginsberg.

Versión de Robin: Holy Batman – via Boing Boing via Devour

Versión de Ginsberg – Holy Peter, Holy Allen, Holy Kerouac, Holy Burroughs, Holy Cassady…

Tríptico de dúos dinámicos

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  • «Lo hicimos, mi amor» – El gato
  • «Ahí sí como dijo el fotógrafo: como quedó, quedó» – Cobain

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Batman regresa.

Batman returns

 

Tu tez colorada como la cola de los mandriles te conminó a buscar cobijo en la ribera del lago Titicaca en Puno, Perú. Arabas la tierra colorada como tu tez y la cola de los mandriles. Te hiciste enemigo de los comunistas y en las noches emboscabas las caravanas de esclavos libertos predestinándolos a tus muelas de murciélago. Quisiste ser Drácula, pero no tuviste las agallas ni la belleza de un Bela Lugosi. ¿El homosexualismo? Eso es para otro huerto, Batman. Lo tuyo son noches solitarias, tan solas como la de los eyaculadores precoces que moran en las jaulas de los circos. Vuela Batman, levanta tu vuelo por los arrozales de Puno y no temas a los ataques de Sendero Luminoso, que tu ángel de la guarda, tu amarga compañía, siempre te desampara, de noche y de día.

 

 

 

¿Cómo se habrían visto los X-Men pintados por Picasso?

En un concurso organizado por el blog The Line it is Drawn se retó a los participantes a crear  a partir del «Diseño de personajes de realidad alternativa»; lo que consistía en llevar a un nuevo nivel la pregunta «What if» (Que si) : qué hubiera pasado si Spider-Man hubiera sido diseñado en los 30s o qué sucedería si Batman hubiera sido diseñado por Batman.

Entre la cantidad de participantes del concurso, casi todos pertenecientes a Deviantart, el trabajo que destacó fue el de Cynthia “Thea” Rodgers ante la pregunta ¿Qué hubiera pasado si Picasso hubiera diseñado los X-Men?

Esta ilustración, junto a los bocetos, y una versión alta-resolución (para wallpaper) se puede encontrar en la página de la artista: Theamat

Para ir al concurso y ver las otras ilustraciones de Diseño de personajes de realidad alternativa: acá