Tapachula mon amour #3
La víspera del fin mundo será un eclipse mientras se incendian montañas de plástico y muchedumbres de personas caminan a un costado de las autopistas con la esperanza de llegar a las glaciaciones del norte. Los trailers aplastarán a alguno que otro migrante -así les llamarán a esos viajeros que caminan en chanclas bajo un sol de cuarenta grados celsius-; serán incidentes menores. Más al norte, los cazadores de extranjeros que hay en el desierto, desollaran a algunos sobrevivientes y otros franquearán todos los filtros para encerrarse en algún sótano.
El fin del mundo no ha comenzado en Tapachula y la atmósfera del eclipse del ocho de abril apenas hizo menos cálido el fin de la mañana; no mitigó el olor a basura quemada -la costumbre que se estila es quemar todos los plásticos: al fin y al cabo eso se hace humo y el humo se disemina por todo el planeta; es la venganza de los que nacieron o viven en este lugar, hecho como un reducto donde hay archipiélagos que semejan campos de concentración sin la necesidad de policías que vigilen a los presos porque ellos, los presos, prefieren ese cautiverio seguro que la soledad y el peligro sobre incandescentes pastizales dispuestos para que algunos narcos los capturen- ni hizo mermar la música regional y el reggaetón que acompaña el atronador murmullo de estos días con asomos de espanto.
También hay humo que germina de las quemas de los cañaduzales, que proliferan en las afueras de Tapachula, así como los monocultivos de Palma Africana.
Una vana ilusión del fin del mundo: el incendio de basuras, las vastas extensiones sembradas con vegetales que sirven para fabricar combustibles o aceites, el cielo que oscurece hasta semejar un atardecer y las personas que saben muy bien dónde queda el norte pero no si llegarán a él.
Los que migran, aguardan en filas multitudinarias a que les concedan un paso más en su trámite; los oficinistas que los atienden esperan el fin de semana para hacer filas en Burger king y los que atienden en Burger King aguardan a que una bomba devaste algo que nunca se devastará de un solo golpe sino que será un cáncer tan mediocre la muerte como cada respiración que nos acerca a ella.
Homenaje de un niño poeta muerto vivo a un viejo muerto muerto

Tristísimo y desamparado, Quiroga escucha al niño poeta muerto Bordoy, con tanta ternura, que le provoca volver a matarse ya muerto.
Juan Cruz Bordoy será el santo que besará las flores que queden cuando el mundo se acabe de volver mierda. El dramaturgo Nefertiti Supelano en su monólogo «Mi escopeta la hurtó Horacio» ha afirmado que el homenaje de don Juan Cruz Bordoy a don Horacio Quiroga, sobrepasa los límites de la ternura que puede tener cualquier suicida. Ahí está el diálogo entre dos generaciones de muertos: Uno representa el pasado muerto, y otro el futuro que está muriendo. Encarnado en la vigorosa voz del niño que se va descubriendo poeta muerto. Y revelando a ese muerto, bien muerto, que jamás volverá salvo por los versos del bardo joven.
Traer a los muertos en boca de otros muertos que aún no mueren del todo será:
- a -¿ crimen pasional?
- b – ¿humildad desenfrenada proclive a un frenesí casi erótico?
- c- no sabe / no responde
Tengan el honor de disfrutar de este conjuro. Sus flores emanarán el rocío de un paraíso perdido y ya no habrán días suficientes para calcular cada uno de estos versos tan profundos como el Sefer Yetzirá de alguien que no quiere más que humildad y júbilo de muerte.
Señores pasajeros, soy victima del cosmos
Señores pasajeros, disculpen mi intromisión, no es mi gusto ni deleite pedir monedas en el trasporte público, pero de mis manos cuelga la necesidad y de mi boca surge el hambre, no tengo más alternativas, soy el hazmerreír del universo, soy víctima del cosmos, soy la herida de la inconmensurable estocástica, soy la llaga de la perfidia de los rayos sin control.
Vean ustedes lo que cuelga de mi vientre, una bolsa, un saco de plástico, una alforja diseñada por los médicos. Sí señores, una bolsa cuelga de mi vientre porque cago por la barriga y no por el culo, es mi cuerpo más raro que un mono con platillos, es mi panza la boca de un averno cloacal del que nunca hubiera sabido, si no fuera por los rayos que atravesaron mi inocente tez.
Soy lo que ven, gracias a los doctores, soy el que soy, el que puede ver lo que siempre fue un espectáculo privado para el retrete, veo mis excretas y mis heces brotar de las entrañas, nacer de las vísceras de mi existencia. Soy un hombre apresado a la bolsa de mis desechos.
Sí no les gusta lo que ven, imagínese lo que para este hombre ha sido, limpiar la boca de mis tripas; figúrese lo que para mí es, presenciar que la dulce milojita y los liberales, que en un instante deleitan ojos y paladar, se convierten ante mis sentidos en materia orgánica, abono útil para las maticas, abono maloliente que aquí mismo les enseño. Sí mis señores queridos, aquí les traigo lo que más desprecian, la bazofia envuelta en la anatomía de un hombre burlado por el bisturí y estafado por las promesas de un nuevo despertar. Les traigo el grotesco espectáculo, para persuadirlos, a ustedes señores pasajeros, de ofrecerme las monedas para vivir.
Así uso mis desechos, para obtener monedas con que comprarme la miloja, los cigarrillos y la leche pá los niños. Sí señores, ustedes me observan con enfado y con enojo, aquí ven al pordiosero de anatomía alterada, se percatan asqueados que mi morfología es repulsiva a las vistas y al olfato, señalan con su indiferencia el espectáculo de mi deformidad, yo solo espero que esta noche, en el calor de sus casitas y su hogar, le cuenten a sus hijos, a sus abuelos o a su madre, que hoy vieron a un hombre con el culo al lado del ombligo.
No fui así siempre, fue culpa del cosmos que propaga su energía por el universo, era yo un cualquiera con el culo bien puesto, igual a todos ustedes, mi culo entre las nalgas, mi ojos hacia a las estrellas, mi mente esperando visitantes, mi cuerpo acostado en la Peña de La Juaica, mirando hacia el abismo, cayendo hacia la nada, pensando en la abducción, cuando sin saberlo, un rayo cósmico visito la tierra, atravesó la atmosfera, se dirigió a la Peña y justo cuando una célula de mi colon había decidido dividirse, el rayo, con sus partículas subatómicas se encarnizo con mi intimidad genética e hizo transformar mi esencia biológica.
El idealismo no sirve para una mierda (Héroes Decadentes de FVR)
Héroes decadentes
Francesco Giuseppe Vitola Rognini
Hoy presentamos:
El idealismo no sirve para una mierda
Ganja, romance, bohemia. Eso era lo que había en aquellos años, cuando tenía una musa de carne y hueso. Cuando era joven y creía en un único amor.
Eran noches de humo ritual y promesas sinceras. Durante el día trabajaba horas perdidas a trabajar como publicista, sólo por darme el lujo de vivir cómodamente después de seis de la tarde. Pasaba todo mi tiempo libre en el limbo de las ideas y pensando las más idioteces. Vivía creyendo que todo era una gran comedia por la que me podía mover tranquilo. Después de todo era un payaso, un mimo, un artista de la burla y el silencio.
Solía levantarme temprano para fumar antes de cualquier otra cosa. Luego del café analizaba las calles del centro sucio y maloliente, donde vivía para ahorrar en servicios y poder así gastar más en placeres personales. El centro contiene un ritmo diferente al resto de la ciudad. Sus calles son frenéticas, ruidosas, polvorientas, malolientes, sofocantes. Ahí los almacenes tienen las fachadas obstruidas por los vendedores informales, que venden desde calzoncillos hasta navajas chinas.
Solía despertarme antes que mi mujer, solo para verla regresar a la realidad, semidesnuda, con su pijama favorito: camisilla y bragas. Me gustaba contemplar sus nalgas desde el balcón, con el humo subiendo a mi cerebro. Era una buena vida. Tenía mis libros, una mujer preciosa. Trabajaba para pagar las cuentas, vivía tranquilo, con mucho tiempo libre.
Todo se fue a la mierda un mal día. Esos en los que las cosas inician y terminan mal. El día estaba nublado y fresco. “Buen día para cambios” pensé cuando salí a la terraza. En las calles el caos era generalizado. La selección de Francia había quedado campeón de fútbol -eso ya debió decirme que las cosas cambiarían-. Mi mujer había comenzado a usar un boxer de caritas felices. Ya no se le veían las nalgas. Hacía varias semanas que era así, pero ese día, entre el humo, la amenaza de lluvia y el ruido enloquecedor de la calle, comprendí que se nos había muerto la pasión. Nos habíamos vuelto monótonos, aburridos. Desayunamos en silencio huevos con tocino, tostadas y jugo de naranja. Yo la miraba con otros ojos, con los que ella venía usando desde hace un par de semanas. Ella lo comprendió y lanzó la bomba. Antes tomó lentamente su jugo, sin dejar de mirarme.
-Me voy. Estoy harta de tanto humo, de tanta somnolencia. Estoy aburrida de esto.
El primer film de David Lynch
Jaime Navarro dijo que somos bolsas de mierda que pueden estallar en cualquier momento y eso, el estallido, no depende de nosotros salvo que se tenga el impulso suficiente para rasgarse y derramarse por el suelo a voluntad propia. Todo es voluntad, decía Jaime y encendía otro cigarrillo cuando el viento ya no soplaba y él dejaba de maldecirlo porque todo, absolutamente todo, jugaba en su contra siempre. La caca, cuando sale por la boca, se convierte en vómito, lo demás es caca pura o sangre. Cuando el derrame ocurre de forma no intencionada, se habla de enfermedad; Lynch, en su primer trabajo fílmico, se figura a seis enfermos rebasados por lo que llevan en su interior. Estallan y se rehacen de sus propios deshechos y del dolor:
Moscas en la cabeza de Cela.
Hoy hace muchos años, nació Camilo José Cela. El último premio Nobel de Literatura nacido en España. Este autor afirmó que el premio Planeta estaba lleno de mierda. Después obtuvo ese galardón. En la entrevista que ahora verás, Cela ya había obtenido el premio Nobel y sobre su cabeza calva rebolotearon moscas. ¿Acaso en ella solo cabía los premios que hedían a estiércol?