La mascota olvidada de Sega
Con el surgimiento de la consola de ocho bits de Nintendo, emergió el furor por uno de los personajes de videouegos más famosos de la historia: Super Mario. También apareció uno de los ilustres olvidados de los videojuegos: Alex Kidd. En aquel entonces Nintendo sostuvo una guerra con otra corporación japonesa llamada Sega.
Sega buscó el personaje que habría de competir con Mario; dio tumbos para llegar, en 1991, a Sonic el erizo, un animal que semejaba una mutación hecha en el futuro; usaba unas zapatillas rojas con las que corría a una velocidad superior a la del sonido y cruzaba parajes en donde la huella de las industrias agresivas con el paisaje eran asimiladas como el mal al que se enfrentaba el erizo azul. Antes de Sonic estuvo Alex.
En 1985 se lanzó «Alex Kidd in Miracle World» y un año después fue el juego incorporado a la consola Sega Master System. Alex se convirtió en el personaje que habría de caracterizar a la compañía. El escenario del juego es el planeta Aries y el objetivo es liberar a la ciudad natal de Alex de la tiranía de Janken el Grande. Como en las telenovelas donde la protagonista es una empleada doméstica y después se convierte en la heredera de la fortuna porque era una hija desconocida, en el transcurso de la aventura, el héroe descubre que es el príncipe de la ciudad donde nació, de modo que las leyes de la herencia le otorgan el derecho para derrocar al tirano. Como «Super Mario Bross», «Alex Kid in Miracle World» tiene distintas escenografías y niveles de dificultad que van en aumento a medida que se acerca el final.
En esos tiempos, el jugador aún no tenía la posibilidad de escoger trayectos. El camino de la aventura era unívoco y la misión impuesta debía contar con los elementos necesarios para que la historia adquiriera matices heroícos; la liberación no se sólo se remitía a un pueblo sino que cobijaba al hermano, la pareja y el descubrimiento de las facultades propias del protagonista. Como en las narraciones de viajes y aventuras, el mayor descubrimiento es el de las propias limitaciones y capacidades.
El puño gigante de Alex era su arma para romper los obstáculos. Pese al arrojo del personaje no pudo vencer a su principal rival: Mario. En 1991 Sega lanzó a su nueva mascota y Alex pasó a ser una curiosidad de la paleontología de los videojuegos; un retrato suyo aparece en el Boulevard de los ochenta de «Sonic Riders Zero Gravity» (2008). Su deceso fue prematuro y los homenajes se hicieron pronto. Cuando el recuerdo de alguien se vincula con su tumba, hay una declaración oficial de olvido, en «Altered Beast»(1988) apareció una lápida con el nombre de Alez.
A mediados de los ochenta los grupos con entreverados solos de guitarra eléctríca y trajes de cuero se pavoneaban por el mundo anglosajón, Japón aún confiaba en su lenta venganza de Hiroshima y Nagasaki y en América latina las dictaduras militares percutían sus crepusculares rugidos. También se proclamaba que la libertad estaba en la capacidad de poder escoger lo que consumiéramos y que lo importante era conseguir el dinero para hacerlo. Un camino unívoco para sentirse feliz, como el de Alex y el de Mario. Podías escoger cualquier cosa menos eludir el sendero del dinero. Otra conquista del hombre y su emancipación de sí mismo.