Virus. Por Hernandez Durán
―El hombre nace libre, responsable y sin excusas”
J.P Sartre
Se miró al espejo intentando procesar la figura que tenía en frente suyo. Era abstracta, un conjunto de elementos que no resolvían ninguna identidad; encontró un montón de piel, la idea redundante de un ser que no le pertenecía, la plegaria de un sacrificio a la humanidad. ¿Dónde estaba ese hombre que alguna vez pudo divisar entre el cristal plateado? ¿Dónde había quedado ese nombre, esas letras que lo definían y hacían de él un ciudadano, un ser? ¿Cómo llego a ser ese holograma que se reflejaba sobre el espejo, indefinido, que infundía algo de nauseas? De pronto se fue con el agua del retrete –pensó-, de pronto se fundió igual que el vapor del café de la mañana.
Quizá, tan solo se transformó en ese eterno metro y medio de piel que parecía una enfermedad extendida por un ser inexistente.
Sabía que era un día distinto. Se abrocho el pantalón, cada uno de los botones de la camisa azul clara que tomaba cada día de por medio, y amarró sus zapatos de gamuza café. Estaba decidido esta vez a no tener nada, a no cargar ni con su propia presencia. Una idea rondaba por su mente. huir. Estaba convencido de que para el viaje que iba a realizar no necesitaba más que el deseo de lanzarse al vacío y la meditación implícita del hecho que se resolvía a ejecutar.
Él y esa mente cargada de pensamientos era lo único que necesitaba para emprender aquel desairado destino del cual ya no había vuelta de hoja. Sin pisar la calle aun, podía oír cómo el dialecto indescifrable de la gente se esparcía con el olor a pan. Otra vez su miedo inefable a ese mundo irreal que se le había presentado, a esa muchedumbre que veía todos los días y que desconocía por preferencia como un ataque de desolación y retraimiento, cuyo suceso se fue convirtiendo en un pequeño universo ambivalente de sensaciones infernales. Abrió la perilla, y noto que sus ideas no habían sido erróneas. Observó. Pasaban las personas y extendían una mano por encima de los hombros y la movían de izquierda a derecha rápidamente, ¿acaso creen que soy de ellos?, pensaba.
Editorial: los nueve años de la princesa Mili
No era un aire desligado, no se nadaba en el aire. Nos olvidábamos del límite de su color, hasta parecer arena indivisible que la respiración trabajosamente dejaba pasar.
José Lezama Lima sobre el nuevo coronavirus.
Ahí está la princesa Mili. A sus tiernos nueve años. Y que no se crean que por ser tan pequeña no ha parido las suficientes amarguras como para ser una anciana de sabiduría. La princesa recuerda cuando aún era un feto. ¡Ah problemas lejanos aquellos los de existir! Cuando apenas era la idea de un par de imbéciles que, conscientes de su condición de oficinistas sin oficina, buscaron un nuevo fracaso, un nuevo sol que revelara las sombras de su impotencia. Y para esta no hay fentanilo que valga, ni tadalafilo.
Han pasado tantos años desde ese alumbramiento, que ya nada se puede decir:
- Tanta mierda pa ni mierda.
Acaso ese sol de Mil Inviernos que se vislumbró en su nacimiento fue el germen de esos Mil abortos que suceden tras los días que ya no se levantan por más tadalafilo que se le suministre a esos tejidos cavernosos que ya parecen fosas comunes de sueños.
Nueve añitos, cuerpitos cavernosos, estertores, acaso que se niegan a recular. Ante el embate de mercachifles y publicadores de sandeces que se prosternan ante teorías hechas, hace más de sesenta años, con el barniz de música punk, allende este mar de mierda que nos ha tocado vadear sin descanso.
Hemos pasado por diferentes terrores, y ahora que el vírico está de moda, tenemos el antídoto perfecto:
- Masturbarse hasta que el Covid lo ahogue.
- Maldecir hasta quedarse sin aliento
- Extrañar el olor a mierda porque ya no hay olfato.
La vida es hermosa. Lástima que ya se haya ido. La nueva normalidad no nos sabe a nada, como tampoco sabe el hecho de estar condenados desde el mismo momento de nacer.
¡Arriba pues, lo que pueda subirse! Por medios artificiales, como nos enseña la sci-fi, o por medios espirituales, como nos enseñan los magufos.
Hay gente que dice que se acabó el juego. Pero el juego se está jugando desde hace mucho.
Quedan pocos días para navidad, y muchos menos para año nuevo. Estamos en la víspera y la noche no está serena. Año nuevo lo quiero pasar bailando con la princesa Mili.
Pero de eso a que suceda, hay mucha mierda de por miedo.
Lo bueno que ha dispensado del Covid es que ya no se sienta el sabor excremental cuando se consume mierda:
¿Es mierda lo que tiene textura de mierda, forma de mierda, pero no sabe ni huele a mierda?
Las aventuras filosóficas están a pedir de boca.
Pero mi boca tiene tapabocas y la de la princesa está podrida.
Se murieron muchas cosas y morirán muchas más. Igual, ya sabíamos que todos íbamos a morir. Un día más un día menos, ¡qué hijueputas!.
Igual no hicimos ni mierda a pesar de tanta mierda.
Abrazos mis queridos seguidores.
La princesa Mili seguirá-
Un encuentro con el ébola
Vivir es muy terrible pero cuando a uno lo atosigan las enfermedades las cosas se ponen más duras aún. Con el Ébola, que por estos días ha renacido como una bestia amorosa llena de sed de venganza (uno de los anversos del amor), surgen los rumores de maldiciones blancas, de hechizos de animales muertos, de cementerios que se caen de tanto difunto que deben llevar a cuestas. La eternidad es tan leve como el peor sueño de una noche horrorosa. En el documental que a continuación les presentamos, el Ébola se convierte en ese punto ciego donde los conocimientos médicos de lo que se llama occidente chocan con la medicina del África profunda. Al final, sólo queda el sinsabor de no tener claro cuál es el planeta que habitamos y no sabemos si es más dañino el virus de vivir que el del propio Ébola:
Duelo entre dos William: Burroughs dispara a Shakespeare
De William Burroughs como tirador, Hunter S. Thompson escribió: «Él disparó como escribió – con extrema precisión y sin miedo.» (Leer más: William Burroughs por Hunter Thompson) Pero le faltó decir que, igual que como escribía, tiraba a matar. Uno de los aspectos más interesantes de la escritura de Burroughs es cómo, haciendo uso de varios métodos de experimentación (cut-up / fold-in), propendía por la aniquilación del mismo lenguaje, virus extraterrestre de otro espacio, para extraer en la humareda, un mensaje inequívoco de la condición humana. Un hombre invisible (como él mismo se consideraba) podía tal vez acechar otros umbrales que dieran cuenta de una lógica en que el hombre dejaría de ser engañado por el bestiario de monstruos que lo controlan, manipulan y raptan desde antes de nacido.
William Burroughs se bate en un duelo a muerte contra William Shakespeare. Ya desvirtuado en su anterior performance de William Tell, que le costó la vida a su esposa, ahora se las ve con el mayor emblema del idioma inglés. No tiene miedo, pero la vejez le hace temblar, no solo una sino varias veces, antes de acertar el gatillo y propinar los tiros definitivos: muerte a Shakespeare, muerte a su imagen, muerte a su virus.
La carne atómica de Patricio Dalgo
Yo soy la palabra del video hecha carne
VIDEODROMO – David Cronenberg
El corto experimental Atomic Flesh, fue realizado en el año 2009 por el artista ecuatoriano Patricio Dalgo, quien aparece en los créditos como S/N 3, como significando Sin Nombre. Grabado con cámara casera, el video hace uso de la precariedad para presentar un universo encerrado en el que la fragmentación de la imagen es a la vez la atomización del individuo en el virus-imagen que se esparce de las pantallas a la retina, al cerebro, a las avenidas, en la mortal abulia de los individuos que rara vez observan el almuerzo desnudo que tragan a diario.
Virus infinito. Un poema de ciencia ficción sobre lo imposible
Leí el poema «Virus Infinito» de AndrésFelipe Escovar en mi presentación sobre Tecnologías Imposibles, en el evento de Tecnologías Posibles organizado por Iván Terceros y Escuelab en el Centro Cultural España de Lima, en octubre de 2010. Además de este poema, recuerdo haber hablado en la charla sobre los sueños y de personas que se corrían sobre las pantallas de sus computadores portátiles.
Sobre este poema, Andrés Felipe Escovar escribió:
Estoy emocionado por la aeronave que fotografió el Hubble, apareció el mismo día que nuestra Álgebra resplandece junto con el grandioso Marsellota.
A pocos días de ver la re-impresión del Tríptico de Verano y una mirla, publicada en Chile, encuentro pertinente compartir este poema con nuestros lectores de Mil Inviernos:
VIRUS INFINITO
Andrés Felipe Escovar