La droga comecerebros
En un comercial de 1983, patrocinado por el banco Cafetero de Colombia, un hombre se droga con una sustancia no identificable- quizá es una premonición de los fármacos del futuro, donde los chutes serán producidos por la liberación de alguna sustancia instalada en el interior del cuerpo- hasta quedar totalmente perdido. De acuerdo a lo que enuncia el narrador, hay una destrucción del cerebro del consumidor, la cual se relaciona con su apariencia física que, al final, semeja la de un pordiosero entregado al consumo de pasta base (crack o bazuco). Por lo tanto, los pordioseros son pobres, drogadictos, descerebrados y pierden su dignidad (al contrario de lo que se promulgó desde 1947, cuando se proclamó en cientos de normas que todo humano era digno por sí mismo); semejan a los muertos vivientes y, a diferencia de los segundos, estos no son producto de imaginerías llevadas al cine del «primer mundo» sino que caminan al lado tuyo y te piden monedas. En aquel entonces, el auge de la «lucha contra las drogas», ya había encumbrado a Colombia como sinónimo de emporio mundial de la cocaína y la guerra librada contra los «carteles» empezaba a tener sus primeros visos, inoculándonos a quienes eramos niños en ese entonces un virus más destructivo que cualquier fármaco: el miedo. Y se nos suele activar súbitamente, como al tipo del comercial lo va transformando la misteriosa droga, hasta conducirnos a estar bien peinados, vestidos con traje y corbata porque queremos asegurar la jubilación de la vejez: