No es más que un hasta luego, Giorgio El Pirata.

 

La única vez que vi llorar a pirata fue al escuchar «Aud Lang Syne»,  mientras me contaba en la librería El Reino,   la historia más  fantástica que presenciaron los antiguos: los niños y mujeres de Lemuria,  tras escuchar de los sabios la noticia del fin de su civilización,  se postraron frente a una gigantesca roca, se tomaron de las manos y entonaron el himno:

 

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