El retrato del sueño en la película de culto «Las cartas del gordo»
Alguna vez todos soñamos con el fútbol, con ser estrellas del rock, con ser grandes escritores o empresarios perfumados de gloria pero Diosito nos dijo que nuestro camino era la ignominia del anonimato: algunos llegaron a ser escritores, pero de columna de opinión; otros, se tornaron en serenateros; los más afortunados, ganaron un torneo barrial de microfútbol; y los otrora empresarios son dueños de barbería donde rasuran los sueños de los chiquilines. Como decía la canción de Los Tupamaros: «todo el mundo necesita afecto, todo el mundo necesita eso, todo el mundo necesita alguien» y Dios necesitó colocarnos en nuestro sitio, para él seguir siendo Dios y nosotros sus más bellos siervos.
Esta película, que sí es de culto, por más que le duela al filiteísmo criollo, se constituirá en el comienzo de una gran historia, una historia donde el homosexualismo se viste de padres de familia, y donde cada uno sabe que todo se está yendo al carajo. Por más que los catedráticos se burlen atricherándose en David Lynch (porque alguien les dijo que era «bizarro»), el gordo y sus cartas volarán como los ángeles bajo una lluvia de tierra caliente.