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Diario del tour de Francia sin estar en Francia ni con los ganadores. Día 15

Cuando el carro escoba llegó atrás de Mørkøv y Bol, se confirmó que el danés se mantendría en el último lugar de la clasificación general. De hecho, ha solidificado su posición;  ahora el penúltimo en su acompañante en la meta -Ces Bol-. Ha terminado la segunda semana del tour de Francia y Dinamarca mantiene su dominio. Fedorov llegó minutos antes y, por el retiro del día, ha subido un puesto además del ascenso que obtuvo en competencia.

A Mørkøv la jornada de descanso le implicará salir a entrenar sin tener algún objetivo, aunque su equipo, el Soudal Quick Step, está a un solo escalón de ocupar el último puesto, lo cual, en la mentalidad corporativista de un mundo como el del show del ciclismo, implica una amenaza financiera -salvo que se haga mayor alarde de ese lugar y crezca una publicidad donde se explote a los consumidores irreverentes-. La relación entre la moral del éxito en los negocios y en los espectáculos deportivos es de simbiosis y no se sabe bien qué jerga se inserta en la del otro campo para que así surjan loas, admiraciones y promesas de lo «épico» (a propósito: en la locución de la final de Wimbledon, los comentaristas españoles solían usar ese adjetivo en reiteradas ocasiones, junto antes de que empezaran cuchichear porque se aprestaba alguno de los competidores a realizar un saque).

No hay mucho qué escribir de los últimos.

De los primeros, las elucubraciones e hipérboles proliferarán en las próximas 24 horas: ya se hacen paralelismos con el tour de 1989, que perdió Fignon por ocho segundos -y él se perdió con esa derrota como si su tumor mortal fuera concebido en aquél verano- y con la lucha entre contador y Schleck. Si Pogacar no gana el tour es probable que los aficionados ocasionales dejen de sobrevalorar a esta prueba y presten atención a competencias como las clásicas que, seguramente, el esloveno volverá a ganar e incluso se trazará la aparentemente inverosímil victoria en Paris-Rubaix.

Hoy he visto a treintañeros que narran y comentan el tour; hicieron gala de su juventud y se ufanaron de su capacidad de resistencia para hacer fiestas. Quizá el efecto de que hoy los deportistas se ven más jóvenes,  hace que alguien de treinta años se comporte como otrora lo hacía un posadolescente. No es entonces una mera coincidencia ver que a los espectadores de las carreras les importe más registrarse a sí mismos viendo la carrera que ver a la carrera misma; estamos en los tiempos donde envejecer es una vergüenza y la discreción se asume como una característica de alguien sin atributos. Y ahora todos tenemos o debemos tener, al menos uno, así este sea el de ser el último en una competencia.

Diario del tour de Francia sin estar en Francia ni con los ganadores. Día 14

R.J Méndez, en su relato «los motivos de Prometeo» relata el sinsabor del ganador de una Gran Vuelta -jamás aclara cuál, aunque uno presume, por la alusión a elementos monumentales que exaltan una identidad nacional y un orgullo bélico, que es Francia- porque es el único ciclista que entra a la gran ciudad donde todo termina. El pelotón es una «serpiente fantasma» -así lo llama el narrador- y, apenas cruza la meta, el competidor se pregunta si fue el último o el primero. Cuando quedaban tres etapas y había cuatro corredores en lisa -el texto tiene 21 capítulos cortos, correspondientes, cada uno, a una etapa, y se narran por un periodista que, por medio de cables, cuenta lo que ocurre-,  ocupó el último lugar en el registro de tiempo, a más de cinco minutos del ganador, en un trazado de setenta kilómetros pero, poco tiempo después de terminada la competencia, recibió, en la puerta de su hotel, la noticia de que era el líder: los tres sobrevivientes se retiraron por una extraña enfermedad.

Mørkøv y Fedorov han ganado siete posiciones en la general, aunque sigan en el último y penúltimo puesto respectivamente. Le ganan a los ausentes y, en una sustracción de materia, aún tienen la posibilidad de ganar el tour: de ganar y perderlo, esa es la ambigüedad de una competencia por etapas. La ventaja del último lugar es que no hay oportunidad para empeorar. Los franceses, por su parte, siempre sienten que tienen algo que perder y por eso lloran: hoy lo hizo Bardet, y pronto lo hará Pinot.

Mañana termina el mentado tríptico montañoso. Aún cabe la expectativa de que la bandera danesa desaparezca en alguno de los dos extremos de la clasificación general: es más plausible que eso ocurra con los primeros lugares que en los últimos.

Adrien Petit, que fue uno de los principales lacerados en la caída masiva acaecida sin que hubiera pasado la primera decena de kilómetros de la etapa, llegó treinta y ocho minutos y seis segundos después del ganador del día, el español Carlos Rodríguez, que anuncia la aparición de nuevos nombres en el cartel del gran circo del ciclismo de ruta profesional.

 

Diario del tour de Francia sin estar en Francia ni con los ganadores. Día 13

Antes de la ventaja que tomó Kwiatowsky en el ascenso a Grand Colombier, Harold Tejada estaba en la escapada y la distancia con el pelotón donde estaban los favoritos no cedía. En Astana hubo un prurito de ilusión -que ya se evidenciará en los documentales para Netflix: parece que los equipos corren más para aportar a las tensiones dramáticas de esa serie que para el propio tour; es más,  el tour es la producción en bruto de material audiovisual que luego se editará para hacer un documental para Netflix- dilapidada con el ataque del polaco, perteneciente a esa generación de hombres jóvenes que fueron desterrados pronto de la élite del ciclismo.

Fedorov ya estaba lejos y quizá no se haya aferrado a algo fugaz que le hubiere prodigado un consuelo. Sin embargo, llegó a la meta por delante del último de la clasificación, que sigue siendo Michael Mørkøv. La ventaja que tiene el kazajo sobre el danés es de ocho minutos, lo cual implica que se ha ampliado la brecha y que Dinamarca tiene su bandera colocada en el primer y último lugar de la competencia.

En estos momentos, es más apretada la competencia para dilucidar quién es el primero en la clasificación general que la lucha por no ocupar el último lugar (¿u ocuparlo con el afán de alguna posteridad, sin que nadie haga hincapié en esa trampa que consiste en deliberadamente perder la mayor cantidad de tiempo posible?). Es posible que la bandera de Dinamarca deje de estar en alguno de los extremos de la clasificación general, o en ambos, cuando termine este tríptico el domingo.

Caleb Ewan, el afamado embalador australiano que ayer llegó de último en la etapa, hoy se retiró, al igual que el británico Ben Turner. Tanto Fedorov como  Mørkøv han subido dos posiciones:  todos los ciclistas del pelotón, salvo el primero y los que están por encima del retirado, ascienden en sus casillas.

El último que llegó hoy a la meta fue Frederik Frison, del Lotto Dstny,  a veintiocho minutos y medio de Kwiatowsky. El equipo de este ciclista, además de haber perdido a Ewan y ocupar el último lugar del día, también aportó al penúltimo del día; ambos esperaban ayudar al australiano y no pudieron.

¡Que vivan los últimos!, dijo Esfera Nelso, aunque algunos incurran en la indecencia de ser después los primeros.

Diario del tour de Francia sin estar en Francia ni con los ganadores. Día 12

Fedorov se acerca al último puesto en la general, aunque haya subido un lugar porque su compañero de equipo, David de la Cruz, se retiró de la competencia a causa de una caída en la etapa de hoy. Astana, que hace poco menos de una década parecía el único equipo que podía desquiciar una Gran Vuelta – como ocurrió con el ya retirado Aru y su ataque al ya retirado Doumolin en la penúltima etapa de la Vuelta a España 2015, en La Morcuera, gracias a una emboscada en la que participó el entonces prometedor Landa, o con la recuperación milagrosa del ya retirado Nibali, cuando le birló, también el penúltimo día, en 2016, la camiseta rosa a Esteban Chaves en el Giro de Italia-, semeja una escuadra asustadiza, apegada a sobrevivir; ha perdido ya a L.L Sánchez, De la Cruz y Cavendish y quizá cifre sus últimas esperanzas en ganar una etapa de alta montaña con Harold Tejada.

O su última esperanza es que ocupe el último lugar en la general uno de sus miembros porque ni siquiera en la clasificación por equipos ocupa un lugar destacado: Astana cruza las llanuras de la mediocridad, tan nuestras, tan cotidianas y cercanas que las obviamos y despreciamos para así detestarnos sin necesidad de incurrir en lamentos o melodramas: es mejor despreciar en el otro aquello que no es más que un gesto repetido de nosotros.

Durante los días que Fedorov cupó el último lugar,forjó en mí el impulso de atender a su posición en la carrera respectiva. Puede que mañana empiece su retorno al último lugar, aunque Mørkøv parece establizarse y su carácter grisácelo, el del danés, pueda dotarlo de mayor medianía cuando yo tome más distancia de este show. Vienen los días de total desorientación en el llamado tríptico de Los Alpes. En esas jornadas sobrará la palabra por la que deberían cobrarle a cada cronista de ciclismo cada vez que la escriba (épica); se perderán los últimos en un mayor anonimato y en el cansancio.

Quizá mañana empiecen a pulular las descalificaciones por llegar fuera del límite o surjan enfermedades por el calor y los esfuerzos -a diferencia de Italia, el Covid no existe y nadie se ha retirado por el virus que prometió el final de la humanidad y, como un ciclista de media tabla que ya no sabe discernir su función, se hundió en la cotidianidad-, o haya más caídas o abdicaciones. Espero que Fedorov no sea el que se retire; es lejano el tiempo donde Astana y Vinokurov parecían integrar una banda de muchachos rudos: todo envejece: la galanura, la inteligencia y hasta la rudeza y todo deviene en esa ternura pueril connatural al envejecimiento.

En la etapa de hoy llegó en el último lugar un hombre que padeció toda la carrera y que probablemente no alcance a competir en la próxima jornada hecha para los embalajes: Caleb Ewan.

Diario del tour de Francia sin estar en Francia ni con los ganadores. Día 9

La estrategia de fundar expectativas en algunas etapas la comparten los viejos locutores y los jóvenes que aparecen en Youtube.  Hoy se esperaba, en Puy de Dome, el hálito de la competencia de Poulidor y Anquetil o el fantasma de Coppi. Pero ahora ese lugar es una carretera privada cuyo dueño dio permiso a los organizadores para que pusieran la meta mas no hubo público. Hasta las «míticas carreteras» quedan en manos de algún campeón de los negocios, de alguien que, de ser Youtuber de ciclismo, recibiría pagos a manos llenas a cambio de leer un mensaje lisonjero o con algún calambur o chiste enviado en el chat en vivo que acompaña a la transmisión de sus impresiones y opiniones de una carrera cuyo momento decisivo discurre en una propiedad privada.

En las pocas horas que han pasado desde el final de la etapa, se ha enfatizado la igualdad de los dos muchachos que se disputan el primer lugar del tour. Algunos afirman que Pogacar crece mientras que Vingegaard se aferra a la estrategia del equipo y a su único recurso en la alta montaña -este será el debate de hoy y mañana, día de descanso-; ignoro cuántos han cavilado en el gesto del esloveno cuando llegaba a meta: apretaba los dientes, no sé si exagerando un esfuerzo para despistar al oponente -que. seguro lo verá o le dirán lo que se vio ante las cámaras apostadas en la meta y será parte de las postales de netflix para la segunda temporada del documental sobre la competencia francesa que ya parece ir armándose como una serie de plataforma- o si es genuino. El ciclismo se vale del engaño, como todo juego y todo show; ante la falta de un margen de incertidumbre, cada vez más exiguo merced a las técnicas médicas y nutricionales, restan las especulaciones que ¿ ni los cascos ni los anteojos han expurgado.

A Fedorov no le he visto una sola vez la cara mientras compite en este tour y hoy, que no llegó de último, perdió más de dos decenas de minutos con respecto al ganador. Para encontrarlo, tuve que ver una entrevista que le hicieron cuando ganó la prueba sub 23 del mundial en línea de 2022: lucía la camiseta arcoíris y se le veía tranquilo pese a haberse coronado como el mejor; puede que haya tenido el cansancio acumulado de la Vuelta a España o que haya visto como algo menor su triunfo luego de haber compartido la carretera con gente de su edad que ni siquiera participó como Remco Evenepoel.

Es un jovencito que, presumo, no tiene muy claro lo que significa ser el último. Ese lugar, ocupado por el mismo número de ciclistas que han ganado el tour, es invisibilizado en un mundo dominado por la admiración para con el riesgo de los emprendedores y su equiparación con los ciclistas campeones. No se puede esperar mucho de un mundo que admire a los ganadores. Fedorov también ha sido ganador y lo de este tour es un tropiezo o un derecho de piso para ascender en el equipo de su país.

Hoy no llegó de último. Otro muchacho, noruego, fue quien más lejos en el tiempo estuvo del ganador de la etapa. Se llama Søren Wærenskjold. Sin embargo, Yevgeniy, el actual campeón mundial de ruta sub-23, aún ocupa el último puesto de la clasificación general.

 

 

Diario del tour de Francia sin estar en Francia ni con los ganadores. Día 8

Yevgeniy Fedorov ha subido dos puestos en la clasificación general pero continúa ocupando el último. Su ascenso se debe a los retiros de Steff Cras y Mark Cavendish. El británico se fue y esta ha sido la noticia más repetida hoy en el tour; la empresa de superar el récord de Merckx se posterga y es posible que sea la renuncia definitiva del avieso embalador, subió a un automóvil y se retiró de la carretera no sin antes quedar rodeado de periodistas que buscaron algún rictus para llenar del consabido dramatismo a la etapa.

El ciclismo, además de «épica», se alimenta de dolor e instala a sus competidores como unos mártires… sus cuerpos, escuálidos -cuando no son embaladores: estos parecen deportistas de otro espectáculo-, refuerza esa imagen de santones que contrasta con el desenfado juvenil de un muchacho como Pogacar. Ojala su corazón no falle pronto y anuncie un retiro repentino de la alta competencia.

Si Fedorov ayer estaba hermoso, hoy se ha embellecido más aún. Forma parte de Astana, la escuadra kazaja que le jugó todo a un triunfo de etapa de Cavendish – para que así quedara su nombre inscrito en uno de esos récords que se repetirían en las transmisiones futuras de carreras en donde no pase nada y se recuerde al embalador británico junto a nombres como Cipolini, Zabel o Abdoujaparov- y ahora está a la deriva. Algún grandilocuente comparará a este equipo con una de esas embarcaciones que ensalzan para recordar a los que llegaron a América hace siglos: una enorme masa, sometida a la calma chicha, que se extravía en la quietud del océano y sus tripulantes mueren de sed rodeados de agua intomable.

Fedorov está sediento y desorientado. Hoy la brecha entre los dos últimos de la general se ha abierto aún más. Yevgeniy está a doce minutos y diecinueve segundos del penúltimo, Moscon, su compañero de equipo. Hoy el último de la etapa fue Axel Zingle, a más de dieciocho minutos de Pedersen, el ganador de un día donde el equipo de Vingegaard aportó para que hubiera una alta velocidad ¿nerviosismo? Sólo mañana se sabrá si este fue el prólogo de la debacle de uno de los primeros o si esperamos a que paso algo pese a que nada pase en Puy de Dome.

Diario del tour de Francia sin estar en Francia ni con los ganadores. Día 7

 

El último de la general, el último del día, el más hermoso: Yevgeniy Fedorov

Si la hermosura radica en la carencia de cualquier logro, hoy Fedorov resplandece. La justificación optimista de su último puesto en la clasificación general ha sido  arropar a Mark Cavendish para que no quede fuera de tiempo en las etapas de montaña y gane en los embalajes como el de hoy en Burdeos.

La supervivencia del británico hasta esta etapa confiere la conclusión de que Fedorov ha hecho su trabajo. Sin embargo,  su líder ha quedado segundo y posterga la rotura de la marca de victorias en etapas donde está empatado con un ciclista como Eddy Merckx -este es el pretexto para plantear algún interés en etapas como la de hoy-. La forma como quedó segundo es olvidable y, por lo mismo, hermosa: iba convencido de su triunfo y, como si fuera un cervatillo que se sorprende de la embestida de un dragón de Komodo, lo rebasó Philipsen. La cara de susto de Cavendish corroboró que la vejez -en el deporte de alto rendimiento se envejece muy rápido-, si bien no convierte en humilde a un soberbio, hace perdonable su juvenil soberbia. A Cavendish ya muy pocos le pueden profesar la antipatía de hace una década; así como lejanos son aquellos días en que los muchachos solían aferrarse a la insolencia de Peter Sagan: quién iba a creer, en 2013, que ni Froome, ni Sagan ni Cavendish terminarían endosados a la belleza que solo otorga un hundimiento semejante al de los bisoños.

Fedorov no es uno de los nombres que aparecen en casual coloquio ciclista; es como ese humano delineado en la respuesta de un sacerdote católico ante la andanada existencialista de un catedrático que proclamaba la caída del hombre para así ganar los aplausos de sus estudiantes más jóvenes: ¿acaso alguna vez estuvo en las alturas para considerarse caído? Hoy ha ocupado el último puesto en la etapa.

El penúltimo de la clasificación general -su compañero de equipo Gianni Moscon- le aventaja en seis minutos y cuarenta y dos segundos: una distancia más amplia que la que hay entre el líder (Vingegaard) y Pello Bialbo, el ciclista ubicado en la casilla catorce.

Fedorov no es un emperador; es dulce, resignado, enrojecido por el sol que le esputa el verano en la cara. Quizá Cavendish gane mañana o en París. De ser así, aflorarán las hipérboles y homenajes para una generación ciclista que parece no querer retirarse a tiempo, reflejando nuestro propio deseo de postergar la muerte, aunque ello nos cueste la demencia o la pérdida de control de esfínteres.

Si gana Cavendish, Fedorov sonreirá, se aliviará y ya no irradiará la  belleza del que va de último. Pero esa es una hipótesis; hoy puede ver directo a los ojos a Vingegaard o Pogacar: son dos críos ensalzados en una lucha que a él le resulta pueril.