Señores pasajeros, soy victima del cosmos

Por Fernando Zuárez-Obando

F1

Señores pasajeros, disculpen mi intromisión, no es mi gusto ni deleite pedir monedas en el trasporte público, pero de mis manos cuelga la necesidad y de mi boca surge el hambre, no tengo más alternativas, soy el hazmerreír del universo, soy víctima del cosmos, soy la herida de la inconmensurable estocástica, soy la llaga de la perfidia de los rayos sin control.

Vean ustedes lo que cuelga de mi vientre, una bolsa,  un saco de plástico, una alforja diseñada por los médicos. Sí señores, una bolsa cuelga de mi vientre porque cago por la barriga y no por el culo,  es mi cuerpo más raro que un mono con platillos, es mi panza la boca de un averno cloacal del que nunca hubiera sabido, si no fuera por los rayos que atravesaron mi inocente tez.

Soy lo que ven, gracias a los doctores, soy el que soy, el que puede ver lo que siempre fue un espectáculo privado para el retrete, veo mis excretas y mis heces brotar de las entrañas, nacer de las vísceras de mi existencia. Soy un hombre apresado a la bolsa de mis desechos.

Sí no les gusta lo que ven, imagínese lo que para este hombre ha sido, limpiar la boca de mis tripas; figúrese lo que para mí es, presenciar que la dulce milojita y los liberales, que en un instante deleitan ojos y paladar, se convierten ante mis sentidos en materia orgánica, abono útil  para las maticas, abono maloliente que aquí mismo les enseño. Sí mis señores queridos,  aquí les traigo lo que más desprecian, la bazofia envuelta en la anatomía de un hombre burlado por el bisturí y estafado por las promesas de un nuevo despertar.  Les traigo el grotesco espectáculo,  para persuadirlos, a ustedes señores pasajeros, de ofrecerme las monedas para vivir.

Así uso mis desechos, para obtener monedas con que  comprarme la miloja, los cigarrillos y la leche pá los niños. Sí señores, ustedes me observan con enfado y con enojo, aquí ven al pordiosero de anatomía alterada, se percatan asqueados que mi morfología es repulsiva a las vistas y al olfato, señalan con su indiferencia el espectáculo de mi deformidad, yo solo espero que esta noche, en el calor de sus casitas y  su hogar, le cuenten a sus hijos, a sus abuelos o a su madre, que hoy vieron a un hombre con el culo al lado del  ombligo.

No fui así siempre, fue culpa del cosmos que propaga su energía por el universo, era yo un cualquiera con el culo bien puesto, igual a todos ustedes, mi culo entre las nalgas, mi ojos hacia a las estrellas, mi mente esperando visitantes, mi cuerpo acostado en la Peña de La Juaica, mirando hacia el abismo,  cayendo hacia la nada, pensando en la abducción, cuando sin saberlo, un rayo cósmico visito la tierra, atravesó la atmosfera, se dirigió a la Peña y justo cuando una célula de mi colon había decidido dividirse, el rayo, con sus partículas subatómicas se encarnizo con mi intimidad genética e hizo transformar mi esencia biológica.

Así fue, así nació el tumor, el rayo hirió de muerte a una célula, a una sola de las miles de millones de células que viven en mi ser, la célula de un ingenuo que vive junto a  miles de millones de personas que esperan morir de viejos y no de cáncer, una célula que sobrevivió a la estocada del rayo, una de las miles de millones de células que habita en las cloacas colónicas de miles de mamíferos que desprenden metano hacia la atmosfera. A si como lo oyen, la célula fue apuñalada por el rayo, y ella reacciono de la peor forma, sin resignarse a morir, decidió proliferar, vomitar engendros de su mismo linaje, replicar su esencia desordenadamente, frenéticamente, sin el control de un cuerpo impávido e incapaz de detener la pataleta de un engendro cada vez más voluminoso, sin el control del mismísimo colon que veía con terror, como desde sus propias paredes empezaba a crecer la poderosa fuerza de una excrecencia maligna.

La masa reaccionaria tapó mi cloaca, desafió hasta vencer y revolcó mis hábitos intestinales para dejarme cagando sangre. ¿Qué hace un escogido por la muerte cuando ve a la Parca? Acudir a los galenos. Me hicieron tragar bario y usando rayos menos mortíferos, fotografiaron al engendro que crecía a centímetros del orto.  El hijo del rayo, un mutante que me robaba la vida.

El galeno me envió al carnicero quien cerceno y decapito al tumor, tuvo éxito, con daños colaterales, fue inevitable perder el colon, el carnicero, muy calificado por cierto, no tuvo opción si no de sellarme el culo y conectarme el intestino a la vecindad del ombligo. Mi ónfalo, los vestigios de la conexión con mi finada madre, ahora hacen juego con el tránsito de los desechos.

¿Sabemos algo del rayo? Pues volví a la Peña de La Juaica a reclamarle al cosmos por su manifiesta maldad, a reclamarle por la expresión mutágena de su veloz energía, a pedirle explicaciones por el daño irreparable a mis entrañas, el rayo que corrompió las excrecencias de mis mucosas. ¿Dónde está el padre? ¿Dónde está el rayo? Silencio, que más podía esperar si no el silencio del cosmos que se ensaño indiferente contra un diminuto hombre que no hace masa, que no pesa, que no ejerce gravedad ni magnetismo.

Así es señores pasajeros, mi cuerpo es el de un mutante, mi anatomía  la victima del cosmos, mi existencia alterada es el resultado de la ignorancia médica, carniceros y galenos que curan cercenando vísceras y sellando culos.

Ante ustedes un desecho del universo, bazofia con colostomía permeable que se postra ante sus pies para corear que no es mi gusto ni deleite pedir monedas en el trasporte público, no tengo más alternativas, soy víctima del cosmos y de la estocástica perfidia de los rayos sin control.

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