Cónclave y clon. Un cuento de Campo Ricardo Burgos López

El escritor colombiano de ciencia ficción, Campo Ricardo Burgos López, nos obsequia un maravilloso relato de absoluta pertinencia para estos tiempos sin Papado y  muchas papadas largas. Burgos López retoma un tema que ha tratado previamente, el de la clonación (desarrollado en su novela El clon de Borges), en un subgénero conocido como teo-ficción o ficción religiosa.

Cónclave y clon

 Por: Campo Ricardo Burgos López

papapedro

El cónclave de cardenales para elegir al nuevo Papa, después de considerar y desechar las hojas de vida de innumerables candidatos, entró en desesperación. En voz baja, algunos prelados afirmaban que parecía que el Espíritu Santo esta vez estaba durmiendo o desinteresado, pues después de tanto tiempo de reuniones y más reuniones, todavía no les había soplado al oído ningún nombre. Cuando el desconcierto empezaba a cundir, a alguien se le ocurrió una idea luminosa. ¿Por qué no hacer uso de la ciencia y traer del pasado a un Papa intachable? ¿Por qué no clonar a San Pedro? ¿Qué mejor Papa podía haber que aquel que originó la dilatada lista de pontífices en el siglo I, nombrado nada menos y nada más que por el mismísimo Jesús?

Al comienzo, algunos cardenales conservadores se resistieron a la idea, pero finalmente, tras agitadas y calientes discusiones, el colegio cardenalicio se rindió en pleno y concedió su aprobación. De este modo, se hicieron los contactos pertinentes con algunas instituciones científicas de renombre mundial y al cabo de unos años, San Pedro fue clonado (el cómo se consiguieron las células del primer Papa, cómo se comprobó su autenticidad, y por qué un cónclave duró tanto tiempo, es objeto de otro cuento, no de éste). En fin. Tras años de espera, cierto día en que el colegio cardenalicio en pleno estaba reunido en una fastuosa sala (unos 130 cardenales de todos los rincones del mundo), el humilde clon del pescador que fue el primer Papa, fue presentado por un grupo de biólogos y genetistas orgullosísimos de su logro que partía en dos (y tal vez hasta en tres o cuatro) el curso de la ciencia contemporánea. La verdad es que la estampa del clon de Pedro contrastaba con la del grupo de altísimos prelados. Mientras el clon lucía un atuendo modesto (unos tenis baratos, un jean gastado, una camisa blanca común y corriente, y una chaqueta deportiva de esas que se compran en las promociones de los almacenes de cadena), la agrupación eclesiástica era simplemente suntuosa (las sotanas, capelos, birretas y anillos cardenalicios eran de un lujo digno de cualquier idólatra pasarela de Milán). Tras las presentaciones del caso, al clon se le informó que el grupo de espléndidos señores que lo contemplaba arrobado, tenía por propósito hacerlo Papa y que ellos eran los continuadores en el siglo XXI de esa iglesia católica que el primer Pedro y su grupo de desarrapados compañeros habían contribuido a fundar como veintiún siglos atrás. Apenas supo de qué se trataba el asunto y quiénes eran los que le rodeaban, en el rostro del clon se dibujó un gesto de enorme sorpresa. Tras toda una mañana de encendidos discursos de los cardenales acerca de una “Iglesia que volviera a sus raíces” y del impacto que sobre la humanidad tendría tener en “el solio de Pedro” a un clon de ese mismo Pedro, nuestro derivado del primer Papa se mostró evidentemente perturbado.

–       Sólo les pido una cosa- dijo en un idioma que no era el latín que todos sus predecesores en la asamblea habían utilizado- ¿me permitirían darle un vistazo al Vaticano, a los cristianos de hoy, a la iglesia y el mundo actuales, y después de ello darles mi respuesta?

Considerando la particular condición del clon, los beneméritos príncipes de la Iglesia accedieron a su petición. Así pues, le dieron un mes para que pudiera hacer sus averiguaciones.

–       Dentro de un mes –dijeron sus eminencias-nos veremos  en este mismo salón, a la misma hora de hoy y escucharemos tu respuesta.

De este modo, el siguiente mes el clon de Pedro pudo conocer de primera mano lo que deseaba. Pasado el lapso pactado, el colegio cardenalicio volvió a reunirse en el salón y la hora previstas. Cuando el clon arribó al lugar, en las caras de los presbíteros la alegría era general, el clon de Pedro –pensaban-no sólo era el candidato perfecto para el solio pontificio, sino que el mundo entero quedaría completamente sobrecogido y encantado apenas supieran que el nuevo Papa era una copia genética exacta del primer discípulo de Cristo que había sido crucificado en Roma.

–       Será un golpe publicitario inimaginado –clamó un cardenal alemán que se la pasaba persiguiendo paganos en su diócesis-. Imagínense el impacto que tendrá el evangelio con semejante pregonero.

–       Sin duda marcaremos un antes y un después en la elección de papas –contestó otro monseñor-. Quizá de aquí en adelante, los otros cónclaves tan sólo clonarán a nuestro Pedro II, una y otra vez hasta el final de los tiempos.

–       El mundo no sabe lo que le espera –completó otra vez el germano.

Entonces, en medio del barullo, el clon de Pedro fue llevado hasta la tarima principal. Allí, por un momento, el anciano (porque su apariencia era esa) observó unos segundos a los cardenales, bajó la cabeza, musitó algo para sí mismo que nadie supo qué era, de nuevo levantó la cabeza y luego tomó la palabra.

–       Estimados señores –empezó-, doy las gracias por la gentileza de permitirme hacer durante un mes el examen que deseaba. Después de esta treintena de días de observar la iglesia católica, el cristianismo y el mundo actual, he decidido no aceptar su propuesta; no quiero ser Papa por la simple razón de que en su colegio cardenalicio, en sus prelados, en su parafernalia eclesiástica, en su Vaticano y en sus cristianos, no veo la iglesia que Cristo quería. Creo que si Cristo fuera clonado y traído otra vez a la vida- que ya veo que ustedes lo pueden hacer-, su opinión coincidiría con la mía; ustedes -pese a lo que afirman a voz en cuello- no son Él, no tienen ni idea. Les agradezco haberme clonado, pero en vez de ser Papa, me dedicaré a algún otro oficio más serio; no sé, tal vez sea pescador, o carpintero, o albañil, ya veré que hago. Muchas gracias por todo.

En seguida, ante la sorpresa y los ojos desmesuradamente abiertos del cardenalato, el clon de Pedro bajó de la tarima, caminó hasta la puerta más próxima y se perdió. A las pocas semanas y ante el apremio de un mundo “despapado”, sus eminencias por fin se pusieron de acuerdo y eligieron a alguno de entre ellos. Del clon de Pedro no se sabe nada distinto a que se extravió entre la multitud una vez salió del Vaticano. Asimismo, entre algunos cardenales progresistas, ya suena mucho la idea de clonar a Cristo.

Bogotá, marzo de 2013

Campo Ricardo Burgos López es escritor, poeta y crítico nacido en Bogotá, Colombia. En 1993 obtuvo el Premio Nacional de Poesía-Colcultura y ha figurado en diversas antologías de poesía. Sus cuentos han aparecido en libros como Cuentos de Ciencia Ficción (varios autores, 1998) y en Contemporáneos del Porvenir – Primera Antología de la Ciencia Ficción Colombiana (2000). Su ensayo “La narrativa de ciencia ficción en Colombia” (primer análisis histórico sobre este género literario en Colombia) apareció en Literatura y Cultura-Narrativa Colombiana del siglo XX.  Compilador de Antología del cuento fantástico colombiano (2007) y autor de Pintarle bigote a La Mona Lisa: Las ucronías (2009). En ficción, ha escrito las novelas: José Antonio Ramírez y un zapato (2003) y El clon de Borges (2010) finalista del Premio UPC de novela corta de ciencia ficción en España.  Introducción al estudio del Diablo  es su más reciente libro de ensayos.

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0 Responses to “Cónclave y clon. Un cuento de Campo Ricardo Burgos López”

  1. f. says :

    una pregunta seria, aunque sé que puede sonar como si no lo fuera:
    por qué «El escritor colombiano de ciencia ficción… nos obsequia un maravilloso relato» y no «El escritor colombiano… nos obsequia un maravilloso relato de ciencia ficción»?

    • Luis Cermeño says :

      Porque Campo Ricardo Burgos López es un reconocido escritor colombiano de ciencia ficción, y al presentar un cuento suyo así se entiende que se trata de ciencia ficción y no de otro género, o de otra forma lo haríamos explícito: ¿qué tal si… Campo Ricardo Burgos López nos manda un cuento que no sea de ciencia ficción? Pondríamos: el escritor colombiano de ciencia ficción nos obsequia un maravilloso relato en el que se aleja de su habitual recorrido en la ciencia ficción para adentrarse en el género de…. terror, histórico, romántico.

      • f. says :

        (podemos seguir con la conversación? no hay muchas oportunidades para charlar de esta clase de cosas, a pesar de las maravillas de internet):
        mi punto es si es necesaria esa especialización, si tiene algún sentido clasificar a los autores por géneros, cuando es claro que lo del «género» le corresponde al texto. me parece que se termina replicando el modelo gringo en el que los escritores (de cf) se especializaron y con el paso del tiempo lamentan y a la vez justifican la segregación: no se sienten respetados como escritores (sin acotación) pero tampoco ven con agrado que otros escritores (sin acotación) se metan en su territorio creativo. por eso, creo, existe el «slipstream»: para lidiar con el grupo impreciso de artistas que trabajan sobre las dos caras del muro que divide sus mundos (dentro y fuera, sin que quede muy claro cuál es cuál), pero sin tener la necesidad de derribar el muro, más bien enfatizando su presencia.

        • eskrraga says :

          Hola! Gracias por tus comentarios y, claro, la conversación puede continuar. Pienso que a un texto no le corresponde el género sino al lector (los críticos son lectores profesionales que publican, a partir de ciertos armados teóricos, sus lecturas) que es quien, al final, ubica al texto. El lector es tan creador como el escritor, hay quienes plantean que lo que hace el escritor (usar la palabra «autor»,después de los sesenta, parece una grosería y genera sonrisitas de suficiencia y conmiseración en los académicos que la escuchan en la boca de un discípulo)es entregar un rompecabezas que el lector arma con esas piezas -muchas veces maleables-.La división de un grupo «impreciso», como lo denominas, también obedece a un encasillamiento que, claro, realizas desde tu perspectiva lectora. Así mismo, la introducción al cuento es hecha por un lector que propone pero no la impone; la evidencia está en que has ido cuestionando la ubicación hecha en la misma. Saludos!

  2. María says :

    Me atrapó el relato, muy apropiado para el día.
    Hoy lo leí en mi programa de radio, quiero agradecerles el haberlo publicado.
    Comparto el audio: http://radio-unangelparatusoledad.blogspot.com.ar/2013/03/conclave-y-clon-de-campo-ricardo-burgos.html

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