Sinopsis de un espacio, sobre Puntos de Fuga de Illich Castillo.
Puntos de fuga de Ilich Castillo: sinopsis de un espacio
por Ana Rosa Valdez*
En los escenarios dispersos y engañosos de la Historia, habitan relatos del pasado que no son falsos ni verdaderos y que, sin embargo, iluminan el presente de forma legítima. Toda ucronía o historia paralela es un guiño hacia el ahora que intenta decirnos “¿qué hubiera ocurrido si…?”, y en este ejercicio deja en suspenso cualquier intento de veracidad, o autenticidad, para afincarse en un escenario imaginario en donde otra realidad se hace posible. Para fabricar ucronías, Ilich Castillo recurre al sueño, esa sustancia informe que contiene, potencialmente, la imaginación de lo infinito. Sus ucronías son sucesos en minúscula que abren cortes en la línea imposible del tiempo para interpelar las memorias de acontecimientos pequeños, si cabe el término, es decir no confrontan los grandes relatos del pasado, ni las historias oficiales del mundo, sino que se enfocan en develar, o construir el valor que tienen los hechos “intrascendentes” (que por lo general no se reflejan en las escrituras permanentes de la Historia).
En su trabajo, la obra Puntos de fuga constituye un segundo momento en un proceso de investigación artística que inició con el video Test: ángel exterminador, en el cual se muestra una deriva en la Casa Juan X. Marcos, ubicada en las calles Malecón y Junín de la ciudad de Guayaquil (antiguo sector del comercio cacaotero) y a un grupo de niños formados en paredón frente a una cámara de video. Pero también surge de una conversación con el artista acerca de cómo nos relacionamos con los espacios que habitamos, de los cuales somos momentáneos(as) dueños(as), y a través de qué procedimientos podemos recorrerlos en la conjetura del presente.
Puntos de fuga propone un sueño que también es una historia con minúsculas: un personaje anónimo realiza disparos en las esquinas superiores del exterior de un edificio: el Hospital Militar de Quito ¿Desde dónde apunta? no podría decirse con exactitud, ¿con qué propósito? tampoco parece quedar muy claro, sin embargo la “reseña nocturna” que acompaña al video (desde una placa conmemorativa) alude a un acontecimiento ocurrido hace 80 años, cuya incidencia en la actualidad es un misterio. No hay aquí una gran historia, a pesar de la referencia a la Guerra de los Cuatro Días y a la memoria del edificio como fuerte militar. La obra elude cualquier narración grandilocuente del pasado; centrándose en la extraña acción del personaje que dispara, muestra también un trayecto errático por el interior del edificio: como en un sueño la narración es discontinua, el tiempo narrado es un tiempo en elipsis.
Si en Test: ángel exterminador, el tiempo le pertenece a las ruinas, a la pintura desprendida de las paredes, al polvo, a los objetos desvencijados y descoloridos, a la basura de los años, signos interminables de un pasado que aún perdura y se respira; en Puntos de fuga, en cambio, el tiempo se proyecta desde una memoria ucrónica del Hospital Militar de Quito hacia un presente totalmente difuso. En el gesto de hacer una sinopsis crítica de este espacio, la obra logra abrir preguntas sobre cómo nos imaginamos la historia de los lugares, y la presencia casi imperceptible de sucesos que desde el pasado aún nos miran.
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