Un western de redención: El día de la ira

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El miembro fantasma hizo de Lee Van Cleef el pistolero más rápido del oeste. La ausencia de la falange de su dedo corazón brilla en «El bueno, el malo y el feo» al igual que la divergencia de los colores de sus ojos (uno azul y el otro verde). Lee Van Cleef tiene muchas caras y no por los artificios actorales sino por la naturaleza, como si hubiera nacido en uno de esos pueblos enclavados en España  hechos para la nostalgia norteamericana. Alguna tragedia precedió a ese Van Cleef que entra a los pueblos en una carroza, mirando hacia todas las ventanas pendiente de que alguien, apoyando una escopeta en el alféizar, le infiera un disparo en el entrecejo. Los vaqueros pueden morir en una película y revivir en la siguiente, todos tienen en común un dolor que los condujo a disparar y a cazar humanos, en «El día de la ira» Lee Van Cleef le enseña a Giuliano Gemma a cobrar las humillaciones que le hicieron en su pueblo por ser pobre. Esta película, sin embargo, no se queda en la venganza- uno de los ejes del western europeo- sino que hay una redención y un final colmado de esa ternura que brota de una tristeza podrida y que indica que nuestro ángel de la guarda puede ser un asesino:

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