Cine, memoria y conciencia histórica: sólo cuando se tiene miedo al pasado no da gusto recordar…

Luis Carlos Muñoz Sarmiento*

La memoria es el único tribunal incorruptible.

MEMPO GIARDINELLI

Todo está cargado en la memoria,

arma de la vida y de la historia.

LEÓN GIECO

El que no esté seguro de su memoria debe abstenerse de mentir.

MICHEL DE MONTAIGNE

Con este ensayo, Cine, memoria y conciencia histórica, a propósito del Bicentenario, creo haber asegurado de antemano mi inmortalidad… No, no vayan a creer que se trata de una vanidad extrema o de un ego blindado: se trata de la mera humildad, como dicen los campesinos pretenciosos de Boyacá, Colombia. Pienso, sencillamente, estar asegurándola en los odres del rencor de algunos cineastas a los que se aludirá y en los de otros a los que no. Para ello se desarrollará un itinerario con tres etapas: la primera, dedicada a un juego (serio) con la memoria, esa cuarta dimensión de la que habló Borges, tan molesta para todos, en especial para el Poder, tan amigo de la muerte, la de la definitiva desmemoria: todo basado en la novela que Giardinelli llamó Santo oficio de la memoria (1), título que no tiene que ver con la religión (je-je). La segunda, a la que es hija natural, legítima, de la memoria, la conciencia… La tercera, a un balance sobre el cine de un país que muestra, grosso modo, una interpretación de la realidad basada en sus (precarias) imágenes: unas, con un sello definido; otras, con una firma prestada; y algunas más, con una deuda sin pagar: o impagable, como la deuda externa del país, más de 67 mil millones de dólores… y aun así se habla de cohesión social, confianza inversionista y seguriDAS democrática…

Memoria es la facultad de conservar las ideas anteriormente adquiridas. En psicología, el proceso de almacenamiento y recuperación de la información en el cerebro, básico en el aprendizaje y en el pensamiento. Los psicólogos distinguen cuatro tipos de recuerdo: reintegración, reproducción, reconocimiento y reaprendizaje. La reintegración supone la reconstrucción de sucesos o hechos sobre la base de estímulos parciales, que sirven como recordatorios. La reproducción es la recuperación activa y sin ayuda de algún elemento de la experiencia pasada (de un poema memorizado, por ej.). El reconocimiento se refiere a la capacidad de identificar estímulos previamente conocidos. El reaprendizaje muestra los efectos de la memoria: la materia conocida se memoriza más fácil una segunda vez. El olvido también ha sido estudiado por los psicólogos. Normalmente, se da primero el olvido rápido, al que sigue una pérdida de memoria más lenta. Sin embargo, aumentar la cantidad de información retenida puede lograrse practicando activamente la reproducción mediante revisiones periódicas del material aprendido, y sobreaprendiendo el material más allá del punto de mero dominio. Una técnica desarrollada para mejorar la memoria es la mnemotecnia, que supone usar asociaciones y otros trucos para recordar estímulos concretos. Se han dado cuatro explicaciones del olvido: las huellas mnémicas se van borrando a lo largo del tiempo como resultado de procesos orgánicos que tienen lugar en el sistema nervioso, supuesto sin constatación empírica; la memoria se va distorsionando progresivamente o modificando con el tiempo; el nuevo aprendizaje interfiere o reemplaza al antiguo, fenómeno que se conoce como inhibición retroactiva; por último, la represión de ciertas experiencias indeseables para el individuo causa el olvido de ellas y sus contextos (2). Esta y la segunda explicación, la del deterioro progresivo con el tiempo, son las que aquí interesan para relacionarlas con la política, la cultura y el cine en particular. Desde luego sin olvidar que el cine, por su impacto emocional y la rapidez con que es percibido, actúa como un cómplice natural de la mnemotecnia sin necesidad de recurrir a trucos para recordar estímulos concretos: estos acuden en tropel al espectador por su identificación con la historia narrada… No cuenta tanto la historia narrada por el propio filme, sino el grado de identificación que el espectador tenga con ella. Por eso muchos dicen me gustó o no me gustó algo que, claro, nada tiene que ver con la calidad intrínseca del filme en cuestión, ni con el análisis ni, mucho menos, con la crítica del mismo filme.

Conciencia es un término que denota varios factores esenciales en la experiencia moral. Así, el reconocimiento y aceptación de un principio de conducta obligada se denomina conciencia. En teología y ética, hace referencia al sentido inherente de lo bueno y lo malo en la elección moral, al igual que a la satisfacción que sigue a la acción considerada buena y a la insatisfacción y remordimiento que resulta de una conducta considerada mala: “Moral es lo que me hace sentir bien e inmoral lo que me hace sentir mal”, dice Hemingway y en ese dilema es que, por ejemplo, basa Kubrick su adaptación de Una naranja mecánica, según la novela de Burgess. En la ética antigua, la conciencia se consideraba una facultad mental autónoma que tenía jurisdicción moral, ya absoluta o ya reflejo de Dios en el alma. Una acepción más contemporánea y menos moral, en tanto remitida a la religión, y más bien entendida como sucedáneo de honestidad es la que da Gramsci, quien se identifica con la idea de “conocerse mejor a uno mismo a través de los demás, y a los demás a través de uno mismo”. Lo que, en otras palabras, significa hacer conciencia del Otro a través del respeto y al hacerlo se hace conciencia de la humanidad, y, por ende, conciencia histórica. Pero esa conciencia es impensable sin la memoria y esta sin la crítica, sin la intervención del juicio personal sobre alguien o algo. Se hace conciencia de algo cuando lo recordamos, cuando ese algo vuelve al corazón que es la acepción latina del verbo recordar: recordar es lo que hace Fellini en Amarcord, voz que en dialecto romano significa precisamente recuerdo. Cuando el sujeto recuerda, se hace sujeto activo de la historia y a través de la memoria es capaz de dominar el momento socio-político y económico por el reconocimiento que hace de la objetividad. De la realidad que está por fuera de él. Sólo así es posible un acercamiento a la sensibilidad según la cual la sociedad se entiende como el medio para asegurar a los individuos su independencia respecto a los avatares que dificultan la realización de sus proyectos. Así, en oposición al esquema liberal-moderno de la libertad frente al otro, apuesta por la alternativa de la libertad con el otro. Entonces, el objetivo esencial a perseguir sería “la posibilidad de realización íntegra de la personalidad humana, reconocida a todos los ciudadanos”, como lo expone Gramsci en uno de sus escritos tempranos. Una apuesta ética de este tipo descansa sobre el supuesto antropológico de que el individuo es capaz de vivir bien, en el doble sentido de vivir felizmente y de vivir honestamente. Sólo que, honestamente, el capitalismo sólo deja vivir a unos pocos felizmente: a los más, desgraciadamente o ni siquiera los deja vivir; apenas, sobrevivir. O los mata… O se mueren a la entrada de los hospitales. O en la selva…

Por eso, se puede pensar en Colombia cuando se habla de Argentina:

Este país es así: ¿no ves que aquí se mata a la gente? ¿Que cuando no son los milicos son los demócratas, y cuando no son los demócratas son los milicos; y todos la misma mierda?” Y a los que quieren venir a este país, aparte de los inversionistas, claro, que están asegurados de antemano por cada gobierno de turno y en un caso de dos turnos, se les puede responder: “Claro, para ir a velorios, para andar [del Palacio] al Congreso y del Congreso [al Palacio], siempre con medio país llorando por un muerto al que odia la otra mitad. Y después la mitad que no lloraba llora a otro y entonces empieza a gozar la mitad que lloró antes. Mira qué bonito: un país donde se afanan cadáveres, donde se prohíben entierros, donde se embalsaman los fiambres y luego se los tira al río, donde les cortan las manos a los muertos o una noche se los cambia de país, y ahora hasta nos enteramos de que los tiraban al mar desde los aviones de la marina” (183).

Aquí, por fortuna, hay pocos aviones y esa sí es una diferencia apreciable con Argentina…

CINE DE UN PAÍS LLAMADO COLOMBIA: NOTÍ-CULAS CON HUMOR… PARA EVITAR UNA TRAGEDIA

A continuación, un balance relativo pero no (tan) sesgado sobre el cine que se ha producido aquí durante (casi) dos décadas: la de 1990 a 2000 y la del 2000 al, en este caso, 2008. Nada enseña más que el ejemplo… dice el zorro que es más sabio.

La estrategia del caracol (1989-92), de Sergio Cabrera, es un filme inflado… una velada incitación a la pobreza. Un socarrón llamado a la obediencia y al mantenimiento del statu quo… Entre las pocas cosas que se salvan: algunas elipsis para darle continuidad a una historia, sin las cuales se hubiera convertido en un filme largo y tedioso; la actuación de la putica —que por (des)manes del director devino travesti— que encarna Florina Lemaitre, a quien lo que sí no se le cree es la expresión de prepago intelectual que lanza desde un balcón: “¡Cállense, degenerados!”; la protesta final: Ahí dejamos su hijueputa casa pintada… Ah y desde luego una de las escenas iniciales en la que aparece un señor de gafas lanzándole desde un segundo piso un petardo a la policía, para mí la más entrañable: ¡no sabía que Jaime, mi hermano mayor, fuera anarquista! ¡Hasta ahí! Lo demás es retórica y conformismo: el pueblo termina arrinconado y al borde del precipicio… sólo falta dar el próximo paso, como diría ese bastión de la democracia llamado Turb¡ay! ¡Ay!ala (sic), el del Estatuto de Seguridad… al que se le ha agregado hoy la vaga expresión democrática, para seguir con el engaño del que habló Camilo Torres y del que los jóvenes están enterados para no dejarse seguir engañando, como sí lo pretende sin querer La estrategia de [sic] CARACOL: al cabo fue esta empresa la que salvó el filme de Cabrera, lo mismo que el (funesto) presidente de la época, Gaviria, César. De otra manera, aquél no hubiera podido mandar a la gente al barranco de la miseria, del conformismo, de la aceptación tácita del statu quo arbitrario e irresponsable que en apariencia denuncia, pero del que en realidad es nada más que un simple bufón útil para que la fiesta (del sistema) continúe

Confesión a Laura (1991), de Jaime El Mono Osorio, una de las obras más sutiles, delicadas y sinceras de cuantas pueblan el reducido mapa de películas nacionales. Se trata del encierro involuntario de una pareja a raíz del 9 de abril de 1948, el llamado Bogotazo, en realidad Colombianazo, término escamoteado por los dirigentes y la prensa de la época. Suceso detrás del cual se pretendió esconder muchas cosas, entre ellas la verdadera razón de la muerte de Gaitán: una conspiración y no el acto (in)voluntario del pelele Juan Roa Sierra. A través del diálogo Laura (Vicky Hernández) y Santiago (Gustavo Londoño) le harán creer a su esposa que éste ha muerto, con lo que volverá a ser un verdadero hombre, y develan pormenores del suceso que saqueó la ilusión de un pueblo: la de tener, por fin, el dirigente que se merece, no el remedo que se impone desde adentro y se aprueba desde afuera… Una pista: la declaración de John Meckpless Spirito, quien vino a Bogotá por cuenta de la CIA con la orden expresa, según confesó al procurador de la época, Ricardo Jordán J., “de eliminar a Gaitán”, fue a la postre desestimada y luego parte de otros archivos desclasificados por el Depto. de Estado gringo. Confesión es mucho más que un filme intimista, honesto y directo al corazón de la hipocresía social de tan triste época: un golpe a las entrañas de la intolerancia política así como una denuncia sobre los cohonestadores del statu quo, aquellos que bajo el pretexto de investigar encubrieron los delitos y las atrocidades del régimen. Para comprender esto, baste citar que por temor a la censura, las escenas del Colombianazo se rodaron en La Habana; los actores debieron usar ruana bajo la canícula isleña; el negativo fue rayado a fin de que pareciera un filme de época… y para que no pudiera ser neutralizado. Los premios dados a la obra de Osorio (1947-2006) en diversos festivales son una prueba del talante y del talento de este genio poco frecuente como persona, director, productor y urdidor de sueños.

La gente de la Universal (1998), filme político que detrás de su apariencia de comedia negra, de thriller, de policiaco, esconde una sátira profunda a la corrupción que campea en el ámbito social y político del país… Hernández y Fernández son mucho más que una gratuita evocación del cómic del belga-francés Hergé… Son en realidad dos personajes que, desde distintas orillas, hurgan en los intersticios de una sociedad podrida, disfrazada de pátina, en la que ellos mismos tienen alta cuota de participación. Y por supuesto que, pese a esto, la gente tiene por qué reírse: no hay cosa que provoque más risa que la propia desgracia, cuando se es cómplice de ella o impotente para resolverla. Además, nada más revolucionario que reírse de sí mismo. Lo que significa que no tendría sentido ponerse a llorar en medio de esa música festiva, atmósfera carnestoléndica, alegre manejo del color, de esa juguetona cámara (con dos cómplices: el camarógrafo bogotano Carlos Sánchez y el fotógrafo español Gonzalo Fernández) que se desplaza con tanta fluidez por unos escenarios desnudos, sin distractores de lo esencial. Cuando las aguas fluyen, hay que dejarlas correr… Fluidez y estrés, aunque rimen, no tienen nada que ver… Aquí, como en La primera noche, el mérito es de los guionistas: Guillermo Calle, Manuel Arias, Felipe Aljure. El filme responde a las necesidades expresivas del guión, a medio camino entre la tragedia cotidiana y la comedia negra de situaciones… La Gente es una de las películas más ácidas, dolorosas y no obstante divertidas de cuantas se hayan hecho aquí. Su dosis de humor negro, sus movimientos de cámara, hacen de ella una película para recordar… para tener en cuenta hacia el futuro. Una prueba del humor del que se habló: en El Colombian Dream, Aljure dispara el arma de la ironía contra sí: uno de los filmes incluidos dentro del culo cine colombiano, aparte de Reputado es La gente de la Universal, agencia de sabuesos para la que no hay secreto que permanezca oculto y que reúne muchas pruebas pero ninguna evidencia, como quien lanza un guiño perverso a nuestra justicia.

La sombra del caminante (2002), de Ciro Guerra. En sentido positivo, una película camusiana en cuanto que la soledad reúne a los que la sociedad separa. En sentido negativo, ¿cómo aprender a convivir con el verdugo, a soportarlo, a padecerlo? Así, se llama la atención sobre la supuesta moraleja del filme, según la cual hay que perdonar al verdugo… convivir con él. No. No es posible, como no lo es que las víctimas de los paracos olviden a sus verdugos… Ni perdón ni olvido sin verdad. No hay razón válida para que el hombre tenga que aceptar los horrores que otros cometan con él o con sus seres queridos: no hay que aceptar lo que ha sido la historia de la humanidad, una cadena de horrores. En otras palabras, hay que aceptar lo que fluye con la vida, pero no lo que atenta contra ella. Por eso, es inadmisible el perdón para el verdugo, sea paraco o guerrillero o agente del Estado y también por eso debe evitarse asistir a cualquier tipo de marchas en el que supuestamente se pretende obtener perdón y olvido y no justicia, verdad y reparación…

La primera noche (2003), de Luis Alberto Restrepo. El mérito de esta obra, quizás haya que atribuírselo, en buena parte (cosa que poco se hace) a los guionistas, en este caso Alberto Quiroga y Luis Alberto Restrepo por su visión política correcta (no oficial, claro) del problema central asumido en el filme: la permisividad del ejército y la policía en las acciones (eufemismo por masacres) paramilitares, causa primordial de la guerra que ha asolado al país. Guerra cuyo único saldo negativo, para el gobierno, parece ser el de los secuestrados (siempre con una Ingrid de por medio, para asegurar el rating no tanto de sintonía como de popularidad), nunca el de los muertos ni, menos, el de los desplazados: según estadísticas de ACNUR que, obvio, el Gobierno Uribe siempre negó, para 2008, en Colombia la cifra llegó a los cuatro millones: la segunda en el mundo detrás de la república africana de Sudán. Por eso, otro de los méritos mayores, aparte del guión, de La primera noche es el de haber visibilizado el problema de los desplazados, lacra social por la que un ser humano termina siendo un habitante sin habitación, un poblador sin pueblo, un terrícola sin tierra. Lacra a la que, no obstante, es inmune la solidaridad. Como se puede constatar en el filme de Restrepo cuando aquella pareja con problemas llega a Bogotá y no encuentra más ayuda que el oportunismo de un indigente con similares carencias a las de aquellos que pretende socorrer, verbo que aquí proviene de socorro, ¡auxilio…!

El Rey (2004), de Antonio Dorado, con guión suyo. Uno de los pocos filmes de tesis rodados en el país: mostrar que el narcotráfico es una maquinaria muy bien aceitada por la potencia que dice combatirlo, Estados Unidos. Que el narcotráfico responde a muy oscuros y altos intereses de gobiernos que simulan un combate contra él, pero a los que en realidad sólo les interesa neutralizar las astronómicas sumas de dinero que se manejan por dicha actividad ilícita: lo que, de hecho, dice Perogrullo, los convierte en ilícitos gobiernos que pretenden pasar por lícitos, para que los pueblos crean que siguen estando y viviendo en democracia… esa entelequia que ya no trasnocha sino a sus managers: porque sí, la democracia es, ahora, apenas una más de las actividades empresariales, de avariciosos empresarios que quieren pasar por filántropos y los que a través de sus actividades mafiosas hacen democracia, de lo cual la Colombia de hoy, la de siempre, es un ejemplo irrefutable. Y si no que lo digan Uribe y Santos, en coro, pese a tantas diferencias que han surgido últimamente entre los dos, con la señal inequívoca de cuál se libra de la acción de la CPI, por tanto adefesio: DMG, chuzaDAS, crímenes de Estado, mal llamados falsos positivos… son positivos por ciertos, no por falsos. Pero también por la entrada de paracos en la Casa de Nari, la de los paracos al Congreso, la de su salida del país… a la 1:30 de la madrugada. Cuando todo el mundo está durmiendo, incluyendo a los miembros de la Corte, quienes, sin excusa, debieron ser consultados para autorizar dicha extradición.

El Colombian Dream (2005), de Felipe Aljure, es un directo al duodeno de la hipócrita sociedad, de la hipocresía criolla y en particular girardoteña, aquella en cuyas familias, no siempre de baja ralea, se gestó el narcotráfico, al comienzo como juego temerario, luego como necesidad y finalmente como inevitable recurso económico a la avaricia, al arribismo y al muy (in)humano deseo de acaparar, de tumbar al otro, de eliminar a unos más e incluso a todo el que se opusiera a tan peligrosa aventura expansionista. Sin duda muchas mamás, sobre todo las alcahuetas, han de molestarse con esta comedia negra, a medio camino entre el thriller policiaco y la crítica social; sin embargo, para su tranquilidad, pueden ver que la historia narrada por aquél aborto, muerto 14 años atrás, sólo al final permite ver el rostro de su madre, para decirle: “¡Qué linda eres!” Sólo le faltó agregar: “Por tu permisividad”, que es la de todas las mamás… que se ven frente a semejante tentación: la de hacerse ricas fácil, seguro y sin miedo. Porque no hay nada como el valor de una madre, mucho más en situación de peligro. Como el que enfrenta ese triángulo amoroso conformado por Enrique, Rosita y Pepe, quienes empiezan jugando con unas pepitas de color amarillo, azul y rojo, no en su orden, para luego entrar a formar parte del ejército delincuencial del éxtasis, y terminar comprobando, aunque se diga lo contrario, que el crimen sí paga, así no se disfrute mucho ni por largo tiempo de sus casi siempre fatídicas consecuencias. Pero no hay droga sin sexo, así que aparece el Rey del Erotismo, el papá de los gemelos, un saltimbanqui pepero al que le va muy mal con los campesinos y termina recluido en el hospital, después de recibir varios tiros en el duodeno… Tampoco es posible la dupla droga-sexo sin contar con la música, para poder hablar de otro triángulo inevitable, amenizado para la ocasión con el sonido de Coffee Makers, De Lux Club, Camilo Montilla, Carlos Posada y Gonzalo de Sagarmínaga, los que logran una banda sonora rica, versátil, equilibrada. Y adecuada a los intereses de un filme seriamente juguetón, crítico y satírico. Mientras, el otro triángulo mafioso, un triángulo al revés pues la mujer traiciona con el esposo al amante, muestra sin moralismos las zancadillas familiares, las trampas oficiales, las marrullas políticas, de una sociedad que sin darse cuenta fue entrando en las redes y en los abismos del dinero mal habido pero bien tolerado, en especial por las instancias más altas del poder llámese policivo, social, político o eclesial. De no ser por el humor, este drama social disfrazado con la ropita de la comedia negra hubiera terminado por ser regurgitado, en particular por aquellas madres a las que al comienzo les pareció pecar pero que al rezar se dieron cuenta de que el juego estaba empatado: ya no más conciencia culpa remordimiento… La vida es muy corta para entrar en el reproche, parecen pensar ellas. Pero, eso sí, por fortuna el arte es largo o algo así… diría León de Greiff. Es el humor el que en El Colombian salva al espectador de una… Por eso el título: Noti-culas [sic] con humor…El arte es largo y eso lo sabe Aljure: pasaron diez años desde La gente para que el público pudiera ver plasmado el sueño colombiano, uno que no tiene final feliz: “Voy a regalarle mi país a un extranjero/ para que termine de arreglar/ este mierdero…”

Soñar no cuesta nada (2006), de Rodrigo Triana. Otra vez con Jörg Hiller de guionista, el chistosito que se cree muy conocedor tanto de la realidad colombiana como del lenguaje coloquial, con su humor chabacano y sus bromas pesadas… al estilo de las de Como el gato y el ratón, película en la que él y Triana creen haber revelado todas las verdades sobre Ciudad Bolívar cuando ni siquiera tuvieron el más mínimo respeto por sus pobladores, a los que desdibujaron, estigmatizaron, traicionaron… con lo que apenas ganaron el derecho a no volver al lugar. Ahora, pretenden ironizar sobre la situación de aquellos soldados que se encontraron una guaca allende la selva y tuvieron que gastarse el dinero, antes de ser pillados, en lo profundo del anonimato semi-urbano: otro de los trillados episodios de TV por cine. Culebrón que a la postre muestra a un solo ganador, el vivo, obvio, que pasa por tonto… como se sabe, la mejor manera de ser listo. Flojo filme que termina con muchos damnificados: el más evidente, un transformista en millonario… ¿Que soñar no cuesta nada? Esa pregunta la pueden responder guionista y director, a quienes sólo resta decirles: ojalá algún día hagan cine, no comedietas revueltas entre tanta cinta tonta… Soñar no cuesta: sólo para quien tiene talento, no para quien cree tenerlo. Para lo único que sirvió fue para darle la idea al régimen y a su ministro de guerra de poner en práctica una estrategia de propaganda apenas parecida a la de los nazis… plasmada en el más espectacular de los rescates que muy pronto el cine verá —lo que sigue fue escrito en 2008: Operación Jaque (2010) tal vez dirigida por Simon Brand… ojalá no por Felipe Aljure pues echaría por tierra lo que ya hizo con ese directo al duodeno. ¿O sería que el régimen y su ministro fueron los que le ayudaron al soldado Triana a producir su filme a través del Departamento de Cine de la institución castrense, tal vez pensando en que el dinero no hay que hacerlo, sólo encontrarlo pues ya está hecho? En la selva, por ejemplo. Amaneció y ya vimos…

Perro come perro (2008), de Carlos Moreno. Interesante filme negro desde el punto de vista de la dramaturgia y la narración. Complicado desde el argumento: una crónica muy simple del bajo mundo caleño, con el soporte periodístico de El caleño y la complicidad, obvia, de los… Salpicado de corrupción general, pintoresquismo urbano, magia negra y música pegajosa. Hubiera podido explotar más la figura de la bruja de magia negra… Tal vez, así, hubiera sido más clara para quien no es de Cali, ¿oís? Lamentable, sí, la muerte de Blas Jaramillo, actor que representó al traqueto mayor, El Orejón: de haber seguido vivo, hoy se le podría recordar lo que ya Pacino dijera (en inglés, claro): “Recordá, vé, que actuar es, precisamente, no actuar”. ¿Me copiás, Moreno? Vos volvés a hacer eso y verás que “por otro hueso de esos, te matan” los espectadores más tranquilos que una lechuga, más frescos que Henry Fiol, el autor de la letra de la que sacaste el título… Yo nací en Nueva York, en el condado de Manhattan, donde perro come perro y por un peso te matan… ¿escuchás?

Volviendo al argumento, simple por demás, pues se trata de un mafioso empresario (suerte de pleonasmo…) fan de la brujería, que decide vengar la muerte de su ahijado, desde luego sin olvidar el móvil de casi todo filme negro, para el caso un thriller tropical según su director, a medio camino entre el ya citado género negro, el de gángsters y la canícula caleña, que consiste en recuperar una gruesa suma de dinero perdido… Interesantes sí, se decía, las actuaciones de Marlon Moreno, como Víctor Peñaranda, en su mutismo, en su rol reconcentrado y contenido, y de Óscar Borda, como Eusebio Benítez, en su papel de poseído por el hechizo y por la culpa que le genera uno de los muertos que carga, ambos con muy pocos momentos de sobreactuación. Los que jamás podrían opacar al ritmo basado en el montaje y en la música incidental (Superlitio, Mojarra Eléctrica y Malalma), esta en buena parte integrada a la dramaturgia del relato fílmico; a los tiempos muertos mediante los cuales la obra adquiere intensidad y tensión; a la morosidad en la resolución de algunas situaciones que actúa en beneficio de la atmósfera de este filme con final abierto… y que está basado en el relato largo o novela corta Los malditos, de Alonso Torres. Finalmente, algo que no podría obviarse es el uso de la voz en off de ese personaje-sorpresa, especie de Zampanó criollo, monstruo de circo, que da la puntada final al aparecer de forma inesperada en el hotel, para soltarle un varillazo, y luego otros cuantos más, en la cabeza a Víctor para que sepa, por un lado, que sus llamadas no eran en vano y, por otro, que cuando hay un cine de buena factura, no se pueden dejar cabos, o varillas, sueltos… Para Carlos Moreno, director de Perro come perro, su filme muestra: “Una ciudad desahuciada [Cali], una región en disputa que en este momento es el cruce de caminos de la guerra que sufre este país”. Guerra que, eso sí, el Mesías siempre desconoció. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo el pueblo va a soportar que cada vez que suba un presidente el país se siga vendiendo, como ya lo previó Camilo Torres, o siga siendo hipotecado al FMI (o FUI) y al BM, con su obvia secuela de violencia y de hambre? Como dice Germán Pinzón, en su última novela publicada (otra, sobre la violencia, se quedó entre el tintero virtual), ¿No se acaba el mundo? (3): “Alguien tiene que salir aquí y ahora a redimir este país de la violencia y de la mendicidad. —Por ejemplo, como Germán Castro Caycedo lo hizo ver […]: eso de que cada nuevo Presidente arranque por el mundo a pedir limosna a nombre de nosotros, y a entrar en negocios con el Fondo Usurario Internacional dejando como deudor a cada hijo nuestro que vaya naciendo” (2006: 160-61).

Quizás porque la memoria es el único tribunal en Colombia no hay cine: porque de haberlo habría memoria y sobre todo no habría de tenerle miedo a ese único tribunal incorruptible: “Pero ellos sólo saben mentir, y engañar, […] y gritar. Y aunque se creen libres, no son. No más que yo. Aunque viva aquí, encerrado. Aunque me quiten los papeles. Porque hay algo que es sólo mío y nunca podrán quitarme: la memoria” (2000: 161). Así, no se escribe para matar el tiempo, sino para revivirlo, haciéndolo memoria, porque recuérdese, olvidar es matar. Y esta tierra, “una de las más ricas del planeta, con el 10% de toda la biodiversidad”, eso sí, con dos testigos mudos y burlones: la ineficiencia y la corrupción. Por eso, si te obligan al olvido, devuélveles la memoria: no van a saber qué hacer…

Porque yo me acuerdo que todavía en los años 50 y 60 no había semana en que no se vieran películas de guerra en que los nazis y los japoneses eran los malos. Pero ahora eso cambió: como ahora son aliados de Japón y Alemania, los yanquis ya no hacen más películas con esos temas. Incluso, hasta donde yo me enteré los gringos perdieron la guerra de Vietnam, ¿no? Y sin embargo ahora usted ve en el cine que parece la ganaron. Yo algo he leído y eso se llama manipulación” (332). Quería contarles mi película, sólo eso. “¿No es hermoso el juego de contar historias, películas? ¿No es patético el amor al cine sabiendo que jamás podremos filmar nada y que todas las películas que soñamos se irán muriendo con nosotros, en la medida en que nos marchitamos inevitablemente? ¿No es espantoso pensar en todos los sueños perdidos de la humanidad; en la infinita ternura inútil; en las buenas intenciones; en los actos de arrojo; o en los millones de sinceridades que no se registraron en los libros de actas de la historia, los mismos libros miserables donde quedaron todos los falsarios, los desleales, los habitantes de cada círculo del infierno? Los sueños y las películas que se pierden, que no se filman, son una crueldad. Pero no menos crueles son los testimonios de la memoria, que no duran nada, como los tulipanes, viste cómo se deshojan los tulipanes” (433).

Antes de concluir, una crítica a la historia oficial, la que tanto afecta a la (falta de) conciencia histórica de los colombianos:

Desconfiar siempre. Porque cuando la historia se oficializa, se petrifica; y cuando se petrifica empieza la mentira. De lo cual se desprende que la verdadera historia es la que está viva, la que no se detiene, la que está activa, es decir, la memoria. Ser un intelectual independiente absoluto significa estar siempre a la derecha de la izquierda, y a la izquierda de la derecha, pero sin que ello implique estar en el centro. Ojo: ésa es la clave. Y manejarse con algunos principios éticos: no se miente ni aunque convenga y convenga a quien conviniere, que es el problema de la oficialización de la memoria colectiva; no se es deshonesto y se lucha contra la corrupción; se descree de la historia pero respetándola y revisándola” (369).

Si se quiere que haya memoria y conciencia, dentro del cine hecho en Colombia, que no colombiano puesto que no hay, debe empezarse por no hacer concesiones a nadie ni a nada:

Una concesión es hecha no sólo al público, sino a uno mismo, a su propio narcisismo. Por eso hay que ser más riguroso en la obra de arte. […] El rigor es el camino hacia la obra, y es también la mejor línea ética del artista. Un artista riguroso no sólo es un artista; es también un ser incorruptible. Es implacable en la crítica porque está observando en la obra ajena lo que no quiere que suceda en la propia. Todo esto pensaba [yo], y lo recordé cuando vi El exilio de Gardel, donde se ve un país que es Corrientes y Esmeralda pero el interior no existe; y se le ven sus concesiones. Es una visión audaz y bella visualmente, pero es reiterativa en el discurso y en la bajada de línea. Usted sabe que en el arte las ideas más eficaces política y socialmente son aquellas que de ninguna manera se propusieron eficacia alguna. Cuando el objetivo es lograr un impacto político o social, empieza la muerte del arte”. […] “No hay obra moral de autores inmorales […]. No hay estética realmente valiosa que provenga de autores carentes de moralidad y rigor creativo. No hay belleza en la mierda, por más que se invoquen argumentos dizque nacionales y populares. Lo que hay es un kitsch involuntario, que es el peor kitsch. […] La supuesta cultura kitsch, o pop, no es tal; es consumismo y abaratamiento. La cultura popular debe tener un alto sentido estético para que su ética sea valiosa. Esta es, ya lo sé, una postura perdedora, démodé, incapaz de recoger aplausos, dinero ni reconocimiento, pero es la que el artista, [analista o crítico], debe conservar” (457). El artista más completo es aquél cuya obra fue o es su vida. ¿O no es eso ser un artista? “Porque el arte no es sólo imaginación […] Mire qué tema para meditar: la fugacidad del arte. Mishima dice que la música es lo que más se parece a la vida, porque, fugaz, nunca se repite, no tiene prolongación sino de otro modo. Siempre lo que se escucha será diferente de la primera audición. La vida también. El tiempo: tema en Borges, en Paz, en Eliot. […] Pero el arte es más que tiempo: es hacer del tiempo la vida de uno, construirla imaginando cada día, cada minuto, algo sublime: una creación estética perenne, ¿no?” (458).

Esto no le interesa al Poder, que la gente se pregunte sobre el destino del mundo pues sólo aquel cree tener la respuesta: claro, porque cada persona que cuestiona su propio infierno cuestiona a los demás y antes al Poder… Por eso es legítimo que quien se interrogue invente sus propias respuestas, coyunturales o lo que sea, sin la pretensión de que sean universales o transferibles, pero útiles para sí, su momento y quienes las puedan tolerar. Por eso, también, el artista es un testigo de su tiempo. Y en no pocos casos un mártir, en griego, testigo… o víctima. Una víctima de la pasión, propia, del sacrificio hecho en nombre del amor que es en lo que consiste la libertad, de la emoción que no pide nada a cambio sino que, por contraste, se vuelca generosa sobre el Otro, a fin de ser compartida, como se deben compartir un pensamiento triste que se baila y un sentimiento oscuro que se muestra…

Se equivocaba Quiroga cuando decía que no hay que escribir bajo el imperio de la emoción. ¿Cómo que no? ¿Qué imperio es más poderoso que ése? ¿A qué imperio puede uno someterse, si no al de las emociones? ¿Usted no vio la película de Subiela? Ese hijo de puta a mí me puso sal en las heridas. Ese hombre que mira al sudeste está más allá de la disquisición cordura-locura, más allá de los obvios homenajes a Cortázar, a Dante, a Borges, a Beethoven.¿Cómo que no dejarse dominar por el imperio de la emoción?, si justamente la emoción es la clave. Y el nombre: Rantés. ¿No es [Entras] el anagrama de Rantés? Entrar, penetrar, trascender, cruzar los límites y deambular en otros círculos, otra dimensión. [¿La cuarta, la de la memoria?]. El infierno tan temido es el cielo posible”. “Rantés es Ternas como las que nos fuerzan a elegir; y Rantés elige entre un planeta y el otro, entre una lógica y la otra, y todo, ¡claro! es el tema del doble, que a la vez es la resistencia a doblegarse, y es la fascinación por la aventura de elegir y es el pánico por lo elegido, y es fundamentalmente no saber. Subiela no tiene razón ni quiere tenerla. Su película no es de tesis ni de intención social, no es de denuncia. ¿Entonces qué arte es? Vieja discusión, sobre todo en literatura: Cortázar pretendió demostrar que se puede hacer política sin traicionar al arte”. “Cortázar descubrió el Chile de Allende, y descubrió Cuba, y Nicaragua, y descubrió la izquierda latinoamericana pero jamás pudo redescubrir la Argentina, su propio origen literario. ¿No le parece, por lo menos, curioso? Ah, y yo qué sé adónde lleva esto, lo único que sé es que no hay escritor serio si no se ha experimentado. No se puede separar la vida del trabajo, ¿no? Pero el arte es diferente: descree de las eficacias sociales y políticas, sobrevuela los intereses de sectores, y en este sentido la película de Subiela tampoco es piadosa, ni es genial; es simplemente una película sensible, y eso es todo. Y nada menos. Si el tango es un [pensamiento] triste que se baila, el cine es un sentimiento oscuro que se muestra” (460-61).

Para concluir, ¿puede haber historia en un país que no tiene memoria? ¿Puede haber memoria en un país sin historia que, además, celebró el Bicentenario de algo que no se sabe qué fue: un grito de independencia a favor de la España tomada por Napoleón y no de los criollos; ni cómo se originó ni cuál el verdadero motivo?: se habla del florero de Llorente y éste pese a ser gilipollas no era un mal tipo, y en realidad se trató de un charol, que no prestó por estar maltratado… como todo aquí, máxime si prestado, y que luego se guardó, y sigue guardado, como todos los guardados históricos que hay entre nos y que están resguardados por los gringos: para que nadie más se entere ni los coja, digo… Un país sin cine, es un país sin memoria. Un país sin memoria, uno sin historia. Y un país sin historia tiene que esperar a que otros se la hagan… Saben más los extranjeros, entiéndase gringos, sobre Colombia, que cualquier nativo. ¡Ah! y los españoles: que no se han ido, que han vuelto… ¡a por su botín! Como buenos corsarios que son y que, sin embargo, les siguen echando la culpa a los ingleses, porque fueron los primeros. ¡Me cago en la leche, en la hostia, en…! Y no olvidéis, cuando tengáis un lío, acudir a la gentuza de la Universal: que por 40 mil pesos, bueno, por 60, te libran del peor de los hijos de perra… pero, eso sí, no te garantizan nada con el del Ubérrimo, que es más escurridizo que un pez. Pez que, junto con el agua, se le sigue pretendiendo quitar sin éxito al guerrillero. Y la guerra sigue, con el préstamocinio de… y ya no por 600 mil millones de dólores, porque para 2011 el país recibió 420 mil, por Plan Colombia (4). Que nunca fue un plan contra el narcotráfico, como se dijo, por demás infructuoso, sino contra guerrilla, campesinos, indios, negros, todos en el centro de un conflicto con el que nada tienen que ver: del que el cine sólo se ha ocupado, seria pero parcialmente en La primera noche, Los actores del conflicto, Yo soy otro.

Lo que [Baudelaire] llamaba genio, y yo simplemente arte, es lo que hace que un hombre represente la comedia al borde mismo de su propia tumba con una alegría tal que le impide verla, como le sucedió a Fanciullo, el comediante que ofendió al príncipe y fue condenado a morir pero antes representó sus últimas bufonadas de modo admirable porque de esa manera eludía a la muerte, porque el arte le importaba más que la vida misma. Acaso porque comprendía —como comprendió Subiela y por eso se emborrachó de cine y se propuso conmocionarnos, descontrolarnos— que después de la muerte nada, que no hay arte en la muerte, que es como un dormir sin soñar, o mejor, como un dormir sin memoria. La muerte, […] es lo único que carece de memoria” (462-63).

La muerte es la desmemoria absoluta, la inconciencia de la conciencia, la inutilidad de la conciencia histórica. Y no se puede negar porque aquí, como en Argentina, se mata a la gente. Y después de la muerte no sigue nada, como lo saben los políticos y aun así lo niega la Iglesia. Básicamente, por ellos dos es que Colombia no sólo es pasión y la tierra del olvido, sino la misma sangre que brota de la pasión sin control y el olvido en sí y el atraso y la corrupción. La desmemoria y la inconciencia. Recuérdese que sólo cuando alguien tiene miedo del pasado es que no le gusta recordar. Por lo mismo hay que hacer memoria, conciencia, y luego cine. ¿Respecto al cine, qué más se puede decir? Ah, una cosita: no os molestéis conmigo, que sólo he venido a ofreceros un punto de vista, el cual espero no os afecte en lo más mínimo. Y además no me creáis, investigad, leed, y no dejéis joderte ni con gilipolleces, la hostia, ni con gringadas, ¿OK? Pardiez, thank you, so much. Gracias (5).

NOTAS:

(1) GIARDINELLI, Mempo (2000). Santo oficio de la memoria, Seix-Barral, Bs. Aires, 520 pp. Edición citada aquí.

(2) Fuente: Wikipedia. Los subrayados son del autor de este ensayo.

(3) PINZÓN, Germán. ¿No se acaba el mundo? Intermedio, 2006, 189 pp.

(4) El Espectador, 19.IX.10: 25.

(5) A quienes no puedo dar gracias es a los señores Isaías Peña Gutiérrez, Joaquín Peña Gutiérrez, Juan Malaver, Jairo Restrepo Galeano, miembros del Comité Editorial de la revista Hojas Universitarias de la Universidad Central, por cuanto nunca tuvieron la decencia de acusar recibo de este ensayo enviado con destino a la edición No 66, correspondiente a enero-junio de 2012. Ya antes, los dos primeros, dieron muestras de su deshonestidad excluyendo, sin justificación alguna, mis ensayos con los que participé en el IV, V y VI Simposio Internacional de Literatura, de los dossier respectivos en la revista mencionada: es decir, violaron un derecho adquirido per se por participar en tales simposios, nunca ofrecieron una disculpa ni hicieron ninguna corrección.

*(Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina.Escritor, periodista, crítico de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo y lector. Realizador y locutor de Una mirada al jazz y La Fábrica de Sueños: Radiodifusora Nacional, Javeriana Estéreo y U. N. Radio (1990-2004). Fundador y director del Cine Club Andrés Caicedo desde1984. Fundación Social (1987): Ganador del Concurso de Cuento Cenpro TV, con Movimiento en falso. Feria Internacional del Libro de Bogotá: conferencista invitado (1987-2005). U. Central (1999): Miembro del Taller de Escritores. U. Nacional (2000-02): Profesor de la Facultad de Derecho en la cátedra Vida Universitaria. U. Central (2005-07): Docente en los seminarios Movimientos y renovación en el cine, Cátedra de Derechos Humanos, en los Cursos de Contexto Shakespeare, Constitución Política: un proyecto de nación, Maestrartes y Descubrir el cine: narrativas y tendencias. Finalista del Concurso Nacional de Cuento “25 Años del TEUC”, con Noticias del imperio, por Henry V. Miller (La muerte del endriago y otros cuentos, U. Central, 2007). Autor de ensayos sobre los escritores Julio Cortázar, Roberto Arlt, Miguel Delibes, Junot Díaz, Andrés Caicedo, Álvaro Cepeda, Arturo Echeverri, León de Greiff, José A. Osorio, Alonso Salazar, Arnoldo Palacios, Nahum Montt, Alfonso Carvajal; también, sobre los cineastas Luis Buñuel, Mario Camús, Rainer W. Fassbinder, Alejandro Jodorowsky, Alexander Kluge, Stanley Kubrick, Akira Kurosawa, Ernst Lubitsch, Martin Scorsese, Andrei Tarkovski, Jean Vigo, Wim Wenders. U. Central: Participante en el II Simposio Internacional de Literatura Indefiniciones y sospechas del género negro (20 a 22.IX.06); en el IV, De viajeros y destinos (22 a 24.X.08); en el V, Los viajes que Gulliver olvidó (4 a 6.XI.09) y en el VI La ficción de la historia (8 a 10.IX.10). U. Central: Escritor Invitado a la Noche de Narradores con el ensayo Miguel Delibes & Los santos inocentes: el desalmado rostro de una sociedad (24.V.10). U. Nacional: Invitado por la Escuela de Cine y TV con las conferencias Kurosawa: entre el combate y la contemplación; El cine de Ernst Lubitsch: la tristeza hecha humor…; Memoria y conciencia histórica en relación al cine; El papel de la crítica de cine en el panorama nacional…(Bogotá, IX-XI.10). U. Nacional (2010): Invitado por Enda América Latina – Colombia al Taller de DDHH y Convivencia del Colegio Distrital Ramón de Zubiría, con la charla Derechos humanos & Convivencia en el aula (9.XII.10). U. Central: desde 1991 colaborador del Dpto. de Humanidades, del Cine-Club y de revista Hojas Universitarias.  Invitado a la X Edición del Festival de Cine y Video de Santa Fe de Antioquia (4-8.XII.09). XXIV Feria Internacional del Libro de Bogotá (4-16.V.11): Invitado por el Ministerio de Cultura a presentar el ensayo, impreso por Mincultura, Arnoldo Palacios: Matar, un acto excluido de nuestras vidas… (13.V.11). U. Nacional: Invitado por la Escuela de Cine y TV con las conferencias Jean Vigo: un punto de vista documentado; Vida y obra de A. Jodorowsky: un psicomago del arte y de la realidad; Sobre la crítica y la importancia de las revistas de cine (19-26-27.V.11). U. Central: Ponente en el I Congreso Internacional Izquierdas, Movimientos sociales y cultura política en Colombia con el ensayo Un espíritu libre…: sobre la crisis de la cultura y los medios – Una lectura de izquierda (20.X.11). U. N. Radio: Invitado al Especial Brasil para presentar el ensayo Chico Buarque: No hay que perpetuar en la partitura la tristeza… (1º.V.12). Colaborador de El Magazín (virtual) de El Espectador desde el 4 de junio de 2012. Crítico de cine en revistas Avianca, Cambio16-Colombia, Contravía, Stvdia Colombiana, Semana. Es co-autor del libro Camilo Torres: cruz de luz (FiCa, 2006), ha escrito en revistas Semana,Número, Hojas Universitarias, Al Margen, Escarabeo, Agencia Periodística de América del Sur (APAS),de Argentina, Magna Terra, de Guatemala; hoy en Agulha Revista de Cultura y Agulha Hispánica, de Brasil, Matérika,de Costa Rica, y en www.milinviernos.com y espera la publicación de sus libros La Fábrica de Sueños (Ensayos sobre Cine), Ensayos sobre Literatura Colombiana, Grandes del Jazz, Ocho minutos y otros cuentos, Para una ética de la comunicación (no sólo) audiovisual, Músicos del Brasil. Ha hecho corrección de estilo para Norma y Mondadori, hoy para la Plataforma Colombiana de DDHH, Democracia y Desarrollo y Enda América-Latina Colombia. E-mail: lucasmusar@yahoo.com

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