La teología de Turing
Turing, en su ensayo Maquinaria, computadora e inteligencia, además de vislumbrar a las máquinas que piensan, hace una revisión de los argumentos que disienten de dicha posibilidad. La primera posición que toma es la de los teólogos, a quienes desdeña sin que ello implique que se haya abstenido de plantear una serie de argumentos que pueden ser la justificación, desde la propia teología cristiana, del pensamiento de las máquinas:
1. La objeción telológica. El pensamiento es una función del alma inmortal del hombre. Dios ha dado un alma inmortal a todos los hombres y mujeres, pero no a ningún animal ni máquina. Por lo tanto, ni los animales ni las máquinas pueden pensar (1).
Personalmente son ideas que rechazo totalmente, pero intentaré refutarlas en términos teológicos. La argumentación resultaría más convincente si se clasificara a los animales con el hombre, ya que existe mucha diferencia, para mí, entre lo genuinamente animado y lo inanimado que entre el hombre y los animales. El carácter arbitrario de la opinión ortodoxa se evidencia aún más si tenemos en cuenta la opinión de los creyentes de otras religiones. ¿Cómo ve el cristianismo el dogma musulmán según el cual la mujer no tiene alma? Pero dejemos esto y volvamos a la cuestión principal. Creo que el citado argumento implica una grave restricción de la omnipotencia del Todopoderoso. Se admite así que hay cosas de las que El es incapaz, como es hacer que uno sea igual a dos, pero ¿dudaremos de su libertad para insuflar alma a un elefante, si a bien lo tiene? Cabe esperar que únicamente ejerciese tal poder en conjunción con una mutación q2ue dotase al elefante de un cerebro mejorado que respondiera a las necesidades de esa alma. Podemos argüir exactamente lo mismo en el caso de las máquinas. Puede parecer distinto por ser más difícil de «tragar», pero esto únicamente significa que pensamos que es menos verosímil que El considere adecuadas las circunstancias para dotarlas de alma. Las circunstancias en cuestión se discuten en el resto de este trabajo. Al intentar construir este tipo de máquinas no estamos usurpando irreverentemente Su poder de crear almas, igual que no lo hacemos al procrear niños; en realidad, en ambos casos somos instrumentos de Su voluntad al procurar moradas para las almas que El crea.
Pero todo esto es mera especulación. No me impresionan mucho los argumentos teológicos, aunque se utilicen como apoyo. A lo largo de la historia se ha comprobado cuánto dejan que desear. En tiempos de Galileo se argumentaba que las Sagradas Escrituras decían: «Y el sol se detuvo… y no fue hacia el ocaso durante casi un día» (Josué X.13) y que: «El creó los fundamentos de la Tierra para que no se moviera» (Salmo V, %) como refutación convincente de la teoría copernicana. Con los conocimientos actuales estos argumentos resultan fútiles, pero en una época de escasos conocimientos científicos causaban muy distinta impresión.
(1) Posiblemente es una consideración herética. Santo Tomás de Aquino, en Summ,a Theologica, citado por Bertrand Russell, A History of Western Philosophy (Simon and Schuster, Nueva York, 1945), pág 458, dice que Dios no puede hacer un hombre sin alma. Pero esto no sería una limitación real de su poder, sino tan sólo consecuencia del hecho de que el alm a del hombre es inmortal y, por lo tanto, indestructible.
Tomado de Controversia sobre mentes y máquinas, ed Alan Ross Anderson. Traducido por Francisco Martín. P. 27-29