Diario del coronavirus desde Chiapas. Día tres

N. me dijo que lo quieren matar en su pueblo. Ignora quién y supone que es envidia porque él está construyendo, por fases, una casita cercana a la de sus padres. N. va todos los fines de semana y pasa una noche allí.

El pueblo en el que nació y creció se llama San Juan Chamula, queda muy cerca a San Cristóbal, a no más de treinta minutos en automóvil.  Este lugar lo apetecen antropólogos para ejecutar sus investigaciones; desde las fiestas hasta los rituales que se hacen dentro de la iglesia, sirven para poner a prueba teorías que les acrediten un título doctoral, pero los habitantes prohíben las fotografías, con lo que las apuestas por un buen trabajo se redoblan.

A N. el temor de su asesinato se le disipó cuando se enteró de la llegada del coronavirus a Tuxtla. Desde ese momento me suele preguntar cuál es el avance del virus y no oculta su temor cuando me ve toser o siente que mi voz es más gangosa que de costumbre. No sé por qué le teme más al hipotético embate de una peste que a los presuntos asesinos que suelen acercarse, encapuchados, a su inmueble, y trazan cualquier trampa para que él caiga muerto. Ni siquiera se ha planteado que quizá lo que quieren hacer sus agresores es asustarlo para que se paralice.

A D el coronavirus es un temor que sólo lo petrifica cuando habla conmigo. Hoy me contó que en la agencia de noticas rusa RT informan la existencia de una cepa más agresiva que el Covid-19. Días antes me dijo que lo que más lo angustiaba era la virtualidad de la angustia de enfermarse porque eso le bajaba sus defensas y su aparato inmunológico se convertía en una presa fácil para las afecciones.

También me he topado con los que ocupan cargos de intelectuales en diferentes instituciones. A la mayoría de los pertenecientes a ese gremio no les da el más mínimo asco saludarme por mi resfriado, muchos descreen de la gravedad del virus y alegan que se han perdido muchos tapabocas que bien hubiesen podido usarlos personas en quimioterapia y no incautos a los que manipulan las corporaciones mediáticas.

Con respecto a ellos he pensado que puede ocurrirles lo de Perlongher: escribió un libro donde denunciaba el estrangulamiento del deseo a partir del SIDA y años después adquirió, como en una oferta, el síndrome de inmunodeficiencia.

Las actitudes frente al coronavirus se diluyen como los rostros tras los tapabocas. Acá no he visto un desfile de personas que tengan medio rostro tapado, pero cuando preguntas en un almacén por un barbijo te contestan que no hay disponibles. Me dijeron que la escasez se debe a que los chinos fabrican esas cosas y, seguramente, si llega un barco atiborrado de las mismas, estas estarían contaminadas y el máximo vector de la peste sería el elemento que la combate: el caballo de Pekin y el consiguiente triunfo final de la revolución cultural.

Acabo de ver que han cancelado las más importantes carreras de ciclismo que se llevarán a cabo en Italia durante este mes. También a mi celular llegó la notificación de que un perrito, en Asia, se contaminó con el COVID-19. Pronto la peste se convertirá en una amenaza mundial para las mascotas y se estatuirá un peligro mayor porque tanto los monocultivos de soya como el eterno amor a nuestros compañeros fieles, estarán por el terror y la debacle económica.

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