Hackear futuros estando en ellos: Algunas cosas sobre el futuro ajeno

Por: H. Augusto Botia*

Ilustración de Pablo Pérez @Altais

Buscar que alguien le cuente a uno el futuro es una antigüa costumbre humana que desde hace pocos siglos es posible juzgar con muchos argumentos como una tara. Quiromantes, o algunos de esa rama, han sido quienes tradicionalmente  ayudaban, y ayudan todavía, a imaginarse el futuro. Ahora, por moda dirán muchos, son escritores, sobretodo de ciencia ficción, o diferentes tipos de realizador audiovisual, como  arquitectos ficcionales, por ejemplo, los que nos entregan piezas para armar. La imaginación es un espacio de relaciones entre agrupaciones así aparezca como un acto individual.

Las historias pueden ayudarnos a soñar, algunas dan pesadillas aún más fructíferas, pero solo si son nuestras y las representamos es que nos oponemos al flujo de la terca y seca realidad. Hay voluntades y sensibilidades a favor y en contra de la realida presente. A todos, así no tengamos conocimientos en alguna tecnociencia o arte nos interesa algo que llamamos futuro, así creamos o no en algo llamado libertad. 

El inicio del evento tomado como excusa para esta nota fue motivante para mí ya que confirmaba una idea que en mi actual campo de estudio se fermenta: culturalmente hemos pasado de pensar en un mañana utópico a suspirar por un futuro distópico. Todos participamos de un modo u otro en esto. Sepamos o no que puede significar programar el presente, tenga o no una habilidad tecnológica o artística desde la cual pensar en lo que no es aún. Sea que nos encontremos  en una mísera megalópolis del norte o en un vibrante poblado del sur.

Los hacendosos organizadores de Fractal´12 nos recibieron invocando una memoria ajena del futuro. Recordaban ellos una edición futura de su evento, un gitano grandote y bonachón hacía la profética retrospectiva en inglés con traducción simultánea. Nostalgia por lo venidero. Este modo de plantear lo futuro coincide con cierta obsesión contemporánea con el pasado, en este caso un pasado que no se ancla en ninguna tendencia de la realidad de la ciudad de Medellín y área metropolitana, sino que expresa un acto de confianza por parte de un visitante en que se podría surgir un centro de vanguardia en la ciencia mundial en tal región montañosa colombiana.

La ambivalencia no es solo una curiosidad de los cruces entre pasado y futuro sino una categoría misma de la realidad, no es un hallazgo fundamental sino el camino que hay que aprender a transitar si se quiere enfrentar la tarea de enterder algo de ella. Lo ajeno se toma como propio, lo inusual se hace norma en cualquier momento. La traducción simula simultáneamente el original.

El ejercicio literario y performativo, que el guía dramatizó con su entretenida lectura en público, dejaba suponer una añoranza de lo no vivido. Nostalgia por un futuro en donde se conocen dos genios que inventan una especie de “cuarto de sensaciones”. Una concesión estimulante, sin duda, que el escritor invitado Paul Di Filippo entregó a sus anfitriones frente a una pequeña y juvenil congregación, con punki perfumado y recién teñido incluído, y salpicada de unos pocos veteranos como él mismo.

Pero entre las ideas individuales y las que como grupos asumimos del futuro  hay una distancia que se pasó por alto. Sin mucha astucia, pues son las ideas anidadas en los grupos las que  impulsan el presente. Ni una sola golondrina hace verano, ni un solitario profeta terrible diseña el futuro. Ideadores solitarios se tocarán con seguidores, que serán así colaboradores o incluso contradictores, que vendrán de muchas partes. Se necesitarán de todos estos y más para que algún futuro imaginado se haga un futuro presente.

No hay un futuro esperándonos sino muchos pujando por cristalizarse.

Las imágenes de lo futuro son clave en toda sensibilidad humana. A eso es lo que apuntamos. Símbolos de lo venidero actúan en el presente generando nuevas visiones en una espiral discreta y constante. Por eso resulta limitado proclamar, más allá del eslogán publicitario del evento  “programando la realidad”, que haya solo una única realidad, ni que la programemos como una exterioridad que escriben, diseñan o controlan las disciplinas tecnocientíficas nada más. Se require mucho más que mercadotecnia para hablar en serio del futuro. Pero con mucho menos se pueden conseguir patrocinadores oficiales.

Entregarse a creer candorosamente que la planificación ha construído la realidad presente, en especial una realidad como la colombiana, es sembrar en el desierto. Adicionalmente olvidar los resultados de la planificación centralizada, autoproclamada eficaz y neutral, equivale a no llevar agua a ese desierto. Claro que siempre se puede excusar de tener esa virtud y ese defecto que es ser primerizo. Aunque ya se tengan unos cuantos años de estar incubando la candorosa creencia.

Hay una convicción generalizada en nuestro medio (que por eso es conservador; por estar satisfecho consigo mismo) de que el futuro es tarea de instituciones como el Estado y el mercado, convicción que a su modo el ave rara de Fractal´12 ayuda a tantear. La homogeneidad de tono conservador es el estado de cosas actual y aislarse de ella, o ignorarla, es hacer ficción barata.

El debate, y esta es la virtud del evento comentado, inició hace poco y deja varias ediciones cuyo cuerpo de materiales ya se presta a una arqueología local del futuro. Me atrevo a adelantarme un poco: vamos a ver muchos tiestos prestados; «objetos que parecen no pertenecer al entorno», como diría un excavador; juguetes regalados o no devueltos, especularemos otros. Pero lo bueno es que vamos a saber bastante de los dueños.

La idea de planificación, un aparato ya de los viejos pero insoslayable, juega a diario y desde arriba, un rol clave decidiendo el futuro. Casi convertida en un poder omnipresente y con ella como excusa, con esa caricatura de la racionalidad que es la administración burocrática de lo público y lo privado, toma decisiones sobre ciudades y campos.

Por eso me gusta más la expresión hackear el futuro, como escribían en un reportaje ficcionalizado unos visitantes bogotanos. Hackear es violar la planificación oficial dándole un nuevo sentido al objeto, que a la vez es violentado y liberado de un destino único.

En la triple condición de ser ciudadano, usuario de algún servicio y  consumidor de realidades, en esta frontera tan importante, insisto, entre lo privado y lo público, se juega una buena porción de pequeñas luchas entre dos visiones del futuro: La vida como un producto hecho a la medida del buen postor o como algo inconmensurable e imposible de tasar.

No tienen porque ponerle este ácido a su propia obra los organizadores de Fractal, UniversoFractal o EncuentroFractal, para eso estamos los resentidos. Para tratar de torcer un poco la memoria oficial que está vinculada a una especial clase de ciudadanos.

Algo que causa sensación en internet son los espacios ideados para la productividad y el goce,  entornos a la medida de una sensibilidad que llamaremos sibarita funcional. Antes se trataba de tener una buena silla ergonómica y una nevera en la oficina. Aquella gran cantidad de seres humanos que trabajan en el sector servicios, sea desde casa u oficinistas, que persiguen el conocimiento sobre bebidas finas, músicas a la moda o de alguna vanguardia exótica  incontaminada por algún sello disquero mainstream es la que da lugar a este modo de sentir el mundo. Un mundo de esquiva exclusividad.

El objetivo es claro:  “darse la buena vida” pero, eso sí, siendo productivos. Nos podríamos extender complejizando ésta caricatura de categoría social que en gracia de discusión planteamos; pero, por ahora, lo que se persigue es delinear una visión del futuro en ella contenida y que tiene la ventaja de no depender de territorio alguno.

En buena medida los paisajes futuros expuestos, que al final del texto referenciaremos, partían de la cada vez más importante  práctica de interactuar con sistemas de información mediante experiencias simuladas e inmersivas.

Fué una ficción literaria, Mood Room que arriba ya se comentaba, sobre la simulación lo que entregaría al inicio Di Filippo; un dispositivo similar a una esfera con espacio para dos personas incluso, ultrasensible al estado anímico de l  habitante y que, luego de una señal de éste, responde a través de su conexión neurológica creando entornos sensoriales totalmente envolventes. Un simulador casi perfecto, esa vieja fantasía.

Matsuda, el arquitecto ficcional,  admitió durante su presentación que hizo un juego irónico en su abigarrada proyeccion de una realidad  inundada por logotipos de marcas buscando un click. En esto es preciso el uso de la expresión Realidad Aumentada en tanto realidad intensificada. La Realidad Hiper-Aumentada de Matsuda expresa de modo gráfico y alarmista la invasión por spam gráfico y sonoro que reseñaban los pensadores de las ciudades de hace 100 años. No se trata de una época totalmente nueva, se trata de una radicalización de la experiencia moderna.

En esta arquitectura ficcional, atisbo  tipo Mas allá del futuro, avisos holográficos que no requieren sustrato más allá de los sentidos del usuario-consumidor y un dispositivo tecnológico portátil anexo a una poderosa red de información que los estimule acechan al potencial consumidor en su casa o en la calle.

La expresión espacio ideal referida por el mismo Matsuda permite comprender que programar la realidad tiene más bien la  connotación de percibir una realidad idealizada. Le ponemos una piel de nuestro agrado a la ciudad (el ejemplo usado destilaba nostalgia: ese arte urbano omnipresente que son los graffittis), vemos a nuestros contactos electrónicos familiares proyectados en la nevera mientras los que son compañeros de trabajo flotan constantemente a nuestro lado desde que abrimos los ojos. En la versión más benévola, más irónica según su creador, las marcas-avatares de información comercial esperarían  al paso en las calles a su público, como jaurías de mascotas abandonadas esperando ser alimentadas con clicks, tal vez, o simplemente con miradas. En la versión hiper-aumentada posiblemente el modelo de negocios dictaría que hay pagar para dejar de ver los avisos como el lector de tinta digital que hoy te atormenta con avisos de Levi´s o algún libro electrónico a  “tan solo US 0.99”.

Por un momento mientras pasaban el video de Matsuda, que había sido viral pocos meses atrás,  me preguntaba si habría cobrado la ubicación de esas marcas  en su cortometraje, de golpe recuerdo Bandai y varias de comidas rápidas.

Hay que decirlo pues Magnolfi, la otra invitada programadora de espacios, tuvo, o tiene, como patrocinador de su investigación a MSN. No bajo la sospecha de product placement que le ponemos a Matsuda; no, como sponsor, disculpen los anglicismos pero hay que usar la jerga publicitaria para reseñar estas cosas. Hay que decirlo porque al final del evento una organizadora trató de ocultar lo evidente, dijo que ninguna marca tenía nada que ver con el evento. La peor independencia es la que nos inventamos.

Y desde aquí se puede concluír un rasgo de Fractal´12: parecería haber sucedido en medio del éter, esa sustancia que en la antigüedad simbolizaba el vacío. En medio  de una reserva natural, en una apacible sala de conferencias, sin alusiones al paisaje urbano (deprimido y periférico) que habíamos sobrevolado silenciosamente, vía cables, para llegar allí, pensando en entornos programables con tecnología de punta que ni nos preguntamos quién fabrica hoy en día, negando la mano sutíl pero firme del mercado. Así se sintetiza la ambivalencia del mundo actual en una aparentemente inolora reunión de entusiastas.

Hace algún tiempo se dijo que había acabado la historia. Se dice que ya no importan las distancias tampoco, pues las telecomunicaciones  eliminan de la ecuación el tiempo y el espacio.

Pero los territorios siguen ahí, haciendo sus historias locales y la realidad es tozuda y se cuela hasta en una hermosa reserva natural: justo al lado, en otro amplísimo salón del mismo centro de convenciones, estaban los burócratas del INPEC (Instituto Nacional Penitenciario de Colombia) discutiendo los modos de controlar la hacinada sobrepoblación de presos (acusados o condenados, eso no importa ya) de la que, menos mal, al menos ellos se acuerdan aún.

De un modo silencioso se negaba así una de las visiones más certeras de la ciencia-ficción: el poder creciente de las multinacionales, especialmente las tecnológicas, en la interpretación y construcción del orden social actual y venidero.

Quedan muchos asuntos acumulados esperando a ser barajados, menos mal hay gentes que a su modo trabajan para que en público se traten y para tal fin abren espacios.

Que el futuro es ante todo primero una idea, es un buen punto de partida; es, en sí misma, contundente pero también encierra una trampa. Abre la pregunta por la relación del horizonte de futuro y las condiciones presentes, por el futuro y las condiciones en que surge una idea específica.

Tal vez sería mejor que hoy en día se diera un énfasis mayor en el presente que caracterizó el giro hacia la vida moderna, así no se confiaría tanto en la producción y el goce sensual de marca. Sonaba mejor el eslógan de 2011 “descifrando el presente”.

Referencias

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Este texto fue cedido gentilmente por su autor, H.Augusto Botia* para Mil Inviernos.
¡Gracias, H. Augusto!

e-mail: nanbot@gmail.com

@sinistrorsum

* Trabajador de las ciencias sobre lo humano que nunca pudo llegar a ser dibujante profesional. Actualmente lee sobre temporalidad social.

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