Mi dinosaurito marica

Por Enrique Pagella

jesusdinosaurio

Todo el mundo o casi todo el mundo o alguna parte del mundo conoce el microrrelato que ha hecho famoso a Augusto Monterroso, o, tal vez, mucho más justo resultaría escribir: alguna parte del mundo conoce el microrrelato por el cual se nos introduce a la microficción y al trabajo con la teoría del iceberg, donde la materialidad del relato es la punta del iceberg, y su cuerpo hundido, la parte más grande, aquéllo que no se ve, que equivaldría a la información escamoteada, apenas sugerida, por el escritor.

 Esa microficción publicada en 1959 se llama «El dinosaurio» y dice así:

 Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

 Este texto fue considerado el cuento más corto de la lengua española, hasta el 2005, pues la irrupción del relato «El emigrante» de Luis Felipe Lomelí, le ha quitado el record. El relatito dice así:

 – ¿Olvida usted algo?

– ¡Ojalá! 

 A mi modo de ver, el segundo ejemplo es tramposo porque sospecho que el más mínimo diálogo ya de por sí constituye una pequeña ficción. Un ejemplo al voleo:

 – ¿Qué te pasa?

– ¿A quién?

 Como podrán apreciar mi versión es más rica que la del colega mexicano, pero no justificaré mi apreciación – el lector me dará o no la razón – porque me importa más aclarar dos cosas: 1) El relato de Monterroso es mucho mejor que el de Lomelí, por varias cuestiones que tampoco señalaré – el lector sabrá también coincidir o no; 2) Mi amigo Andrés Felipe Escovar acaba de escribir, a mi modo de ver, una microficción superadora, tal vez la mejor que se haya escrito hasta ahora. Se llama «Mi dinosaurito marica» y la transcribo a continuación:

 El muy marica me dejó por una mujer.

Nótese el universo que se expande apenas uno intenta desentrañar los posibles sentidos del pequeño relato de Escovar y compáreselo de inmediato con la constelación connotativa que despliega «El dinosaurio» de Monterroso, cuentito al que le ha restado brillo y coherencia contextual, hay que subrayarlo, la irrupción de los filmes «Jurassic Park». Adviértase también con cuanto talento Escovar nos impone la duda en relación al género del enunciador, y no sólo el género sino también su orientación sexual, cosa que no nos importa en el texto de Monterroso, donde lo que nos acucia es saber cómo ha llegado el dinosaurio soñado a materializarse en la realidad, claro que siendo el soñador un hombre contemporáneo y no prehistórico, pues un prehistórico seguramente soñaba dinosaurios y al despertar los veía. Ni que hablar si quien soñaba era otro dinosaurio, ya que entonces, estaríamos ante un universo ficcional en el que la magia de la materialización no nos depararía más que un feroz combate o una cópula de dimensiones sísmicas.

Muy por el contrario, el texto de Felipe, no sólo instaura la duda acerca del narrador sino también, y a la vez, la duda sobre el personaje que se marcha, porque bien podría tratarse de una lesbiana que se cree macho o un travesti bisexual.

 Para finalizar, no obviaré comparar las alusiones políticas de ambos relatos. Es sabido que el relato de Monterroso hace referencia al PRI mexicano y su jurásica permanencia en el poder, alusión de neto corte local que no alcanza la universalidad connotativa que despliega «Mi dinosaurito marica». Porque creo que a muy poco de rumiar el relato de Felipe, uno ya advierte que el enunciador es el Poder, el «muy marica» es el Capitalismo y la mujer es la mujer actual que está tomando el protagonismo de la política, el espectáculo, la publicidad, la academia, el arte y el consumo, desplazando al hombre de manera inevitable.

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2 Responses to “Mi dinosaurito marica”

  1. Víctor López says :

    Demonio Mío, ¡sálvame!, me va a condenar el Dios de la Literatura.

    “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.”

    (Ni siquiera la puedo considerar una buena frase) ¡Sálvame!, frente a los inmortales del consenso universal arderé eternidades. Sálvame de las deidades de las letras, Demonio Mío, el Dios de la Literatura me condenará.

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