Feria madre (duodécima entrega)

Por Pedro Pablo Escobar

En esta entrega Simónides se refiere a los actos públicos donde se queman herejes y se deja a la voluntad de Dios el dilucidar quién cree y quién no mediante el asesinato masivo. Acá podrán leer la entrega anterior:

http://arteymusicadelaconciencia.blogspot.com/

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CAPITULO  XII.

CRIMEN, CASTIGO, JUSTICIA Y LIBERTAD.

Las asambleas de los credos aumentaban el fervor de sus fieles y distanciaban a unos y otros en la elaboración del gran código universal. Así que unánimemente acordaron retomar las asambleas poli-religiosas, custodiadas por milicias de cada bando para evitar las agresiones. Mas estas eran cada vez más intransigentes y de carácter verbal ya que las tropas custodias evitaban que llegaran a la agresión física, y en los ojos de cada asambleísta brillaba un creciente anhelo de asesinar a sus contradictores. Este fenómeno era observado con complacencia por el jerarca coordinador del sínodo mayor quien en el fondo, bien oculto, creía que la promiscuidad de credos debilitaría la unión y conduciría a una mutua extinción.

Simónides recibió repetidas visitas de emisarios del Consejo Santo o Supremo Sínodo para participar en los debates y siempre las rechazó, agrandando la distancia con ellos e inspirando una creciente enemistad y animadversión hacia él. No volvieron a invitarle, pero no le olvidaban, y enviaban espías a seguir sus pasos y escuchar sus interlocuciones y aquellos regresaban una vez le escuchaban, con el espíritu inquieto y taciturno, a veces tristes, sin hallar la razón de esto.

En tanto, la amistad crecía entre Simónides, el predicador, el mendigo y el hombre de ocre. Se les veía juntos frecuentemente. Accidentalmente se encontraban con Aristos quien acostumbraba participar en los sínodos donde comenzaba a tener adeptos incondicionales. Si eran de un credo en particular asistía con vestiduras acordes, y si era al gran sínodo iba vestido de paisano, así que a veces se le veía con sotana, o con turbante, o con manto ocre entre otras. Día  a día crecía su conocimiento religioso llegando a ser un erudito en todos los credos siendo muy apreciadas sus intervenciones.

Aquella mañana Simónides llegó a la plaza del mito invitado por el trío de su amistad. “Parodia del hombre libre” era el nombre de la representación. Se refugió bajo la vieja palmera que a esta altura ya le era familiar. Y esperó.

Sobre la tarima, a manera de cuartos de prisión, había un aposento con muro al fondo y rejas laterales y al frente. Adentro estaba un hombre con vestiduras a rayas, uniforme de reo, de barba y cabellera sin arreglar. Al frente, había un corredor amplio y circular limitado igualmente por rejas, transitado por un grupo de personas con trajes de calle caminando en una u otra dirección como sin rumbo. A veces se detienen y miran al reo, y continúan su marcha sin rumbo definido. El hombre vestido de reo, les mira sorprendido, ve las rejas rodeando a estas personas deambulando por el corredor observando otros cuartos de reclusos albergando cada uno un reo similar. Son dos círculos concéntricos enrejados separados por un corredor, y cada círculo compuesto de cuartos de prisión. El círculo central está rotulado con “Condenados a muerte”, el exterior con “Cadena Perpetua”. Entre los transeúntes están los guardias carceleros, con medio cuerpo vestidos de reo y el otro medio de paisanos, este medio cuerpo es a veces la parte izquierda, y, a veces, la derecha del guardián, marchan en fila pasando periódicamente por el mismo sitio al ser circular el corredor.

Un guardia hace sonar un silbato. Total silencio. Grita:

-¡Reo uno! ¡Hablad a la visita! Y luego continuad Reo 2, 3, 4 y 5 de cadena perpetua.

Reo 1: A veces siento que en la prisión se es libre y que fuera se está preso. Ved las rejas que os rodean.

Reo 2: ¡Guardias! Sois los eternos habitantes de la prisión, sois eternos prisioneros, sois nuestros prisioneros. Muchos de vosotros estáis aquí antes que nos.

Reo 3: A veces al soñar gozamos la ilusión de libertad, para recuperar los grilletes de la realidad al despertar.

Reo 4: ¡Quienquiera de vosotros sea libre, díganoslo! Siempre habéis estado presos, ¿cuándo no? Antes de nacer en la obscuridad de una estrecha matriz, luego en la cuna, en tu cuarto de niño, en el dormitorio alternado con el cuarto de estudio de tu escuela, después entre las paredes de tu casa y las paredes del sitio de trabajo, en el espacio del vehículo en que viajas por tierra, mar o aire, solo libre eres en el sueño, ¡no! ¡Ni eso te queda! El psicoanálisis ya te arrebató esa porción de ilusión.

Reo 5: Alegáis que no siendo libres físicamente, lo sois en vuestra mente o de espíritu según algunos. ¿Cuál es esa vuestra mente libre? ¿Cuál ese vuestro espíritu? No recordáis vuestros primeros  meses. Luego sí, una caricia materna, el lenguaje familiar, las creencias de vuestra familia y vecindario, la enseñanza de vuestros primeros profesores y las fantasías del predicador, luego el apetito de la carne, sus sabores y hastíos, el fruto de la confrontación del mundo interior con  el exterior, tu experiencia frente a la del prójimo, y ya no sabes a donde dirigir tu pensamiento, sientes tu espíritu prisionero irremediablemente perdido, sientes cada vez más lejana esa libertad que tanto ansías o a la que has renunciado de tanto infructuosamente buscar, pero en tus entrañas la sigues añorando, quizá … y no sabes que hay en esta pausa.

Guardia: Saludad Reos 11, 12 y 13 sentenciados a muerte.

Reo 11: No os lamentéis por nosotros que conocemos nuestro destino. Llorad desconsoladamente por vosotros que ignoráis vuestra condena y vuestro fin.

Reo 12: Tenemos certeza en la prisión, y así gozamos y sufrimos cada instante que nos lleva al infierno. Un último instante del “hoy”, luego el reposo eterno. Para nos a muerte condenados no existen eternos paraísos ni infiernos. Ellos nos son esquivos y efímeros. El suplicio de la eternidad es para vosotros que erráis sin rumbo por estos corredores bajo la guía de adustos carceleros, vuestros guías y protectores.

Reo 13: Carceleros, protectores de unos y otros, prisioneros de todos. Sabedores del destino nuestro, ignoráis el vuestro a semejanza del galeno y como este en cada muerto conocido muere también parte de su corazón. No os lamentéis ni alegréis por nosotros. Os hace falta soñar, la insensibilidad al igual que las buenas acciones os proporcionará sueños tranquilos e inertes.

Carcelero: Ha terminado la sesión de saludos del condenado al visitante. …Visitantes de entre el público, haced vuestra pregunta al reo que queráis. Decid un número y él sabrá que es él. ¿Tema? Libre. Comenzad.

Visitante 1: ¡Siete! ¿Cuál ha sido tu falta y tu castigo?

Carcelero: La falta no se castiga, se corrige. Hablad solo de faltas.

Reo 7: Pecado fue mi fortaleza. Si tienes algo que tu vecino codicia, procura ser más fuerte que él. Son pueblos felices aquellos no poseedores de bienes objeto de codicia de los más fuertes, esto lo saben todos más aquellos no lo dicen por temor y estos por pudor. Si sois de los de abajo y queréis estar en el mundo de los dominadores, ármate hasta igualarlos, o mejor, superarlos. Si eres de los dominadores, procura que aquellos no lleguen a igualarte. Nacer pobre es una tragedia. Si quieres no agrandar la tragedia del hombre, procura no ser pobre ni engendrar hijos pobres. Un hombre como un pueblo incapaz de defender lo suyo no merece la posesión, y debe ser  desposeído. Es doctrina ancestral, no escrita, presente en el espíritu de todo conquistador. … Era yo pobre y fuerte y el muy terco quiso invalidar mi acción y sucumbió en su intento.

Visitante 2: ¡Veinte! Dinos tu pecado.

Reo 20: Hoy como ayer, delinquir no es pecado, ni siquiera lo es su descubrimiento. Es pecado, y leve, el dejarse condenar, siendo pecado mortal el cumplimiento de la condena. La balanza de la justicia no estaba calibrada en mi juicio. ¡Pecado ajeno! Abogué por mí y al hacerlo cobijaba a todo procesado. El juez fue sordo a mi reclamo: Como parte del juicio se tendrá en cuenta la genética del procesado, ¿es su ADN similar al de su juez? Pues no es justo que un ser destinado genéticamente a una vida  de naturaleza diferente a la naturaleza del ADN de este sea condenado por este, en últimas, adulterad su naturaleza haciendo su ADN  similar al de sus jueces, o confinadlo a vivir con sus similares donde comparta una naturaleza similar. ¿Podríais condenar a un tigre por sacrificar una gacela? ¿Si fuese tigre el juez no condenaría al tigre que se apiada de la gacela? Fue pecado la impotencia para impedir que un juez de naturaleza diferente a la mía me condenase por mi naturaleza incomprendida de predador de humanos.

Visitante 3: ¡Trece! …

No terminó la frase cuando el Reo 13 le interrumpió:

-El momento de la gestación inicia la carrera hacia la muerte. Si aligeras el paso la apresuras. Sed perezosos si queréis larga vida.

Visitante 4: ¡Nueve! Háblanos de libertad.

Reo 9: Libertad y libre albedrío. ¡Ah sí! Son las mismas que tiene el condenado a muerte para vagar entre las rejas que le aprisionan sintiendo que cada día le acerca un día a su implacable fin.

Brotó humo espeso en la tarima y al despejarse, estaba libre de barrotes y personas. Al fondo un magnífico y enorme pendón con la palabra “JUSTICIA” en luces de neón. Al frente estaba, como brotando del entarimado, una hermosa mujer vestida de velo tenue con una venda en los ojos, una espada  en una mano y en la otra una balanza de brazos horizontales. Cae la venda y el brillo de sus ojos hiere los ojos del público. El velo va cayendo de un hombro hasta mostrar un seno, luego del otro. El fiel de la balanza se inclina lentamente, el velo va cayendo y la espada se escapa de la mano. Al quedar desnuda, ella se desploma y el pendón cae cubriéndola. Nuevamente el humo denso impregna el escenario, y al disiparse, este está totalmente vacío. Nueva humareda brota del lugar antes ocupado por la mujer, y se eleva condensándose en letras formando la palabra JUSTICIA, luego se diluye lentamente hasta la desaparición del humo y la palabra es reemplazada por LIBERTAD. Aparece el trío amigo de Simónides en la tarima.

-¡Aristos! – Exclamó el predicador al verle entre los espectadores – Ven con nosotros y danos algo de tu sabiduría. Sabemos que estás engolosinado con los sínodos. Danos algo de esas sobras.

Aristos sube a la tarima, y habla mirando ora hacia los antes eran enrejados y ora hacia los espectadores:

-No os daré sobras que no existen. Os hablaré con el espíritu que me anima al recordar las pláticas de Simónides. Si hay error en mis palabras es mío, si hay sabiduría es de él, pues hoy seré su intérprete. Él no quiere discípulos, luego no seré su discípulo en la disertación, seré un replicador, y aun de esta manera no hay garantía que replique a cabalidad sus palabras. Todos sabéis que una palabra se deforma cada vez que pasa de una boca a otra, haré el mejor esfuerzo:

“He escuchado varias lenguas. Cada lengua cuando tu profesión no es la lingüística, si eres de los débiles, signo es de un diferente amo; si sois de los dominadores, significa un sometido. El hombre libre solo tiene una lengua. Ojalá una sea la lengua del hombre en la tierra.

“El recuerdo de la falta empaña el perdón en mengua de la libertad.

“Hay dos leyes: la inmutable ley natural, y la cambiante ley del hombre. Ellas arman tu camino. Y llamáis destino la porción ignorada de la constante Causa-efecto.

“La ley natural explica el comportamiento del universo y de cuanto hay en él. La ley del hombre ni tan siquiera habla del actuar de este, se limita a la obligatoriedad a una conducta y a castigar su incumplimiento. Distancia grande hay entre aquella y esta.

“La ley del hombre debe tener apariencia de objetiva, justa, equitativa, para el provecho general, pero en su esencia podrá ser provechosa para el astuto, en fortalecimiento y permanencia del fuerte. En verdad no tiene por qué ser objetiva, justa, equitativa y de provecho general. Son antrópicos conceptos.  Aprended de los redactores de textos sacros a escribir leyes. ¿A quién veo bajo el árbol? – interrumpió el parlamento al observar a Simónides – Es Simónides en persona, ¿por qué no escuchar la palabra directamente de su boca y no a través  de un intérprete? – y se dirigió hacia Simónides  quien pronto fue rodeado de numerosa multitud incluido el trío organizador del evento.

Simónides habló:

-No hay culpable solitario. En todo asesinato, hay una colectividad: quien justificó la existencia del arma, el inventor, el diseñador, el proveedor de materiales, el fabricante, la cadena de comercialización hasta el adquiriente final, quien propició la muerte, quién la ordenó, quien disparó, y finalmente el muerto. Es una síntesis de entre mil actores. ¿Dice la ley qué parte de culpa cabe a cada cual? ¿Existe juez para dimensionarlo?  Vamos a otros temas.

“Un punto en el universo es la galaxia. Un punto en la galaxia es el sistema solar. Un punto en el sistema es la tierra. Un punto en esta es donde naces, creces, te reproduces y mueres. Tu grandeza deviene de apreciar tu pequeñez. Jugad a ser libre en ella. Un instante en la eternidad es la edad del universo. Un instante de este es el tiempo de la galaxia. Un instante es la vida de tu esfera azul. Un instante en ella es el estadio de la especie. Un instante de esta es tu tiempo. ¿De dónde esa pretensión de alargar tu instante a una eternidad? Jugad a ser libre en tu punto e instante.

“Para vuestro caso no se puede hablar de leyes sin derechos. El derecho es virtual. Es de papel cuanto se escribe, es real cuando en la realidad es ejercido por su detentador. Es de papel decir que “todos los pueblos de la tierra tienen el derecho inalienable a tres comidas diarias ricas en proteínas que garanticen una sana subsistencia”. Este derecho es real solo para aquellas personas que pueden costearse esa manutención. Alabo la nueva carta magna que hace la diferenciación, e insta, incluso con sanciones, a los gobiernos para que en plazos acordados, los derechos de papel se tornen en derechos reales.

“Una democracia es de papel cuando los derechos reales no superan siquiera la mitad de los avalados por su carta magna.

“Toda carta magna propenderá para que los derechos fundamentales sean reales, y para que las democracias migren de su carácter de papel a ser reales.

“Llevas una vida virtual. Abandona esa vida de papel, y vive la realidad.

“Lo legal no siempre es ético, y lo ético deberá ser siempre legal. Ahora sincronizad moral, ética y leyes y crearéis un embrollo. Es sabio quien resuelva el acertijo.

“Personas iguales: Iguales en derechos y deberes, iguales ante la ley. ¿Qué son personas iguales? Genética similar, entorno de nacencia y formación similar, mismas oportunidades y aptitud de conquista, y aunque no sea una igualdad total, que al menos haya similitud y que esta sea una aproximación a la igualdad. La democracia es una aproximación a la igualdad, y es más perfecta entre más próxima esté a esta, lo cual no será.

“No existe bien ni mal. Existe la ley y el cumplimiento. Su conciencia es racionalidad. La ley civil aplica al hombre, y es de cumplimiento aleatorio. No son de su categoría actos y leyes de otras especies y fenómenos de índole no humana. Es de apariencia antrópica, local y excluyente. El hombre como especie obedece las leyes de esta siendo antinatural su incumplimiento. Y como ser del  universo cumple inexorablemente las leyes de este. Sueño con la ley que las integre.

“La aceptación de una superioridad grupal sea racial, política o de otra índole es firmar a esta un incondicional y degradante sometimiento. Que sea vuestra educación acrecentar la libertad sin que rebase la frontera que la naturaleza impone. Más allá de esta habréis superado lo humano siendo entonces vuestra conquista el imperio de lo hasta hoy imprevisible.

“Concluiré con el tema de justicia. Os traigo una anécdota:

“En la época final de los actos públicos de fe y la incineración  de herejes, una muchedumbre ansiosa de sangre como mínima compensación al suplicio sufrido,  pidió a sus libertadores una nueva forma  de felicidad acá y ahora, y no allá a donde no se llega con el cuerpo sostenido en los pies. Un capitán apresó a una docena de clérigos inquisidores. Interpeló ante el populacho qué resarcimiento querían de estos pues no había siquiera un aldeano que no tuviera un familiar o amigo que por veredicto de aquellos no  hubiese ascendido al cielo perdido entre las llamas liberadoras de la carne y trasportadoras de almas al cielo. El capitán creyendo interpretar el deseo de las gentes se dirigió a los reos: “Vosotros que despreciáis la vida presente, que negáis la felicidad del hombre acá, que le habéis signado por meta la felicidad junto a vuestro dios, para lo cual habría que renunciar a este mundo, seréis bendecidos con la muerte”  – Oh, clemencia!  – Pidieron al unísono – ¡Que Dios nos proteja y nos asista! Hemos enviado muchas almas a vuestro seno, acogednos en él, señor nuestro ¡Hágase su voluntad!” – Entonces, el capitán sentenció: “Si sois culpables ante el pueblo, que este os ejecute y así hagan justicia, y si en verdad sois virtuosos y vuestros actos han sido para gloria de vuestro dios, que el pueblo en un acto de gratitud para con tan dignos benefactores, os ejecute y así vayáis a gozar el merecido premio ante el dios vuestro”.  Y así los clérigos fueron lapidados, sus cuerpos devorados por las llamas, y sus almas volaron al paraíso pero sus nombres perduran en la memoria movediza del pueblo engrosando la cadena de santos mártires según el decir de sus devotos, siendo día a día enriquecida el santoral de sus milagros. ¿Hubo justicia? – Si y solamente si el caso es que víctimas de clérigos y estos se hubiesen juntado en el paraíso”. Tras una pausa continuó: “Cuidaos de las frases matrices. Escuchad la del santo guerrero ante la indiferenciación de detractores y seguidores y la premura de tiempo para eliminar a los primeros: “Matadlos a todos que Dios distinguirá a los suyos” (1). Igual hubiera sido si el fin era la paz: “Mátenlos a todos que muertos son  pacíficos”, y si la igualdad hubiese sido el objeto de su misión: “Mátenlos a todos que muertos son iguales”.

“Así como hay frases matrices, existen letras madre, palabras madre, oraciones madre, leyendas madre, religiones madre, y verdades y mentiras madre”.

Calló haciendo un  gesto de no querer hablar más.

El Predicador se acercó a Simónides y tomando del brazo a Aristos dijo dirigiéndose a las gentes:

-Por ahora la función ha terminado. Os invitamos a una cena integral, donde cada cual con el fruto de su pesca alimentará cuerpo y espíritu. El sitio está a orillas del lago en el bosque de El Conocimiento, en El Hostal de los Peces. Allá os espera una apetitosa cena.

Y luego, dirigiéndose a Simónides:

-Señor, le esperamos a la cena de peces. Allí las gentes pescarán alimento para nutrir sus cuerpos y quizá algo para sus mentes también con sus sentencias que día a día hemos venido coleccionando. Ya veis que no han sido palabras vanas o de efecto estéril.

-Iré a vuestra pesca, pesa en mí más la curiosidad que el apetito – Replicó Simónides alejándose por el sendero de regreso a la vía principal.

(1) Episodio de la cruzada contra los Cátaros auspiciada por el papa Inocencio III en 1208: Al preguntar a Domingo de Guzmán – más tarde Santo  -, de cómo distinguir al infiel del fiel en el asedio de una ciudad, para ajusticiarle en nombre de Dios, contestó salomónicamente: “Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos”. COSMOS, Cap. III, Carl Sagan. Esta frase matriz Gerard de Sede la asigna a Arnaud Almaric al mando del ejército cruzado en EL TESORO CÁTARO).

 

 

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