Yo no conozco París ni a París. (Sobre Fernando Vallejo y Rufino José Cuervo)
Yo no conozco París ni a París
Por: Andrés Felipe Escovar
Fernando Vallejo en El lejano país de Rufino José Cuervo afirma que se debe decir “conozco a París” y no “conozco París”, como ya lo había enseñado Cuervo más de un siglo antes en Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano. En mi caso particular no conozco la capital de Francia y tampoco conozco a la capital de Francia, y la regla de cómo expresarlo se ha difuminado. La decisión de cómo decirlo, a juicio de los autores mencionados anteriormente, estriba en que hay una clase de buenos hablantes y buenos escritores, y otra de chabacanos que desconocen las reglas primarias para el buen hablar. Estas nociones de corrección son las que unen a estos dos escritores tan, aparentemente, disímiles.
El nombre de Rufino José Cuervo persiste en la memoria de los colombianos gracias al instituto de estudios lingüísticos que lleva el nombre Caro y Cuervo; Caro- Miguel Antonio era su nombre- fue un gran amigo de Rufino y los dos urdieron gramáticas latinas; mientras que Cuervo se fue a Paris- él si pudo decir que conoció a Paris- el otro se quedó en Colombia ejerciendo la política y redactando la constitución de 1886, que fue la base del ordenamiento jurídico que predominó en el país hasta 1991.
El nombre de Vallejo aparece en distintos diarios del país, donde se pueden leer sus diatribas a escritores, políticos, Dios, la iglesia, los carnívoros, Darwin, Colombia, entre otros. Sus libros se venden con profusión por toda América Latina, ha ganado el premio Rómulo Gallegos, recibido doctorados honoris causa.
Vallejo escribió, antes de iniciar su carrera como hacedor de novelas y ensayos sobre distintos temas, dos biografías sobre los poetas nacionales de su país: José Asunción Silva y Porfirio Barba-Jacob. También hizo una gramática llamada Logoi. Estos datos que a primera vista parecen aleatorios, son importantes a la hora de comprender la noción de Vallejo sobre el idioma pues todo su trabajo ha respondido a una tradición que inició con la propuesta de Rufino José Cuervo.
No es casual que el autor de La Virgen de los sicarios haya hecho la biografía de un poeta que, como Silva, aparece en los billetes de Cinco Mil Pesos de Colombia, siendo no sólo un poeta colombiano sino poeta nacional pues ha ingresado a lo que utiliza el estado para generar unidad. Tampoco es casual que Vallejo esté relacionado con Cuervo, quien un siglo antes también se planteaba el urdir de una patria que trascendiera los “caprichos” de las fronteras territoriales, es decir, una patria hispanoamericana que fuese una con España. Cuervo busca, como se dijo anteriormente, establecer una división entre quien habla bien y quien lo hace mal, otorgándole algunas características especiales a los que pertenecen al primer grupo:
Es el bien hablar una de las más claras señales de la gente culta y bien nacida, y condición indispensable de cuantos aspiren á utilizar en pro de sus semejantes, por medio de la palabra ó de la escritura, los talentos con que la naturaleza los ha favorecido: de ahí el empleo con que se recomienda el estudio de la gramática. (1907: I)
De acuerdo a lo que Cuervo colocó como epígrafe de su libro, El que habla bien, es aquél que se remite a lo que se establece desde Castilla:
Los españoles americanos, si dan todo el valor que dar se debe a la uniformidad de nuestro lenguaje en ambos hemisferios, han de hacer el sacrificio de atenerse, como a centro de unidad, al de Castilla, que le dio el ser y el nombre. (1907: I)
Fernando Vallejo, desde el título de su texto (El lejano país de Rufino José Cuervo) hace una evocación de lo que fue el país que urdió Cuervo a partir de sus trabajos con el idioma español. En este escrito Vallejo se refiere al libro El país de las palabras: retratos y palabras de escritores de América Latina, 1980-2005 que es “Toda una colección de luminarias escribiendo textos de una paginita sobre París al lado de sus retratos” (2007: 1) y realiza un juzgamiento de las dos o tres primeras frases de algunos textos:
“No creo que sea tan sólo por el pan y por el agua que yo quiero a Francia” (Adolfo Bioy Casares). ¡Cómo así que “por el pan y por el agua que yo quiero”! Ése es un “que” galicado, le falta el “por lo”. Debe ser, don Adolfo, con perdón: “No creo que sea tan sólo por el pan y por el agua por lo que yo quiero a Francia”. ¡Cómo! ¿Nunca leyó usted, con todo lo que vivió, 85 años, a don Rufino José Cuervo? ¿No le alcanzó el tiempito? (2007: 1)
Y respecto al escrito de Mario Vargas Llosa afirma lo siguiente:
“Dudo que, antes o después, me haya exaltado tanto alguna noticia como aquélla”. ¡Cómo que “dudo que”. ¡Dudo de que! Le falta el “de”. Eso que cometiste tú, Vargas, es el “queísmo”, una falta tan fea como su contrario, el “dequeísmo”. Decir “que” cuando es “de que”, y decir “de que” cuando es “que” es como no tener madre o mentarle la madre a la abuela. Vos tan orgulloso y tan premiado. ¡Qué! ¿No te dieron clase de español en el Leoncio Prado? (2007:2)
Estos enjuiciamientos se convierten en elementos suficientes para calificar a una persona:
En cambio yo creo que a Cuervo, a esas alturas del partido, a un siglo de que naciera la lingüística, no le importaba mucho la gramática. Ya desde hacía tiempo había aprendido que de nada sirve censurar. Lo que yo digo. ¿Conocí París? Conózcalo, si se le antoja, ahí se lo dejo enterito para usted, con “a” o sin ella, disfrútelo. El idioma está tan indefenso como los animales. Todos los atropellan con impunidad. Y esas dos causas perdidas son las que he tomado como mías, por el gusto de perder. El éxito es para los granujas. (2007: 6)
Los que “atropellan” el idioma son granujas, escuálidos bellacos que obtienen el éxito. De modo que surge un juicio de valor basado en la utilización que hace del idioma una persona. En este punto se encuentran los conceptos de Vallejo y de Cuervo:
“Cúmplenos aquí hacer una protesta y dar una explicación, aquélla para nuestros paisanos, ésta para los extranjeros. Sea la primera : jamás ha sido nuestro intento escribir un código inflexible, especie de Alcorán, con el cual hayan de juzgarse los escritos, discursos ó conversaciones de los bogotanos ; solo hemos deseado hacer un estudio comparativo para facilitar el cabal aprendizaje de la lengua de Cervantes, y fijar los límites entre el lenguaje clásico y literario y el familiar y vulgar, dejando al gusto y discreción de cada cual el decidir los casos en que una inoportuna aplicación puede traer consigo la nota de pedantería ó de vulgaridad; rechazamos, pues, cualquiera imputación que se nos haga de querer alzarnos á una odiosa dictadura, para lo cual no tenemos ni títulos ni disposición.” (Cuervo: 1837: V)
La elección de quienes critica Vallejo no es casual, pone en práctica lo que Rufino había considerado: Aplicar reglas del “buen habla” a una conversación entre unos campesinos de alguna región del interior de Colombia sería tan vulgar y pedante como quien se erige como cultor del lenguaje y no sabe sus reglas básicas[1].
Cuervo establece una actitud respecto a la lengua que se habla y establece una división tajante entre el “habla culta” y la “vulgar”. El uso de una y otra se contextualiza y alguien que hable de “buena manera” en un escenario rústico resulta ser tan vulgar, tan granuja, como los que aplastan al idioma con todo el éxito que Vallejo alude.
Fernando Vallejo expresó en una entrevista que hay un lenguaje hablado y otro literario (Ver el video de arriba) llevando un escalón más adelante la división que había realizado su lado Cuervo. A su vez, Rufino José Cuervo, afirma que:
En Bogotá, como en todas partes, hay personas que hablan bien y personas que hablan mal, y en Bogotá, como en todas partes, se necesitan y se escriben libros que, condenando los abusos, vinculen el lenguaje culto entre las clases elevadas, y mejoren el chabacano de aquellos que, por la atmósfera en que han vivido, no saben otro. (1837: V)
De modo que muchos libros toman un cariz pedagógico que no va encaminado a establecer normas morales sino del buen manejo de la lengua. Así se genera un aseguramiento de lo que Rufino José Cuervo denominó patria. El texto de Vallejo al intitularse El lejano país de Cuervo, asume que la empresa del gramático bogotano de mantener una patria se despedazó como los perros que mueren atropellados por las llantas de un autobús.
Respecto a estos juicios de valor, ejemplificados con los escritos de Vallejo y Cuervo, la lingüística se ha ocupado a partir del concepto de actitud lingüística, la cual es definida como:
[…] una postura crítica, valorativa, del hablante hacia fenómenos específicos de una lengua e, incluso, hacia dialectos y diasistemas completos. Fasold (1984: 176), por su parte, añade otros objetos de estudio posibles: a) qué piensan los hablantes sobre las lenguas (si son ricas, pobres, feas, etc.); b) qué piensan además sobre los hablantes de dichas lenguas y dialectos; y c) las actitudes hacia el futuro de una lengua. En suma, las actitudes pueden estar basadas en hechos reales, pero en la mayoría de los casos se originan a partir de creencias del todo inmotivadas. (Blas Arroyo: 3)
Vallejo juzga los fenómenos que se dan en el español y en las distintas lenguas como algo que los degenera: “Los idiomas cambian, se empeoran” (2007: 5). En el caso específico del español afirma:
“¡Ay, si hoy viviera Cuervo y oyera en lo que convirtieron esto! ¡Wow! “Wow” es la interjección de asombro que hoy está de moda. La tomaron del inglés. Suena como un perro ladrando. Hasta las interjecciones están anglizadas. Nos putiaron el idioma.” (9)
El uso de palabras que no provienen del centro donde surgió el español, es un “peligro” que Rufino José Cuervo advirtió:
de manera que el día en que se presumiese componer gramáticas y diccionarios exclusivamente americanos, se carecería para ello casi absolutamente del ejemplo de los más acreditados hablistas y, en general, del de las personas cultas. (1907: IV)
Siguiendo los objetos de estudio que propone Fasold, en los escritos de Cuervo y Vallejo, al establecerse una división entre el “buen hablar” y el “mal hablar”, hay un menosprecio con respecto a quienes no lo hacen de forma adecuada. Ahora bien, ¿Cuál es esa forma adecuada? La que proviene de Castilla, que es el eje en torno al cual gira la propuesta de Cuervo:
Pero ¿y cuál será la norma á que todos hayamos de sujetarnos? Ya que la razón no lo pidiera, la necesidad nos forzaría á tomar por dechado de nuestro hablar a la lengua que nos vino de Castilla, donde nació, y, llevando su nombre, creció y se ilustró con el cultivo de eminentísimos escritores, envidia de las naciones extrañas y encanto de todo el mundo ; tipo único reconocido entre los pueblos civilizados, á que debe atenerse quien desee ser entendido y estimado entre ellos de manera que el día en que se presumiese componer gramáticas y diccionarios exclusivamente americanos, se carecería para ello casi absolutamente del ejemplo de los más acreditados hablistas y, en general, del de las personas cultas. (1907: III-IV)
Vallejo, si bien no hace una alusión expresa al habla de Castilla, recoge lo propuesto por Cuervo al aplicar lo que hizo el gramático colombiano a escritores que no sean de Bogotá ni de Colombia, aplicando así la norma a la que debemos sujetarnos todos los hispanoparlantes americanos. De modo que estas posiciones se articulan a lo que piensan de los hablantes del idioma. La perspectiva es que si bien hay quienes saben hablar, son la minoría.
Con respecto al futuro la posición de Vallejo es clara cuando afirma que el español lo “putiaron”. La perspectiva de un futuro perdido es la que hace que Vallejo afirme que es una fortuna que Cuervo no esté vivo para advertir ver el estado actual del idioma.
La empresa de Cuervo consistía en preservar al idioma, partiendo de la división mencionada más arriba. La misma tenía un objetivo: “Civilizar” a aquél no hablara bien y así expandir a la patria:
Nada, en nuestro sentir, simboliza tan cumplidamente la patria como la lengua: en ésta se encarna cuanto hay de más dulce y caro para el individuo y la familia, desde la oración aprendida del labio materno y los cuentos referidos al amor de la lumbre hasta la desolación que traen la muerte de los padres y el apagamiento del hogar ; un cantarcillo popular evoca la imagen de alegres fiestas, y un himno guerrero, la de gloriosas victorias ; en una tierra extraña, aunque halláramos campos iguales á aquellos en que jugábamos de niños, y viéramos allí casas como aquellas donde se columpió nuestra cuna, nos dice el corazón que, si no oyéramos los acentos de la lengua nativa, deshecha toda ilusión, siempre nos reputaríamos extranjeros y suspiraríamos por las auras de la patria. (1907: I)
Mientras que el Estado es una invención que se limita a partir de las fronteras que erige, la patria se convierte en un elemento que lo trasciende. La condición hispanoparlante de muchos países de América, los une en una sola patria.
El Estado está circunscrito a su carácter de controlador de la llamada esfera pública del individuo, la patria se inserta a la vida privada, a las oraciones, a los cuentos y a los cánticos populares. Es por ello que el lenguaje es el símbolo de la patria, y por esa razón, al uniformizarse o establecerse cánones de habla del español, hay una unificación que la política estatal no puede realizar:
De modo pues que, dejando aparte a los que trabajan por conservar la unidad religiosa, aspiración más elevada a formar de todas las razas y lenguas un solo redil con un solo Pastor, nadie hace tanto por el hermanamiento de las naciones hispano-americanas, como los fomentadores de aquellos estudios que tienden á conservar la pureza de su idioma, destruyendo las barreras que las diferencias dialécticas oponen al comercio de las ideas. (Cuervo: 1907: II-III)
La división de razas, junto con la comprensión de que la patria es una entidad que se dirige a lo espiritual, fue el germen de los nacionalismos del siglo XX, los cuales comprendieron a la Nación como Cuervo entiende en a la Patria. En este orden de ideas, quienes no se apeguen a las normas, si bien pueden seguirlo haciendo, no se circunscriben ni forman parte de la gran patria hispanohablante.
La afirmación de Cuervo tiene efectos en la literatura, la cual también obedece a esos rasgos de Patria:
Pero ¡benéfica influencia la del lenguaje! La patria para el que no conoce más que su aldea ni ha oído hablar de comarcas situadas fuera del horizonte que alcanza a divisar, no representa más que una corta parentela, un reducido círculo de conocidos apegados al terruño. A medida que la cultura crece, los límites se ensanchan, el corazón se abre a nuevas aspiraciones; y cuando las letras y las ciencias han fecundado cumplidamente un espíritu, ya la patria no cabe en las demarcaciones caprichosas de la nacionalidad. Porque si los primeros afectos se despertaron á la voz maternal, la razón también, hermana gemela de la lengua nativa y compañera suya casi inseparable, vindica como propio cuanto le llega bajo los signos conocidos de su infancia; de suerte que por un sentimiento instintivo somos en cierto modo compatricios de cuantos hablan nuestra misma lengua, y la literatura vaciada en ella es el alimento en que más de grado se apacienta nuestro espíritu. Por eso mejor que dentro de ficticios linderos se agrupan las inteligencias en torno de nombres como los de Cervantes, de Shakespeare y de Goethe; y por eso, cuando varios pueblos gozan del beneficio de un idioma común, propender á la uniformidad de éste es avigorar sus simpatías y relaciones, hacerlos un suelo.”(1907: III)
El papel de la literatura consiste en generar lazos patrióticos. La alusión a Cervantes, Shakespeare y Goethe responde a la construcción que se ha hecho de estos autores como cultores de sus lenguas, la cual surge en los periodos de constitución de los estados en Europa:
[…] habría que hacer énfasis en el papel cumplido por las historias de las literaturas en la organización de las naciones europeas modernas, a partir de los aspectos resaltados por Ernest Renan en 1882. Según este teórico francés, en su libro Qu´est-ce qu´une nation?, tanto la “amnesia” como “los recuerdos comunes” son los factores esenciales en la creación de una nación. Desde esta perspectiva, tanto el olvido y el error histórico, como el pasado compartido por una colectividad, permiten la creación de una identidad, sin dejar de lado que el rasgo decisivo en la conformación de la nacionalidad es “el anonimato de sus miembros. (Laverde: 2009: 29-30)
Rufino José Cuervo busca establecer una cadena de recuerdos comunes que en español tiene el nombre de Miguel de Cervantes. A partir del conocimiento “cabal” de la lengua de este autor se forja una apertura en los horizontes de lo que es la patria.
Lo que Renan entiende como nación, Rufino José Cuervo lo comprende como patria. Para Vallejo su patria es su idioma: La patria no es una construcción de la política pública y el idioma le otorga su matiz espiritual:
La lucha del presidente Marroquín, de la Academia Colombiana de la Lengua, y la de sus compañeros Caro y Cuervo contra los ques y los gerundios galicados fue en vano. Por estar concentrado Marroquín en esta guerra y no desviarse en dos frentes dejó perder a Panamá. ¡Qué importa! ¡Que se queden los panameños con su zancudero! Tierra malsana aquí es lo que sobra. Lo que importa es el espíritu, el idioma. (Vallejo: 2007: 5)
La elaboración de un paralelo entre lo que fue la empresa lingüística de Rufino José Cuervo y la vida política colombiana tiene dos factores que la convocan: El primero es que muchos de los académicos de la lengua en Colombia fueron presidentes o tuvieron altos cargos en la burocracia del país a fines del siglo XIX y comienzos del XX; el segundo es que a lo largo del discurso de Vallejo, la mención de Colombia está relacionada con la del programa de patria que tenía Rufino José Cuervo, la pertinencia de estas imágenes de la vida política de Colombia y del propio Cuervo son parte de la nostalgia del lejano país de lingüista bogotano, la cual no es por lo que ocurría en su tiempo histórico sino por lo que Cuervo se planteaba como patria y que Vallejo, a comienzos del siglo XXI denomina país.
Fernando Vallejo, al mencionar el momento en que Cuervo escribió Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, se refiere a los colombianos como violentanos y pone al descubierto que su alusión es al país que Cuervo tenía en su proyecto lingüístico:
Y a los 28 [escribe], ahora solo, el primer libro de dialectología de la lengua castellana, las Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano. Pues bien, todo lo que en ese libro censuró Cuervo hoy lo siguen usando los violentanos, como si su máximo gramático, filólogo y lingüista no hubiera existido. “Hubieron fiestas y muchos muertos a cuchillo y bala. Por eso es que me quiero ir de aquí, de este país méndigo”. ¡Si hubiera para dónde, paisano! El desastre de aquí se contagió hasta allá y los polos se están derritiendo. ¡Ay, si sólo fueran los violentanos! (2007: 2)
El cambio de colombiano por violentano no sólo se basa en el hecho de la situación de combate que se vive en el territorio colombiano por más de un siglo, se amplía al campo del habla donde se ha combatido y omitido lo escrito por Cuervo. Y no sólo son los violentanos los que no han hecho caso a Cuervo, sino escritores o “luminarias” como denomina Vallejo a los autores que critica y que se mencionaron más arriba.
Los paralelos entre la patria y la lengua continúan a lo largo del discurso de Vallejo, hasta que desemboca en la siguiente afirmación:
La máxima locura que ha producido la raza hispánica, por sobre la de Don Quijote, es la tuya, tu diccionario, delirante, desmesurado, hermoso con la hermosura que tienen las grandes obras sin sentido ni razón. Pretendiste apresar en siete tomos todo el caudal de tu idioma. Imposible. El idioma es como un río que no agarra nadie. El río fluye y se va. El idioma es fugaz, deleznable, cambiante, pasajero, traicionero. Como Antioquia. (2007:10)
Antioquia es el lugar en el que nació y creció Fernando Vallejo. El idioma es como esa región, el idioma, en definitiva, es como el suelo. Y está en contra de Rufino José Cuervo y su obra: traicionó a la lengua que debió haber sido. Un rasgo importante en el aparte citado es el atinente a la raza; Vallejo construye una raza hispánica, esta noción trasciende los rasgos físicos para erigir otra que se base en algo “espiritual” como el idioma.
La diferencia entre los discursos de Cuervo y Vallejo estriba en que para el primero la lengua podía contenerse, corregirse y mantenerse como un animal domesticado; para Vallejo, a quien tanto le gustan los animales y, sobretodo, las mascotas, ese animal que es el idioma se tiró contra su amo y fue tan traicionero como cualquier “violentano”.
[1] El texto de Fernando Vallejo fue dado en el marco de un encuentro de intelectuales organizado por la revista El Malpensante de Colombia; esta publicación es una de las mejor posicionadas y comerciales en el ámbito de la industria cultural colombiana y quienes asistían a dicho evento eran cultores de la lectura, críticos, escritores y demás personas que son consideradas intelectuales.
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Bibliografía
Blas Arroyo, José Luis. “Las actitudes hacia la variación intradialectal en la sociolingüística hispánica”, Estudios Filológicos, N° 34 pp. 47-72, 1999 http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S007117131999003400005&script=sci_arttext
Cuervo, Rufino José. Apuntaciones Críticas sobre el lenguaje Bogotano. 1907, Bogotá. http://www.archive.org/stream/apuntacionescr00cueruoft#page/n743/mode/2up
Laverde. Alfredo. “(Im)pertinencia del concepto de tradición literaria para una historia de la literatura colombiana”, Papel periódico No 0, 2008 http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/lyl/article/viewPDFInterstitial/1900/4599
Vallejo, Fernando. El lejano país de Rufino José Cuervo. http://wwww.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=323&pag=1&size=n
Que defienda el buen uso del idioma, está bien. Pero que lo utilice para decir y no para llorar. Vallejo sólo busca que le escuchen sus quejas. Ya la escuché. Por favor, ahora escriba.