Los siete locos, la película
El 1973 apareció la versión cinematrográfica, dirigida por Leopoldo Torre Nilsson, de «Los siete locos». Esta novela ha sido considerada como una de las más importantes en el contexto de la literatura argentina del siglo pasado. Su autor, Roberto Arlt, se alimentaba de «malas» traducciones de los rusos y, a diferencia de los exquisitos literatos de Buenos Aires, se ensuciaba las manos para vivir de la escritura. Además, fue un inventor y toda su alquimia quedó impregnada en esta versión cinematográfica que sirve para pasar el letargo de un domingo interminable:
Saer y su disgusto con García Márquez y los escritores populares
Juan José Saer denosta del público si se lo entiende como una instancia crítica de un texto determinado; para Saer el público como concepto no le genera otra cosa que rechazo. Esta postura desemboca en su disgusto con escritores como Gabriel García Márquez que piensan en el público como entidad validante de su escritura. Lo curioso es que Juan José menciona a Lacan cuando a este se le recriminó la opacidad de sus discursos (opacidad que, para algunos como Alan Sokal, cuentan con disparates, majaderías e imbecilidades) y contestó que él no se dirigía a los idiotas (es decir, legos en la materia) porque el que no lo fuera habría de ser quien analizaría críticamente su trabajo; ¿eso no es pensar en un público? Limitar a Saer como escritor que escribió para facultades de literatura es empobrecerlo pero, pese a su renuencia, también pensaba en un público como instancia crítica, aunque este fuese reducido. Les presentamos una entrevista hecha a este escritor que va creciendo en su influencia sobre la literatura argentina y latinoamericana:
La voluptuosidad triste del cornudo: Extractos de "Los siete Locos" y " ¿No se acaba el mundo?"
Luego, la capacidad de su vida quedó reducida a aquel centímetro cuadrado de sensibilidad. Hasta se le hacía «visible» el latido de su corazón,y era inútil querer rechazar la espantosa figura que lo lastraba en el fondode aquel abismo, un momento negro y otros anaranjado. Con que aflojaraun poquito tan sólo su voluntad, la realidad que contenía hubiera gritado ensus oídos. Erdosain no quería y quería mirar… pero era inútil… su esposaestaba allí, en el fondo de una habitación tapizada de azul. El capitán semovía en un rincón. El sabía, aunque nadie se lo había dicho, que era undormitorio diminuto, de forma hexagonal y ocupado casi enteramente poruna cama ancha y baja. No quería mirarla a Elsa… no… no… quería, pero sile hubieran amenazado de muerte no por eso hubiera dejado de estar con la mirada fija en el hombre que se desnudaba ante ella… ante su legítima esposa que ahora no estaba con él… sino con otro. Más fuerte que su miedo fue su necesidad de más terror, de más sufrimiento, y de pronto, ella, que secubría los ojos con los dedos, corría hacia el hombre desnudo, de piernas tiesas, se apretaba contra él y ya no rehuía la cárdena virilidad erguida en el fondo azul.
Roberto Arlt entrevistado
El impacto de la obra de Roberto Arlt, más allá de las fronteras argentinas, aún está en su etapa expansiva. Para muchos, llegar a una novela de Arlt es encontrar una propuesta lateral en lo que se conoce como literatura argentina, brinda la ilusión de que ha escrito mucho después del frenesí de Borges; sin embargo, las fechas desmoronan el espejismo. Acá podrás leer una entrevista que Roberto Arlt concedió en 1929 a la revista «La literatura argentina». Como preludio a sus declaraciones, este es el prólogo de «Los Lanzallamas», una continuación de «Los siete locos»: