CREATRIX, EL CUENTO.

CREATRIX EL EXPERIMENTO DE LA VERDAD SOBRE LA FICCIÓN.

 

imagen generada por IA (picsart)

 

Por Luis Cermeño

(2024).

 

Ramón Solórzano se puso el casco de fabricación micótica. Este adhería a la piel efectivamente. El cuerpo y el micoide creaban una simbiosis perfecta. Era su último invento, su gran aporte a la informática. Después de graduarse de derecho, se sentía completamente insatisfecho y fue cuando encontró en los hongos alucinógenos su refugio, su aliado y posteriormente, su modelo de negocios. Comprendió que había un nicho en su consumo, tanto recreativo como para investigación. El cultivo era relativamente fácil y contaba con la facilidad de un predio en el campo a las afueras de la ciudad.

El modelo del casco era ambicioso porque pretendía encontrar la piedra angular de la psicodelia: el control del vuelo. Había conocido a Gerardo en ese proceso. Gerardo era un muchacho que acampaba en un parqueadero en Villa de Leyva, y después de un largo proceso de meditación, se sentaba en flor de loto y consumía uno a uno los hongos, y se quedaba toda la noche en esa posición, con total control del viaje. De él aprendió las técnicas más evolucionadas para manejar el trance y se ideó la manera de programar una consola hecha a partir de setas, de modo tal que el jugador al ponérsela en forma de sombrero se identificaba tal cual como un hongo humano.

El micelio era la interfase del juego, la consola era el casco y el cerebro de la persona que se conectaba a través de la epidermis se volvía el controlador. Lo difícil era no perder el cerebro y manejar lo que llamaban «el pánico». Para ello se ingería una pastilla llamada  Mosca, ideal para mantener la cordura.

 Esta plataforma de juego, llamada inicialmente FIESTA,  en que la alta tecnología convergía con el reino fungi estaba en fase experimental, y Ramón por lo general se entretenía más en los recovecos legales de la implementación, debido a su formación en jurisprudencia. Los aspectos más elaborados de programación se los dejaba a un equipo de técnicos y en el terreno de la investigación sobre los hongos estaba asesorado por Gerardo, quien últimamente estaba  en un estado de sabiduría más «evolucionado» -según sus propias palabras-  .

Para la prueba inicial llamaron al famoso Barreno para probar su dispositivo.

— Lo que ustedes pretenden es drogarme con tecnología.— bromeó el Barreno.

— Queremos llegar al fondo de la verdad sobre la ficción. Queremos que pruebes FIESTA con el juego que hemos desarrollado: CREATRIX. En realidad, no es un mundo inventado; solo cogimos una fracción del universo psicodélico y la hemos arrancado para que nuestros jugadores puedan entrar en una aventura controlada en medio del caos— Contestó Geraldo, sabiamente.

— Evidentemente, mi chato, esperamos que esto no nos genere un problema de patentes— refunfuñó Ramón, tocándose la gran calva.

Barre… barre… barre… barre barre… Barreno se perdió un momento.. fue como si se hubiera borrado del laboratorio y lo hubieran abducido de la realidad.

— Atravesó la tela de la realidad que conocemos y entró al micelio — Dijo Gerardo, riendo.

— ¿Esto constituirá un crimen en nuestra jurisprudencia?— Preguntó Solórzano. Su calva se puso roja.

— Eso no importa. Ahí vemos que otra vez se está desvaneciendo. Mejor dicho, estamos observando que no lo observamos aunque permanece.

Barre barre barre barre barre. Bailaba. Era una danza entre dos estados: permanecer o desaparecer. Daba un paso y desaparecía. Otro paso y aparecía.

— Soy Barreno y estoy barriendo con la noción de la realidad. — Dijo Barreno, entre risas. Mientras se sujetaba cada vez más duro a ese casco que le daba forma de un hongo con extremidades.

— Ahora debes crear la realidad, con tus extremidades. — Dijo Gerardo, que era el único que comprendía lo que sucedía.

Empezó por construir el amor. Después siguió el cielo, la tierra, y la naturaleza.  La esperanza y la desesperación llegaron por él. La sangre sobre la nieve.

— ¿Qué es la CREATRIX? – Preguntó Barreno. Mientras aparecía y desaparecía, en el juego de la Génesis.

— La primera vez que se registró su uso fue por el poeta isabelino Richard Barnfield, para describir el amor que sentía Zeus por los abrazos de  Ganímedes.  — Dijo, con tono catedrático Gerardo. Pues hasta el momento pocos conocían que en su vida pasada había sido literati.

Así fue mi amor, así fue mi Ganímedes,

(El cielo es alegre, el mundo se maravilla, el trabajo más bello de la naturaleza,

En cuyo aspecto acechan la esperanza y la desesperación,)

Hecho de sangre pura en la nieve más blanca,

Y porque la dulce Venus sólo formó su rostro,

Y cada uno de sus miembros delicadamente enmarcados,

Y por último le LLAMÓ Ganímedes.

Sus miembros (SU CREATRIX)  su abrazo,

Pero en cuanto a su mente pura, moteada y virtuosa,

Porque brotó de la casta sangre de Dianaes

(Diosa de las Doncellas, directora de todo bien),

Es totalmente inclinado a la castidad.

Y así es: hasta donde puedo probar,

Quiere ser amado, pero no amar

Barreno se encogió y empezó a gritar atormentado:

— Suéltenme, no puedo. Me está consumiendo.

Un charco de sangre empezó a brotar debajo del casco, y lo que se vio fue un hongo herido del que brotaban ríos de carmesí.

En realidad, el control es una ilusión. Reflexionó Ramón mientras era conducido a la celda carcelaria.

Una vez instalado allí, se puso el casco de fabricación micótica y sintió cómo el juego del génesis, que alguna vez llamó Creatrix, se volvía a reproducir en sus sueños de jurisprudencia.

Gerardo, que lo acompañaba en la prisión, le dijo:

— la verdad sobre la ficción es que no la podemos controlar. La creatrix fue mi mejor ilusión.

Ambos parecían un par de hongos acostados en el frío suelo de la celda jugando con sus consolas FIESTA.

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