Tag Archive | Las columnas de Cyborg

La piel de la psicosis

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De Julio Coll ya hemos publicado «Canibalismo» y «El tatuaje», dos relatos que aparecen en el volumen «Las columnas de Cyborg». En esta ocasión les presentamos una historia en las que la obsesión por los tratamientos de belleza van de la mano con los últimos avances médicos, pero siempre queda un monstruo con una boca oscura llamado psicosis.

Éste es un relato cuya idea me gustó de primera intención. La escribí. Resultó deplorable. Arranqué violentamente el papel de mi máquina de escribir ytiré la cuartilla. Volví a escribirlo. Consumí más de treinta hojas, inútilmente. Al final, me decidí por la primera y desdeñada versión. Busqué en la papelera; encontré el borrador; alisé las cuartillas; desarrugué los pliegues: planché sus arrugas…

Las arrugas

-¿No lo ves?

– No veo, ¿qué?

Jwa veía visiones. Desde que el gran fisiólogo doctor Dermas había descubierto la necesidad de reajustar diariamente la piel, la del cuerpo al cuerpo, y la de la cara al cráneo, mi mujer no estaba contenta. Reconozco que lo más difícil era volver a ponérsela. Nos la quitábamos por la noche y teníamos sumo cuidado en no desajustar la juntura del esfínter de los ojos. De vez en cuando Jwa perdía alguna que otra pestaña, pero eso tenía arreglo. Volvía a crecer por la noche. Pero, ¿y las arrugas?

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El caníbal que entrevistó a Freud

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Ya habíamos mostrado un relato de Julio Coll en donde introduce a Ray Bradbury en el listado de los libros que quema don Qujote. Ahora les presentamos otro escrito perteneciente a «las columnas de Cyborg» en  donde un negro aparece en  Viena,  al frente de la casa de Freud, días después de que quemaran sus libros:

El doctor Ochoa, descubridor del RNA, confiesa haber realizado

experimentos con ratas, inyectando virus a roedores incultos de

ratones que hayan demostrado en el Laboratorio poseer gran

memoria. Los incultos, una vez hecha la digestión de los nuevos

virus, adquirirían la memoria de los sabios. «La idea estaba ya en

el canibalismo», me dije. Y del dicho al hecho. Lo primero, fue es-

cribir este cuento; lo segundo, comerme al vecino del tercero; y

lo tercero…

Canibalismo

La primera vez advertí la llamativa presencia de Dngo-Nat en 1933, en Viena. estaba parado en frente de la casa de Freud poco después de la quema pública de sus libros, ordenada – como todo el mundo sabe-por Adolfo Hitler. Dngo-Nat era un negro alto y desgarbado. Presumía de periodista. Le brillaban los ojos con una intensidad fuera de lo común. Pero no era miedo lo que inspiraba su mirada, sino sopresa. ¿Qué pasión secreta consuía aquél corpachón joven, altivo y bronceado…?

– Vengo a entrevistar al maestro Freud. Soy de un lugar basuto. Mi país desea conseguir la libertad y voy en busca de cultura.

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Cuando Bradbury apareció en «Don Quijote de la Mancha»

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Los intentos por incorporar la ciencia ficción a la literatura canónica del idioma español comienzan a hacerse más regulares; hace unos años esto no era tan común y, si bien la literatura no se reduce a una carrera de caballos donde cada uno dice «Yo escribí esto mucho antes que la mayoría…» o «Yo leí ese libro hace diez años, cuando nadie lo conocía ni alababa…», sí es de reconocer el arrojo de Julio Coll   por haberse atrevido a unir a Bradbury con Cervantes en los setenta, en pleno auge de una literatura en español que apuntaba a otros objetivos. Además hizo una historia cuya ejecutoria recuerda mecanismos urdidos por Borges – quien había elogiado  «Crónicas Marcianas»-, poniendo en evidencia, hasta parodiarlas, las afinidades, gustos y ambivalencias de los más candorosos «cervantinos» que se dedican a quemar lo que no les satisface:

No sé si Bradbury estuvo o no en Filipinas;

ni si un chino exiliado le dibujó nunca un

tatuaje en su espalda; ni si dicho tatuaje re-

producía a escala, los ya famosos «canales».

Sólo sé que Ray Bradbury estuvo en Marte.

Esto me consta: ¿De donde, si no, habría

obtenido tanto material auténtico para sus

deliciosas y poéticas Crónicas marcianas…?

El tatuaje

Ray Bradbury denunció el robo de los originales de su famoso libro Crónicas marcianas, después del accidente que tuvo en su automóvil al perseguir lo que él creyó ser un OVNI. Rápidamente acudió a la Policía. Se interrogó a toodos los vecinos. A todos los amigos y enemigos del escritor. Los periodistas describieron el robo en son de burla, dando por supuesto que se trataba de una Venganza Extraterrestre. «Algún marciano-decían- sintiéndose aludido, determinó la ida a la Tierra; proyectó el aterrizaje en algún lugar cercano a la casa del escritor, y procedió al robo, previamente calculado con todo detalle. Luego, descargando las cuartillas en ese enorme crematorio que es el sol, los manuscritos ardieron a nivel de los 451 grados Fahrenheit.

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