La droga comecerebros
En un comercial de 1983, patrocinado por el banco Cafetero de Colombia, un hombre se droga con una sustancia no identificable- quizá es una premonición de los fármacos del futuro, donde los chutes serán producidos por la liberación de alguna sustancia instalada en el interior del cuerpo- hasta quedar totalmente perdido. De acuerdo a lo que enuncia el narrador, hay una destrucción del cerebro del consumidor, la cual se relaciona con su apariencia física que, al final, semeja la de un pordiosero entregado al consumo de pasta base (crack o bazuco). Por lo tanto, los pordioseros son pobres, drogadictos, descerebrados y pierden su dignidad (al contrario de lo que se promulgó desde 1947, cuando se proclamó en cientos de normas que todo humano era digno por sí mismo); semejan a los muertos vivientes y, a diferencia de los segundos, estos no son producto de imaginerías llevadas al cine del «primer mundo» sino que caminan al lado tuyo y te piden monedas. En aquel entonces, el auge de la «lucha contra las drogas», ya había encumbrado a Colombia como sinónimo de emporio mundial de la cocaína y la guerra librada contra los «carteles» empezaba a tener sus primeros visos, inoculándonos a quienes eramos niños en ese entonces un virus más destructivo que cualquier fármaco: el miedo. Y se nos suele activar súbitamente, como al tipo del comercial lo va transformando la misteriosa droga, hasta conducirnos a estar bien peinados, vestidos con traje y corbata porque queremos asegurar la jubilación de la vejez:
El pirata que murió en San Valentín
Era 2004 y en Rímini, uno de los balnearios más apetecidos de Italia, el día de San Valentín, Marco Pantani, campeón de un Tour de Francia (1998) y un Giro de Italia (1998), apareció muerto en el cuarto de un hotel. Además de antidepresivos, abundaba la cocaína en el escenario de su muerte. Pocos meses antes, uno de sus buenos amigos en el pelotón internacional, también moría por un infarto, después de una vida donde hubo drogas («Chava» Jiménez). Los dos fueron, en ese ciclismo de fines de los noventa y comienzo de siglo hoy día tan condenado por los moralistas que quieren colocar a los deportistas el aura de ejemplos de determinados valores, las estrellas que se atrevían a atacar en lugares inverosímiles, dispuestos al riesgo de perder porque lo que les gustaba era andar en la bicicleta. En la mítica ascensión al Galibier, en 1998, envuelto en la bruma y la lluvia, Pantani se consagró como virtual dominador de la vuelta a Francia, venciendo a Ulrich, que, más frío, también formó parte de una tragedia en la que sólo pudo ganar un tour (1997) pues luego de la irrupción violenta del italiano llegó un Clint Eastwood llamado Lance Armstrong y lo condenó a ser segundo:
Psicofarmacología, drogas y política
Eduard Punset pronostica cómo serán manejables los efectos del alcohol en 2030: Ya no habrá mareos ni tambaleos, sólo existirá la sensación de placidez, los arranques megalomaníacos y la calentura. Esto ocurrirá gracias a un mejoramiento en el proceso de producción y la aplicación de nuevas técnicas. En la entrevista que a continuación les presentamos, Punset habla con David Nutt, un psicofarmacólogo británico que explica por qué el LSD no puede estar catalogado en el mismo grupo de la heroína, por citar un ejemplo, y pone en evidencia las variables políticas y morales que gobiernan las políticas antidrogas, de modo que estamos ante un fenómeno más emparentado a la ética que con la argumentación científica: