El caníbal que entrevistó a Freud

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Ya habíamos mostrado un relato de Julio Coll en donde introduce a Ray Bradbury en el listado de los libros que quema don Qujote. Ahora les presentamos otro escrito perteneciente a «las columnas de Cyborg» en  donde un negro aparece en  Viena,  al frente de la casa de Freud, días después de que quemaran sus libros:

El doctor Ochoa, descubridor del RNA, confiesa haber realizado

experimentos con ratas, inyectando virus a roedores incultos de

ratones que hayan demostrado en el Laboratorio poseer gran

memoria. Los incultos, una vez hecha la digestión de los nuevos

virus, adquirirían la memoria de los sabios. «La idea estaba ya en

el canibalismo», me dije. Y del dicho al hecho. Lo primero, fue es-

cribir este cuento; lo segundo, comerme al vecino del tercero; y

lo tercero…

Canibalismo

La primera vez advertí la llamativa presencia de Dngo-Nat en 1933, en Viena. estaba parado en frente de la casa de Freud poco después de la quema pública de sus libros, ordenada – como todo el mundo sabe-por Adolfo Hitler. Dngo-Nat era un negro alto y desgarbado. Presumía de periodista. Le brillaban los ojos con una intensidad fuera de lo común. Pero no era miedo lo que inspiraba su mirada, sino sopresa. ¿Qué pasión secreta consuía aquél corpachón joven, altivo y bronceado…?

– Vengo a entrevistar al maestro Freud. Soy de un lugar basuto. Mi país desea conseguir la libertad y voy en busca de cultura.

Hablaba telegráficamente, entrecortado. No era tímido. su pensamiento iba más de prisa que la normal posibilidad de expresarse por medio de sonidos.

La segunda vez que encontré a Dngo-Nat, fue en Lambarené, en donde el famoso Albert Schweitzer tenía instalado su hospital. Allí estaba Dngo-Nat interesándose por la labor musicar de Schweizer. «Pensaba -dijo- pedirle los planos de su órgano para recaudar fondos contra los opresores de mi pueblo». Eso ocurría en 1948. Al parecer, la provincia basuto de Dngo-Nat aún no había conseguido la independencia.

– He obtenido una beca- me dijo, después de recordar nuestro primer encuentro-. Sigo en África, ya que mi país es pobre y no disponemos de muchos bienes para salidas al lejano extranjero…

Volví a asombrarme del brillo que refulgía en sus pupilas cuando hacía mención de su afán de cultura para su pequeño país, a la sazón aún colonia británica.

Y pasó nuevamente el tiempo, hasta que por razón de mis negocios me instalé en Madrid. Coincidí con la llegada del doctor Ochoa, recientemente premiado con el Nobel.

En el portal del Hotel estaba Dngo-Nat, pretextando esta vez esperar al gran doctor con el fin de «hacerle una entrevista» para uno de sus periódicos murales, el más prestigioso de su país, que por fin había conseguido la más completa y total autonomía. Corría el año 1968…

– Hay que acabar con nuestro atraso cultural-me aseguró con los brillantes, más si cabe, que en anteriores conversaciones- ¿Aún se practica en algunos lugares de su tierra la execrable costumbre del canibalismo?-le pregunté- «Eso-me respondió. es porque se piensa que el alma y los conocimiento que posee el devorado pasa íntegramente al acervo del devorador. Pero, digo yo-insistió él-¿Qué cultura puede aprovechar de unos pocos aventureros incultos que de vez en cuando cruzan nuestro territorio? Hay que desterrar para siempre tan denigratoria costumbre. Por eso me rozo con los grandes hombres. Mi país necesita aportes masivos de civilización.  Precisamente esta mañana he «trabajado» a un científico alemán, de quien espero asimilar su vasta cultura peninsular y su inenarrable capacidad de memorizar. Estoy esperando que surta efecto. Aunque, le advierto, mi digestión es pesada, y mi sacrificio, enorme. Yo, en mi vida normal, soy vegetariano, Pero todo sea por mi país…

Al decir esto le brillaba frenéticamente la mirada, sin apartarla de la ventana que correspondía a la habitación del Dr. Ochoa, en el Hotel en donde éste se había hospedado por la mañana…

Manila, Febrero, 1970.

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