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Saer y su disgusto con García Márquez y los escritores populares

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Juan José Saer denosta del público si se lo entiende como una instancia crítica de un texto determinado; para Saer el público como concepto no le genera otra cosa que rechazo. Esta postura desemboca en su disgusto con escritores como Gabriel García Márquez que piensan en el público como entidad validante de su escritura. Lo curioso es que Juan José menciona a Lacan cuando a este se le recriminó la opacidad de sus discursos (opacidad que, para algunos como Alan Sokal, cuentan con disparates, majaderías e imbecilidades) y contestó que él no se dirigía a los idiotas (es decir, legos en la materia) porque el que no lo fuera habría de ser quien analizaría críticamente su trabajo; ¿eso no es pensar en un público? Limitar a Saer como escritor que escribió para facultades de literatura es empobrecerlo pero, pese a su renuencia, también pensaba en un público como instancia crítica, aunque este fuese reducido. Les presentamos una entrevista hecha a este escritor que va creciendo en su influencia sobre la literatura argentina y latinoamericana:

Os sete loucos (traducción de una novela de Roberto Arlt)

Como lo anunciamos días atrás, milinviernos estará presentando los avances de la traducción  al portugués que Barbara Lopes hace a los «Siete locos» de Roberto Arlt. Los dejamos con el segundo episodio y, si quieren leer el anterior, hagan click acá

 

Estados de consciência

 

Sabia que era um ladrão, mas essa categoria pouco lhe interessava. Talvez a palavra ladrão não estivesse de acordo com sua consciência. Havia outro sentimento e era um silêncio circular que entrava como um cilindro de aço em seu crânio, de tal maneira que silenciava tudo o que não se referisse ao seu pesar.

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Os sete loucos(El comienzo de la traducción de una novela de Arlt)

«Los siete locos» es una de las novelas centrales de la literatura argentina, la irradiación de su influencia ya sobrepasó la fronteras de su país de origen y es revisitado por lectores de distintas lenguas. La labor de traducción es incierta, no se sabe si el agotamiento habrá de exterminar un proceso o si el traductor culminará con esa extraña y silenciosa labor. Nos complacemos en presentarles e primre aparte de «Los siete locos» en portugués, traducido por Barbara Lopes quien aún se encuentra trabajando en este libro y nos irá entregando los resultados a medida que avance en su empresa.

A surpresa

Ao abrir a porta da delegacia, com seus vitrais japoneses, Endorsain teve vontade de retroceder, mas já era tarde.

O diretor o aguardava. Um homem de baixa estatura, gordo, sua cabeça parecia a de um javali; cabelo grisalho, cortado à Humberto I e um olhar implacável filtrado pelas pupilas cinzas como as de um peixe. Gualdi, o contador, pequeno, magro, pegajoso, de olhos atentos e o subgerente – filho do cabeça de javali – um moço bonito, de 30 anos, cabelos grisalhos e aspecto cínico, sua voz é áspera e seu olhas é fixo, como o de seu pai. O diretor inclinado em cima de umas planilhas, o subgerente recostado numa poltrona balançando a perna sobre o encosto e o senhor Gualdi respeitosamente de pé, junto à mesa do escritório. Nenhum dos três personagens respondeu à saudação de Endorsain. Mentira, o subgerente levantou a cabeça.

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La voluptuosidad triste del cornudo: Extractos de "Los siete Locos" y " ¿No se acaba el mundo?"

Había una vez, hace no mucho tiempo y en un lugar no muy lejano, alguien que sentenció que la mejor manera para superar una pena de amor por cuernos es masturbarte pensando cómo otro u otra monta a tu pareja. Fundó un grupo. Él y sus cinco seguidores murieron incendiados en la casa de la montaña donde se reunieron a masturbarse por cuarenta días y cuarenta noches. A continuación, dos de los textos básicos que inspiraron a ese alguien que fundó un credo y un método:
Luego, la capacidad de su vida quedó reducida a aquel centímetro cuadrado de sensibilidad. Hasta se le hacía «visible» el latido de su corazón,y era inútil querer rechazar la espantosa figura que lo lastraba en el fondode aquel abismo, un momento negro y otros anaranjado. Con que aflojaraun poquito tan sólo su voluntad, la realidad que contenía hubiera gritado ensus oídos. Erdosain no quería y quería mirar… pero era inútil… su esposaestaba allí, en el fondo de una habitación tapizada de azul. El capitán semovía en un rincón. El sabía, aunque nadie se lo había dicho, que era undormitorio diminuto, de forma hexagonal y ocupado casi enteramente poruna cama ancha y baja. No quería mirarla a Elsa… no… no… quería, pero sile hubieran amenazado de muerte no por eso hubiera dejado de estar con la mirada fija en el hombre que se desnudaba ante ella… ante su legítima esposa que ahora no estaba con él… sino con otro. Más fuerte que su miedo fue su necesidad de más terror, de más sufrimiento, y de pronto, ella, que secubría los ojos con los dedos, corría hacia el hombre desnudo, de piernas tiesas, se apretaba contra él y ya no rehuía la cárdena virilidad erguida en el fondo azul.