Un texto surrealista de Antonin Artaud

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Antonin Artaud rompió con el surrealismo porque no estuvo de acuerdo con el santo patrón del movimiento, el señor Andrés Breton;  el resquebrajamiento ocurrió en 1927, cuando Antonin escribió un texto en el que se declaraba más cercano a la revolución social a la que ya se habían alineado Éluard y Aragon. Su trabajo con el surrealismo fue muy activo y en 1925 fue el director de la «Central Surrealista». Les presentamos un texto escrito por Artaud cuando aún pertenecía a este movimiento que buscó cambiar el arte y la vida:

Texto surrealista

El mundo físico está aún allí. Es el parapeto del yo que mira, sobre el que un pez de color ocre rojizo ha quedado, un pez hecho de aire seco, de un coágulo de agua remansada.

Pero algo ha ocurrido de repente.

Ha nacido una arborescencia rompediza, con reflejos de frentes, raídos, y algo así como un ombligo perfecto, aunque vago y que tenía color de sangre aguada y por delante era una granada que también derramaba sangre aguada, que derramaba sangre cuyos hilillos colgaban; en esos hilillos, círculos de senos trazados en la sangre del cerebro.

Pero el aire asemejaba un vacío aspirante en el que ese busto de mujer venía envuelto en el temblor general, en la sacudida de ese mundo vítreo que giraba con resplandores de frentes y removía su vegetación de columnas, sus nidadas de huevos, sus nudos en espiras, sus montañas mentales, sus frontones asombrados. Y en los frontones de las columnas soles habían quedado prendidos al azar, soles erguidos sobre chorros de aire, como huevos, y a mi frente apartaba esas columnas, y el aire en copos, y los espejos de soles, y las espiras nacientes, hacia la línea preciosa de los senos y el hueco del ombligo y el vientre, que faltaba.

Mas todas las columnas pierden sus huevos y en la resquebrajadura de la línea de las columnas nacen huevos en ovarios, huevos en sexos invertidos.

La montaña está muerta, eternamente muerto está el aire. En esta rotura decisiva de un mundo, todos los ruidos quedan aprisionados en el hielo, el movimiento queda aprisionado en el hielo; y el esfuerzo de mi frente se ha helado.

Mas bajo el hielo un ruido espantoso atravesado por capullos de fuego rodea el silencio del vientre desnudo y sin hielo y asciende hasta los soles invertidos que se miran, las lunas negras, los fuegos terrestres, las trombas de leches.

La fría agitación de las columnas divide en dos mi espíritu, y toco mi sexo en mí, el sexo de lo bajo de mi alma que asciende en triángulo llameante.

Tomado de «Antología de poesía surrealista», traducido por Mauro Armiño P52-53. Ed Visor.

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